Henri Michaux. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de mayo de 2019. (RanchoNEWS).- Octavio Paz decía que el poeta y pintor Michaux: «Dicen que los puentes no existen o que el movimiento es ilusorio: aunque nos agitamos sin cesar y vamos de una parte a otro, en realidad nunca cambiamos de sitio. Michaux es uno de esos pocos. Fascinado se acerca al borde del precipicio y, desde hace muchos años., mira fijamente. ¿Qué mira? El hueco, la herida, la ausencia..?»
Es difícil resumir la importancia del escritor, poeta y pintor belga Henri Michaux (1899, Namur- 1984, París), en la cultura del siglo XX, y no sólo por su versatilidad creadora. Se le considere como pintor o como poeta, en cualquiera de estas dos facetas por separado habría merecido ocupar un lugar internacional de privilegio, lo cual es poco frecuente en nuestro tiempo. ¿Será por lo que su escritura tuvo siempre de grafia, de gesto, de nervio? No hay que desdeñar, desde luego, lo que este «bárbara», como le decía el pintor Josep Guinovart, halló en Asia, y, en especial, en la vieja y refinada China, país donde la propia caligrafía poética es inseparable de la pintura. Sus primeros bocetos datan de 1937 y muestran, sobre un fondo oscuro, negro, el palpitar de vagos paisajes andinos, donde se cocieron sus primeras ilusiones visionarias. Había en ellos algo de los paisajes de Max Ernst, con sus perfiles mágicos y fluorescencias orgánicas, de aspectos inquietante. « Para Michaux – decía Octavio Paz – la pintura ha sido un viaje al interior de sí misma, un descenso espiritual. Una prueba, una pasión». Michaux experimentó, nunca se perdió. No buscaba el éxtasis sino la exaltación. Nacido en Bélgica y nacionalizado francés en 1955, la presente antología se abre con unas Notas autobiográficas que redactó Michaux a finales de los años cincuenta. No llaman en ella la atención los datos, sino algunos sucintos comentarios. A fines de 1921 dice estar en Marsella y señala: «Cima en la curva de la desesperación». En 1929 agrega que viaja a Turquía, Italia y el áfrica del Norte y añade: «Viaja contra». Ahí tenemos ya el estilo y la trayectoria de Henri Michaux, que buscó un pseudónimo sin encontrarlo. Porque toda la vida de Michaux (también conocido como pintor, después de la Segunda Guerra Mundial) es un viaje en la realidad y con la palabra. Primero un viaje físico hacia lo diferente, y después un viaje mental con sustancias alucinógenas. Bien lo refleja en su poema Mi sangre:
El texto de Miguel Ángel Muñoz lo publica para La Razón
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