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La crítica de arte no importa, porque el tiempo pone a cada creador en su lugar, señala Rafael Canogar. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de junio de 2016. (RanchoNEWS).- Rafael Canogar (Toledo, 1935) es miembro fundador del grupo El Paso y uno de los artistas más versátiles del panorama español; en entrevista con Crónica habla sobre su quehacer artístico, del arte y su crítica política, entre otros temas. La entrevista es de Miguel Ángel Muñoz.
Muy pocos artistas pueden romper con su obra tan radicalmente como usted lo ha hecho: pasar de la figuración a la abstracción se antoja imposible, ¿cómo logró ese equilibrio en estos más de 50 años de trayectoria artística?
El arte es ahora, más que nunca, laboratorio de un problema complejo. No podemos operar de espaldas a estas realidades. La vitalidad y la fuerza no pueden, o no suelen, consistir en mantenerse siempre en las mismas coordenadas. Por coherencia conmigo mismo, y por fidelidad al espíritu de ruptura que animó mi primer encuentro con la vanguardia de los años cincuenta, no puedo quedarme en territorios conocidos demasiado tiempo, en modernos academicismos, en obras ya realizadas.
Esa ruptura de la que habla se da en dos caminos: el artístico y el intelectual. ¿Cree que hay coincidencias formales o son dos posturas diversas?
El paso del tiempo también me ha dado nuevos paisajes, me ha permitido mirar cada vez más en mi interior, en mi propio yo; reflexionar más en términos de forma y materia y su capacidad de expresión y comunicación; en la vocación de la memoria o en la conexión con la realidad del pensamiento, con la imagen mental. Lo artístico y lo intelectual son dos formas opuestas, lucha de contrarios como parte estructural de mi obra. Construcción-destrucción, como motor creativo, como realidad del hombre que vive inmerso en sus propias contradicciones.
En una primera época la figura humana fue la parte clave en su trabajo; posteriormente hay un rompimiento, ¿por qué ser tan radical con la concepción estética de la obra?
Yo utilicé la figura humana y esto, efectivamente, me acercó a un público mayor del que tenía normalmente. Pero, claro, por regla general la gente que se acerca por esa «cercanía» con la realidad. Me parece que he evolucionado con mi tiempo, con las nuevas ideas, con nuevas aportaciones, y eso ha enriquecido mi espíritu, y también, por supuesto, me ha dado una respuesta que necesariamente tenía que ser diferente a esos primeros años, que fue cuando yo aprendí a ser un artista de vanguardia.
¿Cree que el arte tiene una función social clara con su momento histórico?
Creo que sí. Aunque queda ese reducto espiritual en el que posiblemente el arte nos da la medida del hombre.
¿Existe una imbricación entre el arte y la sociedad?
Lo que sí es cierto es que el arte moderno vive muy lejos de los problemas sociales; esto es, el seguimiento de lo que se considera arte moderno lo hace sólo un grupo muy minoritario. Pienso que, de cualquier forma, no nos debe importar.
Entonces, ¿ podríamos decir que la crítica de arte actual no tiene ningún sentido crítico?
¿Dónde está el crítico? Quizá cabe preguntarse cuál es el papel de la crítica. Lo que se echa de menos ante esa situación es dónde se encuentra la postura crítica de la gente que se dedica a estudiar las vanguardias, que pueda interpretar la diversidad de ideas, de manifestaciones creativas, para después transmitirlo a la sociedad, al estudioso, al espectador, que le de un sentido al espíritu de su tiempo. Al mismo tiempo, hay ese otro tipo de crítico menor que casi siempre defiende intereses muy concretos, que tampoco está haciendo el papel que corresponde, pero su fundamento es quizás menor.
¿Considera que el arte necesita en sí una crítica para respaldar la obra de cada artista?
No, el tiempo coloca a cada uno y a cada cosa en su sitio, en su lugar. El arte es enormemente amplio, y nosotros, dentro del arte, tenemos una función. Si bien los límites físicos de una actividad pictórica son revisables, y continuamente se están actualizando, sí es cierto que hay una forma específica de expresarse o comunicarse que no pertenece a otras.
Usted ha visto de cerca las vanguardias, ¿ya es válido todo en el arte?
Creo que no todo es válido, como una serie de voces nos quieren hacer creer. No es válido hacer una pintura ya superada, no es válido la mera copia visual de las cosas. Hay una frase que he leído recientemente, creo que es de Goethe, que me interesa, y dice algo así: «Si usted pinta a su perro exactamente, no tendrá un cuadro, tendrá dos perros». Esto, visto en el sentido más amplio, también implica la denuncia del mero copiarse a sí mismo de tantos y tantos artistas. Soy de la opinión, sin tomarlo como dogma, de que hoy ya no son posibles movimientos y tendencias tan revolucionarios como fueron las vanguardias. Las ideas de hoy son, de alguna forma, viejas; el posible avance es quizá retomarlas para manipularlas, que es una forma también de avanzar. Lo que sí se necesita son energías y gran creatividad, preparación; quizá para posibles cambios futuros; realmente lo creo así.
Su obra ha atravesado diversos territorios: el informalismo, la figuración, la abstracción… ¿cómo logra esa larga travesía creadora de grandes tempestades para lograr una obra sólida como la suya?
La obra se realiza a través de muchos años de elaborar, de repensar y rehacer. Indudablemente, también sabemos, y hay que aceptarlo, que hay una forma de actuar nueva, que es esa prisa que forma parte de nuestro mundo artístico, que yo rechazo, pero que indudablemente tenemos aquí y debemos acostumbrarnos a vivir con eso. Hay un consumo, una inmediatez de las cosas, y hay artistas que pasarán con una enorme rapidez, como una especie de fogonazo de éxito, y que después se apagarán; luego habrá los otros, cuya obra será fruto de muchos años de trabajo y de madurez. Por lo tanto, habrá dos formas, quizás paralelas, dos líneas de trabajo y de actuación.
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