C iudad Juárez, Chihuahua. 11 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- En 2015, el cine latinoamericano se marchó de Venecia con premio doble: el inesperado León de Oro a la mejor película para Desde allá, del venezolano Lorenzo Vigas, y un León de Plata al mejor director al argentino Pablo Trapero por El clan. Latinoamérica no ha logrado igualar en esta edición aquella impresionante plusmarca, pero tampoco se ha quedado lejos. De las cuatro películas de directores latinos que competían en la sección oficial de la Mostra, dos se marcharon anoche con un premio destacado: el galardón al mejor director que consiguió el mexicano Amat Escalante por la polémica La región salvaje, y la Copa Volpi al mejor actor para el argentino Óscar Martínez por su interpretación de un Nobel de Literatura en El ciudadano ilustre, reporta Álex Vicente para El País desde Venecia.
El festival más veterano del mundo vuelve a saludar así el buen estado de salud de una cinematografía que se ha vuelto omnipresente en los certámenes más prestigiosos, donde parece haber sustituido a la nueva ola de cine asiático que marcó las dos décadas anteriores. El director artístico de la Mostra de Venecia, Alberto Barbera, no deja de repetir a quien quiera escucharle que se trata del cine más vivo e interesante que exista la actualidad. Mientras tanto, el delegado general del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, ha propuesto al cine europeo que se reinvente siguiendo el mismo patrón. Es decir, haciendo una apuesta por las generaciones jóvenes, mostrando apego por la realidad social, pero observándola desde ángulos distintos a los habituales, e impulsando leyes favorecedoras en términos fiscales para la creación cinematográfica. Desdeñado durante décadas con cierto paternalismo desde el viejo continente, el cine latinoamericano es ahora un ejemplo a seguir.
Amat Escalante, de 37 años, sale especialmente reforzado de esta contienda. Su película, cruce de realismo social y cine de género, había gustado solo a medias. Fue la obra más debatida. Y, seguramente, la más incomprendida del festival. La región salvaje dividió a la crítica y desconcertó a un público perplejo ante una historia extraña y anfibia, que da cuenta de las vidas de cuatro jóvenes en el México de hoy, relacionados por vínculos de malsana interdependencia, así como por su fascinación por una extraña criatura de fálicos tentáculos que procura un placer sexual absoluto pero nocivo; capaz de provocar el éxtasis pero también la muerte. Pese a la polémica generada, Escalante no se marcha de la Mostra con mal sabor de boca. «A algunos les ha encantado y a otros, no», se resignaba anoche. «Me voy con la idea de que acaba de nacer mi película, que la acaban de completar los ojos de quienes la vieron en Venecia. Y todo nacimiento es también algo doloroso», afirmaba en la rueda de prensa posterior a la entrega de premios.
Más tarde, en uno de los pasillos de la Mostra, con el galardón en la mano, admitía haberse protegido moderando su optimismo. «Intentaba no esperar ningún premio, porque me suele ir mejor así. Ya era muy bonito estar aquí, porque esta es mi primera vez en Venecia. El premio es como la guinda sobre el pastel», sostenía. En el fondo, Escalante está acostumbrado a generar furor. En el Festival de Cannes de 2013 ya escandalizó con Heli, brutal crónica de la guerra de cárteles en México, que contenía una escena de tortura de un joven secuestrado por los narcos de las que no se olvidan. Pese a las reacciones divididas, se terminó llevando el premio al mejor director, para más inri concedido por un jurado que presidía Steven Spielberg.
Escalante ha vuelto a ser acusado por sus detractores de apostar por una provocación gratuita. «Sí, aspiro a provocar, pero en el sentido de provocar emociones. El cine tiene que provocar sentimientos. Para eso se va a ver una película o se escucha música: para provocar algo en tu interior. Lo que no quiero es chocar sólo por chocar… Para eso basta con buscar cualquier cosa en Internet», aseguraba. «Me dedico a esto desde los 15 años, hace más de dos décadas, pero siento que cada nueva película es como si fuera la primera. Mi objetivo es seguir sorprendiéndome a mi mismo, y también al público», concluyó el director, antiguo ayudante de dirección de Carlos Reygadas. Escalante es hijo de mexicano y estadounidense y creció a ambos lados de la frontera, aunque nació a finales de los setenta en Barcelona, donde luego volvería para estudiar cine en el Centre d’Estudis Cinematogràfics de Catalunya (CECC). Responsable hasta ahora de tres películas inscritas en la descripción de la situación social, la exclusión y las migraciones, este fan de Luis Buñuel y Werner Herzog parece abrir con La región salvaje un nuevo capítulo en su filmografía.
