Rancho Las Voces: Libros / España: La madre del asesino de Trotsky
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

lunes, septiembre 12, 2016

Libros / España: La madre del asesino de Trotsky

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Caridad del Rio Mercader, madre del asesino del revolucionario ruso. (Foto: La Vanguardia)

C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- El día en que su hijo mató a Trotski, en el momento en que le clavaba el piolet, ella le esperaba en una calle próxima a la casa. Dentro de un coche. Caridad tuteló todo el largo proceso que había llevado al asesinato. «Dicen que le dio la bendición y esperó. Hay muchas formas de darse valor mutuamente. Lo que parece que Caridad le dio fue el último empujón», escribe Gregorio Luri en El cielo prometido. Una mujer al servicio de Stalin (Ariel), un adictivo y minucioso libro y que le ha llevado dos décadas de cocción. La idea se gestó cuando el azar quiso que Luri conociera a Luis, hermano de Ramon Mercader. «¡Una mujer terrible, terrible!, le comentó el hijo pequeño de esta saga (su padre biológico no era Pablo Mercader, como el resto de hermanos). Esa circunstancia había supuesto un cisma para la familia, escribe Núria Esscur para La Vanguardia desde Barcelona.

Ese 20 de agosto de 1940 Ramon Mercader, un hombre de partido, con una presencia física imponente, se había mostrado nervioso como nunca con Sylvia, su novia. Sylvia Ageloff fue la mujer –mecanógrafa y ayudante de Trotski– a la que hizo creer que estaba enamorado para abrirse camino hasta el dirigente. Primero intentó logar la ayuda de Frida Kahlo, pero ésta se la denegó.

El día en que su hijo mató a Trotski, en el momento en que le clavaba el piolet, ella le esperaba en una calle próxima a la casa. Dentro de un coche. Caridad tuteló todo el largo proceso que había llevado al asesinato. «Dicen que le dio la bendición y esperó. Hay muchas formas de darse valor mutuamente. Lo que parece que Caridad le dio fue el último empujón», escribe Gregorio Luri en El cielo prometido. Una mujer al servicio de Stalin (Ariel), un adictivo y minucioso libro y que le ha llevado dos décadas de cocción. La idea se gestó cuando el azar quiso que Luri conociera a Luis, hermano de Ramon Mercader. «¡Una mujer terrible, terrible!, le comentó el hijo pequeño de esta saga (su padre biológico no era Pablo Mercader, como el resto de hermanos). Esa circunstancia había supuesto un cisma para la familia.

Ese 20 de agosto de 1940 Ramon Mercader, un hombre de partido, con una presencia física imponente, se había mostrado nervioso como nunca con Sylvia, su novia. Sylvia Ageloff fue la mujer –mecanógrafa y ayudante de Trotski– a la que hizo creer que estaba enamorado para abrirse camino hasta el dirigente. Primero intentó logar la ayuda de Frida Kahlo, pero esta se la denegó.

Pero... ¿cómo era, en realidad, Caridad del Río (tomó el apellido Mercader de su marido)? Parece que nació en Santiago de Cuba en 1892 (ni siquiera esa fecha es segura) y que hasta los treinta años fue una burguesa de manual que amaba montar a caballo, nadar y fumar cada día dos paquetes de Gauloises sin filtro. Ni sus cinco hijos –todos en escuelas religiosas– ni un esposo complaciente, Pablo Mercader, le parecieron suficientes motivos de felicidad. Caridad se licenció en matemáticas en la Sorbona. Estricta, resuelta y soñadora se aferró a lo que le parecía mucho más intenso: la causa comunista. La familia de su esposo llega a ingresarla en un sanatorio psiquiátrico en Sant Gervasi donde recibe «terapia electroconvulsiva». La llamaban La heroína de las Drassanes.

Tras el asesinato, Ramon Mercader pasó veinte años en la cárcel, previo paso por mil horas de sesiones psiquiátricas. Ahora que se estrena la película El elegido de Antonio Chavarrías cabe recordar aquella otra película sobre el asesinato de Trotski, de Josep Losey, protagonizada por Alain Delon. «Ramon era mucho más guapo», dijo Sara Montiel, que visitó muchas veces a Ramón en su celda. Él acabó viviendo con Roquelia, una mujer que al ver su foto en el periódico quedó perdidamente enamorada.

Nunca logró olvidar el grito de Trotski al recibir el impacto del piolet. «Tan largo, infinito, que me perfora aún el cerebro». Para muchos de los testimonios del libro Ramón no fue un «criminal sanguinario sino un asesino político, un hombre atrapado en sus convicciones». En cualquier caso no le exime de sus actos.

El 6 de mayo de 1960 Ramón Mercader es puesto en libertad. Le asignan un amplio apartamento en Sokol, barrio residencial. Le conceden también una dacha en Krátova, a 42 kilómetros de Moscú, y una pensión del comité central y del KGB que era equiva­lente a la de un general de división retirado. Murió en el año 1978. Sus cenizas fueron transportadas por su mujer y sus hijos a Moscú.

«Creo que Caridad amó a sus hijos... a su manera», afirma Gregorio Luri. Se sintió siempre culpable del crimen que permitió que perpetrara su hijo y pasó años atormentada por dar con la fórmula que lo sacara de la prisión de México. Acabó sus días en una desesperante soledad, recordando a Pablo, el hijo que perdió en el frente. Ya no era aquella mujer que había glosado el diario Treball: «Nuestra excelente camarada Caridad Mercader, que tan bravamente se batió en Barcelona y Huesca, continua gravemente herida, pero fuera de peligro...»

Todos los españoles «que vivieron en el paraíso soviético sabían que estaban en el infierno de Dante y soñaban con escapar de él», le escribe Yves Monino al autor de esta biografía. Al final de libro, Gregorio Luri, buen conocedor de las disciplinas pedagógicas, le pregunta a Jean-Michel Kantor (para quien Caridad fue como su abuela) con qué recuerdo se queda de ella. «¡Con su éclat de rire!», le contesta. En palabras de Alain Minc esa risa era «demasiado violenta para ser un signo de alegría vital, pero suficiente para traducir la violencia misma de la vida».

Madre e hijo habían pasado muchos veranos en Sant Feliu de Guíxols, recuerdos de la infancia que Ramón mantuvo intactos. Al final de su vida dijo que aquel era «el paraíso» del que nunca hubiera querido salir.



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