C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- Fundado en Santander en 1967 (el año que viene cumplirá 50 años) por Florentina Soto y Ángel Gil, este establecimiento sigue marcando los pasos de los amantes de la Literatura. Hablamos con Paz Gil Soto, la principal artífice, escribe Inés Martín Rodrigo desde Madrid para El País
¿Por qué decidiste ser librera?
En realidad, fue algo casi natural, después de crecer, junto con mis hermanos, en la librería que habían fundado mis padres. Al finalizar la carrera de Periodismo, en Madrid, y volver a Santander, mis hermanas y yo decidimos montar una librería donde aplicar nuestras ideas: que fuera un lugar agradable, con un espacio para actividades e informatizado, dotarle de una imagen propia y reconocible, promoviendo el fondo literario y especializándonos en literatura infantil. Para enriquecer nuestra visión, fuimos a conocer librerías en España y en otros países y acudimos a las ferias de libros extranjeras.
¿Cuál es tu sección favorita de la librería?
Todas son favoritas porque nacen de nosotros, del debate, del intercambio de ideas de los libreros que trabajamos en Gil; pensamos mucho en cómo conformarlas, y eso hace difícil, al margen de los gustos personales, elegir una solamente. Al mismo tiempo, las secciones de la librería están vivas, se transforman –como cuando aparece una nueva editorial o la literatura de un país cobra más fuerza–. No dejamos de pensar en cómo enriquecerlas, en cómo hacer que sigan creciendo.
Si tuvieras espacio infinito, ¿qué añadirías?
Añadiría más títulos, más fondo editorial en las secciones que ya tenemos, y una amplia zona de literatura, poesía y ensayo en sus lenguas originales.
¿A qué autor/a, ya fallecido/a, te habría gustado invitar a un club de lectura?
A tantos con los que hablar de tantos libros. Como una imposible respuesta a una pregunta imposible, a Natalia Ginzburg.
¿Y actual?
Nos encantaría poder descubrir un secreto en la librería, por lo que nos gustaría invitar a nuestro club de lectura a Elena Ferrante.
¿Tu libro favorito?
Una librera no puede tener un libro favorito. Durante todos estos años he aprendido que cada día puedo tener uno, ya sea mi última prescripción, el que acabo de terminar de leer o el que un amigo me ha recomendado. Por contestar, te diré dos: «El árbol de la ciencia», de Pio Baroja, y «El maestro Juan Martínez que estaba allí», de Manuel Chaves Nogales.
¿Cuál es la mayor sorpresa que te ha deparado un lector? ¿Y la situación más extraña que has vivido?
Prácticamente todos los días ocurren en la librería anécdotas curiosas o divertidas. Una de las más sorprendentes nos ocurrió hace años, cuando me interrogaron telefónicamente acerca de la mejor traducción y edición de un libro de Goethe. Tras una larga charla, amigable pero incisiva, acordamos que el interlocutor pasaría por la librería más tarde, hecho que nunca ocurrió. Meses más tarde, casualmente, pude saber que el editor Mario Muchnik, como miembro del jurado del Premio Nacional de Librero Cultural, estaba realizando una investigación entre las distintas librerías que optábamos al galardón. A pesar de que ese año no fuimos premiados, fue muy satisfactorio enterarnos que habíamos superado la prueba con éxito.
Si no estuvieras al frente de una librería, ¿qué estarías haciendo?
Posiblemente algo relacionado con el mundo editorial, que también me apasiona.
¿Cuál es el mejor recuerdo que guardas de las librerías de tu infancia?
Asocio mi infancia a la librería de mis padres. Recuerdo la ilusión que sentía cuando abríamos una caja con el último Tintín, Astérix o las novelas de Enyd Blyton, que leía de inmediato en un rincón. Y ahora sé que, en aquel momento, mi mirada de librera comenzaba a forjarse, porque también estaba al otro lado del mostrador, podía conocer el trabajo que se realizaba en la parte trasera.
¿Qué consejo le darías a alguien que abriera ahora una librería o que estuviera pensando hacerlo?
Que visitase todas las librerías que pudiera. Y que trabajase, previamente, en una librería para descubrir las múltiples y diferentes facetas que la conforman. Además de leer mucho, creo que es necesario aprender a gestionar y catalogar; cuidar la atención al cliente; saber organizar actividades y eventos, tanto para niños como para adultos; también es conveniente conocer algo de economía, de informática y... paciencia, mucha paciencia. Por otra parte, siempre he considerado que debiera haber una educación reglada para ser librero, que incluyera la formación en todos estos aspectos.
¿Qué tiene de especial vuestra librería? ¿Por qué hay que visitaros?
Creo que, como tantas librerías independientes, formamos parte del tejido cultural de la ciudad. Nos preocupamos por descubrir y aportar un amplio fondo de títulos y editoriales. También queremos que la librería sea un espacio abierto y agradable donde los ciudadanos se sientan cómodos y puedan sentir que forman parte importante de un proyecto. A eso también contribuye el propio espacio físico de la librería, y por eso nos hemos esforzado en que sea un entorno luminoso, abierto y acogedor, dotado de una programación de actividades culturales y vinculadas con la literatura y las inquietudes ciudadanas. Considero que, con todo ello, hemos logrado conformar una red cultural y social. En definitiva, una buena librería depende de sus buenos lectores, formando entre ambos una entidad mayor. Nos gusta creer que esto se puede producir, como en otras, en la nuestra.
Y la última: ¿qué libro, de reciente publicación, recomendarías a nuestros lectores?
Por mi experiencia como librera, no suelo recomendar un libro de un modo general, dado que una parte muy importante de nuestra labor como libreros es prescribir en singular, a través de la conversación y del conocimiento concreto. Últimamente estoy recomendando el ensayo «La España vacía» (Turner), de Sergio del Molino, y la novela autobiográfica «Un padre extranjero» (Impedimenta), de Eduardo Berti. Porque son dos libros que he leído recientemente y me han gustado mucho.
REGRESAR A LA REVISTA