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Su gran éxito literario fue póstumo, ya que sus obras pasaron a ser un fenómeno global a raíz de la guerra de Vietnam. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 7 de agosto de 2012. (RanchoNEWS).- El mundo de la literatura conmemora esta semana los 50 años de la muerte del escritor suizo Herman Hesse, premio Nobel en 1946 y autor de obras cumbre de la literatura en alemán del siglo XX como El lobo estepario y Siddhartha. Una entrega de EFE:
Nacido en Calw (Alemania) en 1877 y con nacionalidad suiza desde 1924, Hesse murió en Montagnola (Suiza) el 9 de agosto de 1962 dejando un legado literario convertido en best seller mundial, con 140 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, de los cuales solo una sexta parte corresponde a las ediciones en alemán.
Junto a Thomas Mann y Stefan Zweig, es el autor de lengua alemana más leído hoy en día en el mundo y uno de los dos únicos autores suizos, junto a Carl Spitteler, galardonados con el Nobel.
Pese a este reconocimiento mundial y pese a que Hesse vivió las últimas cuatro décadas de su vida en Tesino (sur de Suiza) –donde escribió El lobo estepario , Siddhartha , Narciso y Goldmundo y El juego de los abalorios–, los helvéticos viven con cierta distancia este aniversario de un autor que ven como alemán.
De hecho, es su Calw natal (Bade-Wurtemberg) el lugar que se conoce como «la cuna de Herman Hesse», pese a que el escritor solo vivió en esta ciudad, en distintas etapas, durante diecisiete años.
En Calw hay plazas y calles que llevan su nombre y, para conmemorar que ha pasado medio siglo desde su muerte, numerosos bancos públicos de la localidad lucen citas famosas del escritor: «La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla», o «Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia».
Incluso hay un «Café Montagnola» que recuerda el amor que Hesse tuvo por el que fue su hogar y lugar de inspiración en Suiza.
Frente a eso, en el Tesino hay casi un olvido total de Hesse, hasta el punto de que el jardín de la Casa Rossa, lugar de inspiración del escritor para El juego de los abalorios, está amenazado por un proyecto inmobiliario frente al que no han podido hacer nada legalmente por el momento varias peticiones ciudadanas.
Hesse era un zucchino –el apelativo que los locales dan a los que llegan del norte– y le costó mucho tiempo ser aceptado.
No fue hasta unas semanas antes de su muerte y quince años después de recibir el Nobel de Literatura (que no acudió a recoger) cuando Hesse recibió el reconocimiento de «ciudadano de honor».
Tampoco hay mucho rastro de él en Basilea (norte de Suiza), a donde la familia de Hesse se trasladó cuando él tenía 4 años para que su padre siguiera con su apostolado de misionero protestante.
Hesse regresó a Alemania para estudiar, pero decidió volver a Basilea cuando tenía 22 años, tras abandonar varias escuelas, una tentativa de suicidio y dos estancias en clínicas psiquiátricas.
En Basilea fue aprendiz de mecánico y trabajó en varias librerías, al tiempo que comenzó a escribir para varias revistas y frecuentar los círculos culturales, donde conoció a su primera esposa, la fotógrafa Mia Bernoulli, nueve años mayor que él.
Se casaron en 1904 y ese mismo año Hesse se dio a conocer en el mundo literario gracias a Peter Camenzind, tras lo cual la pareja volvió a Alemania, a orillas del lago Constanza, y tuvo tres hijos.
Hesse admitió que la vida casera le resultaba opresiva y se embarcó en varios viajes al extranjero para alejarse de la familia, con la que regresó en 1912 a Suiza para instalarse en Berna. Allí el escritor trabajó para la embajada alemana, desde la que, años después, prestaría ayuda a prisioneros de la I Guerra Mundial.
Durante la primera gran guerra, coincidiendo con la muerte de su padre en 1916, Hesse volvió a sufrir una grave crisis emocional y comenzó a someterse a sesiones de psicoanálisis para hacer frente a a la inevitable ruptura de su familia en 1919.
Se separó de Bernoulli y volvió a casarse dos veces, la última de ellas con Nina Dolbin, con quien vivió en la Casa Rossa sus últimos años de vida, en los que su creatividad literaria declinó.
En esos años, se refugió en la pintura, inicialmente como terapia, para convertirse en una auténtica pasión, creando una importante obra pictórica de unas 3 mil acuarelas que recrean los colores y la belleza del Tesino, su «patria chica».
Su gran éxito literario fue póstumo, ya que sus obras pasaron a ser un fenómeno global a raíz de la guerra de Vietnam, cuando los movimientos pacifistas reivindicaron sus trabajos y sus libros se convirtieron en símbolos del Flower Power, con su mezcla de pacifismo, filosofía asiática y desorientación existencial.
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