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Portada del número 79-80. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 13 de febrero de 2015. (RanchoNEWS).-Luis Fernández-Galiano mantiene intacta la pasión por la arquitectura. No sólo por las posibilidades, la belleza y las aventuras que ofrece, sino también por la complejidad formal de la disciplina y por lo que ésta encierra de observatorio político, económico y social. La arquitectura no es aquello que sucede entre arquitectos. Más bien es lo que ocurre con la gente, con las formas de vida de la gente, con los modos de entender, y mirar, y vivir el mundo. Todo eso es arquitectura. Todo eso y algo más que Fernández-Galiano lleva explicando desde hace 30 años en las aulas, en los periódicos y en esa otra plataforma imprescindible que son las revistas que dirige desde su editorial y distribuidora, Arquitectura Viva. Escribe para El Mundo Antonio Lucas.
En las últimas tres décadas, las publicaciones bilingües capitaneadas por Fernández-Galiano (AV Monografías, AV Proyectos y Arquitectura Viva) han dado foco, fondo y poso a los debates sustanciales del proyectismo internacional. «Esto empezó como una pequeña aventura de cuatro números al año y ahora ya estamos en 30 publicaciones. En este tiempo hemos sacado más de 400 números y siempre con una vocación internacional», explica. El primer AV estaba dedicado a Berlín, allí donde tantos hilos políticos y culturales se cruzan. Ese fue el punto de partida.
La idea nuclear era hacer una revista de registro, no de tendencia. Es decir: inventariar lo que sucede en el presente antes que apostar por un estilo o una moda. «Nuestra óptica, en ese sentido, tiene algo de ecuménico. Cuando nacimos, el gran debate del momento tenía por protagonista la reflexión sobre la postmodernidad. Se entendía que entonces la modernidad se había hecho corporativa. Las grandes empresas estaban apostando por los edificios de vidrio y acero, así que la postmodernidad era una forma de ser críticos contra todo aquello. Más tarde, en 1988, cuando lanzamos Arquitectura Viva, el debate se enfocó hacia la deconstrucción. El empeño de algunos arquitectos se centraba en expresar la condición caótica de los tiempos a través de una arquitectura caótica, con formas fracturadas o alabeadas, depende. El Guggenheim de Bilbao fue la culminación de esta corriente», sostiene Fernández-Galiano.
Luego vino el minimalismo y las revistas seguían ahí. Aquel laconismo no interrumpió la aparición de nuevos objetos escultóricos singulares como los de Ghery o Zaha Hadid. Y las revistas también siguieron ahí... «Se han generado corrientes nuevas, pero hoy sobreviven de manera simultánea con las viejas escuelas», explica el fundador de esta aventura. Ahora son los regímenes ricos de Oriente los que afianzan aquella arquitectura icónica o simbólica que antes tuvo su expansión en Europa. De ahí que la arquitectura espectáculo aún goce (aunque fuera de Europa y EEUU) de muy buena salud.
Igual que todos los movimientos arquitectónicos de las últimas tres décadas tienen referencia en AV Monografías, Arquitectura Viva y AV Proyectos, los mejores críticos, los expertos más solventes y los más destacados profesionales de la causa también han participado en las miles de páginas publicadas en estas últimas tres décadas. «Hemos procurado que todos tengan voz y cabida en nuestras publicaciones, pero eso no nos ha impedido ser críticos a la vez que contamos lo que sucede en el mundo de la arquitectura, que es el mundo de todos», sostiene Luis Fernández-Galiano.
Si uno repasa los centenares de números publicados de estas tres revistas, lo que encuentra no es sólo un atlas de edificios y propuestas sino los movimientos sísmicos que han dado paso a los cambios principales de la historia reciente. «Para nosotros la arquitectura es también una herramienta para contemplar y analizar cómo cambia nuestro entorno. Cuando sucedieron los atentados del 11S hicimos nuestro primer número doble porque entendimos que aquello era, también, un suceso arquitectónico de primera magnitud. Casi nadie lo entendió así, pero nosotros estábamos seguros de esa lectura. Tumbar aquellos dos icónos del poder financiero de Occidente era un gesto no sólo político. La arquitectura expresa también valores políticos, avances técnicos, da pistas sobre el clima cultural de cada época y se alimenta de las artes plásticas, de la gestualidad, de las pulsiones sociales... Es un termómetro del espíritu de los tiempos», explica el director. «Los edificios son retratos de nosotros mismos, de lo que somos y de lo que fuimos. Un edificio es una gran inversión de materia, de energía y de talento humano que permanece como testimonio de quienes los levantaron ».
Y el registro de esas huellas, como en un herbario, está cifrado en tres revistas que son parte de la memoria en marcha de la arquitectura, que no sólo es cosa de arquitectos.
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