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La autora y directora hispanouruguaya. (Foto: David de Olalde)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de febrero de 2016. (RanchoNEWS).- Desde el éxito de Carne viva, un fenómeno del circuito off, la autora y directora hispanouruguaya no ha dejado de ganar espacio en la cartelera. Estas semanas coincidirán hasta cinco obras suyas, incluida la que estrenará en el María Guerrero, Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales, su puesta de largo en el teatro institucional. Alberto Ojeda la entrevista para El Cultural.
Con Carne viva, Denise Despeyroux dejó al personal bajo el efecto de un asombro prolongado. Fueron muchos los que tildaron la obra de «genialidad». Por su original presentación: al entrar en La Pensión de las Pulgas se dividía a los espectadores en tres grupos y se les acomodaba en otras tantas salas. Por su técnica narrativa: en cada ‘cubículo' se representaba una porción de la historia, en la que se hilvanaba una investigación policial y un melodrama familiar. Por su perfecto diseño de convergencias y sincronías: las carreras de los actores de un lado a otro, las rotaciones del público y la fragmentación del relato acababan cuadrando con precisión quirúrgica. Aquel trabajo disparó a la autora y directora hispanouruguaya (nació en Montevideo pero a los 3 años llegó con su familia a España). Hoy su nombre es una ubicua presencia en nuestra cartelera: Ternura negra en la Mirador, El más querido y La tentación de vivir en los Luchana, reposición de Carne viva en La Pensión de las Pulgas. Además, en marzo irrumpe en el CDN con Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales.
Tener más de cinco obras en cartel a la vez es algo muy parecido al éxito, el sueño de tantos autores...
Para mí el sueño es poder dedicar enteramente mi tiempo al teatro como profesión. La coyuntura de tener tanta obra en cartel no es ni buscada ni soñada. No responde a ningún tipo de estrategia tampoco, es solo algo que ha sucedido. Hasta podría interpretarse como una muestra de la incertidumbre que caracteriza esta profesión. Si tantos estrenos han coincidido es porque muchos planes se han desbaratado. La productora que iba a apoyar El más querido se echó atrás cuatro días antes de que arrancaran los ensayos pero el elenco y yo decidimos seguir adelante. Estamos encantados de tener Ternura negra en la Mirador, pero la previsión inicial era que se estrenase en octubre en un teatro institucional (nos habían dicho que las posibilidades eran del 98%).
Cuando sus obras empezaban a hacerse hueco en las programaciones ‘alternativas', todavía no podía vivir del teatro. ¿Eso ha cambiado?
No todo lo que quisiera, aunque sí bastante. Entonces estaba traduciendo unas cuatro novelas de 500 páginas al año, novelas eróticas paranormales con criaturas muy extrañas. También he escrito por encargo sobre los temas más diversos, que me abstengo de enumerar. La mayoría los firmaba con pseudónimo, aunque también he traducido algunas novelas decentes que sí he firmado con mi nombre y he escrito un par de libros sobre filosofía y versionado cuentos para colecciones. El 2015 ha sido el primer año que he podido evitar los trabajos editoriales y centrar toda mi energía en el teatro.
Ha conseguido saltar del circuito off al institucional. ¿Empiezan a difuminarse las fronteras entre ambos?
Sí, y me parece positivo. ¿Por qué habría de haber algo así como un teatro que conviene subvencionar porque es un bien cultural; otro teatro que escogen las productoras y salas comerciales porque es el único que gusta al público y un tercer teatro que reivindica esa parte del sector teatral que no puede estar en ninguna de esas dos esferas? Estoy caricaturizando la descripción, evidentemente. Lo que quiero decir es que me parece potencialmente sana la posibilidad de nadar en esas tres corrientes a la vez, de combinarlas, y creo que el debate más interesante gira en torno a la calidad del teatro.
Participó en el proyecto Storywalker para Kubik, una de las salas pioneras al ‘deslocalizar' la oferta teatral en Madrid. Ahora parece que van a tener que echar el cierre. Una pena.
