De los cráneos con pigmento, añade, seis pertenecen a individuos masculinos y uno a un personaje femenino. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de enero de 2017. (RanchoNEWS).- Arqueólogos del INAH descubrieron siete cráneos humanos con restos de pigmento azul, azul grisáceo, negro y rojo en la ofrenda 141, dedicados a la diosa mexica de la Tierra: Tlaltecuhtli, en la zona arqueológica del Templo Mayor. El hallazgo, hecho por las especialistas Alejandra Aguirre Molina y Erika Robles Cortés, es el primero en su tipo, ya que hasta el momento no se habían registrado cráneos pintados en buen estado de conservación, a pesar de que la policromía fue una práctica común entre las culturas prehispánicas aplicada a edificios, murales, esculturas y restos óseos. Reyna Paz Avendaño reporta para Crónica.
«Empezamos a excavar la ofrenda 141 en 2011 y terminamos en 2013. Tardamos casi dos años por la densidad de materiales que encontramos: 18 mil 322 elementos, entre materiales orgánicos y artefactos. El depósito número 141 se encontraba asociado al monolito monumental de la diosa Tlaltecuhtli y simulaba al inframundo», comenta Alejandra Aguirre Molina.
La arqueóloga del Proyecto Templo Mayor (PTM), dirigido por Leonardo López Luján, explica que dicha ofrenda data del periodo 1486 al 1502 d.C. (durante el gobierno de Ahuízotl) y que representa al Inframundo. La entrada en forma de pirámide invertida estaba al este de la ofrenda 141.
«Ese mundo (el Inframundo) está regido por Mictlantecuhtli, dios de la Muerte, y es representado con efigies, en este caso a través de los siete cráneos polícromos y diversos elementos que personifican a guerreros muertos».
¿Por qué convertir los cráneos en efigies?
Eso tiene que ver con el simbolismo de la ofrenda, hay que estudiar los contextos muy a profundidad. Lo que se puede ver en este caso, con base en los análisis de la ofrenda 141, es que están asociados a conceptos de tierra, muerte y a guerreros. Son una serie de elementos que están inmersos en el Inframundo, de hecho, los cráneos estaban en una capa densa de elementos acuáticos, entonces estaban haciendo esa representación de que todo estaba dentro del Inframundo.
De los cráneos con pigmento, añade, seis pertenecen a individuos masculinos y uno a un personaje femenino. Cinco de los individuos masculinos y la mujer tenían entre 20 y 30 años al momento de su muerte y sólo un cráneo masculino tenía entre 30 y 40 años, según los resultados reportados por la antropóloga física Ximena Chávez Balderas.
¿Quiénes eran estos personajes?
Es difícil saberlo, pero algunos cráneos fueron reutilizados. Tres de ellos correspondían al altar tzompantli: en algún momento de ese altar quitaron los cráneos y luego los pintaron para ser depositados en la ofrenda 141. Lo sabemos porque los cráneos tienen las perforaciones laterales propias del tzompantli y el resto cuenta con una perforación basal, estos cráneos también fueron utilizados, pero en otros contextos que no es el tzompantli, por ejemplo como parte de atavíos.
«Estamos hablando de la reutilización de elementos, de cráneos de víctimas de sacrificios que después se convirtieron en efigies de Mictlantecuhtli. Es interesante ver cómo los mexicas reutilizaron estos materiales para ser depositados y cómo cambió el significado de los mismos».
Al colocarlos en la ofrenda, reitera Aguirre Molina, la intención era convertir los cráneos en efigies, en este caso de los individuos masculinos que representaran al dios de los muertos: Mictlantecuhtli, y en el caso del cráneo femenino, que representara a Cihuacoatl, la diosa guerrera que simboliza a las mujeres muertas en el parto.
«Es curioso cómo la efigie de una deidad femenina es de un cráneo femenino y de una mujer adulta, de edad avanzada para esa época. Es decir, trataron de que el individuo correspondiera con la edad con que se representaban a este tipo de deidades asociadas a mujeres muertas en el parto», señala. Sobre las evidencias post mortem, comenta la arqueóloga Erika Robles Cortés, existen huellas de que los cráneos fueron hervidos. «Los tratamientos culturales que se registraron es que los cráneos fueron hervidos, descarnados y después a tres les hicieron perforaciones en los parietales y, a cuatro, en su base, todo esto para que tuvieran el aspecto de personajes descarnados. Además, a seis les pusieron aplicaciones de concha y pirita para simular los ojos».
La identificación de esas aplicaciones, agrega, las realizó Belem Zúñiga y determinó que cinco individuos tenían aplicaciones de concha fabricadas con madreperla (Pinctada mazatlanica) y uno de caracol (Pleuroploca sp.).
Deidades y colores
Los siete cráneos pintados que las arqueólogas hallaron en el Templo Mayor fueron divididos en tres grupos: tres que fueron pintados con azul y negro, (la parte superior del cráneo es negra y la parte de la mandíbula es azul), otros tres pitados únicamente de color negro y uno de color rojo que tenía dos círculos azules en los malares.
Erika Robles Cortés señala que toda la policromía de estos cráneos como la de otros artefactos en la ofrenda va acorde a lo que los mexicas querían representar.
