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El escritor Vicente Huidobro. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 3 de febrero de 2016. (RanchoNEWS).- En estos momentos en los que en el mundo se están revisando las Vanguardias, en español uno de los más llamativos y notables casos de un moderno con absoluta vocación de modernidades fue el chileno Vicente Huidobro. Con ese motivo reproducimos el texto de Luis Antonio de Villena publicado por El Mundo.
Hoy no estamos muy seguros de que sea la modernidad y mucho menos de que nosotros seamos modernos. La postmodernidad es modernidad descafeinada o simplemente otra cosa, otro horizonte. Pero en los años (tan terribles por otro lado) de la I Guerra Mundial ser moderno era claro, como ser vanguardista, deseando una guerra que fuera sin armamento ni munición. En español uno de los más llamativos y notables casos de un moderno con absoluta vocación de modernidades fue el chileno Vicente Huidobro (1893-1948).
Huidobro pertenecía a una familia de la oligarquía chilena, y ya estudió de adolescente en Europa, antes de retornar a Santiago. Dijo: «Si no hiciera al menos una locura al año, creo que me volvería loco». A un escritor siempre le conviene ser rico -razones sobran- pero parece que en moderno y vanguardista rico era todavía más chic. En 1927, en Nueva York, Huidobro sólo andaba en antros modernos con Chaplin o Gloria Swanson. Acaso ello era ser moderno igual que ser amigo en París del dadaísta Tristan Tzara, de René Crevel, de nuestro Larrea o del músico Erik Satie...
Pero Huidobro (cuyo primer libro, todavía modernista, se editó en Chile en 1911, Ecos del alma) había estado en Madrid antes o a la vez con los prebostes de esta vanguardia ultraísta, Cansinos-Assens, el poeta de los mil años, Gerardo Diego, tan nuevo entonces, Guillermo de Torre y por supuesto Ramón, otro gran padre de las modernidades. Desde su revista Creación (1921), Huidobro -muy amante de polémicas- discutió con Gerardo Diego por ver quién era el padre del Creacionismo, el verdadero ismo huidobriano. Diego (como Neruda o Alberti, estos muy lejanos a Huidobro) hicieron una obra muy plural, con muchos registros, donde la imagen por la imagen y su subsuelo irracionalista es sólo uno de los palos. Sin embargo Huidobro -que nunca se sintió surrealista- es el verdadero rey de la imagen concatenada prodigiosamente, en español o francés.
Renacimiento acaba de sacar la Poesía última de Huidobro, la que escribió en Chile huyendo de la II Guerra Europea. Si uno lee Ciudadano del olvido (1941), casi su último y gran libro, no se encuentra el desengaño como a veces se dice, sino un tono elegíaco en plenitud creacionista. Por ejemplo: «Un perfume salta de su color para darse a la niña». ¿Cabe creacionismo mayor?
Desde sus juveniles Poemas árticos o en francés Tour Eiffel (1918) hasta el final chileno con 54 años, Huidobro fue sólo la pura modernidad del prestidigitador que se saca imágenes de todos lados. Incluso para su epitafio: «Aquí yace el poeta Vicente Huidobro./ Abrid la tumba./ Al fondo de esta tumba se ve el mar». Original lo es, desde luego.
Además a Huidobro le tocó hacer Altazor o el viaje en paracaídas que publicó en 1931 con un retrato de Picasso. Pero Altazor se estaba haciendo desde 1926 como mínimo. Es curioso, Huidobro, Larrea y el ecuatoriano Gangotena publicaron bastante en francés, un regalo a la época que apenas les ha servido. Su furor y fervor son en español. Y Huidobro fue -véase- el gran imaginero, el creacionista volatinero en estado puro: «Somos alas caídas del cuerpo tenebroso del tiempo». Huidobro: rica modernidad sin quiebro.
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