C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de enero de 2017. (RanchoNEWS).- El primer disco de The Doors, editado el 4 de enero de 1967, comienza con Break on through (to the other side) y termina con The End. Entre medias, otros clásicos como Soul kitchen, Alabama song (Whisky bar), Light my fire y Back door man. En total, tres cuartos de hora para uno de los debuts más devotamente recibidos y uno de los trabajos más exuberantemente enaltecidos de todos los tiempos, informa la agencia EP.
Para encontrar la simiente de este primer álbum homónimo de la banda de Los Ángeles hay que retroceder aún otros dos años en el tiempo, hasta el verano de 1965, cuando Ray Manzarek (futuro teclista) encontró a su conocido Jim Morrison (futuro vocalista e icono de la cultura popular) en la playa californiana de Venice, después de que ambos hubieran pasado un tiempo estudiando en la UCLA School of Theater, Film and Television.
La conversación terminó con Jim recitando a Ray la letra de Moonlight drive, un poema que acaba de escribir: «Nademos hasta la luna, subamos a través de la marea, penetremos la noche en la que la ciudad duerme para ocultarse».
Convenientemente engatusado por el primario magnetismo de Morrison, Manzarek decidió allí mismo, emocionalmente atrapado en la playa cual sirena varada, que tenían que formar una banda. Y se pusieron a ello con tanta diligencia que en septiembre ya estaban grabando una primera maqueta junto a algunos músicos amigos entre los que estaba el baterista John Densmore. Ese mismo mes, a pesar de llevar solo seis meses aprendiendo a tocar, la alineación final se completaba con la llegada del aprendiz de guitarrista Robbie Krieger, con la engorrosa misión de encontrar su lugar entre las influencias blues-rock de Ray, la pasión por el jazz de John y la sugestiva poesía de Jim.
The Doors tomaron su nombre del título del libro de Aldous Huxley The Doors of Perception, derivado de una línea de 'El matrimonio del cielo y el infierno', de William Blake: «Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo parecería al hombre tal como es: infinito». Y acto seguido, el cuarteto logró un primer contrato con Columbia Records que se rompió cuando la compañía no pudo encontrar a un productor para su debut.
Eso llevó al grupo a seguir perfeccionando sus canciones con conciertos en locales de West Hollywood tan legendarios como Whisky a Go Go y London Fog.
Continuaron componiendo, tocando y creciendo hasta que en agosto de 1966 fueron fichados por Elektra, gracias a la insistencia de Arthur Lee, líder de la banda Love, quien también formaba parte de ese sello y consiguió que dos de sus 'jefazos' acudieran a ver a The Doors en una de aquellas veladas de garitos.
Con los ejecutivos eficazmente hipnotizados, en el mismo Whisky A Go Go firmaron por Elektra pocos días antes de ser vetados en el local para siempre después de que Jim gritara el ahora famoso verso de The end: «Father? Yes son? I want to kill you; Mother? Yes son? I want to fuck you». La controversia persiguió desde entonces al grupo en general y a su vocalista en particular, pero en ese momento les dio igual porque tenían claro cual sería su siguiente paso: grabar el portentoso material que habían estado tanto tiempo moldeando.
Jim Morrison, Ray Manzarek, John Densmore y Robbie Krieger registraron las 11 canciones de su debut en los Sunset Sound Studios de Hollywood durante apenas seis días a finales de agosto de 1966. Tan rodados llegaron a su momento de la verdad después de dos años de permanente desarrollo, que casi todo se grabó en una primera toma en vivo en el estudio. Con producción de Paul A. Rothchild y Bruce Botnick como ingeniero de sonido (ambos se convertirían en habituales del grupo), The Doors usaron una grabadora de cinta de cuatro pistas: batería y bajo en una, guitarra y teclados en otra, voz en la tercera y sobregrabados en la última. Por cierto, aunque en directo no llevaban bajista gracias a la pericia de Ray con sus teclados, para este álbum contaron con el músico de sesión Larry Knechtel.
Como suele suceder con muchos discos de debut, la búsqueda de la perfección derivada de las ansias por hacerse escuchar, así como la cantidad de desesperado trabajo sin apenas remuneración hasta que llega la codiciada oportunidad, provocó que las canciones de este The Doors homónimo crecieran hasta casi ser clásicos previamente a su publicación. Por eso ahora, con la perspectiva que da el tiempo, son consideradas la quintaesencia del grupo y la vara para medir y comparar todo lo que vendría después.
Break on through (to the other side) fue el primer disparo el 1 de enero de 1967. Y resultó desconcertante, pues aunque terminaría convirtiéndose en una de las piezas más reconocibles y repetidas del grupo en las emisoras de radio, tras su lanzamiento original solo alcanzó a dar en el puesto 126 de la lista de singles estadounidense Billboard. Mayor suerte comercial tuvo el segundo single, Light my fire, que abrió camino en Europa con un puesto 49 en el Reino Unido y ayudó a apuntalar el éxito del álbum en EEUU.
Junto a estos dos singles, en The Doors hay otras piezas de épica sonora y grandilocuencia lírica como la mencionada The End, junto a versiones tan certeras como Alabama song (Whisky bar), origialmente de Bertolt Bretch y Kurt Weill en 1927, y Back door man, un viejo blues de Chicago obra de Willie Dixon y popularizado por Howlin' Wolf. Otros temas como The crystal ship, Twentieth century fox, I looked at you, End of the night y Take it as it comes terminan de dar forma a un álbum que no encontró su hueco con facilidad.
Aunque ahora acumula más de 20 millones de copias vendidas, el primer disco de The Doors sólo consiguió llegar al segundo puesto de la lista de álbumes Billboard en septiembre de 1967, colocándose justo detrás del Sgt Peppers's Lonely Hearts Club Band, de los Beatles. Si en los primeros días del año publicaron su primer disco, coincidiendo con el momento álgido de este debut, la banda sacaba el 25 de septiembre de 1967 su segundo trabajo, Strange days, que aparte de nuevos temas, contenía otros que habían sido descartados del primero, algunos tan esenciales en su propia existencia como esa Moonlight drive cuyos versos ejercieron como inspiradora y fogosa chispa en el mítico encuentro entre Jim Morrison y Ray Manzarek en la playa de Venice.
Perfectamente erguidos sobre estas dos primeras obras, The Doors vivirían años de agitado éxito, hasta la muerte del vocalista el 3 de julio de 1971 en París en extrañas circunstancias derivadas del consumo de drogas (no faltan las teorías conspirativas, por supuesto). Su pronta marcha a los 27 años no hizo otra cosa que agigantar y afianzar su egregia efigie hasta convertirle en mito de nuestro tiempo, con las puertas de la percepción depuradas y abiertas para que el propio Jim pareciera el hombre tal como es: infinito.
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