Rancho Las Voces: Libros / España: «Breve historia de siete asesinatos» de Marlon James
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

lunes, mayo 09, 2016

Libros / España: «Breve historia de siete asesinatos» de Marlon James

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Marlon James. (Foto: Jeffrey Skemp)

C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de mayo de 2016. (RanchoNEWS).- «Bueno, en una historia llega un momento en que tienes que expandirte», observa un personaje ya bien entrada Breve historia de siete asesinatos, la nueva novela de Marlon James. «No puedes limitarte a enfocar. Hay que darle perspectiva». Un periodista estadounidense llamado Alex Pierce se explica ante un grupo de narcotraficantes jamaicanos, miembros de la banda Storm Posse, que han seguido sus pasos hasta Brooklyn y amenazan con matarlo si no reescribe su próximo artículo siguiendo sus instrucciones. Zachary Lazar escribe para El Cultural.

Estamos en 1991, y Alex sabe demasiado, y, al mismo tiempo, demasiado poco, sobre la violencia de las bandas que asola Jamaica desde su independencia en 1962. Al igual que todos los escritores, es un despistado en busca de una pista. Esa sensación apremiante de no conocer atormenta en particular a los novelistas. James, el creador de Pierce, tiene tal afán inquisitivo que va más allá de lo que se puede establecer como hecho histórico e inventa lo que hay detrás, esos pensamientos y esas emociones que jamás se podrán conocer con certeza.

Breve historia de siete asesinatos se basa en parte en la historia real de la banda Shower Posse, que inició su ascenso en Kingston a comienzos de la década de 1960 y se expandió a Estados Unidos, donde, alrededor de la década de 1980, controlaba gran parte del tráfico de crack de Nueva York y Miami. En el libro se alía con Griselda Blanco y el cártel de Medellín. La alianza alude a la del primer ministro jamaicano, Edward Seaga, y su Partido Laborista de Jamaica (PLJ), con esa misma banda, cuando el primero utilizó a sus miembros como sicarios en los suburbios de Tivoli Gardens (Copenhagen City en la novela de James), que se convirtieron en feudo del partido. Tanto el PLJ como su rival, el Partido Nacional del Pueblo (PNP), tenían bandas armadas a su servicio, ya que quien controlaba los suburbios controlaba Kingston, y quien ganaba las elecciones en Kingston ganaba también las nacionales.

Esta guerra por controlar los territorios desembocó en una espiral de pobreza y violencia salvaje. Fue la clase de trauma descrito y transmutado en canción por el gran Bob Marley (al que la novela se refiere como «El Cantante»). En 1976, en medio de un derramamiento de sangre sin precedentes, Marley anunció un concierto gratuito para fomentar la paz en Kingston. (El propio Marley estuvo atrapado entre el PLJ y el PNP junto con sus bandas criminales). Al mismo tiempo, fuerzas externas entre las que se encontraban la CIA, los cubanos anticastristas y los cárteles de la droga de Colombia, confluían en Jamaica llevando dinero y armas.

Si todo esto suena confuso es porque es real. El 3 de diciembre, antes de que pudiese dar su concierto, una banda de pistoleros tendió una emboscada a Marley en su casa. Dos disparos alcanzaron al cantante, que estuvo a punto de morir. Después de eso, el crimen organizado jamaicano se hizo internacional.

La historia siempre excede nuestra capacidad de mantenernos al corriente -las noticias diarias en sí son un bombardeo imposible-, así que determinado tipo de novela ha evolucionado para construir relatos a partir de semejante caos, no con el fin de encontrar respuestas, sino de captar qué significa la historia, cómo nos desfigura, nos confunde, nos enreda. Si uno ha nacido en Jamaica, como James, la historia reciente le puede sugerir una crónica de gánsteres. El argumento central y la metáfora de su novela es un intrincado juego de conexiones entre el frustrado asesinato de El Cantante y un jefe mafioso conectado con el JLP llamado Josey Wales. El hombre que va a matar a El Cantante, un icono de la paz, es un gánster cuyo negocio de exportación no es el reggae, sino la cocaína. El que esta hipótesis se pueda o no verificar objetivamente no tiene importancia. No se puede. Lo que importa es que la historia es convincente y sugestiva.

