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Katarzyna Kozyra: La casa de baños para mujeres, 1997. (Foto: Archivo)
C
iudad Juárez, Chihuahua. 3 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- En la estela de ARCO, cuando todas las miradas han girado hacia los coleccionistas, descubrimos la Grazyna Kulczyk Collection, la más destacada de arte contemporáneo en Polonia, un país de la Unión Europa actualmente con ciertas semejanzas con España en demografía y PIB, con el que compartimos tanto la tradición católica como un pasado político bajo la opresión, en este caso de la antigua Unión Soviética. Y como sucede con las confidencias entre amigos, nos hace de espejo. Desafortunadamente, en nuestro país no existe ninguna colección privada que haya mantenido desde el principio una posición tan clara como la de la abogada y empresaria Grazyna Kulczyk para establecer diálogos entre los artistas polacos y los principales artistas y tendencias en la escena internacional desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, con el objetivo de ponerlos en valor. Una nota de Rocío de la Villa para El Cultural:
Esta es la primera lección que se desprende de esta selección, donde, a los nombres conocidos de los artistas polacos Tadeusz Kantor, Magdalena Abakanowicz, Miroslaw Baka, Roman Opalka y, últimamente, algunos recuperados como Wadyslaw Strezeminski y Alina Szapocznikow, se suman otros hasta ahora desconocidos en nuestro país pero que componen nada menos que la historia canónica del arte contemporáneo en Polonia, como se demuestra en esta exposición con obras principales, que merecen incorporarse de pleno derecho a la narrativa internacional.
Que esto pueda hacerse en una colección que a día de hoy sólo posee unas quinientas piezas despierta el asombro. No menos que la inteligencia y voluntad democrática de esta coleccionista que ya hace diez años fundó la Art Stations Foundation en la Stary Browar, una vieja fábrica de cerveza como centro comercial y hotel con una importante sala con exposiciones, eventos y programas pedagógicos, planificada como un 50% arte y 50% negocio. Quizás desconfíen los más críticos con la vertiente mercantilista del arte pero no hay duda de que su proyecto está bien definido. Allí se plantean muestras con títulos como For Each Gesture Another Character, parecido a este Everybody Is Nobody for Somebody (todos somos nadie para alguien) con la intención de intrigar y llegar directamente a cada aficionado y a cualquier consumidor ajeno al arte contemporáneo, manteniendo la fe intacta en la posibilidad de contagiar el «virus» del arte a otras personas y en que el encuentro de imágenes puede enriquecer y cambiar a la gente. Otra convicción profunda de Grazyna Kulczyk es su pertenencia a «un micromundo de mujeres coleccionistas profesionalmente activas» y su neto posicionamiento ante un «mundo del arte dominado por hombres durante siglos, igual que el mundo de los negocios en el que yo me muevo. Tal vez por eso las historias de estas creadoras me interesan tanto (...) sus biografías, sus experiencias me recuerdan a las mías».
Lo que se revela en esta exposición no sólo en destacadas piezas de artistas feministas. También en un gusto muy personal que se prolonga a lo largo de toda la exposición, donde desfilan tendencias y movimientos, que Kulzcyk tiende a aligerar -en el mejor sentido de la palabra, y con elegancia- en la selección de sus obras, enriqueciendo nuestra visión ante los maestros de las poéticas más graves, dramáticas, frías o incluso formalmente violentas de la tradición contemporánea. En conjunto, un posicionamiento también poco frecuente y menos aún declarado entre nuestras coleccionistas.
En el recorrido planteado por el comisario Timothy Persons, con unas cien obras de medio centenar de artistas, hallamos tres escenarios principales: comenzando desde el arte producido por mujeres y feministas, se recala en un interesante discurso paralelo sobre color y expresión, para pasar a una estética racional y fría, que se centra en la relación entre arte y ciencia, para terminar en un epílogo que indaga la relación entre historia e identidad. Dada la importancia de los diálogos y los descubrimientos, merece la pena hacer un repaso más detallado en este paseo que, salvo alguna excepción, conserva en todo momento un altísimo nivel de excelencia en las piezas seleccionadas, en un montaje impecable, tal como suele ser habitual en esta sala de la Fundación Santander.
Comenzando por el primer bloque femenino y feminista, no es sorprendente que Grazyna Kulzcyk posea una magnífica pieza de Abakanowicz pero sí las piezas principales de la escultora Alina Szapocznikow, prácticamente olvidada hasta que la exposición elles@, en el parisino Pompidou la catapultó primero a bienales internacionales y que después se concretaron en exposiciones individuales, que están itinerando por el mundo. Entre las contemporáneas, destacan el setentero y feminista múltiple en fotografía de Natalia LL, la estética política e impactante de Zofia Kulik y la importante videoinstalación de Katarzyna Kozyra, que habla de los estereotipos sobre el cuerpo femenino desde la cámara indiscreta de unos baños turcos para mujeres. Y entre las no polacas, además del textil de Rosemarie Trockel y de las obras recientes de Anette Messeguer y Jenny Holzer, la impresionante y muy poco conocida instalación de 1998 con monitores sobre peanas reproduciendo máquinas de coser de VALIE EXPORT.
En el capítulo sobre campos de color y expresionismo, es interesante el diálogo entre una tela de Tàpies y Teresa Tyszkiewicz y apabullante el descubrimiento de las telas de principios de los 60 de Wojciech Fangor en diálogo, nada menos que con Sam Francis y Joan Mitchell. En cuanto a lo que aquí se denomina «estéticas frías», me quedaría con la impresionante instalación de Richard Buckminster Fuller. Llama la atención el repertorio magistral de la experimentación formal de los 60 y 70, donde descubrimos al pionero Stanislaw Drózdz. Y de nuevo, obras de primera de los minimalistas Judd, Flavin y LeWitt.
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