«En la última temporada de excavación del Proyecto Templo Mayor, la número 7, se han encontrado muchos objetos de diferentes materias primas que fueron decorados aludiendo a distintas deidades, por ejemplo, figuras de copal antropomorfas que fueron decoradas como Tláloc u objetos de madera con pigmentos asociados a esa misma deidad: negros, blancos y azul».
Por ejemplo, agrega, existen cuchillos de pedernal que fueron ataviados como guerreros o como deidades, tal es el caso de representaciones de Ehécatl-Quetzalcóatl; «también presentan ornamentos con pigmentos para que el sacerdote al momento de colocarlos pudiera representar de manera fidedigna a la deidad».
En la ofrenda 141, destaca Robles Cortés, el negro y azul son los colores predominantes, aunque también hallaron más artefactos policromados: objetos de madera y una olla Tláloc con aplicación de azul y negro.
«La representación de azul, negro y blanco que encontramos en las ofrendas están dibujando a Tláloc, en el caso de los cráneos están decorados con la pintura facial de Mictlantecuhtli y en el caso del cráneo con pintura roja corresponde a Cihuacoatl».
¿Los cráneos fueron pintados en su totalidad o sólo en algunas partes?
La parte posterior no fue pintada, en cambio, la parte anterior es la que tiene pigmento.
Nuevo color
Después de que las especialistas registraran cada objeto hallado en la ofrenda dedicada a Tlaltecuhtli, iniciaron la conservación del pigmento en los cráneos y se avocaron a identificar los pigmentos.
«Los pigmentos fueron analizados por Giacomo Chiari en el Getty Conservation Institute en Los Ángeles y se determinó que el color rojo es hematita, el negro contiene hidroxiapatita, mineral que tiene el hueso, pero como el hueso quemado no es pigmento común en el Templo Mayor, podría deberse a una contaminación al momento de sacar la muestra, ya que por lo general se utilizaba carbón para pintar el negro», explica Erika Robles Cortés.
La especialista aclara que se encontraron dos tonalidades de azul: el azul que tiene sepiolita y el azul grisáceo hecho con moscovita y glauconita, siendo este último una tonalidad nueva para la policromía mexica.
«En la pintura mural y escultura únicamente se identifican cinco colores: ocre, rojo, negro, blanco y azul. En el caso del monolito de la diosa Tlaltecuhtli identificamos otro color más: el rojo vino, y en los objetos de las ofrendas encontramos los cinco, más uno nuevo: azul grisáceo. A diferencia de la pintura mural y en escultura, existen pocos pigmentos en restos óseos, porque el material de los cráneos es más frágil, entonces la conservación es difícil y por eso este hallazgo es excepcional».
¿Con qué material los mexicas fijaron los colores en los cráneos?
Aún no se identifica con qué se pegó el pigmento. Por ejemplo, en el monolito de Tlaltecuhtli los pigmentos se adhirieron con mucílago de orquídeas (una especie de pegamento orgánico). Afortunadamente los cráneos se encontraron en un buen estado de conservación y gracias al trabajo del departamento de restauración del Proyecto Templo Mayor, los pigmentos se conservaron. Nos comentaron las restauradoras que en realidad no lo consolidaron, para conservar el color, se controló el secado.
Robles Cortés detalla que después de las medidas de conservación y de la limpieza tomaron fotografías de cada individuo y observaron los restos de color con un microscopio de 200 (de aumento digital), lupas y luz.
«Lo anterior se plasmó en dibujos hechos por la arquitecta Michelle De Anda Rogel en AutoCAD. Las fotografías de los planos se metieron al programa DStretch, en el que se pueden apreciar imágenes no claras a simple vista y que es utilizado por lo general para el análisis de pintura rupestre. Con este programa se usan diferentes filtros que sacan determinados colores y así se puede distinguir mejor la distribución de los pigmentos. Por último, se realizó la restitución cromática hipotética en Photoshop».
Estos siete cráneos con color, ¿son los primeros que se registran en el Templo Mayor?
Antes se registró uno en la ofrenda 120, que corresponde a la misma temporada: al gobierno de Ahuítzotl, que va de 1486 al 1502 d.C., y presenta muy poquitos restos de pigmento rojo.
«Ximena Chávez identificó de entre aproximadamente 100 cráneos que conforman la colección de Templo Mayor, a dos con restos de rojo y negro, y todos han aparecido en contextos de ofrendas. En el siglo XX, Leopoldo Bátres identificó cráneos de niños pintados de negro, pero de ésos no tenemos ningún dato, ni qué tanto estaban pintados», agrega.
Por su parte, Alejandra Aguirre Molina destaca que fuera del Templo Mayor, en muchos depósitos se han encontrado objetos pintados, pero no existen cráneos polícromos.
«La policromía fue una práctica común, porque se han encontrado diferentes restos de pinturas tanto en esculturas como en artefactos y arquitectura. El problema es la conservación, por el tipo de medio y contexto en que se encuentran los vestigios que van desde lugares secos o inundados, es difícil conservar elementos de pigmentos».
Por último, las investigadoras señalan que en corto plazo se publicarán tres artículos especializados sobre la policromía en Templo Mayor, el análisis de pigmentos de los siete cráneos y la antropología física: edad, sexo y patologías de los cráneos con restos de color.
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