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martes, mayo 24, 2016

Fotografía / España: La Europa que queremos (y la que tenemos)

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Uno de los retratos robados de Misha Pedan en el metro de Járkov, en Ucrania. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de mayo de 2016. (RanchoNEWS).- La comisaria de este año del Docfield, Natasha Christia, es griega. Natasha lleva más de una década afincada en Barcelona -antes dirigía Kowasa, la librería-galería especializada en fotografía artística que había en la calle Mallorca, que de tan exquisita no aguantó la crisis- y, como le sucede a muchos ciudadanos europeos (griegos y no griegos), le sobran motivos para estar preocupada por el rumbo que está tomando el continente. Ahí están «la crisis económica, los refugiados, las fronteras cerradas, la falta de acuerdo de gobierno y el creciente escepticismo», enumera. «Yo nací en 1976, pertenezco a la generación de los primeros erasmus. Para mí el estado del bienestar, las fronteras abiertas y la educación gratuita eran cosas que daba por sentadas», explica la comisaria, que en la edición de este año aspira a abrir un debate a través de la fotografía documental para hablar «de quiénes somos, quiénes fuimos o lo que pretendimos, así como lo que nos toca ser ahora y a lo que aspiramos». Leticia Blanco reporta para El Mundo

Europe: lost in translation es el título de la cuarta edición del Docfield, que hasta el próximo 18 de julio despliega en la ciudad una treintena de exposiciones con obra de un centenar de fotógrafos en diversos escenarios (centros de arte, bibliotecas, el Palau Robert, el metro) con un común denominador: la gratuidad. «Es un festival para la gente de la calle, no para el sector», dice su directora, Mònica Omedes, quien destaca el número de actividades programadas para las próximas ocho semanas, que se han triplicado.

Algunas de las muestras más importantes llevan títulos de libros clave sobre Europa. El hombre europeo, que toma el título del ensayo que escribieron a cuatro manos Jorge Semprún y Dominique de Villepin, aborda la identidad europea en el pasado y el contraste entre memoria y amnesia en el Palau Robert. Lo hace con retratos de Michal Iwanoski (su abuelo ucraniano de 85 años fue enviado al gulag en la Segunda Guerra Mundial y el fotógrafo retoma ese viaje), France Keyser (que retrata a los musulmanes franceses intentando huir del estereotipo), Piero Martinello (su objetivo son los márgenes, la segregación y la xenofobia que arraiga en ellos) y Dana Popa, que ha viajado hasta la Rumanía de hoy para inmortalizar a la generación nacida en 1995, post-Ceauescu, que ve la Europa del Holocausto y de los dos bloques como un recuerdo enterrado en el pasado, lejano y casi irreal. «La amnesia es uno de nuestros males», opina la comisaria.

Uno de los capítulos más duros del festival son las fotografías de la exposición Consideraciones de un apolítico (el título aquí está prestado del diario que escribió Thomas Mann durante la Primera Guerra Mundial, donde reflexionaba sobre la relación entre los intelectuales y la política), en la que Simone Donati, France Keyser, Borut Krajnc, Josep Maria Llobet, Daniel Mayrit y Carlos Spottorno reflejan el creciente euroescepticismo a través de diferentes ángulos, desde el ascenso de los populismos (el triunfo de Le Pen o de los programas de telepredicadores pseudofascistas en la televisión italiana) a los paraísos fiscales en suelo europeo o el retrato de las 100 personas más influyentes de la City, el corazón financiero de Europa en Londres, sede del Brexit.

¿Se acuerdan del polémico World Press Photo de 2015? Lo ganó Giovanni Troilo con La Ville Noire. El corazón oscuro de Europa, un reportaje sobre la ciudad de Charleroi, a sólo 50 kilómetros de Bruselas, metáfora perfecta del declive del estado del bienestar. El galardón fue finalmente revocado porque se descubrió que algunas de las instantáneas no habían sido tomadas en Charleroi, sino en el suburbio de Molenbeek, hoy tristemente conocido por ser el escondite de varios yihadistas. La polémica evitó que el reportaje pudiese verse en la última edición de Visa pour L'Image, que lo vetó, pero Docfield trae la exposición a Barcelona para que el público pueda juzgar por sí mismo si el trabajo de Troilo merece la pena o no.

Los refugiados y su día a día en las costas griegas son los protagonistas de Lesbos, una exposición de Alessandro Penso, que lleva años en la isla documentando su llegada y su día a día en los campos de refugiados. En esa línea trabaja Seba Kurtis, que aplica a sus fotografías el mismo proceso que sufren los inmigrantes ilegales que llegan a las Islas Canarias: el argentino sumerge cajas con sus retratos en las mismas aguas del Atlántico y el resultado, con los colores y las formas desvaídos y maltratados, es entre violento y onírico.

El Este es otro de los ejes de Docfield: Dragana Jurisic ha retratado la desintegración de la antigua Yugoslavia en YU: The Lost Country, Myriam Meloni se centra en los más de 100.000 niños y adolescentes moldavos que están creciendo sin sus padres, obligados a emigrar para poder trabajar y Misha Pedan muestra las fotografías que tomó clandestinamente a los pasajeros del metro entre 1985 y 1986 en Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania.

La presencia española viene de la mano de Santi Palacios, testigo de la vulneración de los derechos humanos en la frontera entre Melilla y Nador y el colectivo RUIDO Photo, qué retrata lo que ocurre detrás de las paredes de los opacos Centros de Internamiento para Extranjeros.

Un última reflexión de Natasha para terminar: «Es cierto: no seremos lo que fuimos pero podemos ser algo distinto y tal vez mejor, no necesariamente peor».


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