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El escritor mexicano publica Besar al detective, cuarta entrega de las aventuras del detective Eduardo Zurdo Mendieta, un fiel retrato del narcotráfico en México donde el límite entre la ley y el crimen es más difuso que nunca. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de mayo de 2016. (RanchoNEWS).- Los pobres resultados en una investigación de asesinato obligan al detective Eduardo Zurdo Mendieta, personaje ya icónico de la novela negra, a echar mano de sus contactos dentro del oscuro mundo del narcotráfico. Pero, como todos los favores, ninguno es gratuito. El Zurdo se ve obligado a ayudar a escapar a su vieja amiga Samantha Valdés, jefa del Cártel del Pacífico, quien tras sufrir un atentado se halla convaleciente en un hospital rodeado de militares y policías, pero es descubierto. En la clandestinidad y con un futuro incierto, el Zurdo descubre que alguien con sed de venganza ha secuestrado a su hijo en Los Ángeles. Con ayuda del cártel viaja a Estados Unidos, donde descubre una enmarañada situación en la que reina la confusión operada por el FBI, que esconde intereses de gran alcance que Mendieta no alcanza a vislumbrar. La entrevista es de Andrés Seoane para El Cultural.
Llamado por su amigo Arturo Pérez-Reverte, «el patriarca de la literatura policial en México», Élmer Mendoza (Culiacán, 1949), catedrático de Literatura en la Universidad de Sinaloa, aprovecha esta trama para radiografiar en Besar al detective la violenta cotidianidad del México contemporáneo, donde los cárteles de narcotraficantes libran una batalla sin cuartel, con grandes esferas de las autoridades implicadas, para controlar los corredores de abastecimiento de cocaína con destino a unos Estados Unidos que quizá no están tan empeñados en erradicarlos como hacen creer.
Las sagas son una tradición en la novela negra, publica ahora una novela más del Zurdo Mendieta, ¿hasta dónde llegaremos?
Hace tiempo, durante una cena con Pérez-Reverte y Xavier Velasco, ellos me preguntaron lo mismo y les dije que no sabía si seguiría. Me dijeron que había creado un personaje de culto, y que era mi deber continuarlo. La misma gente te anima, en las firmas de libros la gente me dice «No lo mate usted al Zurdo». Cuando escribí la Balas de plata, ésta me llevó casi inconscientemente a la segunda, y pensé que quizá no seguiría. Pero Besar al detective ya es la cuarta y ya estoy trabajando en la quinta, así que no tiene pinta de que termine pronto.
Mendieta está constantemente al filo, ¿dónde está el límite en México entre la corrupción y ser un buen policía?
Es un tema complejo, porque en muchos casos los que se prestan a eso no tienen otra alternativa. Si no los matarían. Aunque claro, después los sobornos se convierten en costumbre y los beneficios económicos son agradables. Mendieta no lo institucionaliza, no lo convierte en práctica habitual. Intenta ser honesto y buen policía, sigue su moral, aunque si el dinero le llega él no lo rechaza.
¿Hasta qué punto el narcotráfico condiciona el día a día en México?
Creo que hay una visión un tanto distorsionada, que tenemos un poco de mala prensa. Aquí la gente simplemente vive su vida y se pasan días y semanas sin hablar del tema. Es cierto que mueve mucho dinero, pero el dinero que envían los emigrantes, el de la agricultura puntera o del turismo tiene más incidencia en la economía del país.
¿Qué papel juega la literatura en la resolución de este conflicto?
Si uno cree que la literatura resuelve problemas reales se convierte en un sociólogo, no en un escritor. Es impensable que la gente salga a la calle a manifestarse tras leer mis libros, entre otras cosas porque la gente ya sabe lo que ocurre. Mi objetivo como escritor es hacer buena literatura, buenos libros que dejen constancia del México actual que es el del dolor, de la injusticia, de la desesperanza, de la corrupción, y que los mexicanos se sientan orgullosos de su literatura policiaca.
Usted no se pronuncia políticamente, algo extraño en una Hispanoamérica donde los intelectuales, especialmente escritores, juegan y han jugado un papel muy importante en política, ¿por qué?
Sí, es una decisión, yo me separo de ellos al igual que ellos de mí. El día que un político diga lo que mi piensa de mi trabaja quizá yo me pronuncie sobre el suyo. Lo cierto es que ya no creo en la política ni en los políticos. Estuve en las revueltas estudiantiles de 1968 y después en varias cosas que tienen que ver con el trabajo político y eso me ha desencantado. Incluso me ofrecieron ser político, presentarme a candidaturas... pero eso no iría conmigo. Los políticos mexicanos se mueven sus propios intereses económicos, sociales, y hasta amorosos, que están alejados del bienestar general.
