Aspecto de una librería. (Foto: pixabay)
C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de enero de 2020. (RanchoNEWS).- Al fondo de su nido en la grieta del muro, el alacrán saquea su biblioteca buscando espacio, desprendimiento, ligereza. Como tantos, el arácnido se ha quejado del peso de esa carga libresca, de su lastre en momentos de mudanza, de su paciente y estática manera de acumular polvo, de su peso que vence silenciosamente los estantes y el olor a moho guardado en las hojas de los más viejos.
Como todos los bibliófilos, el venenoso también ha hablado de su biblioteca personal con orgullo y ha destacado el conocimiento adquirido gracias a las lecturas ahí acumuladas. Además, ha participado en las críticas a Marie Kondo y su propuesta de aplicar una suerte de Feng Shui para deshacerse de tanto mamotreto. Y sin embargo, en casos forzados, el escorpión debió vender un libro de poemas de López Velarde fechado en 1926 y con dedicatoria a su tía abuela, una docena de libros de Editorial Botas heredados de su abuelo —incluidas ediciones de los cuatro tomos de José Vasconcelos: Ulises criollo (1935), La tormenta (1936), El desastre (1937), El proconsulado (1939)— y otros tantos libros viejos y valiosos, pero de cuya venta obtuvo apenas lo necesario para salir de algún apremio económico.
El texto de Alejandro de la Garza es publicado en su espacio El sino del escorpión del suplemento El Cultural de La Razón
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