.
En los EE.UU. de hoy los perdedores no llegan nunca a tocar fondo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de febrero de 2015. (RanchoNEWS).- Si desmontasen El desmoronamiento, el ambicioso nuevo libro de George Packer, como si fuese el motor de un coche, y dispersasen los componentes por su garaje, verían básicamente cinco piezas grandes y diez pequeñas que constituyen los tornillos, las tuercas y los pasadores. Las piezas grandes son bosquejos biográficos, retratos de un republicano reaganiano metido a empresario de los biocombustibles; de un veterano miembro del equipo de Joe Biden atento y desencantado; de una trabajadora de una fábrica de Youngstown, en Ohio, convertida en organizadora comunitaria; de Peter Thiel, el libertario inversor de capital riesgo de Silicon Valley; y, por último, de la ciudad de Tampa, en Florida, que ya tenía problemas antes de la crisis de las ejecuciones hipotecarias, y que actualmente parece el infierno en la tierra. Escribe Dwight Garner para El Cultural.
Las piezas pequeñas son variaciones críticas, a menudo mordaces, sobre estadounidenses influyentes de las últimas décadas. Los enumero en orden inverso a la estima del autor por sus contribuciones respectivas al bienestar común: Sam Walton, Newt Gingrich, Robert E. Rubin, Andrew Breitbart, Colin L. Powell, Jay-Z, Oprah Winfrey, Alice Waters, Raymond Carver y Elizabeth Warren. Algunas de las piezas grandes, que se encuentran divididas y soldadas al resto en bloques de unas 20 páginas, empiezan del mismo modo que los artículos de The New Yorker, de cuyo equipo de redactores forma parte Packer. Otras son material nuevo. Es mérito del autor que, combinadas y ensambladas con originalidad, esas piezas tengan velocidad y potencia de sobra. El libro vibra, con pesar, indignación y conmiseración por los que están atrapados en los engranajes de la cada vez más compleja (y peor calibrada) maquinaria financiera estadounidense.
El desmoronamiento empieza como una novela de terror, y, en cierto modo, lo es. «Nadie puede decir cuándo comenzó», escribe Packer, «cuándo cedió por primera vez la abrazadera que mantenía unidos a los estadounidenses con su agarre seguro y a veces agobiante». Si han nacido tras 1960, viene a decir, habrán pasado parte de su vida viendo cómo se derrumban estructuras que existían desde hacía mucho. Las granjas, las fábricas y las escuelas públicas, por un lado, y «los escrúpulos de las camarillas de Washington y de los despachos financieros de Nueva York», así como «los modales y los valores morales en todas partes», por otro.
Lo que las ha sustituido, afirma Packer, ha sido el dinero organizado, además de una sociedad en la que «los ganadores ganan más que nunca, flotando en el aire como dirigibles hinchados, y los perdedores tienen una larga caída antes de tocar fondo, cosa que a veces no llegan a hacer». Si hay un hecho representativo por sí solo de lo que Packer argumenta en El desmoronamiento, probablemente sea el que se refiere a los herederos de la fortuna amasada por los Walton con la cadena de grandes almacenes Walmart. «Al final resulta que seis de los Walton que aún viven», explica el autor, «tienen tanto dinero como el 30% de los estadounidenses más pobres». Hasta la muerte de Walton, sostiene, «el país no comprendió lo que había hecho esa empresa. Con los años, Estados Unidos se había ido pareciendo cada vez más a Walmart: un sitio barato donde los precios eran más bajos, y los salarios también. Había menos puestos de trabajo en las fábricas protegidos por sindicatos, y más empleos a tiempo parcial como ayudante de tienda». Y añade: «El vacío creado en el interior fue beneficioso para la cuenta de resultados de las empresas».
