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El Juego de Pelota descubierto tiene 9 metros de ancho y está orientado de este a oeste en la calle de Guatemala. (Foto: INAH)
C iudad Juárez, Chihuahua. 27 de enero de 2016. (RanchoNEWS).- Arqueólogos del INAH descubrieron, en el predio donde en 2010 se localizó el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, vestigios del costado norte de la principal cancha de Juego de Pelota de la antigua Tenochtitlan, informa cronica.com.mx desde la Ciudad de México.
El hallazgo se registró durante los trabajos de salvamento del Programa de Arqueología Urbana (PAU), por un equipo de especialistas liderado por Lorena Vázquez Vallín y bajo la coordinación de Raúl Barrera Rodríguez.
Durante los trabajos, relata el INAH en un comunicado, se encontraron los vestigios de una plataforma orientada de este a oeste y cuya longitud aún se desconoce, pero que tiene 9 metros de ancho y se encuentra a 6.45 metros al sur del Templo de Ehécatl, ubicado en la calle de Guatemala número 16.
Señala que en el costado norte de la plataforma que delimita al Juego de Pelota se localizaron remetidas dos escalinatas superpuestas de cuatro peldaños, con sus respectivas banquetas que comunicaban con el Templo de Ehécatl. En el otro extremo (lado sur), se identificó la superposición de los restos de tres muros estucados en forma de talud de aproximadamente 1.95 metros de altura.
En cuanto a la continuación de los trabajos de salvamento, el arqueólogo Raúl Barrera comentó que el INAH llevará a cabo exploraciones en el lugar durante este año.
En el comunicado, el INAH señala que bajo uno de los pisos de la escalinata norte del Juego de Pelota, los arqueólogos hallaron una ofrenda única por sus características, respecto de otras localizadas en estructuras del Recinto Sagrado de Tenochtitlan.
«Está conformada por varios grupos de cervicales humanas (entre dos y seis vértebras en cada conjunto) que aún guardaban su posición anatómica y presentan buen estado de conservación.
Los trabajos de la antropóloga física, María García Velasco, y los arqueólogos Fernando Orduña Gómez y Lorena Vázquez Vallín, del PAU, revelan que es un depósito sui géneris que está a una profundidad de 1.60 metros, en un espacio de 45 centímetros de diámetro. Ahí mismo, indica, se recuperaron navajillas y puntas de maguey, entre otros materiales que aluden al sacrificio.
Al parecer, los huesos del cuello se depositaron con los tejidos blandos, ya que conservaban su disposición anatómica. Debido a esto se tomaron muestras de sedimento para futuros estudios en busca de restos proteicos que pudieran indicar la presencia de sangre en el depósito, dijo María García.
«Parecía que cada segmento correspondía a un individuo, pero ya en el laboratorio nos dimos cuenta de ciertas excepciones. En algunos grupos se identificaron vértebras pertenecientes a dos individuos distintos, en la mayoría de los casos juveniles mezclados con adultos. Esto se determinó a través de las diferencias morfológicas presentes en las vértebras.
«Al hacer el registro y análisis de los grupos de cervicales que conforman la ofrenda, encontramos que pertenecían a 31 individuos entre infantiles (0 a 6 años), juveniles y adultos; en 18 de éstos había presencia del hueso axis (la segunda vértebra cervical), lo que es importante para profundizar en el conocimiento acerca de la técnica de desarticulación del cráneo».
Con el cotejo con fuentes históricas, en particular los códices, se observa una clara relación entre el Juego de Pelota, la decapitación y la fertilidad. El hueso, seco, molido, podría representar una semilla, al igual que la sangre, un elemento esencial dentro de un sistema de regeneración de vida, explican los especialistas.
«Es factible que algunos individuos hayan sido sacrificados como pago a los dioses, convirtiéndose en un alimento para la continuidad de la vida», concluyó María García.
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