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Mike Wallace y Carmen Boullosa en Coyoacán. (Foto: Saúl Ruiz)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de junio de 2016. (RanchoNEWS).- Las estanterías de las librerías mexicanas se han narcotizado. En ellas se encuentran biografías sobre los capos más importantes o compendios de crónicas periodísticas que ayudan a entender la guerra contra el narcotráfico que estalló en México a finales de 2006 y que ha cobrado más de 100.000 vidas. Un nuevo ejemplar se ha sumado a esta larga lista. Se trata de Narcohistoria (Taurus, 2016), un relato de cómo Estados Unidos y México crearon juntos la ofensiva contra los estupefacientes que ha marcado al planeta. La obra es diferente al centenar de textos que ha producido la realidad periodística. Está escrita por unos improbables expertos en narcotráfico: una autora mexicana superventas que escribe poesía y un historiador estadounidense ganador del Premio Pulitzer. Luis Pablo Beauregard reporta para El País.
«La prohibición comenzó, de alguna forma, con la Colonia», relata Carmen Boullosa en su casa en el folclórico barrio de Coyoacán, en la capital mexicana. La marihuana llegó al nuevo mundo en el siglo XVI con los españoles, que utilizaban el cáñamo para hacer cuerdas. «Ellos sabían qué pasaban cuando la fumabas, no era algo que descubrieron los locales. Y la prohibieron junto a otros psicotrópicos como el peyote y la adormidera». Para el Porfiriato, la dictadura de Porfirio Díaz que se extendió de 1876 a 1910, la marihuana ya era la droga predilecta de la clase baja y los opiáceos de la alta.
Narcohistoria se centra en un siglo de conflicto, de 1910 a 2012. Poco más de 100 años donde la visión sobre las drogas se modificó con moda y moral de ambos países. Wallace explica que uno de los primeros programas contra el opio fue implementado en 1909 en Estados Unidos y tuvo como objetivo golpear a la minoría que lo utilizaba. «Fue diseñado específicamente contra la inmigración china, la amenaza amarilla». Tiempo después, las autoridades estadounidenses relacionaron también la cocaína con los negros y la marihuana con los mexicanos.
Lo ocurrido en el norte tuvo un impacto en el México revolucionario. José María Rodríguez, el doctor personal del presidente Venustiano Carranza (1917-1920), luchó porque la Constitución de 1917 prohibiera la venta de sustancias «que envenenan al individuo». «En esta visión se decidió que no íbamos a ser un país de marihuanos decadentes», señala Boullosa, autora de Duerme. De esa forma, el México moderno comenzaba su guerra contra las drogas décadas antes de la famosa ofensiva proclamada por Nixon.
Uno de los momentos más interesantes descritos por Boullosa y Wallace, ganador del Pulitzer por su multipremiado Gotham: A History of New York City to 1898 junto a Edwin Burrows, sucede en los años 30. En esa década, una vez revertida la prohibición del alcohol en 1933, aparece en escena Harry Anslinger, el comisionado de la Oficina Federal de Narcóticos, cuyo conservadurismo moldeó la política de drogas el resto del siglo. Anslinger sumó la marihuana a la lista de psicoactivos prohibidos y la relacionó con los inmigrantes, lo que favoreció una deportación masiva de «entre medio millón y dos millones de mexicanos», según Boullosa.
Anslinger se topó al sur con un tipo llamado Leopoldo Salazar Viniegra, jefe del Servicio de Narcóticos durante la presidencia de Lázaro Cárdenas. El médico publicó en 1938 El mito de la marihuana, un estudio que coincide con mucha de la literatura moderna que asegura que la droga es menos dañina de lo que se asegura y que no produce psicosis. Cuando Anslinger escuchó que México iba en otra dirección amenazó con dejar de exportar medicamentos al país. Cárdenas se plantea la encrucijada. ¿Deja a su gente morir o atiende a las recomendaciones de los gringos? «El episodio es el molde de la fuerza militar, cultural y económica de cómo Estados Unidos obliga a México a implementar políticas, una especie de extorsión», dice Wallace. Boullosa asegura que ese mismo esquema se replicó durante varios Gobiernos, como el de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), Luis Echeverría (1970-1976), Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012).
La explosión de la violencia de 2006, aseguran los autores, tuvo su génesis seis años atrás, cuando Fox, el primer presidente surgido de la oposición, declaró la guerra al cártel de Tijuana. Su ofensiva, apoyada por Washington, marcó hasta nuestros días una realidad que no aún no llega a los libros de historia. Puede leerse todos los días en la prensa mexicana.
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