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Fotograma de la película La danza de la realidad del director Alejandro Jodorowsky, con su hijo Brontis a la derecha.(Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de mary de 2013. (RanchoNEWS).- El viejo águila ataca de nuevo. No bebe alcohol, no fuma, trabaja 12 horas diarias... A sus 84 años, parece no tener fin. Sigue atildado, cuidadoso con su imagen, un físico que incluso le llevó a actuar en sus películas. Nunca se fue, pero Alejandro Jodorowsky (Tocopilla, Chile, 1929) ha vuelto al cine 23 años después, dirigiendo su biografía La danza de la realidad. Una nota de Gregorio Belinchón para El País:
Dejó la dirección con El ladrón del arcoiris (1990), una película para la que él mismo no tiene buenas palabras, y que acabó mutilada por su productor. Desde entonces ha pasado mucho tiempo, el suficiente para que Jodorowsky se haya convertido en uno de los artistas con más seguidores en Twitter (ayer, 787.474, y subiendo) y en el difusor de la psicomagia, su técnica personal de psicoterapia.
Al Jodorowsky realizador le han resucitado las ediciones en DVD de sus mejores filmes –El topo (1970), un western que él mismo protagonizó, o Santa sangre (1989)–, y nuevos directores como Nicolas Winding Refn (que le dedicó Drive en los títulos de crédito) idolatran su trabajo: era el momento para que el francochileno (desde 1980 tiene la doble nacionalidad) contara en la pantalla sus primeros 10 años de vida, y por eso ha rodado La danza de la realidad, «una curación familiar», cuenta su director y guionista, con media familia involucrada en el proyecto: su hijo Brontis encarna al padre de Alejandro en ese paseo por la pobreza chilena de hace 80 años. Jodorowsky rodó en la misma calle en la que nació, «reconstruyendo sólo algunas partes».
La película se estrenó en la Quincena de Realizadores de Cannes y allí también se pudo ver otra joya relacionada con él: el documental Jodorowsky’s Dune, que cuenta cómo estuvo a punto de adaptar al cine en 1975 la mítica novela Dune, de Frank Herbert, con David Carradine, su hijo Brontis —un adolescente al que tuvo entrenando dos años para el personaje— y Salvador Dalí de protagonistas, música de Pink Floyd y fotografía de Jean Giraud, que aún era un dibujante de cómics poco conocido y no había inventado a su alter ego Moebius. Finalmente, tras 48 meses de producción, todo se vino abajo. Y de aquello sólo quedan dos volúmenes con los 3.000 dibujos del story board. Dune sufrió en 1984 una triste adaptación de David Lynch.
El resurgir de Jodorowsky ha arrancado en Cannes, pero la distribución mundial de su película y los ciclos que le van a dedicar varios festivales en verano y otoño (uno español, de los más grandes, podría estar en esta lista) aumentarán su leyenda: 2013 puede ser el año Jodorowsky en el cine.
Todo esto se lo toma su protagonista con cierto sarcasmo: «Como artista debo tener aún 17 años. Paso nervios. Porque amo mi obra, quiero que la quieran como yo la amo». Con La danza de la realidad quería hacer una película personal, «pero no narcisista». «Me lancé a rodar para perder dinero, no pensando en lo comercial sino en abrir conciencias. Primero la mía, después la de mi familia, finalmente la del público». Para no perderse en el esfuerzo, su rodaje fue casi secreto, sin making of, sin fotos más allá de las imprescindibles. «No mostré el guion ni a los productores. A un feto no se le ilumina cada hora a ver qué tal está». Ha llegado a buen puerto, no como en Dune: «Para mí no fue un fracaso, porque de ahí salió el cómic El Incal. Cambié de camino, eso sí, dolorosamente». Para Dune llegó a contratar —en esos dos años de delirio— a Salvador Dalí para encarnar al emperador. «pidió ser el actor mejor pagado del mundo, y le ofrecimos 100.000 dólares por minuto en pantalla. El truco: escribimos el personaje como un timorato que por miedo a ser asesinado pone en su lugar a un robot. Solo le necesitábamos tres minutos». Jodorowsky quería, en el fondo, «crear alma, el objetivo de todo ser humano», y que el público «tuviera la sensación de haber tomado LSD».
Para levantar Dune, enroló a un equipo de grandes, a los que denominó «guerreros espirituales», algo que podría aplicarse a su vida: «Hay que soportar los palos, aguantar. Mira, ahora los jóvenes adoran mi filme La montaña sagrada (1973). Esperé 30 años. Soy paciente y perseverante».