El otro premio destacado para el cine latinoamericano fue la Copa Volpi para Óscar Martínez, mucho más consensual. Su interpretación de un Nobel de Literatura que decide volver a su pueblo natal, una pequeña localidad del interior de la provincia de Buenos Aires que no ha pisado en décadas, para recibir un homenaje había sido aplaudida de forma prácticamente unánime. El premio supone la consagración de un actor de largo recorrido, tanto en teatro y televisión como en el cine, donde ha trabajado con directores como Fernando Ayala (La gran ruta), Eliseo Subiela (No te mueras sin decirme adónde vas), Daniel Burman (El nido vacío), Damian Szifrón (Relatos salvajes) o Santiago Mitre (La patota). A los 66 años, Martínez obtiene ahora el premio más importante de su carrera. «Me honra muchísimo, basta con ver la lista de nombres…», se admiraba. ¿Lo vive como una consagración? «Más bien como un reconocimiento halagador que honra y me emociona. La palabra consagración no me gusta. En el fondo, los actores siempre tenemos que demostrar y refrendar lo que hemos hecho antes, y siempre asumimos riesgos», respondía Martínez, primer intérprete argentino que obtiene un premio en Venecia. De cara a 2017, el actor tiene un proyecto de película en España y otro en Argentina, además de un ensayo sobre el oficio de actor a punto de publicación, que se titulará Ensayo general.
Sin triunfalismo
Tanto Escalante como Martínez evitaron el triunfalismo a la hora de comentar este doble triunfo para el cine latinoamericano y aprovecharon para señalar las deficiencias del sistema de distribución de las películas que se ruedan en el continente. «Estamos sufriendo para lograr que estas películas se vean en nuestros propios países. Especialmente en México, que está al lado de Estados Unidos y es uno de los países más importantes para Hollywood y sus distribuidoras. No se nos están dando las ventajas que podría haber. Es algo que se tiene que atender en un futuro próximo, porque hasta ahora no se ha logrado», argumentó Escalante, que no dijo haber acudido en Venecia en calidad de representante del cine latinoamericano. «No me siento embajador de nada, aunque sí siento una cercanía y una camaradería con los demás cineastas de América Latina. Siento que nos estamos ayudando y apoyando, y eso ha cambiado respecto a la situación que había antes», aseguró.
Óscar Martínez le dio la razón. «Argentina no está tan cerca de Estados Unidos, pero también se ha monopolizado no sólo la producción, sino también la distribución y la exhibición de las películas. Casi todas las cadenas de cine en Argentina están en manos estadounidenses. Aún teniendo películas exitosas, siempre hay que luchar para no ser pasados a retiro antes de que la película culmine su recorrido comercial», lamentó el actor. «Si es verdad, como dice Escalante, que nos estamos apoyando unos a otros, éste es un terreno específico en el que tendríamos que ayudarnos más. En primer lugar, tomando conciencia del problema y estableciendo políticas que nos puedan proteger y favorecer en nuestros propios mercados, a nivel continental», propuso Martínez. El aplauso internacional existe, pero también los problemas de fondo.
Lav Diaz gana el León de Oro del festival de Venecia con The woman who left
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El cineasta filipino Lav Diaz ha ganado el León de Oro de la Mostra de Venecia con The woman who left, una cinta de cuatro horas donde vuelve a examinar los rincones más oscuros de la historia de su país. Este desenlace no era improbable, ya que la película había sido acogida con grandes aplausos, pero fue saludado por su valentía. El galardón consagra a un autor semidesconocido para el gran público, pero que hace años que se ha convertido en presencia obligatoria en los mayores certámenes de cine en Europa. En una edición marcada por un nivel poco memorable, el jurado encabezado por el director Sam Mendes decidió premiar a una de las únicas películas que habían dado relieve a la competición y generado entusiasmo crítico. Fue en el último tramo del certamen, ya que The woman who left fue presentada el último día. Emocionado y sorprendido, el director dedicó el premio a su país. «Al pueblo filipino, por su lucha», se limitó a decir al recoger el galardón.
Diaz, de 57 años y responsable de una veintena de películas, es un autor de reconocida radicalidad, que se ha especializado en hurgar en la cultura de la violencia en su país, y que no duda en dinamitar las convenciones del circuito comercial rodando películas de larguísima duración. En la pasada Berlinale, ya destacó con A Lullaby to the Sorrowful Mystery, un fresco histórico de ocho horas en total, que se hizo con el premio Alfred Bauer a la película más vanguardista. Solo seis meses después, Diaz se alza con el mayor galardón en Venecia con su última película, protagonizada por una mujer que recupera la libertad tras 30 años en la cárcel por un crimen que no cometió.
