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El escritor durante una entrevista en 2006. (Foto: Cristina Rodríguez)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de agosto de 2012. (RanchoNEWS).- Daniel Sada jamás perdió el gozo del lenguaje, ni siquiera en El lenguaje del juego, libro que narra hechos de sangre, violencia y narcotráfico; tenía una gran maestría para conjugar el gozo y la devastación física, moral y política del país, señaló la esposa del escritor, Adriana Jiménez García, durante el homenaje póstumo realizado en días pasados en el Colegio Civil del Centro Cultural Universitario de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Una nota de María Alejandra Arroyo para La Jornada:
«Creo que hay una gran tentación en este momento de nuestra historia en estetizar la violencia, de allí proviene el género de la narcoliteratura, que Daniel respetaba como a todas las manifestaciones del arte, pero no gustaba de ser adscrito a éste ni a otros, ya que no quería ser etiquetado», dijo Jiménez García durante la presentación del último libro que Sada entregó a su editor, Jorge Herralde.
La docente de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México explicó que aunque a lo largo de su obra Sada había eludido el tema de la violencia y el narcotráfico, se dio cuenta de que era difícil continuar obviándolo, porque los temas que trataba pertenecían a la zona donde éstos eran prevalentes.
Mayor velocidad
De allí que Sada emprendió esta tarea a partir de caminos ya andados, de lugares comunes, pero inmerso en una contienda gozosa con el lenguaje; en donde a partir de las estructuras métricas, donde prefería generalmente octosílabos, aunque también escribía prosa en alejandrinos y endecasílabos, como si fueran versos, narró la historia de una familia mexicana que funda y atiende una pizzeria, y el miedo de los habitantes del norte de México.
«En este libro se propuso escribir a la mayor la velocidad posible, cuenta la viuda del artista, a diferencia de otros libros en los que se tomó más tiempo, porque su narrador es minucioso, dubitativo y cuestionador», dice la viuda.
«Él decía que adjetivaba con la palabra, decía que su narrador tenía más dudas que certezas. No comulgaba con las verdades absolutas; era un narrador antisolemne y desenfadado».
En la obra, el padre, Valente, ha cruzado ilegalmente la frontera en 18 ocasiones, pero decide ya no hacerlo porque juntó suficiente dinero para poner un negocio en San Gregorio, su pueblo natal, donde ya se percibe la inseguridad, y a veces circulan vehículos extraños; y aunque en el lugar no ha pasado nada, corren rumores de gente muerta y colgada en los alrededores.
«En este proyecto, Sada decide no renunciar a su forma», observa Jiménez, «él quería ser leído, pero sin condescender en sus propósitos estéticos. Continúa midiendo, pero no es tan evidente, porque hizo una mezcla de fases de diferentes sílabas, no se nota tanto el artificio, la trama corre con naturalidad y consigue su propósito de velocidad».
Aclara que pese a la sangre, la violencia y el narcotráfico que contiene El lenguaje del juego, el léxico del escritor sigue siendo rico, mantiene la mezcla entre los arcaísmos y las palabras que inventa, «el cazador de frases, giros, términos y de respiraciones», mismos que vierte en su obra.
«En el libro continúa el narrador que trata a sus personajes con sarcasmo y compasión; el narrador que tiene un costal de mañas, como él decía; lo que le permite que el asunto de la violencia que está lleno de lugares comunes, pueda trascender a partir del lenguaje, y logra que esta obra sea gozosa, divertida y cruel».
Ingenuo y en jolgorio
Provoca el efecto de que el lector se carcajeé y después de un rato se sienta dolido; varias de las obras de Sada provocan esto, porque la verdad es así. Es un narrador que aparenta ser ingenuo y estar en el jolgorio.
«Era amigo de las paradojas, cuenta como un narrador pueblerino, que de pronto suelta un disquisición profunda; por ello no es costumbrista o narrador del norte, es inclasificable, tiñe a sus obras de gran profundidad. Ha sido comparado con un autor del siglo XVI, que era extremadamente escatológico, sexual, vital y cruel, y la comparación es acertada y en ese libro llega a sus últimas consecuencias».
Jiménez García destaca que en el volumen hay mucha tragedia, dolor y farsa, como retrato del país, que en este momento está teñido de esa atmósfera de farsa trágica que consigue con acierto Daniel en esta obra.
En la narrativa del autor, cuando el negocio de la pizzería empieza a ir bien, Candelario, el hijo de Valente, decide probar la mariguana que cultiva en un huerto su amigo Mónico Zorrilla, hijo del cacique Virgilio Zorrilla, y amigo de un capo del narco, enemigo de otro, lo que involucra a la familia en este ambiente.
La académica dio a conocer que el titulo de la obra surgió del libro Los juegos y los hombres, de Roger Caillois, autor y traductor de Borges; la cual contiene una clasificación de los juegos, que incluye los de vértigo, como el de la ruleta rusa, que trae implícita la muerte.
«El acierto del título es que por un lado hay un juego en el lenguaje, en el sentido más antropológico del término, pero además implica el dolor y que en todo juego el peligro existe. En la obra hay tanto juegos lingüísticos como la temática que trata de la violencia».
Daniel Sada, autor de A la vista, también publicada por Anagrama, estudió periodismo en la Escuela Carlos Septién García y dirigió varios talleres de poesía y narrativa.
A lo largo de su vida publicó 10 novelas, cuentos y poemas, y fue galardonado con diferentes distinciones y reconocimientos, como el Xavier Villaurrutia (1992), el Nacional de Literatura José Fuentes Mares (1999), Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada (2006), el Herralde de Novela (2008) y el Nacional de Ciencias y Artes (2011).
Falleció el 18 de noviembre de 2011 en el Distrito Federal, víctima de una deficiencia renal, horas después de que se le otorgó el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011 en la categoría Lingüística y Literatura, de lo que ya no tuvo conocimiento.
Gran capacidad expresiva
Presente también en la ceremonia, el escritor Nicolás Alvarado destacó que «ningún otro autor ni narrador ha usado más interrogaciones que él: los guiones, los guiones largos, los dos puntos, los puntos suspensivos... porque es un maestro del lenguaje y dudaba todo el tiempo del lenguaje y de su capacidad expresiva.
«El lenguaje del juego es una novela del narco y no lo es; lo que cuenta es lo de menos, lo que importa es cómo lo cuenta, porque la obra es un ensayo de la miseria de la condición humana disfrazada del narco, y el recurso del lenguaje ayuda a ello».
Agregó que el escepticismo del lenguaje de Sada genera un distanciamiento brechtiano, eso permite ver que «los narcos son como nosotros, sólo que con más dinero y menos escrúpulos, y la violencia del crimen organizado sólo son avatares exacerbados de la miseria de la condición humana; y en ese momento resulta más conmovedor que la novela del narco».
En el homenaje también participó la escritora regiomontana Dulce María González.
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