Jodorowsky asegura que vivimos una idiotización del ser humano, que se ve en la pantalla: «Se nos olvidó que el cine es el arte superior. Puede ser profundo y popular a la vez. Ahora no hay emoción. Los efectos digitales no pueden ser los protagonistas. Iron man 3 es un filme pasivo. No da nada. Bueno, entretiene. Pero también un cigarrillo, y provoca cáncer». El filósofo aún ve una película al día. «Son todas iguales».
Y a pesar de todo, no es pesimista: «La gente en Twitter me pide poesía, filosofía. Están buscando. Hay una re-evolución poética y yo soy un sembrador de conciencias. Abro horizontes a la gente». ¿Seguirá? «Lo que me quede, no dudes. Siempre por mi obra».
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viernes, mayo 31, 2013
Literatura / Argentina: Herramientas para iluminar la escritura
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Marcelo Carnero y Victoria Schcolnik idearon Enjambre en busca de un abordaje dinámico de la escritura. (Foto: Página/12)
C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Las líneas fronterizas del saber, por muy lejos que se eleven, tendrán siempre un infinito mundo de misterios en el horizonte. Las incisiones estallan de pronto, encendiéndolo todo. Como si el amanecer de la humanidad fuera una explosión de trazos que se esculpen en las piedras y en las vasijas. Ahora –aunque algunos rayen, rasguen, arañen y garabateen papeles– prevalece el dedo pulsando el teclado, la mirada dirigida hacia la pantalla. Antes de que la escritura quedara subordinada al lenguaje articulado, era el arte de la marca, capaz de transcribir cualquier cosa, sin corresponderse con un sonido que la dijera. Las etimologías no son piezas de museo. «Escribir» viene del latín scribere, que significa «trazar caracteres». Lo recuerdan dos poetas de constituciones eclécticas: Victoria Schcolnik, licenciada en Comunicación con estudios de danza y pensamiento contemporáneo, y Marcelo Carnero, de formación organizada «en el caos de las mesas de saldo y bibliotecas ajenas», interesado por la música y la palabra hablada y cantada. De la cruza de estos itinerarios en construcción surge la novedosa iniciativa de Enjambre, «pequeño centro de investigación sobre escritura», que comenzó a funcionar, hace casi dos meses, en el barrio de Palermo. La propuesta es un abordaje abierto y dinámico de la escritura con el designio de liberarla del mandato de ser la representante gráfica del lenguaje. Las actividades apuntan a integrar lo que suele pensarse disociado. No son clases, cursos, talleres ni encuentros. Esta nueva experiencia prefiere nombrar como «nodos» –espacios de interrelación de una manera no jerárquica que conforman una red– el programa dispuesto para la primera mitad del año. Una nota de Silvina Friera para Página/12:
Conviene mencionar algunos «nodos» para precisar la trama que se avecina: «Escritura, traza, huella (una violencia originaria)», coordinado por María Alejandra Tortorelli; «Expresividad y contenido en los caracteres chinos», coordinado por Maya Alvisa Barroso, con Verónica Flores como invitada; «Poesía corporal (basado en la danza butoh)», coordinado por Patricia Aschieri; «Shodo (caligrafía japonesa)», coordinado por Keiko Sato; «Canto coral para niños y Composición coral» (adultos), coordinados por Fernanda Zappulla; «Tramando cielos», coordinado por Alejandro Martín López; «Japón: escritura, poesía y poética», coordinado por Liliana Ponce, y «Escribir como hablar», coordinado por Selva Almada. ¿Qué implica crear «un pequeño centro de investigación sobre escritura» en un lugar donde antes había una fábrica de letreros luminosos? Schcolnik dice a Página/12 que no cayeron en la cuenta de esa relación hasta unos días antes de la inauguración, los primeros días de abril. «Nos sedujo el lugar, su estética, la disposición física que convenía para desarrollar múltiples tipos de actividades, desde ubicar un pequeño bar hasta las dimensiones como para muestras y espectáculos, y la pared –eso fue decisivo– de unos veinte metros de ladrillo de cemento que se parecía a un muro estaba exageradamente a la vista la frontera, el linde: perfecto para la noción de escritura como traza que queríamos investigar. Y como todo momento que parece azaroso, como todo agujero en el tiempo, en una conversación mundana, Marcelo comentó que antiguamente ahí había una fábrica de letreros luminosos. Y ahí estaba la conexión más fuerte con el lugar. Como decía Borges, las razones siempre llegan tarde.»
