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Publica Los poderosos lo quieren todo (Siruela), una hilarante sátira sobre las altas esferas del mundo del dinero. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 9 de febrero de 2016. (RanchoNEWS).- El nuevo libro de José María Guelbenzu (Madrid, 1944) comienza dando la bienvenida al lector a un tablado de marionetas. De esta manera el escritor y antiguo editor de Taurus y Alfaguara avisa: la farsa se abre camino por primera vez en su obra, que siempre ha estado barnizada de realismo excepto en aquellas ocasiones en las que se viste de Raymond Chandler para producir una nueva entrega de su serie negra protagonizada por la jueza Mariana de Marco. En Los poderosos lo quieren todo (Siruela) Guelbenzu crea una demoledora sátira sobre las altas esferas del mundo del dinero y su descaro a la hora de relacionarse con el resto del mundo. Para ello, el escritor se vale de un variopinto reparto coral: Hermógenes Arbusto, asesor fiscal y exitoso hombre de todo tipo de negocios; el distinguido Forcas, diablo y gigoló; Tomás Beovide, infeliz poeta y profesor de instituto enamorado de la hija de Arbusto, Magdalena Desamants, femme fatale a tiempo completo; Fernando García de las Letras, critico literario y profesor jubilado que preside las tertulias del inefable Circulo Gongorino que reúne a los más patéticos aspirantes a escritores de Madrid... Un pacto fáustico entre Arbusto y Forcas pondrá en marcha un divertidisimo esperpento que saca a la superficie el cinismo del mundo en el que vivimos. Javier Yuste entrevista al escritor para El Cultural.
¿Es más complicado trabajar el humor que otros registros?
Creo que no. Escribir en los márgenes de aquello que se llamaba estilo alto, el que tenían Jean Genet, Joseph Conrand o Henry James, es tanto o más difícil que hacer reír. El problema con el humor es el equilibrio. Hay que entender que lo importante es no pasarse. Y en este caso el equilibrio es más difícil de mantener porque el tono es deliberadamente esperpéntico. Es una exageración, una realidad vista con espejo deformante, como diría Valle-Inclán.
En la contraportada del libro aparece Eduardo Mendoza. ¿Es una referencia para esta novela? ¿Hay otras además de Valle-Inclán?
Siempre me ha gustado mucho ese punto de Eduardo Mendoza en el que encuentra el humor por el camino del disparate. Pero se sitúa dentro de una tradición española en la que está La Codorniz, Jardiel Poncela... En España este humor si que existe y tenemos que intentar no perderlo. Claro que yo tenía la ventaja de contar con antecedentes. Valle sí fue un valiente cuando se puso a escribir El ruedo ibérico.
Hay un elemento que le da un carácter experimental a la novela: el juego entre el narrador y el autor...
Tradicionalmente al narrador se le ha considerado inamovible e inatacable pero no es ni una cosa ni la otra. Realmente es una necesidad. Por mi trabajo como profesor de escritura he reflexionado bastante sobre el narrador y me he dado cuenta de que en el fondo es un filtro pero también es un personaje, como bien muestra Henry James en Otra vuelta de tuerca. Pero si es un personaje, ¿hasta qué punto tiene voluntad propia como la tienen el resto de personajes de una novela? En Los poderosos lo quieren todo el narrador decide que no está de acuerdo con lo que está narrando y esto le plantea un problema de conciencia, algo que creo que no ha ocurrido nunca en la literatura.
Uno de los personajes de la novela, el Príncipe de Bokoroko, tiene un recetario para los nuevos ricos. «Siempre mentir, siempre negar la evidencia, hacer del descaro un arma mortal», dice. ¿Es el cinismo la mayor lacra de nuestro país?
Si, por eso he escrito esta novela. En realidad no trata sobre el poder, ni en el sentido del abuso ni en el de la corrupción. Es una novela sobre el descaro del poder. Esto se percibe cuando el partido más corrupto dice que nadie ha luchado más que ellos contra la corrupción. Ese descaro me preocupa: 'Si señor, he robado, ¿que pasa?'. Me fastidia porque es efectivamente de un terrible cinismo. Y el colmo se produce cuando ese cinismo se convierte en un valor social.
¿Esta muy lejos la realidad del retrato que hace en el libro del gran mundo del dinero?
Sustancialmente es lo que ocurre pero, claro, no es exactamente así. En esta novela nos encontramos en un sistema de sátira y la sátira exagera hasta lo grotesco una situación. Si tuviera que escribir una novela sobre el mundo del dinero dentro del realismo tradicional la habría hecho más al estilo de Émile Zola en El dinero.
Perdone que insista pero, viendo las noticias, podría parecer que lo que retrata con ánimo paródico es bastante veraz...
En las altas esferas del mundo del dinero, gracias al cinismo y al descaro, el surrealismo está empezando a ser práctica normal.
Parece que incluso el Demonio tiene que tener cuidado a la hora de jugar una partida con un fiscalista contemporáneo...
