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El fotógrafo neoyorquino. (Foto: Marguerite Rossouw)
C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de febrero de 2014. (RanchoNEWS).-No diferencia la noche del día, la oscuridad de la claridad, porque todo forma parte de la vida. Sin claridad no hay tierra, pero sin oscuridad tampoco. Es un compendio que completa el todo y el universo, y, aunque la noche a veces dé miedo y abra paso a los temores de los seres que habitan el mundo, no hay una cosa sin la otra. Eso es lo que opina Roger Ballen (Nueva York, 1950), el fotógrafo tenebroso que hace presionar el botón de su cámara para mostrar la psicología del ser humano. «La oscuridad no es el mal, no es depresiva, no es mejor ni peor que el día, es, simplemente, otra parte de la vida y de la existencia», apunta Ballen, que presenta su último trabajo, Asylum of Birds, en La Fábrica hasta el próximo 29 de marzo. Escribe Saioa Camarzana para El Cultural.
La muestra reúne 16 de sus nuevas fotografías tomadas en una casa en los suburbios de Johannesburgo. Esta vez el fotógrafo ha querido mantener la localización en secreto para prevenir que una oleada de seguidores se acerque hasta el lugar. «Con el proyecto anterior, Boarding House, saqué algunas fotos y no imaginé que la gente fuera a ir hasta allí, a mí me robaron la cámara y fue un gran problema porque paso mucho tiempo con la gente, les respeto y me respetan. Se trata de un sitio muy violento e inestable, no es un lugar donde la gente corriente debiera ir. Lo último que quiero es que la gente vaya a los sitios en los que he trabajado... », confiesa con cierto atisbo de temor.
Claro que no puede dejar de desarrollar su estilo propio por ello así que guardar el secreto se vuelve una manera de mantener seguros a sus seguidores así como de darle un nuevo carácter misterioso a sus fotografías. Asylum of Birds «es un proyecto que empezó hace 7 u 8 años con fotografías de pájaros interactuando con gente, con otros animales, con esculturas...», explica Ballen. Pero, sobre todo, profundiza en «la mente de Roger Ballen, si alguien quisiera hacerlo sería otro lugar, otra fotografía», apunta. Y es que, añade, las cosas se transforman y la imagen se convierte en el lugar.
Pero no se trata de un reflejo de la sociedad, cultura o política de Suráfrica sino de un lugar de su propia mente que se puede entender como «comentarios psicológicos sobre la condición humana». Se puede ignorar lo que ocurre en Johannesburgo y «entender las imágenes», afirma. Porque es eso, comenta, lo que hace que una imagen sea buena. «Hoy en día falta algo en las fotografías, se hace lo mismo una y otra vez y es muy difícil cruzar ese río, hacer algo que la gente no haya visto e impresionarles. Una buena fotografía tiene que afectar en la mente a un nivel más profundo», sentencia sosegado.
De hecho se puede observar la transformación que ha vivido su manera de ver el mundo mediante sus instantáneas. En los últimos años se pueden comparar con pinturas, esculturas y se ha unido a las instalaciones así como a la reproducción de vídeos. «Es necesario entender la fotografía y sus reglas, trabajo en otros campos pero siguen siendo fotografías, hay que llegar hasta el fondo de la disciplina». Por eso su estilo es tan característico y fácilmente reconocible. Combina lo vivo con lo muerto, lo real con lo imaginario, animales con seres humanos y la limpieza con la suciedad creando una atmósfera psicológica e irreal a ratos perturbadora que deja al espectador intrigado con lo que está ocurriendo.
Además, el uso del blanco y negro ayuda y complementa el mensaje que se transmite. De hecho, nunca ha utilizado el color en sus fotografías porque su manera de trabajar es más «minimalista, concentrada, reducida, específica», anota. «No trato de definir la realidad y siento que el color es llano, que reproduce la realidad tal y como lo ve el ojo». No obstante, sabe que la oscuridad produce inquietud. «Las cosas no se pueden controlar, me pueden matar, puede ocurrir algo... y siempre pensamos ojalá fuera más feliz, ojalá pudiera cambiar las cosas, ojalá esto o aquello... La gente se refiere a ello como esa parte a la que temen pero eso no es la oscuridad sino parte de la vida». Así pues, sus fotografías se configuran como la parte depresiva de nosotros mismos.
«Con la fotografía me defino a mí mismo»
En los últimos diez años la presencia de los animales en su trabajo ha aumentado y se ha convertido en seña de Ballen. «En los años 80 y 90 la presencia humana dominaba mi trabajo pero desde el 2002-2003 los animales han ido ganando terreno», asegura. No ha sido «premeditado», recalca, sino un evolución que ha llegado de manera natural y así, poco a poco, se ha transformado en una manera de expresarse a sí mismo. «Me defino y he aprendido cosas sobre lo que estaba haciendo a medida que me conocía a mí mismo».
Y claro que Ballen no se para, no se detiene y sigue avanzando al ritmo que lo hace la sociedad porque «es como debería de ser», aplaude. «Nos movemos en todas las direcciones, estoy cambiando, el mundo está cambiando y sigo definiendo mi identidad, no tiene sentido hacer lo mismo siempre, hay que perfeccionar», explica el fotógrafo que se ha dedicado a esta disciplina durante 50 años a modo de hobby. «Soy geólogo profesional, he fotografiado a modo de hobby. Para el año 2001-2002 empezaron a ser conocidas mis imágenes y hacia 2008-2009 empecé a dedicar casi todo mi tiempo haciendo esto pero nunca decidí dedicarme a ello de manera profesional. De hecho no hago fotos comerciales ni nadie me contrata para sacar fotografías».
«La fotografía es un reflejo de la sociedad»
Todos los días se sacan millones de fotografías en el mundo pero «el problema es diferencia las buenas de las malas porque hay demasiadas y transmitir algo nuevo resulta muy difícil».
¿Qué futuro augura a la fotografía entonces?
No creo que haya manera de predecir el futuro, la gente continúa sacando fotos, se producen ahora más que nunca y las usan para crear su propia personalidad. No sé, es como intentar definir que una gota de lluvia es mejor que otra. Es muy complicado. La fotografía es un reflejo de la sociedad, cuando era joven se solía viajar a la guerra, se iba a manifestaciones, la gente se implicaba en los asuntos políticos y sociales. Eso es muy diferente a lo que pasa ahora, gente fotografiando su taza de té y subiéndola a Facebook. Es una realidad diferente, se trata de cómo vemos y transformamos el mundo.
El mundo no para y vivimos muy deprisa
La humanidad ha cambiado radicalmente en los últimos años, está claro, y eso es algo muy importante. Supongo que soy afortunado y, quizá, la próxima generación piense lo mismo. Para entonces habré podido vivir las dos partes y podré tener experiencia para hablar de ello.
¿Qué recomendaría a los jóvenes que se quieren hacer un hueco de manera profesional en esta disciplina?
Dos cosas. Primero que se busquen otra profesión [ríe], que huyan de ello. Y segundo, que hay que ser muy apasionado, tener mucha paciencia porque lo que es importante para ti requiere mucho tiempo.
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