¿Enjambre nació para explorar la parte menos transitada de lo que implica escribir, justo en un momento donde proliferan talleres literarios y de escritura? Daría la impresión de que la democratización, extensión o multiplicación de los talleres etiqueta la escritura en el ámbito únicamente de lo «literario», como si fueran lugares de formación en cadena de escritores. «Sentimos la necesidad de que la escritura que proponemos sea un hecho orgánico –subraya Carnero–. Tal vez la idea de generar ‘escritores en cadena’ surge de la necesidad de una cultura que cada vez mira menos los procesos y más los resultados. Una cultura pasteurizada donde se crean recetas que son supuestamente seguras a la hora del éxito del producto. Nos gusta más la idea de que la escritura es una peste expandida. Cada organismo, la absorbe de una forma distinta, de acuerdo con su propia capacidad de crear anticuerpos o de propagarla. Desde el proyecto entendemos que somos organismos de escritura: desde que fuimos concebidos, comenzamos nuestro largo derrotero de inscripciones. Y sí: escribimos con nuestro estado de ánimo, con nuestras cuestiones sentimentales, con nuestras manías, con nuestros ínfimos logros. Cada vez que respiramos, marcamos un ritmo, hacemos una inscripción. Ese diálogo entre el adentro y el afuera va a determinar una postura física, la relación con lo demás. De esas frecuencias se va formando un mapa, invisible quizás en muchas circunstancias, pero reunible. Ese, creemos, es el único camino hacia nosotros mismos.»
La carta de presentación de Enjambre está a contracorriente de la idea de taller literario. “Definitivamente no es un lugar destinado para un escritor en términos tradicionales, porque nuestros nodos y propuestas no abordan la escritura como sinónimo de grafía del lenguaje. Lo que se estudia no es el manejo de una escritura fonética, alfabética, secuencial, gramatical –explica Schcolnik–. En todo caso, lo que nos interesa es contraponer esta escritura, que nos enseñaron que es la única, a otras como las ideogramáticas, las cibernéticas, las incisiones –palabra de la que declina el sentido de ‘escritura’–. Aquel que llega a Enjambre viene a investigar cómo está construido su entramado de voces y qué otras alternativas tiene. Este es un espacio para todo aquel que quiere saber algo más sobre este procedimiento sintomático, multiplicado, fragmentado hasta al hartazgo, que está en las conversaciones cotidianas, en los mensajes de texto, en los mails, en los discursos televisivos, en la arquitectura de todo lo que comunicamos y nos comunican, y que depende siempre de esa noción difundida de escritura que en cada acto se está desvaneciendo.»
Uno de los nodos más curiosos es «Cronos y aion (armando cartografías a través del tarot)», coordinado por la tarotista Mariela Ocanto. «Cuando me junté con Mariela para diseñar el enfoque del nodo, ella me explicó algo muy sencillo que me reafirmó que estábamos buscando en el lugar indicado –revela Schcolnik–. Me contó que lo que enseñaba con las cartas era leer signos. Y puso este ejemplo: si hay una persona en el bosque perdida y se encuentra con una bifurcación en donde uno de los caminos posibles tiene una huella de un oso, debería tomar el camino opuesto; pero si esa persona fuera un cazador, debería seguir la huella. El mundo está lleno de señales, me dijo. Y así fue que me quedó claro que el tarot, como ella me lo estaba presentando, sistematizaba una lectura y una escritura del mundo. Trazaba relaciones no de significado sino de señales.»
Muchas veces la oralidad es la convidada de piedra del panal de la escritura. «La relación entre oralidad y escritura tiene muchas aristas que nos gustaría transitar poco a poco, invitando a distintos investigadores y artistas –cuenta Carnero–. De hecho, en junio comienza un ciclo llamado ‘Elogio de la voz’, que va a reunir monólogos, ensambles vocales, charlas y proyecciones sobre este tema. Pensamos que las voces guardan en su estar su propia historia, son una gran memoria en la que quedan inscriptas las marcas de nuestro ambiente, un organismo vivo que se intensifica acá y allá, según las circunstancias. La voz es sonido, respiración y, por ende, pulso. Y pulso es escritura. Queremos recuperar la idea del trazo elaborado por un pulso. Como cuando uno va a hacerse un electrocardiograma o dispara con su voz el vapor sobre un espejo.»