La historia transcurre en 1997, mientras los secuestros se multiplican en Manila, Hong Kong es devuelto a China y Diana de Gales fallece en un accidente en París. Horacia planea, mientras tanto, su venganza. De día, planifica cómo ejecutar su plan. De noche, deja pasar las horas frecuentando los bajos fondos de la ciudad junto a una transexual y un vendedor ambulante. Diaz pone en escena la reinserción de esa protagonista, interpretada por la presentadora televisiva Charo Santos, a través de una serie de largos planos fijos en blanco y negro, en una cinta más límpida y accesible de lo que puede parecer. El premio cierra una especie de ciclo: fue en Venecia donde Diaz empezó a despuntar a finales de la década pasada, donde películas como Death in the Land of Encantos y Melancholia fueron premiadas en una sección paralela.
El Gran Premio del Jurado fue para Nocturnal animals, del diseñador de moda Tom Ford, que regresaba a la dirección cinematográfica tras su aplaudido debut con Un hombre soltero. En este caso, Ford vuelve a adaptar una novela, Tony y Susan, del estadounidense Austin Wright, en una película que establece un paralelismo entre dos relatos distintos: uno real y el otro, de ficción, entre los que se establecen paralelismos que diluyen la frontera entre una y otra. Protagonizada por Amy Adams y Jake Gyllenhaal, la película está arropada en un manto fastuoso que no logra disimular del todo sus numerosos defectos. Parte de la crítica había encontrado deshonesta y superficial esta película, que habla de insatisfacción vital y de masculinidad herida con más pretensión que sustancia.
El galardón al mejor director fue a parar, ex aequo, al mexicano Amat Escalante por La región salvaje, una de las películas más debatidas en este festival, y al veterano cineasta ruso Andréi Konchalovski por Paradise, acogida con un entusiasmo que parecía apuntar a trofeos más relucientes. La película de Escalante, que ya se llevó el mismo premio en Cannes con un durísimo filme titulado Heli, parte de cuatro personajes interrelacionados por vínculos malsanos en el México de hoy. El auténtico protagonista de la película, que alterna el realismo social con el cine de género, es un extraño monstruo de fálicos tentáculos que procura un placer absoluto pero también destructivo, con el que los protagonistas terminan acostándose. El otro latinoamericano que aspiraba a un premio importante era el chileno Pablo Larraín por Jackie, la biografía de la viuda de JFK, pero tuvo que conformarse con el premio al mejor guión, destinado a Noah Oppenheim.
En los apartados de interpretación, el argentino Óscar Martínez se hizo con el premio al mejor actor por El ciudadano ilustre, donde interpreta brillantemente a Daniel Mantovani, un Nobel de Literatura que decide volver a su pueblo natal, que inspiró toda su obra, para recibir un homenaje. Allá volverán a abrirse heridas mal cerradas y a desatarse numerosas rencillas con sus antiguos amigos y vecinos. El actor dedicó el premio al país que se lo entregó. «Gracias a una constelación de creadores única en el mundo, en Italia se produjo sin ninguna duda el mejor cine del siglo XX», afirmó. Por su parte, la estadounidense Emma Stone fue considerada la mejor actriz por La La Land, el musical que abrió el festival, que casi ninguna de sus sucesoras había logrado hacer olvidar. La joven estrella hollywoodiense, que interpreta en la película a una aspirante de actriz de un incurable romanticismo, logra así su primer galardón de envergadura, que premia la luz particular que desprenden todas sus interpretaciones.
La única cineasta en la competición oficial, Ana Lily Amirpour, obtuvo el premio especial del Jurado por The Bad Batch. Y la joven alemana Paula Beer, protagonista de Frantz, de François Ozon, completó el palmarés con el galardón Marcello Mastroianni al intérprete revelación del festival.
Palmarés
León de Oro: The woman who left, de Lav Diaz.
Gran Premio del Jurado: Nocturnal Animals, de Tom Ford.
León de Plata al mejor director: ex aequo, Amat Escalante, por La región salvaje y Andréi Konchalovski por Paradise.
Copa Volpi a la mejor actriz: Emma Stone, por La La Land.
Copa Volpi al mejor actor: Óscar Martínez, por El ciudadano ilustre.
Mejor guion: Noah Oppenheim, por Jackie.
Premio especial del Jurado: The Bad Batch, de Ana Lily Amirpour.
Premio Marcello Mastroianni al intérprete revelación: Paula Beer, por Frantz, de François Ozon.
Premio a la mejor ópera prima: The Last of Us, de Ala Eddine Slim.
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