Uno de los fieles que acude a las misas de padre Cataldo, en una imagen del documental. (Foto: ARCHIVO)
C iudad Juárez, Chihuahua. 7 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- Una mujer espera sentada. Y padre Cataldo la observa. La calma dura poco: hasta que el cura echa gotas de agua bendita sobre la señora. Ella se sacude ligeramente. «¿Qué te ocurre?», pregunta él con tono provocativo. Entonces, coloca su mano sobre la cabeza de la anciana. De inmediato, esta se convierte en una bestia demoníaca, que lanza lloros y sonidos monstruosos. «¡Déjame, bastardo! ¡Es mía, no me la puedes quitar!», le grita al religioso. Él, sin embargo, no se inmuta. Al fin y al cabo, es el pan suyo de cada día. A eso se supone que se dedican los exorcistas: afrontar de tú a tú al diablo y echarlo del cuerpo de los poseídos. ¿Farsa o cura salvífica? Liberami (Libérame), de Federica Di Giacomo, responde con un tercer camino: el de los hechos, del documental. Así que lo que hoy se proyecta en Venecia, en la sección Horizontes, no es un juicio, sino un viaje tan íntimo como surreal por la vida de un estajanovista del exorcismo y sus fieles. Tommaso Koch informa desde Venecia para El País.
Resulta que la cotidiana guerra contra el demonio también se toma vacaciones. Era verano y Rosalia no lograba encontrar ni un solo exorcista en su provincia. Así que decidió cruzar media Sicilia para ir hasta Palermo. Allí, tenía entendido, había un cura especialmente eficaz. La fiel se lo contó a Di Giacomo, quien se apuntó, cámara en mano, a la visita a padre Cataldo. «Me encontré con un sacerdote asediado por masas de fieles inquietos, que nunca rechazaba a nadie y dispuesto a practicar exorcismos días y noches. A eso unía una sinceridad tremenda hacia quien le planteaba problemas que nada tenían que ver con lo diabólico y una capacidad de volver muy vivas sus misas», relata la cineasta. Por eso aquella ruta se convirtió en un viaje de tres años, entre grabaciones, meses de incertidumbre y autofinanciación y por fin la luz verde definitiva.
«El exorcismo tiene en sí algo adrenalínico, primordial y fuertemente catártico que puede provocar dependencia tanto en quien lo recibe como en quien lo observa», resume Di Giacomo, quien asegura que estos ritos experimentan un fuerte repunte. En España, un estudio de 2011 (Exorcismos. Fuentes y teología del ritual de 1952) sostenía que el 26% de las 69 diócesis contaba con un exorcista. Sea como fuere, cada espectador llegará a sus propias conclusiones sobre esta práctica y padre Cataldo. Por eso, la cineasta no quiere dar su opinión. Se limita a emplear el término «disturbado» para los poseídos y a prometer: «Todo lo que hay en la película es lo que vería quien le encontrara».
Padre Cataldo, en una imagen de Liberami.
Así, durante 80 minutos, Liberami ofrece imágenes alucinantes. Se ve al cura practicar exorcismos incluso por el móvil —«eres un demonio malo, deja en paz a Lucia»— o exclamar ante una habitación desordenada: «En esta confusión está el diablo». Hay una fiel que explica como quien padeciera una enfermedad que ella tenía a «Asmodeo, un demonio que pervierte la sexualidad». Y se asiste a misas caóticas: hombres tirados en el suelo, otros a cuatro patas que emiten ladridos animales, disturbados que sollozan o imprecan.
Todavía más sorprendente, quizás, es la cercanía de la cámara a los fieles. Di Giacomo filma al joven Enrico a la espera a ser atendido por padre Cataldo, pero también cuando sus progenitores se niegan a abrirle la puerta de casa o mientras esnifa cocaína. Y el documental entra en el coche en el que la adolescente Giulia y su familia viajan hacia el cura, confiando en que acabe con los ataques de la pequeña. «Puedo pensar que algunos mistifiquen o se dejen llevar por la corriente de delirio. Pero el hecho de que personas de edad, sexo y nivel social distinto se porten así a solas ante un cura y reaccionen a las mismas palabras con síntomas físicas parecidas abre cuando menos muchos interrogantes: sobre la expresión de la rabia, de la impotencia, sobre la gestión de la alienación…», agrega la cineasta. Y otra pregunta clave es la que deja caer Enrico: «¿A dónde vas si estás poseído? ¿A ver a Dylan Dog [un cómic sobre un detective de lo sobrenatural]? La sociedad no te ayuda a curarte».
La directora Federica Di Giacomo.
Lo cierto es que muchos disturbados aseguran que apuraron los intentos médicos, y solo les quedó el exorcismo. Y juran sentirse liberados tras el rito. Lo que no quita las dudas sobre esa práctica: por ejemplo, ¿no provoca un dañino efecto contagio? «Tanto como existen los casos de mala sanidad o los efectos adversos de los fármacos, hay riesgos implícitos en un exorcismo. Y es cierto que la psicosis puede reforzarse. También por eso la Iglesia pone mucha atención en el tema de discernimiento, el momento en que el sacerdote debería distinguir entre perturbación mental y vejación maligna [solo puede aplicar el rito en el segundo caso]». Una vez más Di Giacomo rehúye los juicios y propone otra clave: «Deberíamos interrogarnos sobre la liberación y la posesión y si han dejado de ser estados absolutos para ser algo más fluido». La respuesta, ya saben, la deja al espectador.
Entre luz y sombra
Hacia el final del documental, padre Cataldo acude a un curso de formación para exorcistas en Roma, celebrado bajo el paraguas del Vaticano. Y poco después la película destaca el aumento de esta práctica en los últimos años así como el nombramiento de cada vez más exorcistas; la Curia de Milán llegó a habilitar incluso un call center para los poseídos.
Pero, más en general, ¿qué opina el Vaticano? «Hay disposiciones internas de la Iglesia que desalientan, fuertemente, todo tipo de publicidad de los ritos exorcistas, por temor de escándalos y acusas de oscurantismo», afirma Di Giacomo. La cineasta destaca sin embargo que hay un profundo debate entre sacerdotes cómodos en la sombra y otros que querrían transparencia: «Dicen que contribuiría a establecer un punto medio. Porque ahora o se cree que Satán no existe o se le ve por todos los lados; y el cura es un monstruo o un líder carismático que sanea con la mirada».
«Los cursos organizados por la Universidad Pontificia y por las diócesis van en esta dirección y el propio Papa Francisco ha reconocido oficialmente la Asociación Italiana Exorcistas», agrega Di Giacomo.
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