* Hoy, a las 20.30, la tarotista Mariela Ocanto entrevistará a la escritora Selva Almada para el cierre del ciclo «Los alrededores del escritor», con entrada libre y gratuita en Enjambre, Francisco Acuña de Figueroa 1656.
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Marcelo Carnero y Victoria Schcolnik idearon Enjambre en busca de un abordaje dinámico de la escritura. (Foto: Página/12)
C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Las líneas fronterizas del saber, por muy lejos que se eleven, tendrán siempre un infinito mundo de misterios en el horizonte. Las incisiones estallan de pronto, encendiéndolo todo. Como si el amanecer de la humanidad fuera una explosión de trazos que se esculpen en las piedras y en las vasijas. Ahora –aunque algunos rayen, rasguen, arañen y garabateen papeles– prevalece el dedo pulsando el teclado, la mirada dirigida hacia la pantalla. Antes de que la escritura quedara subordinada al lenguaje articulado, era el arte de la marca, capaz de transcribir cualquier cosa, sin corresponderse con un sonido que la dijera. Las etimologías no son piezas de museo. «Escribir» viene del latín scribere, que significa «trazar caracteres». Lo recuerdan dos poetas de constituciones eclécticas: Victoria Schcolnik, licenciada en Comunicación con estudios de danza y pensamiento contemporáneo, y Marcelo Carnero, de formación organizada «en el caos de las mesas de saldo y bibliotecas ajenas», interesado por la música y la palabra hablada y cantada. De la cruza de estos itinerarios en construcción surge la novedosa iniciativa de Enjambre, «pequeño centro de investigación sobre escritura», que comenzó a funcionar, hace casi dos meses, en el barrio de Palermo. La propuesta es un abordaje abierto y dinámico de la escritura con el designio de liberarla del mandato de ser la representante gráfica del lenguaje. Las actividades apuntan a integrar lo que suele pensarse disociado. No son clases, cursos, talleres ni encuentros. Esta nueva experiencia prefiere nombrar como «nodos» –espacios de interrelación de una manera no jerárquica que conforman una red– el programa dispuesto para la primera mitad del año. Una nota de Silvina Friera para Página/12:
Conviene mencionar algunos «nodos» para precisar la trama que se avecina: «Escritura, traza, huella (una violencia originaria)», coordinado por María Alejandra Tortorelli; «Expresividad y contenido en los caracteres chinos», coordinado por Maya Alvisa Barroso, con Verónica Flores como invitada; «Poesía corporal (basado en la danza butoh)», coordinado por Patricia Aschieri; «Shodo (caligrafía japonesa)», coordinado por Keiko Sato; «Canto coral para niños y Composición coral» (adultos), coordinados por Fernanda Zappulla; «Tramando cielos», coordinado por Alejandro Martín López; «Japón: escritura, poesía y poética», coordinado por Liliana Ponce, y «Escribir como hablar», coordinado por Selva Almada. ¿Qué implica crear «un pequeño centro de investigación sobre escritura» en un lugar donde antes había una fábrica de letreros luminosos? Schcolnik dice a Página/12 que no cayeron en la cuenta de esa relación hasta unos días antes de la inauguración, los primeros días de abril. «Nos sedujo el lugar, su estética, la disposición física que convenía para desarrollar múltiples tipos de actividades, desde ubicar un pequeño bar hasta las dimensiones como para muestras y espectáculos, y la pared –eso fue decisivo– de unos veinte metros de ladrillo de cemento que se parecía a un muro estaba exageradamente a la vista la frontera, el linde: perfecto para la noción de escritura como traza que queríamos investigar. Y como todo momento que parece azaroso, como todo agujero en el tiempo, en una conversación mundana, Marcelo comentó que antiguamente ahí había una fábrica de letreros luminosos. Y ahí estaba la conexión más fuerte con el lugar. Como decía Borges, las razones siempre llegan tarde.»
