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El Premio Nobel de Literatura, acusa a Europa de dar de beber a Grecia de la copa de cicuta. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de febrero de 2015. (RanchoNEWS).-
El Premio Nobel de Literatura se pregunta si «la tercera guerra mundial no empezó hace tiempo de una manera distinta de la de la primera y la segunda». Lamenta además que en Europa no haya actualmente un grupo de líderes con capacidad para asegurar la paz. Escribe Silvina Friera para Página/12.
«Quisiera concederme algo que frecuentemente es suscitado por la indignación: el derecho del escritor de participar políticamente con la palabra y, aún más, de actuar por convicción.» Siempre en el ojo del huracán, Günter Grass habló y cumplió, una vez más, con esa imperiosa necesidad de intervenir y de que su voz agite un poco las aguas amedrentadas del pensamiento. En una entrevista que publicó ayer el diario alemán Neuen Westfalischen, el Premio Nobel de Literatura declaró que «últimamente se habla mucho del peligro de una tercera guerra mundial». «A veces me pregunto si no empezó hace tiempo de una manera distinta de la de la Primera y la Segunda Guerra». El autor de El tambor de hojalata señaló que desde 1945 las formas de combate han cambiado y que actualmente a través de Internet se pueden bloquear sistemas completos y llevar adelante guerras económicas. El escritor, de 87 años, manifestó su escepticismo respecto del cumplimiento de la tregua que rige en Ucrania por el acuerdo alcanzado en la Cumbre de Minsk. « No creo que vaya a llevar a una paz duradera porque tengo la impresión de que ni Ucrania ni Rusia tienen control pleno sobre las tropas que combaten», dijo Grass y lamentó además que en Europa no haya actualmente un grupo de líderes con capacidad suficiente para asegurar la paz en el continente. «Hubo un tiempo en que teníamos a Olof Palme en Suecia, Willy Brandt en Alemania y Bruno Kreisky en Austria, tres políticos europeos que actuaban como verdaderos hombres de Estado. Hoy nos faltan políticos de ese calibre», opinó.
Grass cuestionó a la canciller Angela Merkel por ignorar las iniciativas políticas de jóvenes escritores y no responder al manifiesto sobre el espionaje de Estados Unidos en Alemania lanzado por Ilija Trojanow y Juli Zeh a fines de 2013. «Alertamos sobre una nueva forma de represión que no consiste en que alguien llama a tu puerta y te lleva esposado, sino en el espionaje de tu esfera más privada», advirtió Trojanow, impulsor del manifiesto «Escritores contra la vigilancia masiva» ( «Writers Against Mass Surveillance»), un texto respaldado por las firmas de 560 autores, entre ellos cinco premios Nobel de Literatura: el turco Orhan Pamuk, el sudafricano J. M. Coetzee, la austríaca Elfriede Jelinek, el sueco Tomas Tranströmer y Grass. Otros escritores que firmaron son los estadounidenses Don DeLillo y Richard Ford, el israelí David Grossman y los españoles Javier Marías y Javier Cercas.
En el manifiesto, publicado a raíz de las revelaciones hechas por el ex analista de la CIA Edward Snowden, sobre las actividades de espionaje masivo llevadas a cabo por el centro de escuchas británico GCHQ y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, los escritores instan a la ONU a crear un proyecto de ley internacional de derechos digitales que asegure la protección de los derechos civiles en la era de Internet. «Es un escándalo que la señora Merkel no les haya dado una respuesta», subrayó el escritor alemán. Grass celebró que escritores jóvenes como Zeh y Trojanow se impliquen en política. «El periodismo cultural trató de convencer a muchos escritores de que se apartaran de la política porque se supone que daña el estilo. Eso es absurdo», afirmó el autor de Pelando la cebolla, memorias en las que reveló haber integrado en su juventud las tropas de élite de Adolf Hitler, las Waffen-SS.
Desde que Grass publicó «Lo que debe ser dicho», polémico poema en el que critica las denuncias de Israel acerca del armamento nuclear que tendría Irán, le han llovido cuestionamientos de diversos calibres. «Por qué callo, demasiado tiempo callo, lo que es evidente y fue ensayado en simulacros donde al final, como sobrevivientes, somos, a lo sumo, notas al pie. Es el esgrimido derecho al primer ataque lo que podría aniquilar al pueblo iraní, subyugado por un fanfarrón que los dirige hacia el organizado júbilo, porque en su jurisdicción se presume la fabricación de una bomba atómica. ¿Pero por qué me prohíbo nombrar por su nombre a aquel otro país donde hace ya años –aunque en secreto– hay disponible un creciente potencial nuclear si bien fuera de control, puesto que es inaccesible a cualquier inspección? –se lee en una parte del poema que publicó el suplemento Radar de este diario con traducción de Ariel Magnus–. ¿Por qué digo recién ahora, envejecido y con la última tinta, que la potencia nuclear Israel pone en peligro la ya quebradiza paz mundial? Porque debe ser dicho lo que ya mañana podría ser demasiado tarde, y porque –ya bastante incriminados como alemanes– nosotros podríamos ser proveedores de un crimen que es predecible, por lo que nuestra complicidad no podría redimirse con ninguna de las excusas habituales.»
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró «persona non grata» al escritor alemán y le prohibió la entrada a Israel. «El tono general de los debates es no sumergirse en el contenido del poema, sino realizar una campaña contra mí», aseguró el Premio Nobel de Literatura. El crítico alemán Marcel Reich-Ranicki calificó el poema de «repugnante». «Publicar algo así es una infamia. Lo hace por un motivo muy sencillo: Grass siempre estuvo interesado en sensacionalismos, líos y escándalos. Sus poemas no lo han llevado muy lejos y, en cuanto a sus novelas, sólo tiene una extraordinaria, El tambor de hojalata.»
En otro poema político, «La vergüenza de Europa», publicado también en el diario muniqués Süddeutsche Zeitung, Grass arremete contra la política europea en la crisis griega: lamenta que Grecia, por deudora, sea puesta en la picota y desposeída de sus derechos, mientras los que ejercen el poder le aprietan cada vez más el cinturón. En doce estrofas de dos versos cada uno, el escritor acusa a Europa de dar de beber a Grecia de la copa de cicuta, en alusión al destino del filósofo griego Sócrates, y de alejarse del país que sirvió de cuna a la civilización europea. «La cebolla tiene muchas pieles. Existe en plural. Apenas pelada, las pieles se renuevan. Cortándola, hace saltar las lágrimas. Sólo al pelarla dice la verdad», plantea en sus memorias. Quizá la gran provocación de Grass consiste en el compromiso de leer el presente, pelando la cebolla con el cuchillo afilado de la palabra.
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