Rancho Las Voces: Libros / México: «Una historia de zozobra y desconcierto. La recepción de las primeras escritoras profesionales en México (1867-1910) » de Leticia Romero Chumacero
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jueves, junio 09, 2016

Libros / México: «Una historia de zozobra y desconcierto. La recepción de las primeras escritoras profesionales en México (1867-1910) » de Leticia Romero Chumacero

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Salvadas del olvido; escritoras del siglo XIX. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 9 de junio de 2016. (RanchoNEWS).- «Isabel nos recibió con su exquisita finura y amabilidad, y los que no la conocían quedaron encantados al ver que no habíamos exagerado al asegurarles que la modestia de la poetisa rayaba en humildad, lo cual es una virtud más que resplandece en la guirnalda que ciñe su inspirada frente». En esos términos se refirió Ignacio Manuel Altamirano, en 1869, de la escritora Isabel Prieto de Landázuri. Una nota de Luis Carlos Sánchez para Excélsior.

El autor de Navidad en las montañas y El Zarco celebraba en su revista Renacimiento que la autora estaba aceptando publicar «su rico tesoro de composiciones inéditas» y que dentro de poco verían la luz «en una elegante edición». Prieto de Landázuri era una de las tantas mujeres, quizás más de 90, que desde el final del segundo Imperio Mexicano y hasta la caída del porfiriato escribieron de manera profesional sus propios libros y artículos en periódicos, revistas o antologías, pero que la historia prácticamente se encargó de olvidar.

«Son mujeres que se acercaron a la literatura desde una postura ya no sólo de diletantes sino de manera profesional», dice Leticia Romero Chumacero, doctora en Humanidades, quien abona en la historia de esta estirpe de féminas perdidas en el registro de las letras nacionales a través de Una historia de zozobra y desconcierto. La recepción de las primeras escritoras profesionales en México (1867-1910), publicación que aparece en coedición de la UACM y Editorial Gedisa.

Desde la más citada, Laura Méndez de Cuenca, a nombres que para muchos suenan por primera vez como el de María Enriqueta Camarillo, Refugio Barragán de Toscano, Rosa Carreto de García Tornel, Josefa Murillo o Laureana Wright de Kleinhans, la autora esboza el panorama histórico, educativo y cultural que permitió el desarrollo en México de un grupo de mujeres quienes no sólo se dedicaron a escribir como un impulso juvenil o contagiado por los versos que leían, sino que pertenecieron a los círculos literarios de la época, establecieron relación de tú a tú con sus pares masculinos e incluso contribuyeron en la manutención de sus familias trabajando como autoras.

Rescatan su talento En Una historia de zozobra y desconcierto, Leticia Romero destaca a las autoras mexicanas que vivían profesionalmente de su genio literario.

«Hay un núcleo de entre 14 o 15 mujeres que están escribiendo constantemente durante los últimos 30 años del siglo XIX y los primeros diez del XX; son muy constantes, no sólo colaboraban en publicaciones colectivas sino que tenían obras individuales y, algunas, las dramaturgas, llegaron a ver representadas sus obras en los principales teatros de la República. Son unas 15, pero a esas se pueden sumar más, otras que no tuvieron tanta presencia, quizás habrán sido unas 90», dice Leticia Romero Chumacero.

La investigadora destaca tres circunstancias que hicieron posible la aparición de escritoras profesionales: por un lado, con la llegada de la República se da en México una boyante apertura de espacios educativos a los que muchas mujeres pudieron acceder de manera libre —«sobre todo la clase media ilustrada»—; son señoritas de entre 18 y 20 años que, en muchos casos, tienen oportunidad incluso de recibir clases particulares.

Luego influyó el fin de la guerra. El país había estado prácticamente en confrontación durante todo el siglo y en 1867 se está viviendo un clima de mayor tranquilidad. Las mujeres aunque se quedaran en casa pues muchas no sólo tenían que dedicarse a su profesión sino que debían ser madres y buenas esposas, pudieron dedicarse con más libertad a la literatura. La tercera razón que identifica Romero, es que la escritura, representó una entrada económica más para las familias.

Y si bien muchas escritoras firmaban textos dedicados a mujeres, estaban leyendo lo mismo que los hombres: «literatura romántica europea, sobre todo española, Benito Pérez Galdós era referencia; leían a los autores del parnasianismo francés que provocó que surgiera en América Latina la literatura modernista». También leían periódicos y revistas dedicados expresamente a ellas, pero con los que tenían acceso a traducciones de lo que se escribía en Francia, Inglaterra o Alemania.

La presencia femenina en las letras permitió además que brillaran en los círculos literarios; por ejemplo, el Liceo Hidalgo, quizá la más importante asociación literaria mexicana del XIX. «No sólo las invitaban, eran directoras de secciones completas que, en algunos casos, dedicaban a rendir homenajes a otras autoras, como a Gertrudis de Avellaneda o en los aniversarios de Sor Juana Inés de la Cruz, siempre una presencia muy ambivalente en las letras del siglo XIX», cuenta Romero.

Con el final del siglo, la presencia de las poetisas decayó. La investigadora plantea tres hipótesis: primero, que la mayoría de las escritoras fallecieron en la década de los 90 del siglo XIX y, al dejar de tener presencia, muchas no pudieron ser incluidas en los trabajos más importantes de historia de la literatura del siglo XIX que se estaban escribiendo muy al final de ese siglo. También influyó el cambio de estética que se vivió en las letras.

La literatura pone ahora sus ojos en las letras francesas que acabarían por instaurar el modernismo latinoamericano «y no todas las escritoras se interesaron por el modernismo y siguieron trabajando en literatura de cuño romántico». La otra razón del olvido, señala, es que esas mujeres escritoras quedaron marcadas como figuras representativas de una época que con la Revolución Mexicana se quería olvidar: «por una situación de orden político quedaron olvidadas, quedaron como figuras de un universo pasado, pero además desacreditado».


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