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El filósofo español y su esposa. (Foto: El País)
C iudad Juárez, Chihuahua. 15 de mayo de 2016. (RanchoNEWS).- Ferndando Savater no vive. Sobrevive. Lo repite entre lágrimas. Se ha marchado la persona para la que escribía, su gran apoyo en los años de más ardua batalla política. Sara Torres, su mujer, murió en 2015 y desde entonces el filósofo se refugia en su San Sebastián natal. Pero estos días ha salido de su guarida para presentar en México su último libro, Aquí viven leones (Debate). La primera obra en la que comparte autoría con su esposa se ha acabado «convirtiendo en el signo de la desgracia», confiesa, escribe Víctor Usón para El País desde la Ciudad de México.
Lo comenzaron juntos y lo concluyó a solas. La muerte le arrebató a su compañera de vida, la persona que había cuidado con tesón cada uno de sus libros. Junto a ella se marchó el motivo por el que escribía y por eso el autor de Ética para Amador advierte que ésta es su última obra. Se despide de la literatura.
El ensayo que asegura pone fin a su carrera literaria es una invitación a la lectura. En él recorre los rincones y paisajes que rodearon a ocho grandes figuras literarias. Se adentra en la intimidad de William Shakespeare, Agatha Christie, Edgar Allan Poe, Alfonso Reyes, Gustave Flaubert, Giacomo Leopardi, Ramón del Valle-Inclán y Stefan Zweig para recordar que estas fieras de las letras también fueron humanos, que sus vidas no solo estuvieron jalonadas de triunfos. En ellas hubo fracasos y desgracias.
Ha visitado los refugios de ocho grandes escritores, ¿han sido estos autores su refugio?
Los libros han sido mi jardín secreto. Ahí me guarecí de los males y las persecuciones.
¿Aquí viven leones acaba siendo una intromisión en la vida de ocho autores?
Es un libro un poco desvergonzado. En él he contado aquello que los humaniza. He dejado fuera el cotilleo, no tengo intención de entrar a sus retretes, de buscar miserias escatológicas.
Si entre los escritores escogidos en su obra apareciera usted ¿cuáles serían sus rincones y paisajes?
Soy vanidoso pero no idiota (risas).
Pero, ¿cuáles son sus refugios?
San Sebastián, donde nací, y París, mi ideal y que también lo era para Sara. Añadiría Madrid y ciertos sitios de Italia y América Latina.
Y en México, ¿dónde busca cobijo?
Ahora casi no tengo refugios en México porque mis estancias son muy cortas pero en mis primeros viajes descubrí lugares como Oaxaca. Venía con amigos a dar una conferencia y luego nos quedábamos un mes emborrachándonos en las cantinas.
En ese hipotético libro en el que usted sería uno de los protagonistas ¿habría que hablar mucho de política?
En realidad, me he visto involucrado en la política porque no he querido que otros gestionasen mi vida. Estuve en ella en la época de Franco y me tocó seguir en los años del terrorismo y sus imposiciones. He estado en ella por circunstancias históricas. Quizá si hubiera nacido en Murcia no me hubiese implicado tanto.
Pero continúa en ella.
Sí, pero por mala leche. Veo cosas que no me gustan y eso hace que salga de la cueva (risas).
En el libro retrata el México de Alfonso Reyes, una nación generosa que acogió a los exiliados españoles. ¿La imagen que plasmaría hoy del país sería más negra?
El México de los últimos 15 años tiene la marca terrible de la violencia. Una violencia impune; en ocasiones, cometida por quien debía perseguirla. En parte, se debe a esa estúpida cruzada contra las drogas, que se ha convertido en una de las maldiciones de América.
Reitera que este es su último libro. ¿Dejará de rugir ese león que es Fernando Savater?
Soy un león que está desdentado y al que le quedan pocos rugidos que dar. Seguiré con artículos en la prensa y dejaré los libros. Los escribía para que Sara me leyera. Quizá haga algo sobre nuestra relación pero no sé si me gustaría publicarlo o tenerlo para mí.
¿Es Aquí viven leones una declaración de amor?
Sin duda.
¿Hay dolor en él?
Empezó siendo el libro más jocundo y acabó siendo el signo de la desgracia. Tiene el sello de la pérdida.
¿Se planteó abandonarlo tras su muerte?
Pensé que no iba a ser capaz de terminarlo. Cuando abría los dosieres (con la documentación que Sara preparaba), me venían constantes recuerdos a la mente. Finalmente lo logré agarrando fuerzas y con la ayuda del whisky.
¿Terminar el libro le ayudó a superar el duelo?
El problema es que no creo en la idea de superar el duelo. La gente insiste en que deje de estar triste. Incluso, hay quien me regaña. Es como si me hubieran cortado una pierna y a la semana fuera extraño que siguiese cojeando.
¿Cómo encara el futuro?
Sólo tengo pasado, no hay futuro. Cuando murió Sara dejé de vivir. Y ahora simplemente sobrevivo (se emociona).
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