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martes, agosto 07, 2012

Noticias / México: Adiós en Garibaldi a Chavela Vargas

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Eugenia León, Tania Libertad y Lila Dows interpretaron piezas representativas de La Macorina –quien murió el pasado domingo–, en el homenaje de cuerpo presente. (Foto: Carlos Ramos Mamahua )

C iudad Juárez, Chihuahua. 7 de agosto de 2012. (RanchoNEWS).- A las siete de la noche de ayer arribó el cortejo fúnebre adonde, en una carroza que transitó por Eje Central, fueron llevados los restos mortales de la intérprete Chavela Vargas, fallecida el domingo pasado, para que sus admiradores le rindieran homenaje. Una nota de Arturo Cruz Bárcenas para La Jornada:

El pueblo ya llevaba una espera de dos horas, porque previamente se había informado que el tributo a la cantante comenzaría a las cinco de la tarde. La vox populi exclamaba: «¡Chavela es del pueblo, Chavela es del pueblo mexicano!»

Fue el paroxismo.

La plaza Garibaldi, elegida por la autoridades del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) y del Gobierno del Distrito Federal (GDF), estaba a reventar, y tanto el fervor como el cariño por la encarnación de la Macorina se manifestaban en todas las esquinas.

Por fin se colocó el ataúd en la esquina oriente, detrás de la plaza donde se encuentra la estatua que honra al cantautor José Alfredo Jiménez, con quien Chavela se desveló en parranda eterna, tanto como lo pueden hacer dos almas que saben transmitir y motivar sentimientos.

Los controles de seguridad fueron insuficientes y la supuesta capilla ardiente fue invadida por decenas y decenas de fotógrafos. El pueblo, paciente hasta las siete de la noche, comenzó a protestar porque sus lugares habían sido ocupados.

Muchos de los asistentes llevaban más de dos horas de pie, en su mayoría de la tercera edad, quienes en esa larga espera ya habían repasado los temas de Chavela, en un coro que se escuchaba más allá del Eje Central.

Gritos y más gritos. Comenzó el homenaje en la plaza de los charros, donde cada noche se beben tragos y se ahogan penas.

El mariachi de la Secretaría de Seguridad Pública atenuaba los gritos con Dios nunca muere, uno de los himnos oaxaqueños, que frente al ataúd de Chavela adquiría otra dimensión.

Cerca del féretro se observaban más de 20 coronas; entre ellas se alcazaba a leer que provenían del GDF, de la Secretaría de Cultura capitalina, del Auditorio Nacional, de la embajada de España y de Christiane y Miguel Alemán, entre otras.

También en un solo coro se escuchaban proclamas populares del pueblo como «¡Viva tu compadre, José Alfredo Jiménez!», «Ya está con su compadre José Alfredo», «Se ve, se siente, Chavela está presente».

Los fotógrafos de prensa obstruían la visibilidad al respetable, que ofendido gritaba: «¡Fuera prensa, fuera prensa!»

Los vernáculos se arrancaron con Amor eterno, del divo Juan Gabriel: «... que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca...»; fue entonces cuando las primeras lágrimas surgieron.

El cielo, encapotado, amenazaba con dejar caer su lluvia fría y pesada como las lágrimas de los admiradores de Chavela Vargas.

Tláloc, mandamás imperturbable, soltó las primeras gotas y las exclamaciones del pueblo exigían que comenzara el tránsito frente al cajón mortuorio de color caoba, que encima lucía el poncho rojinegro que por décadas caracterizó a la intérprete de origen costarricense, naturalizada mexicana.

En la guardia de honor estuvieron Consuelo Sáizar titular del CNCA; Miguel Ángel Pineda y José de la Rosa, de la Secretaría de Cultura del GDF, así como Martha Aura y María Cortina, esta última biógrafa y mejor amiga de Chavela.

La larga fila para estar cerca de la cantante avanza lentamente. Hay escenas de difícil descripción; algunos musitan quizá una oración o un Avemaría, para la autodenominada chamana. Muchos otros expresan expectación, sorpresa: abren los ojos como queriendo ver más, pero el ataúd está cerrado. La muerte encierra sus misterios y la transmigración de las almas es cosa de los griegos.

Un ídolo no muere y Chavela vive por decisión del pueblo. Las canciones se pierden en el anonimato al paso de los años y quedan como obra de los intérpretes. Es el caso de Chavela. Su forma de cantar hilvana sentimientos, sólo posibles en las rancheras que, cuando deben, son bravías.

El mariachi de la SSP extiende su actuación más allá de las ocho de la noche, porque la gente así lo quiso. Aquí se escuchan: Qué bonito amor, Volver, volver, Ella, Cucurrucucú paloma, Cuando el destino y otras para olvidar queriendo.

A las ocho y cuarto la lluvia cesó; dejó un charco entre la sillería. Los policías mariachis no parece que quieran callar, pero finalmente se van.

Al filo de las 20:25 horas se espera la actuación de Eugenia León, Lila Downs y Tania Libertad. Mientras estas cantantes rinden tributo a Chavela se oye la voz profundamente dolorosa de Chavela en un disco, cuyo sonido se repite en la plaza Garibaldi coreado por miles.

Tomó la palabra Vanesa Bauche, quien leyó un poema de Carlos Mapes, del libro Sombras del rock. Precisó que hablar de Chavela Vargas es referirse a la sicodelia que ésta siginifica con el alma expuesta, y ella, Chavela, le manifestó en todas sus canciones.

Posteriormente, Consuelo Sáizar dijo que Chavela era inseparable de José Alfredo y Frida Kahlo, que era una gloria para todos los mexicanos.

Y llegó el momento esperado por la participación de Eugenia León, quien cantó La bruja, Las simples cosas, Flor de azalia y Volver volver. Para prender a la muchedumbre, que a las nueve de la noche era un arrebato, llegó Tania Libertad, quien interpretó La que se fue y Un mundo raro, y consideró a Chavela Vargas como una maestra.

Para cerrar este homenaje, considerado una ofrenda musical, arribó Lila Downs, quien reventó todo alrededor con Vamonos y Cruz de olvido.

Por último, las tres cantantes, acompañadas por Los Macorinos interpretaron La Llorona, México lindo y querido, acompañadas por el mariachi Gama Mil. Un grito final: «Viva Chavela Vargas».

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