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Gracias a la German Foundation, durante 12 años tocó en un violín Petrus Guarnerius 1735 Venedig.(Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 4 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- La violinista coreana Ji Hae Park aspira «ser un día mensajera de la música, convertirla un lenguaje universal». Con paso firme ha recorrido este camino, impulsada por el deseo de burlar fronteras, pues lo mismo toca a los clásicos que otros géneros musicales y sus propias composiciones, al tiempo que muestra su altruismo. Una entrevista de Xavier Quirarte para Milenio:
La violinista de origen coreano, nacida en Berlín en 1985, ha sido alabada por los críticos al presentarse en las grandes salas de concierto. Así ocurrió luego de su debut en el Carnegie Hall de Nueva York, que fue reseñado en la revista digital New York Concert Review en los siguientes términos: «Su personalidad en el escenario es extremadamente carismática y emocional».
Inspirada por su madre, también violinista, Ji Hae Park recuerda en entrevista telefónica desde Seúl, una infancia rodeada de música. «Todos los que iban a casa eran músicos o estudiantes de música, así que para mí fue natural convertirme en violinista. Nací y me desarrollé en Berlín hasta hace dos años, porque mis padres estudiaban allí, además de que mi madre también daba clases de música».
¿Cuál fue tu experiencia de tocar el violín Petrus Guarnerius 1735 Venedig?
Extraño mucho ese violín, que me fue proporcionado durante 12 años cuando viví en Alemania. Fue un honor y estoy muy agradecida por haber tocado en un instrumento así durante tanto tiempo, gracias a la German Foundation. En ocasiones me sentía nerviosa —dice entre risas—, pero pude tocarlo. En ocasiones este tipo de instrumentos son duros de tocar porque han sido afectados por la humedad, el calor o el frío. Pero es interesante todo el potencial y color que pueden ofrecer. Realmente es muy importante que se apoye a jóvenes violinistas talentosos con un préstamo como éste para hacer realidad el sueño de tocar un instrumento tan extraordinario. Eso habla muy bien de Alemania.
¿Puedes explicar tu particular forma de acercarte a la gente a través de la música?
La música es un lenguaje que me ayuda a ser una mensajera. No toco únicamente para el público de la música clásica, sino para todo público, incluso los que no están interesados en la música. Por eso en ocasiones hablo en mis presentaciones, a fin de que la gente pueda entenderme más. Le digo a la gente cómo la música me ayudó a salir de mis tiempos más difíciles. Ninguna medicina podía hacerme salir de mis tiempos difíciles, pero entonces la música me ayudó y me curó el alma.
¿Qué te afectaba y cuál música te sacó de ese estado?
Sufría una severa depresión… No sé, resulta muy difícil describir cómo me sentía, pero la música me ayudó mucho. Yo espero que la música que toco también ayude a curar y a tocar los corazones de otras personas, como lo hizo en mi caso. Cuando me sentía muy triste escuché una música que me hablaba y me consolaba mucho. Ahora, cuando la escucho me hace pensar en sonrisas, felicidad, baile... Cuando realmente sufría, cierto tipo de música, especialmente los cantos espirituales, me hacían sentir bien. Hablo de gospel, himnos y ese tipo de canciones.
¿Qué te mueve a tocar en hospitales, asilos, cárceles y otros lugares a los que regularmente no llega la música?
Realmente trato de ser un instrumento, más que una persona. Pienso en qué tipo de música puede consolar o curar a la gente que asista a mi concierto. Sobre el efecto que esto causa en la gente, debo decir que, por ejemplo, algunas personas, al salir de la cárcel, me escribieron a mi página electrónica. En sus mensajes me dijeron cómo música había ayudado a sus corazones, les había dado esperanzas. Sin que les hablara, supieron lo que yo les quería decir con la música. Me sentí muy honrada con estos mensajes.
Invitada por el Festival del Centro Histórico México, la violinista se presentará en el Anfiteatro Simón Bolívar el 19 de marzo a las siete y media de la noche.
Acompañada por el pianista Miloy Canete, interpretará la Sonata para violin No.1 en Sol mayor de Brahms, Tzigane de Rachmaninov, Souvenir de Moscú de Wieniawski, Danza macabra de Saint-Saens, Ruralia Hungarica de Dohnanyi y dos composicionems suyas, Souvenir de Korea y Arirang.
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