Rinck también leerá sus poemas en el 24° Festival Internacional de Poesía de Rosario. (Foto: ARCHIVO)
C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- Una de las voces fundamentales de la poesía contemporánea, brindará hoy una charla en la biblioteca del Goethe. La ganadora del premio Heinrich von Kleist dice: «Lo mejor es cuando traducís poemas que te entusiasman, que te hacen sentir como si estuvieras enamorada» comenta en la entrevista para Página/12 por Silvina Friera.
La lengua materna –el alemán– suena distinta cuando se vive en otro país. La poeta y traductora Monika Rinck, una de las voces fundamentales de la poesía alemana contemporánea, ganadora en 2015 del premio Heinrich von Kleist –el mismo que obtuvieron Bertolt Brecht, Heiner Müller, Alexander Kluge y Katja Lange-Müller, entre otros–, experimentó las vibraciones de esa extrañeza cuando estaba en la Universidad de Yale, en Estados Unidos. Su sensibilidad lingüística se fragua desde la soledad de la escritura del poema al diálogo que implica la traducción del húngaro al alemán. Rinck nunca cae en la tentación de convertir sus poemas en meros juegos de palabras. Se los toma en «serio», hilvanando una intensa relación entre lenguaje, mundo y experiencia. «Lo mejor es cuando traducís poemas que te entusiasman, que te hacen sentir como si estuvieras enamorada», dice la poeta a Página/12. Invitada por el Goethe, antes de leer sus poemas en el 24° Festival Internacional de Poesía de Rosario, Rinck se presentará hoy a las 19 en el Club de Traductores Literarios para reflexionar sobre poesía y traducción junto a Silvana Franzetti y Jorge Fondebrider en la biblioteca de esa institución (Av. Corrientes 319).
¿Cómo es la experiencia de escribir un poema y cómo es traducirlo? ¿Hay similitudes entre escribir y traducir poesía?
Creo que la definición que alguna vez dio Rosmarie Waldrop se presta para responder esta pregunta. En The Joy of the Demiurg (La alegría del demiurgo), un muy lindo ensayo sobre la práctica de la traducción, ella escribió que traducir no es una acción transparente como pasar vino de una botella a otra. «Traducir se parece más a arrancar el alma de un cuerpo y atraerla hacia uno nuevo. Implica matar». Pero con una promesa de fondo: «Voy a volver a sanarte». Es que el poema original permanece intacto en su contexto natural, ha dicho que «no» al poema resultante. Escribirlo exigió partir de cierta energía, energía creativa a la cual uno vuelve a la hora de traducir: «Volver al núcleo de energía creativa disponible en el punto de partida de un poema», diría Waldrop. Cuando traduzco, el punto de partida no es nunca la hoja en blanco, siempre hay algo dado. Y como la mayoría de las veces traduzco en dupla con Orsolya Kalász del húngaro –idioma que yo misma no domino–, la traducción es para mí siempre un ejercicio de diálogo, mientras que la escritura es un trabajo en soledad. Pero tienen sus puntos de conexión: tanto para escribir como para traducir hace falta sensibilidad lingüística. El poema propio también puede ser un poco ajeno a veces. Ajeno en el buen sentido: un nuevo punto en común con el poema traducido. Lo mejor es cuando traducís poemas que te entusiasman, que te hacen sentir como si estuvieras enamorada. Ahí se vuelve un trabajo muy feliz.
¿Cuándo comenzó a escribir poesía?
Mis primeros poemas son de la pubertad. Jan Wagner dijo alguna vez que uno empieza dos veces con esto. Una vez en la pubertad y una segunda vez, más adelante, cuando se lo toma más en serio. Mi segunda vez fue a los 29 años, cuando estaba en Estados Unidos. Allí experimenté todo lo que puede ser un poema y lo que puede significar para las personas. De allá me impactó la variedad de revistas literarias que había, eso produjo algo en mí. Y además: uno escucha su lengua materna de manera distinta cuando está en un país donde se habla un idioma distinto.
¿Por qué en su libro de ensayos Risiko und Idiote (Riesgo e idiotez) defiende la existencia misma del poema por más incomprensible que pudiera parecer?
Muchas cosas que parecen funcionar sin dificultades no necesariamente llevan a buen puerto. Lo incomprensible pide que uno se detenga y entienda primero que no entendió nada. Eso amplía el mundo, el pensamiento, la comprensión. Pero también me gustan los poemas claros. O digamos que justo ahora estoy cambiando, o bien: está cambiando. O bien: me está cambiando. Es difícil decir quién es el objeto y quién el sujeto de este proceso.
Suelen definir su poesía como experimental. ¿En qué sentido es experimental: por el trabajo con la forma y el sentido del poema, por las palabras o neologismos de otra lengua que incorpora al poema, por la búsqueda deliberada de la musicalidad?
Yo creo que mis últimos textos no son tan experimentales. Bueno, sí, trabajan y experimentan con el lenguaje, pero en el sentido de pensar la relación entre lenguaje, mundo, experiencia y uno mismo. Y estas relaciones son realistas, incluso están narradas de una manera realista, si uno entiende que la realidad puede incluir la imaginación y los sueños. También deben ser musicales, deben sonar bien. Y sí, los neologismos me divierten. Hallar neologismos acertados.Tengo un sitio, Begriffsstudio, donde colecciono neologismos. Pero también me tomo en serio mis poemas, quiero decir: no son meros juegos de palabras para mí.
¿Por qué empezó a traducir del húngaro?
En realidad comencé a traducir porque conocí a Orsolya Kalász, que por entonces buscaba una nueva compañera de traducción. Nos hicimos amigas y seguimos siéndolo a lo largo de todos estos años. Pero hasta el día de hoy no aprendí húngaro. Orsolya vela por el idioma de despegue y yo, por el idioma de aterrizaje. Es así como traducimos del húngaro al alemán, de a dos.
¿Qué significó ganar el Heinrich von Kleist, premio que lleva el nombre de un poeta, dramaturgo y narrador del Romanticismo alemán que fue incomprendido en su tiempo?
Un honor inmenso. Cuando gané el premio, el año pasado, volví a leer sus obras de teatro y sus cartas y nuevamente me apasionó la radicalidad de su estilo. Y eso me llevó a pensar también en la importancia de volver a poner la atención sobre aquellos que hicieron planteos estéticos que no cuajaban con su tiempo.
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