Desde 1999 el género ha tenido gran desarrollo y otros buenos exponentes, ¿cómo se siente como «padre» de esta literatura?
Es como una paternidad real, a veces te la niegan y a veces te la conceden, pero cuando las cosas salen bien uno se siente orgulloso. Yo me tomo la novela negra como un asunto muy serio, e intento ofrecer un estilo cuidado y pulido. En un género tan cerrado argumentalmente, con un cadáver, un asesino y un policía; donde hay que luchar es en la forma de expresión, en el lenguaje, en la forma de construir la novela. Me obsesiona cuidar cada párrafo, cada palabra, cada página para escribir una línea que nadie haya escrito. Me gusta haber creado algo perdurable, algo sobre lo que las generaciones futuras podrán trabajar.
Destaca el humor, quizá negro, esa manera de los personajes de lidiar con los sucesos horribles que los rodean
El humor es clave en una literatura tan trágica y con temas tan dramáticos. Es un mecanismo de defensa, tanto en la literatura como en la realidad. Los policías de verdad, tras ver tantos cadáveres, tantas cosas horribles, ellos mismos acaban bromeando y buscando la risa y la ironía como una válvula de escape.
La novela presenta una imagen turbia del FBI y de los estadounidenses, ¿cuál es su parte de culpa en este conflicto?
Para empezar no hay que olvidar que el narco nació de un acuerdo entre las fuerzas del orden y los Estados Unidos en los años 40, para abastecer a los soldados de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad es indudable que es un negocio para ellos. En Estados Unidos hay un montón de drogadictos, gente que sin su dosis es capaz de todo, por lo que interesa el tráfico siga plenamente vigente. Además hay otros intereses. El negocio de la droga enlaza con el de las armas que venden por toda Latinoamérica y la legislación con los capos gringos detenidos por primera vez es ridículamente blanda. Como muestra un dato: El 70% del dinero que produce el tráfico de drogas se queda en Estados Unidos y solo el resto llega a los países productores.
El caso del Chapo Guzmán es especialmente significativo, con sus continuas escapadas, ¿hasta ese punto llega el poder de los cárteles?
Lo del Chapo es un caso maravilloso. Su fuga es absolutamente literaria. Se ha dicho de todo, por ejemplo, que lo querían matar unos insubordinados y aprovechó para esconderse un tiempo en la cárcel, donde no lo podían tocar... Ahora se dice que está perdiendo el poder, pero yo creo que todavía es muy pronto para afirmar algo así. Lo que está claro es que es ya parte del folclore nacional, algo legendario, ya se han compuesto muchos corridos sobre él.
Otro caso que generó mucha controversia fue el de los estudiantes de Iguala, ¿es un caso aislado o solo tuvo más ruido mediático?
Esto es un suceso realmente espantoso, algo intolerable. Si queremos ser un país civilizado no podemos permitir este tipo de cosas. Además con el tiempo se ha enredado todo más. El alcalde y la policía implicados, los padres radicalizados políticamente, los informes del gobierno falseados. Llegaron a afirmar que se estaban formando como guerrilleros, lo que yo no creo. Trajeron a un grupo de investigación que llamaron «los argentinos», pero el problema es que también depende del gobierno, así que se sabrá lo que quieran que se sepa. Esta será una mancha que tendremos para siempre los mexicanos.
La Guerra contra el Narcotráfico, declarada por el gobierno, va a cumplir una década, más allá del ingente número de muertos, ¿qué se ha conseguido?
Creo que los beneficios todavía no se ven realmente a día de hoy. La droga sigue llegando a Estados Unidos por tierra mar y aire, no se ha detenido el trafico, que ahora tiene su epicentro en Phoenix en lugar de en Miami. El narco no va a desaparecer porque hay muchos intereses en juego y muchas partes implicadas dentro y fuera de México. La legislación debe ser más dura, y en este sentido se están haciendo progresos. Las muertes apenas se han reducido, pero hay una especie de pacto entre los medios y las autoridades y se habla menos. En el sexenio anterior, Calderón gustaba de dar sus partes diarios con números de muertos, pero ahora la gente esta hastiada de tanto muerto. Creo que el Gobierno de Peña Nieto ha iniciado, me atrevería a decirlo, la negociación con las bandas más fuertes. No sé si lo hayan conseguido, pero han atemperado el enfrentamiento directo. Esa es la clave, llegar a un entendimiento como se dio durante varias décadas del siglo pasado, alcanzar una convivencia, porque el narco nunca va a desaparecer por completo.
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