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Invitación del evento. (Foto: RanchoNEWS)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de mayo de 2016. (RanchoNEWS).- Comienzo por festejar el prólogo que ha escrito Willivaldo Delgadillo para este poemario, con esa elegancia en el manejo del lenguaje que caracteriza su prosa; y le agradezco en lo personal porque me ahorra muchas palabras que pensaba escribir sobre Yolanda Abbud y que ahí están ya escritas con «nitidez diamantina».
Yo conocí a Yolanda Abbud en un libro. Viaje al infinito de editorial Arácnido, su primer poemario, ilustrado por Antonio Ochoa y editado por Willivaldo Delgadillo, quien me llevó varios ejemplares para su venta en la librería Rancho Las Voces, hace ya un cuarto de siglo.
La primera vez que la vi fue en la legendaria cervecería «La Brisa», en donde los hermanos Chávez Díaz de León organizaban lecturas literarias.
Ahí estaba ella con un parche negro sobre el ojo izquierdo y en compañía de un hombre moreno, con aspecto de gitano, más joven que ella.
Luego el destino nos unió en una gran amistad y varios amigos en común me fueron construyendo la imagen de su rebeldía.
Imaginen ustedes una Yolanda Abbud de 19 años («guapísima», según testimonio de un amigo, «traía a más de uno vuelto loco»), baterista, rockera, cantante, actriz y escritora en la ciudad de Chihuahua, que siempre ha tendido a ser una ciudad conservadora.
Yo aprecio mucho esa ciudad, ahí viven grandes amigos míos, radican ahí muchos talentos, a mí me gusta convivir con su clase media baja, porque en ese estrato convergen personas provenientes de todo el estado: de Parral, Camargo, Jiménez, Madera, Casas Grandes y Nuevo Casas Grandes, Namiquipa, Cuauhtémoc, de poblados de la sierra, etcétera...
Pero también en esa ciudad existe un estrato social al cual no le han avisado que Porfirio Díaz ya no es presidente de México y que el general Terrazas y su clan ya no son los dueños del estado.
Yo le profeso a Yolanda Abbud una gran admiración como artista versátil, el poemario incluye una semblanza que refleja su labor y profesionalismo.
Pero debo compartirles que Yolanda, aunque puede intimidar con ese vozarrón que tiene (¡escúchenme, recabrones!), lleva el alma en la piel, si ustedes la tocan, están tocando su alma. Su sensibilidad es tan delicada que en cualquier momento es posible que rompa en llanto.
Con ese antecedente paso a decirles lo conmovedor y perturbador que me resultó la lectura de su poemario. Yo hubiera preferido que lo titulara Recuento de los días, pero eso no le hubiera restado la oscuridad.
En esta zona oscura habitan poemas de soledad, desamor, tristeza, nostalgia, abandono. Son como burbujas emotivas que le estallaron y que supo expresar con una sinceridad brutal.
Poemas escritos con oficio y con contundencia.
Me conmovieron y me perturbaron, repito, porque Yolanda es mi amiga y me apena saber que ha vivido esa fosca noche de ángeles negros.
¿Si no conociera a la autora habría tenido el mismo efecto?
Yo opino que sí. Su poemario me hizo pensar en las personas solitarias y desamadas que conozco; y me hizo recordar el remedio que grandes sabios han encontrado desde el principio de la civilización; que repito en palabras de los Beatles: All you need is love, love is all you need. Esa oscuridad me llevó al amor, que hay que prodigar.
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