Escritorio y máquina de escribir de Asimov. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de enero de 2020. (RanchoNEWS).- Isaac Asimov (Petróvichi, 1920 – Nueva York, 1992) era accesible y confiado. Su número estaba en el listín telefónico de Manhattan, y él mismo contestó a mi llamada; aceptó concederme una entrevista, y tras confirmarle que yo haría también las fotos, sólo exigió que no se fumara en su apartamento. En ningún momento del encuentro pidió ver una acreditación de que yo fuera quien decía ser: una periodista en ese momento freelance en viaje profesional por Estados Unidos. Días más tarde me invitó a una conferencia que ofreció en el Lincoln Center, donde bromeó sobre la prevención de su primera mujer respecto a extraer recursos de la luna, que rompería su encanto, a lo que él apuntó que siempre podrían extraer esos recursos del lado oscuro, de forma que no se mancillara nuestra idealizada visión del satélite. Hoy habría comprobado que China ha colocado un artefacto precisamente en ese lado oscuro. Fue un hombre brillante, con sentido del humor, sencillo y generoso. Mi eterno agradecimiento.
Los seguidores de Asimov conocen detalladamente sus primeras andaduras por medio de las introducciones de sus obras. En ellas nos enteramos de que leyó su primer relato de ciencia ficción a los 9 años, y lo consiguió en la tienda de dulces que su padre, judío ruso emigrado a Estados Unidos cuando Asimov contaba 3 años, tenía en Brooklyn. Asimov, 58 años, pelo canoso y rizado por encima del cuello, de largas patillas y corta estatura, me recibe en su apartamento, frente a Central Park, en Nueva York. Allí, entre blancas paredes, muy próximos a su máquina de escribir, charlamos; comenzamos por sus novedades literarias.
La entrevista es de 1978 por Carmina Fort publicada por Gaceta Ilustrada y la replica El Cultural por la conmemoración del centenario de su nacimiento
La entrevista