Es una pena y al mismo tiempo no lo es. Fernando Sánchez Cabezudo y su equipo han hecho un trabajo singular y espléndido. No se trata sólo de que hayan levantado una sala (que ya es mucho), sino de que han sacado adelante un proyecto cultural vertebrado por una ideología, unos valores, una forma de entender el teatro, el arte y la participación de los ciudadanos en la vida cultural. Las semillas que ha puesto la Kubik quedarán para siempre entre los vecinos de Usera, y también en la memoria colectiva de los que hacemos teatro y hemos estado cerca de esta iniciativa, pero también Fernando se llevará consigo esas semillas, y las plantará en otra parte. No se trata de un final, la aventura no hará más que cambiar de rumbo.
En Los dramáticos orígenes... retoma las dos protagonistas de La Realidad. ¿Cómo están conectadas ambas obras?
El prólogo que escribí para la publicación de La Realidad empezaba diciendo «Esta obra nació de otra obra que todavía no existe». Y así es literalmente. Escribí y estrené La Realidad en 2012, pero el universo de la pieza viene de antes. En enero de 2010 topé con un artículo titulado Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales. Al instante decidí que escribiría una obra que se titulara así, y aunque el artículo hablaba de astronomía, me dije que la obra trataría de una familia, y que para escribirla tendría que adentrarme en el marco teórico de las constelaciones familiares.
La estructura y ‘presentación' de Carne viva es muy original. ¿Cómo se le ocurrió tal rompecabezas?
Al ver La Pensión de las Pulgas. Me pareció estimulante para el espectador que al tiempo que estuviera viendo las peripecias de ciertos personajes en una sala, se diera cuenta de que había otros sucesos que estaban pasando de manera simultánea en otras dos salas, sucesos que tenían relación con esa historia y que debía conocer para entender qué estaba pasando. Eso tendría que despertar la curiosidad, las ganas de seguir viendo la historia.
Todo acaba engranando. Imagino que escribirla fue un ejercicio mental extenuante.
Escribirla fue un desafío en muchos sentidos. Cada principio de cada «acto», de cada sala, tendría que funcionar como principio de la obra total, tendría que dejar claras las circunstancias dadas, aunque desde distintos punto de vista, y cada final de cada una de las tres partes tendría que ser capaz de dar un cierre a la historia, con independencia de por dónde hubiera iniciado su periplo el espectador. Carne viva tiene seis recorridos posibles.
El título, Carne viva, funciona como una metáfora ambivalente. Por un lado, remite al dolor y, por otro, al vitalismo. ¿Es esa ambivalencia una de las esencias de su escritura?
Supongo que mi teatro es ambivalente en varios sentidos, sí. Recurro mucho al humor y la ironía, por ejemplo, pero siempre consciente de que la ironía es, entre otras cosas, un mecanismo de defensa ante el dolor. Mis personajes sufren, aunque hagan reír, y no me interesa esa ironía cruel o cáustica que roza el sarcasmo, me interesa una ironía más pura, de alguna manera más ingenua, que esté a favor de la vida, a favor de la sabiduría sobre la vida. La ironía es peligrosa, porque puede elegirse para herir o para vengarse, pero también creo que puede ser una herramienta noble si se usa para tratar de comprender mejor el mundo.
¿Como la del absurdo?
Suelo plantear situaciones muy disparatadas, inverosímiles, fantasiosas, pero me gusta abordarlas sin recurrir a la caricatura, con un alto grado de implicación emocional por parte de los actores. No me atrae la idea de un teatro que busque representar la realidad, en el sentido de suplantarla para mostrar cómo es. Me interesa mucho más que el teatro construya algo que añadir a la realidad, algo nuevo que el público podrá comparar con lo que sabe, y no algo idéntico a lo que el público ya conoce. Creo que ese es el camino para que la mirada pueda desplazarse de lo evidente y consiga captar precisamente algo de lo que la realidad se resiste a mostrar.
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