A ello contribuye que James, como demuestran también John Crow's Devil [El diablo de John Crow] (2005) y The Book of Night Women [El libro de las mujeres nocturnas] (2009), es un virtuoso retratando la violencia, sobre todo al principio del libro, donde asistimos a una sucesión de escenas de pasmoso sadismo en las que la brutalidad incita a los niños y a los jóvenes a ser brutales también. Una vez más, esto es lo que significa la historia para los que están en el lado equivocado, y la mayor virtud de la novela reside en la manera en que transmite la degradación de los suburbios de Kingston, que el autor retrata con vivacidad incluso a través de la voz a veces absurda del personaje del periodista: «En Eight Lanes, el zinc brilla como el níquel. En Jungle está acribillado a balazos y oxidado con el color del polvo del campo de Jamaica... El suburbio es un olor... Colonia Old Spice, English Leather y Brut. La carne cruda de la cabra recién sacrificada; la pimienta y el pimentón en la sopa hecha con la cabeza de la cabra». Estos pasajes revelan qué es en esencia esta novela: una epopeya de las consecuencias del poscolonialismo, en Jamaica y en cualquier sitio, y de la participación en ellas de Estados Unidos. Al final, la obra no solo es convincente, sino también trágica, si bien en su polifonía y en su alcance es algo más.

De hecho, a medida que leía, la creciente sensación de absurdo de la novela, sus referencias a la cultura pop, su ventriloquía compulsiva y su gama de tonos -cómico, surrealista, paródico, de pesadilla- curiosamente me iban recordando cada vez más al todo o nada de La broma infinita de David Foster Wallace. (Incluso empecé a preguntarme si el título, evidentemente irónico dada su longitud, no era un homenaje a Entrevistas breves con hombres repulsivos, de Wallace). A veces este eclecticismo tenía el extraño efecto de distraerme del coraje del libro de James, que, al fin y al cabo, es una exploración de los actos violentos de la vida real. Uno de los personajes principales, por ejemplo, es una mujer llamada Nina Burgess, que huye de las guerras entre las bandas de Kingston para empezar una nueva vida en Nueva York como acompañante de un rico anciano blanco. Cuando empiezan a flirtear, Nina piensa:  «Ya conozco esta parte. He visto Dinastía. Debería preguntarle si le apetece una copa. ... Pero no lo voy a hacer, aunque se parece mucho a Lyle Waggoner, y he oído que Lyle posó para Playgirl». Tal vez sea su afán de hacer de Nina algo más que una mera víctima o un estereotipo la razón por la que James le adjudica estas ideas sardónicas, aunque enmascaren en parte su soledad y su terror (huye literalmente para salvar su vida). La virtud de la ironía es que produce incomodidad y, aunque a veces he forcejeado con la ironía del autor, a él le ha permitido escribir un texto hermoso sin que resulte demasiado hermoso, lo cual habría sido un problema diferente.

«Hay quien tiene ciertas ideas sobre sí mismos. A lo mejor es cosa de los suburbios, donde, si no te destruye otro, te destruyes tú mismo», dice Marlon James más adelante, en un tono más potente puesto en boca de uno de los marginados de la ciudad de Kingston. «Todos en el suburbio han nacido con ello, pero El Cantante, no sé cómo, lo cura. Míranos en la foto, los dos más listos que el barrio, aunque solo uno de los dos consiguió salir».

El personaje que habla está en la cárcel en Rikers Island. El Cantante ha muerto, y nadie lo remplazará jamás. En cambio, el desfile de delincuentes prosigue interminablemente. Parodia, pesadilla, baño de sangre, poema; al final, Breve historia de siete asesinatos adquiere un poder hipnótico. Produce su propia música, que no es como la de Bob Marley, sino como la de la agitación que él no pudo parar.


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