La verdad es que la partida no acaba bien para ninguno de los dos. Aquí recurro al mito fáustico de manera grotesca ya que el administrador no vende su alma por el conocimiento sino para poder seguir amasando dinero. Por su parte, el diablo acaba contaminado porque descubre algo nuevo para él: el poder de la imaginación. Desde mi punto de vista el diablo no tiene imaginación como tiene el ser humano, simplemente hace el mal.
En un momento dado, ese Círculo Gongorino tan peculiar debate sobre la Transición y Don Fernando García de Las Letras defiende el proceso frente a la opinión de sus correligionarios. Hoy en día hay voces que critican aquel proceso... ¿Cuál es su opinión al respecto?
Le doy un gran valor a la Transición y creo que es un logro de mi generación. Yo viví la España de Franco y he sentido el peso de la tradición católica, apostólica y romana sobre la sociedad española. El cambio que trajo la Transición es extraordinario pero ningún cambio es perfecto. Hay que saber manejar el cambio para no perder todo lo que se ha conseguido y eso ya pertenece a otras generaciones, la nuestra hizo los deberes. Mucha gente dijo que habría que haber hecho una ruptura pero creo que hubiera derivado en un nuevo baño de sangre. Por primera vez hubo concordia, algo que en este país cainita es una excepción. El balance de la Transición, valorando el cambio de vida, de costumbres, de libertades..., es muy positivo.
¿Este Circulo Gongorino, formado por plumillas sin un lugar donde caerse muerto, representa el bien en la novela?
Yo diría que son los no contaminados. El problema de los incontaminados es que nunca sabes si lo son porque no han tenido opción o porque no han sabido contaminarse o porque realmente no quieren contaminarse. Y ahí todos los miembros son difusos.
Es interesante esa idea de que probablemente son buenos porque no han podido contaminarse...
Es una de las cosas que siempre tenemos que tener en la cabeza. Algunos no se han contaminado porque, pese a tener la oportunidad, por valentía y carácter no han querido traspasar el límite. Pero la gente valiente y con personalidad no abunda. Quien sabe que hubiera pasado si hubiera tenido la oportunidad de delinquir, quizá sería un estupendo delincuente.
Otro personaje dice que a España solo la mantuvo unida durante siglos la religión. ¿A qué se puede agarrar ahora España para continuar unida en estos tiempos convulsos?
Pues no lo sé. Una nación como EEUU tiene sentido de bloque y el orgullo de pertenecer al país está por encima de las diferencias existentes entre los distintos estados. Lo que pasa es que en EEUU hicieron un pacto de ciudadanos para construir un país y aquí se nos ha dicho que eramos defensores de la fe cristiana y punto. Nunca ha habido un pacto civil, hay una unión religiosa y esa unión no hace a una nación. A esto tenemos que sumar las tonterías de las cabezas de ratón, que básicamente quieren ser los jefes de su pequeño territorio. A mí me parece completamente absurdo. Los nacionalismos y los separatismos me parecen una contradicción brutal en el mundo actual.
¿Qué es lo próximo que leeremos de José María Guelbenzu?
Ahora estoy corrigiendo una novela policíaca, que tengo ya escrita y estoy arrancando al mismo tiempo otra novela de humor aunque de un humor distinto, no va a ser tan disparate.
¿A qué se debe que ahora le haya dado por el humor?
De la misma manera que me he tenido que deshacer del abarrocamiento de la prosa característico de la literatura española también me he tenido que deshacer del sentimiento de trascendencia típico de la literatura española. Ahora me encuentro muy a gusto en este terreno al que siempre le he tenido bastantes ganas. El sentido del humor, el deseo de hacer humor, la no trascendencia, la búsqueda de claridad... Si estudias la obra que he desarrollado, tiene lógica que haya acabado aquí. Pero también está relacionado con el hartazgo que me produce la situación de España.
¿Cómo ve hoy en día la situación del libro?
España sigue siendo un país que lee poco, en el cual no hay mucho respeto por la cultura. Pero la industria del libro es muy potente a pesar de la crisis y de la piratería, e incluso de los agoreros que decían que el libro de papel estaba en vías de extinción. Además en el campo de la novela están continuamente surgiendo buenos escritores.
¿Cómo podríamos crear nuevos lectores?
Es un tema que básicamente tiene que ver con la educación. En nuestro país la educación está basada fundamentalmente en la memorieta, que no en la memoria, y poco en pensar y saber expresarse. Si la orientásemos mas hacia la práctica y no hacia esa formación teórica, a esa matemática demencial, excesiva, que se da en el Bachillerato y que debería dejarse para la universidad, creo que entre otras cosas se leería más. Sin embargo no es la causa por la que están los educadores hoy en día. Ni siquiera somos capaces de alcanzar un pacto por la educación. Un país como este, defensor de la fe, no admite más que dos fórmulas de trato en lo que se refiere a la enseñanza: la sumisión y el castigo. Mientras sigamos así no hay nada que hacer.
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