.
La medalla. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de octubre de 2015. (RanchoNEWS).- Hay muchas formas de saber cómo se otorga el premio Nobel pero ninguna pasa por la casa de apuestas Ladbrokes, citada cada octubre como gurú de referencia. Mañana Sara Danius, la primera mujer en ocupar la secretaría de la Academia Sueca, se estrenará anunciando el ganador de este año. Puede que hayamos leído al afortunado o incluso que sepamos deletrear su nombre, pero para enterarnos de qué se ha cocinado tras la puerta blanca que Danius abrirá a las 13 horas tendremos que esperar medio siglo, el que sella el secreto de las deliberaciones. Una nota de Javier Rodríguez Marcos para El País.
Puestos a entretener la espera —hasta mañana o hasta 2065—, lo mejor es leer El premio Nobel de literatura (Nórdica), escrito en 2001 por el académico Kjell Espmark con motivo del centenario del medallón más prestigioso del mundo y traducido por Marina Torres. Con un pie en el canon y otro en la geopolítica, Espmark desgrana con detalle la historia de un galardón que empezó alternando descaradamente franceses y alemanes para mirar sin recato hacia Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y abrirse al Tercer Mundo a partir de los años setenta. Por él sabemos lo cerca que estuvieron de obtenerlo Galdós, Unamuno, Àngel Guimerà o Rafael Alberti. También que se barajó a Borges para compartirlo con Miguel Ángel Asturias en 1967, es decir, antes de que Pinochet y Videla se cruzaran en su camino. Tenemos muchas pistas sobre la cocina del Nobel pero ninguna receta. Acaso porque no las hay. Cuando en 1989 lo ganó Cela se dijo que pasarían décadas antes de que un autor en español volviera al palmarés. Doce meses más tarde se lo llevó Octavio Paz. En octubre pasado el consagrado fue Patrick Modiano pese a que su compatriota J.M.G. Le Clézio lo había sido seis años antes.
Si el libro de Kjell Espmark es la mejor forma de conocer el Nobel a lo largo de un siglo, una buena manera de conocerlo en una edición concreta son las memorias de James D. Watson, galardonado con el de Medicina de 1962 por el descubrimiento junto a Francis Crick de la estructura de la molécula del ADN, la famosa doble hélice. En Prohibido aburrirse (y aburrir) (Tusquets), traducido por Dulcinea Otero-Piñero, el biólogo arranca con la llamada que le lanzó a un «reinado» que él compara con el de Miss América y termina con una jugosa lista de consejos a inmortales futuros. Tales avisos van desde resignarse a engordar después de pasar por Estocolmo —asistir a banquetes se convierte en una «segunda profesión» y «cuando los anfitriones exageran tanto tu importancia que llegan a avergonzarte es más fácil repetir plato que mantener cualquier conversación»— hasta evitar encuentros con más de dos premiados. ¿La razón? Dado que suele pasar cierto tiempo entre la concesión del galardón y el trabajo que se reconoce con él —nueve años en su caso— es probable que hasta los últimos elegidos hayan conocido momentos mejores. Para seguir activo, sugiere el agudo Watson, lo mejor es frecuentar a colegas jóvenes que no hayan alcanzado la fama: «Seguramente te ganarán al tenis, pero te mantendrán el cerebro en movimiento». ¿Cuántos novelistas dirían algo así?
REGRESAR A LA REVISTA