El desmoronamiento contiene numerosas panorámicas de amplio alcance de la vida en Estados Unidos. Sus retratos de Youngstown, de Tampa, de Silicon Valley, de Washington y de Wall Street son ricos, complejos, y están interconectados. Los regalos que nos hace su autor son steinbeckianos en el mejor sentido. Con gran pulso narrativo, Packer aborda pequeños momentos memorables. La valoración que hace de Biden es compleja y a veces positiva, pero incluye las siguientes frases que uno de sus empleados le dice a otro: «No lo tomes como algo personal, Jeff. Biden defrauda a todo el mundo. En lo que se refiere a defraudar, practica la igualdad de oportunidades».
Packer, entre cuyas obras se encuentra La puerta de los asesinos, publicado en 2005, describe cómo la retórica de Gingrich, cuando este llegó al poder a finales de los 80, cambió para siempre la forma en que los líderes electos hablaban entre ellos: «Les dio gas mostaza, y ellos lo utilizaron contra cualquier enemigo imaginable, incluido él mismo».
Tiene algunas observaciones elogiosas sobre la presentadora de tv Oprah Winfrey, pero, en conjunto, la sección que le dedica es una desmitificación profunda. De su público asegura que «tenía cosas que ella no: niños, deudas, tiempo libre. Consumía los productos que ella anunciaba pero que nunca habría comprado, como Maybelline, Jenny Craig, Little Caesars o Ikea. Cuando aumentaron sus problemas financieros, los emocionó eligiendo a una de sus miembros y liquidando sus deudas en antena». A continuación, prosigue: «Atender a las mágicas enseñanzas de Oprah (las vacunas provocan autismo; los pensamientos positivos conducen a la riqueza, al amor y al éxito), y ver al mismo tiempo cómo ella hacía y tenía cada vez más cosas, no mejoró precisamente la vida de sus espectadores». Luego la cosa se pone más dura.
La presidencia de Obama ronda por los márgenes de este libro, en gran medida como un trabajo a medias en cierto modo decepcionante. Nos habla de un individuo que estrecha la mano al presidente y piensa: «De todos los hombres a los que he dado la mano nunca, la suya era la más suave. Me decía que Obama no había hecho el más mínimo trabajo físico en su vida ».
El desmoronamiento es un libro duro. Hizo que me sintiese enfermo, como si hubiese contraído la gripe. Quizá fue Packer quien me inspiró esa idea, ya que a menudo se refiere a lo que está ocurriendo en Estados Unidos en términos médicos, como una enfermedad, un nuevo virus, una plaga o una infección bacteriana. Entre los escasos héroes del libro está Elizabeth Warren, la exprofesora de la Facultad de Derecho de Harvard experta en quiebras que actualmente ocupa el cargo de senadora de mayor antigüedad por Massachusetts. Gran parte de El desmoronamiento trata de cómo los bancos se han convertido en nefastas fuerzas sin control, y, en parte, lo que a Packer le gusta de Warren, que es demócrata, es que los bancos la teman. Su libro está especializado en hablar llanamente, y en Warren le parece vislumbrar a uno de los pocos políticos dotados de esa misma cualidad.
Packer describe como sigue una de sus comparecencias sobre la banca: «Parecía que hubiese entrado en la sala de audiencias y tomado asiento en el estrado procedente del pasado, de un época en la que en la planicie estadounidense crecían luchadores impetuosos y elocuentes pertenecientes al pueblo, como William Jennings Bryan y Robert La Follette, George Norris y Hubert Humphrey. Su mera presencia hacía que los afectados se sintiesen incómodos, porque les recordaba la confortable corrupción que había llegado a ser la forma normal de hacer negocios en el Capitolio. Y eso era algo imperdonable».
En un determinado momento del libro, nos encontramos en Florida con un periodista de talento que escribe acerca del lío de las ejecuciones hipotecarias. Ese corresponsal, leemos, «creía que había dos tipos de periodistas: los que cuentan historias, y los que destapan delitos». Packer es las dos cosas, y lo que ha escrito está cerca de ser una obra maestra de la literatura de no ficción.
REGRESAR A LA REVISTA