Rancho Las Voces: Poesía / Argentina: «Antología crítica» ofrece lo mejor del francés Francis Ponge
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viernes, enero 06, 2017

Poesía / Argentina: «Antología crítica» ofrece lo mejor del francés Francis Ponge

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Peculiaridad. Un poeta único,como cada objeto quese proponía retratar,desde un jabón hasta un vaso lleno de agua o vino. (Foto: Revista Ñ)

C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de diciembre de 2016
. (RanchoNEWS).- Mientras publicaba su extensa obra en francés a lo largo del siglo XX, en castellano fue apenas conocido: al principio en la revista Sur, que entre 1945 y 47 presentó textos, comentarios y versiones bilingües de sus poemas «Orillas del mar» y «Del agua», según traducción de Borges, y también en la revista Opium en 1956, por traducciones de Enrique Molina. Sus fechas de nacimiento y muerte (1899-1988) encierran un recorrido del siglo por etapas. Surrealista, socialista, comunista, partisano contra la ocupación nazi, simpatizante de la revista Tel Quel, gaullista y poeta premiado por la Academia Francesa y la Legión de Honor, Francis Ponge siempre se esforzó porque sus ideas y adhesiones circunstanciales no colonizaran su aventura poética y política, esa «toma de partido por las cosas» que constituyó su gesto más rebelde y subversivo, escribe Osvaldo Baigorria para la Revista Ñ.


El traductor Waldo Rojas, poeta chileno de la llamada generación del 60, exiliado en Francia luego del golpe del ‘74, ya había publicado una primera versión de esta antología en 1991 en ediciones Lar, Chile. Ahora la presenta ampliada casi al doble con nuevos textos y abundantes anotaciones críticas sobre los problemas y posibilidades de la traducción, además de una bibliografía actualizada, una cronología y una sección documental con ensayo-conferencias poemáticas y entrevistas. Salvo por erratas que lamentablemente deslucen a textos de increíble riqueza léxica, la presente Antología crítica, en la que pueden hallarse títulos antes traducidos por Silvio Mattoni en Métodos, constituye hoy el más importante repertorio en castellano de un autor cuyas asociaciones nunca dejan de sorprender y deslumbrar: «Entre un vaso de agua y un vaso de vino la relación es la misma que entre un delantal de tela y un delantal de cuero. Es sin duda por el tanino que el vino y el cuero se juntan. Pero hay entre ellos semejanzas de otro tipo, también profundas…» Y así sigue el rapto del lector, con un ataque pleno e inmediato.

Ponge emociona por su novedad y consistencia en el programa de materializar las palabras en cada encrucijada con las cosas, los objetos más banales y ordinarios, sea el higo seco, la araña, la bosta, el jabón, la rana, la puerta, el camarón, el agua de las lágrimas, el plato de pescados fritos, la avispa y el tranvía. Esta última analogía, dentro de «La avispa» de 1943, es una de las varias ocurrencias que aluden en forma oblicua a la situación de guerra en uno de los textos más referenciales de esos tiempos en los que este autor hacía de enlace viajero dentro de la resistencia francesa. Así se cruzaban sus dos vidas: la del militante antifascista y la del poeta que quiere afirmar su autonomía y se subleva progresivamente contra un uso primario e instrumental de la lengua: «No es porque yo diga ‘me gusta la manzana’ que voy a dar cuenta de la manzana» explicaba en una conferencia de 1956. «Habré dado mucho más cuenta de ella si hago un texto que posea una realidad en el mundo de los textos, un tanto similar a la realidad de la manzana en el mundo de los objetos».

En conversación radiofónica con André Breton y Pierre Reverdy en 1952, declaraba: «Nada es más gozoso que la constante insurrección de las cosas contra las imágenes que se les imponen». Ante esa sublevación, la única alternativa sería hablar y escribir violentando, sometiendo a las palabras: «No hay ninguna otra razón para escribir» había anticipado en 1930, como si fuese una vanguardia de un solo integrante. Aceptar completamente ese «reto de las cosas» a las palabras implicaba hacer el esfuerzo por aproximarse al mundo objetivo por todos los medios disponibles. Sus instrumentos podían abarcar el uso del diccionario y la enciclopedia, la etimología, el refrán, la imaginación y el recuerdo pero siempre al servicio de un «método» que más bien es actitud: observar, amar y entusiasmarse por las cosas y los cambios que producen en la superficie los «acontecimientos de la luz y del viento, según la fuga de las nubes», esos «juegos de soplos, de pedos leves» y las «compañías de mosquitos al abrigo de los pájaros» que forman el espectáculo de los «vestidos de las cosas» cambiantes según la hora y el lugar.

El goce y la alegría que recorren el despliegue de vocabulario de Ponge contra la seriedad y la pesadez de los usos trillados y cansados del lenguaje incluyó la invención de neologismos (como los objeu, «objuegos» o los objoie, «objúbilos») pero también la manipulación de las palabras comunes y corrientes en sus diversos horizontes de polisemia y relaciones sonoras. Para desbaratar cualquier intento de considerar sus textos como materiales cerrados y definitivos, exhibió borradores, reescrituras e intentos progresivos frente al hecho de que «la realidad de las cosas es perfectamente indecible». Formuló que solo había tratado de aproximarse lo más cerca posible a la descripción de los objetos sin ilusión acerca de la posibilidad de representarlos. Cultivó la mirada sobre las cosas siempre en contra de la idea de representación. Y en su escritura liberada de la cárcel de los géneros llevó a cabo, al decir de Maurice Blanchot, «una de las tentativas poéticas más firmes y menos soñadas de nuestro tiempo».

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