El Nobel francés, Le Clézio, en el Hay Festival . (Foto: Daniel Mordzinski)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- El Nobel francés, invitado estrella del Hay Festival, reflexiona sobre el potencial de las culturas prehispánicas, a las que ha dedicado varios de sus libros. David Marcial Pérez lo entrevista en Querétaro para El País.
En la selva panameña conoció a una mujer joven con el pelo negro, lacio y larguísimo que vivía sola. Por las noches, se emborrachaba mascando chicha en las cabañas de otros vecinos de la tribu emberá y cantaba cuentos. Esa mujer le devolvió a Jean-Marie Gustave Le Clézio el entusiasmo por la literatura, y él se lo agradeció más de tres décadas después, en 2012, dedicándole el premio Nobel de Literatura. Para Elvira, «la rapsoda del bosque Darién»
¿Qué es lo que aprendió de Elvira?
Eran historias muy complejas, inventadas pero a la vez adaptadas a su propia vida. Mezclaba mitos, como el origen del fuego o del tabaco, con sus propias historias de amor, dinero o familia. Conectaba lo concreto con lo abstracto, y eso es precisamente lo que hacemos los escritores. Estar allí fue como asistir a la invención de la literatura, como estar en la Grecia de Homero. Para mí fue muy importante porque atravesaba una crisis, ya no tenía confianza en la literatura. Pensaba que era un arte burgués sin posibilidad de escapar a su destino, pero recuperé la ilusión al ver que podía ser algo caliente, como una llama en el corazón de los hombres.
¿Para qué sirve la literatura?
Wilde decía que la literatura era perfectamente inútil. Comparto algo de este pesimismo. Pero le faltó encontrar a los emberá del Dairén. Cuando un escritor occidental convive con una población que no sabe escribir pero que vive la literatura de manera interna, que comparte los mitos y la invención oral de esa manera, recupera la confianza de nuevo. La literatura debe ser como una ilustración de la vida, algo que da más valor a la vida.
Mucho antes de todo esto, Le Clézio (Niza, 1940) había dejado de ser un escritor canónicamente francés. Hijo de padres originarios de la colonia africana de Islas Mauricio, pasó su infancia persiguiendo hormigas en Nigeria, donde su padre era médico al servicio de ejército británico. Pero regresó a la metrópoli, estudió letras y a los 21 años reventó el mercado francés con su primer libro, Proceso verbal, una obra sofisticada y críptica. Puro «terrorismo nouveau roman», tal y como la define ahora el autor, sentado en la sala de prensa del Hay Festival de Querétaro.
Para esquivar el servicio militar en plena guerra de Argelia –«mi padre me dijo que yo no podía ir a matar a la gente inocente de África»– aquel joven esbelto y rubio, una especie de Rimbaud de los sesenta, llegó de carambola a México. Había empezado a trabajar para la cooperación humanitaria francesa en Tailandia, pero fue expulsado del país por escribir un cuento denunciando la trata de niñas dentro del ejército estadounidense. Ya en su nuevo destino, las bibliotecas mexicanas le abrieron los libros de las culturas prehispánicas. Fascinado, –«escuché a gente hablando náhuatle en el metro»– dedicó una tesis doctoral al desembarco español en Michoacán, estudió maya y asistió al germen de la revuelta estudiantil del 68 mexicano. Su visión tras 13 años viviendo e investigando el país quedó fijada en El Sueño mexicano o el pensamiento interrumpido.
¿Qué es lo que quedó interrumpido?
El mundo prehispánico estaba a punto de desarrollar una filosofía que podría haber cambiado algo del mundo moderno. Fue una cultura que no desarrolló toda su potencialidad como la japonesa o la india. La llegada de los cristianos europeos paralizó los descubrimientos en medicina, astronomía, cálculo, ingeniería hidráulica que en esa época estaban muy adelantados a su tiempo. En filosofía, los aztecas tenían una deidad que se llamaba Ometecuhtli, el señor dos, que tenía dos caras, la masculina y la femenina. Era el dios que mejor representaba al ser humano.
Los aztecas sometieron a otros pueblos prehispánicos basándose en un modelo imperial ¿No existe el riego de idealizar ese mundo desde una mirada nostálgica y europea?
Para mí la nostalgia no es de un mundo pasado, sino de lo que no ha llegado a suceder. Es verdad que eran un pueblo guerrero. Se ha hablado incluso del fascismo de los aztecas, pero creo que es un error. Construyeron una sociedad donde la parte femenina era tan importante como la masculina. Le dedicaron mucho respeto al acto de parir a los hijos. Las pirámides fueron construidas como réplicas de la matriz femenina, no tienen nada que ver con el dios de la guerra.
¿Qué le debe la cultura europea a México?
El surrealismo. Las aztecas fueron los primeros surrealistas, con sus invenciones estéticas y espirituales. Después, México chupó lo mejor de la literatura hispana. Juan Rulfo es el máximo autor del siglo XX. Escribió solo dos libros de ficción pero con ellos marcó la literatura mundial. García Márquez es un hijo de Rulfo. Con su lenguaje inventa un mundo a medias entre lo real y lo imaginado. Es como Becket pero más popular, porque pude ser leído por la gente de la calle.
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