¿Enjambre nació para explorar la parte menos transitada de lo que implica escribir, justo en un momento donde proliferan talleres literarios y de escritura? Daría la impresión de que la democratización, extensión o multiplicación de los talleres etiqueta la escritura en el ámbito únicamente de lo «literario», como si fueran lugares de formación en cadena de escritores. «Sentimos la necesidad de que la escritura que proponemos sea un hecho orgánico –subraya Carnero–. Tal vez la idea de generar ‘escritores en cadena’ surge de la necesidad de una cultura que cada vez mira menos los procesos y más los resultados. Una cultura pasteurizada donde se crean recetas que son supuestamente seguras a la hora del éxito del producto. Nos gusta más la idea de que la escritura es una peste expandida. Cada organismo, la absorbe de una forma distinta, de acuerdo con su propia capacidad de crear anticuerpos o de propagarla. Desde el proyecto entendemos que somos organismos de escritura: desde que fuimos concebidos, comenzamos nuestro largo derrotero de inscripciones. Y sí: escribimos con nuestro estado de ánimo, con nuestras cuestiones sentimentales, con nuestras manías, con nuestros ínfimos logros. Cada vez que respiramos, marcamos un ritmo, hacemos una inscripción. Ese diálogo entre el adentro y el afuera va a determinar una postura física, la relación con lo demás. De esas frecuencias se va formando un mapa, invisible quizás en muchas circunstancias, pero reunible. Ese, creemos, es el único camino hacia nosotros mismos.»
La carta de presentación de Enjambre está a contracorriente de la idea de taller literario. “Definitivamente no es un lugar destinado para un escritor en términos tradicionales, porque nuestros nodos y propuestas no abordan la escritura como sinónimo de grafía del lenguaje. Lo que se estudia no es el manejo de una escritura fonética, alfabética, secuencial, gramatical –explica Schcolnik–. En todo caso, lo que nos interesa es contraponer esta escritura, que nos enseñaron que es la única, a otras como las ideogramáticas, las cibernéticas, las incisiones –palabra de la que declina el sentido de ‘escritura’–. Aquel que llega a Enjambre viene a investigar cómo está construido su entramado de voces y qué otras alternativas tiene. Este es un espacio para todo aquel que quiere saber algo más sobre este procedimiento sintomático, multiplicado, fragmentado hasta al hartazgo, que está en las conversaciones cotidianas, en los mensajes de texto, en los mails, en los discursos televisivos, en la arquitectura de todo lo que comunicamos y nos comunican, y que depende siempre de esa noción difundida de escritura que en cada acto se está desvaneciendo.»
Uno de los nodos más curiosos es «Cronos y aion (armando cartografías a través del tarot)», coordinado por la tarotista Mariela Ocanto. «Cuando me junté con Mariela para diseñar el enfoque del nodo, ella me explicó algo muy sencillo que me reafirmó que estábamos buscando en el lugar indicado –revela Schcolnik–. Me contó que lo que enseñaba con las cartas era leer signos. Y puso este ejemplo: si hay una persona en el bosque perdida y se encuentra con una bifurcación en donde uno de los caminos posibles tiene una huella de un oso, debería tomar el camino opuesto; pero si esa persona fuera un cazador, debería seguir la huella. El mundo está lleno de señales, me dijo. Y así fue que me quedó claro que el tarot, como ella me lo estaba presentando, sistematizaba una lectura y una escritura del mundo. Trazaba relaciones no de significado sino de señales.»
Muchas veces la oralidad es la convidada de piedra del panal de la escritura. «La relación entre oralidad y escritura tiene muchas aristas que nos gustaría transitar poco a poco, invitando a distintos investigadores y artistas –cuenta Carnero–. De hecho, en junio comienza un ciclo llamado ‘Elogio de la voz’, que va a reunir monólogos, ensambles vocales, charlas y proyecciones sobre este tema. Pensamos que las voces guardan en su estar su propia historia, son una gran memoria en la que quedan inscriptas las marcas de nuestro ambiente, un organismo vivo que se intensifica acá y allá, según las circunstancias. La voz es sonido, respiración y, por ende, pulso. Y pulso es escritura. Queremos recuperar la idea del trazo elaborado por un pulso. Como cuando uno va a hacerse un electrocardiograma o dispara con su voz el vapor sobre un espejo.»
* Hoy, a las 20.30, la tarotista Mariela Ocanto entrevistará a la escritora Selva Almada para el cierre del ciclo «Los alrededores del escritor», con entrada libre y gratuita en Enjambre, Francisco Acuña de Figueroa 1656.
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Literatua / México: César Silva presenta «Juárez Whiskey»
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El escritor, durante la entrevista. (Foto: Carlos Cisneros) (
C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Un cúmulo de historias, obsesiones, sentimientos, deseos y fenómenos sociales que emergen en torno a la azarosa y violenta Ciudad Juárez se entretejen en la novela Juárez Whiskey de César Silva Márquez, quien a partir de todos estos elementos diseña personajes y los arroja por caminos inesperados. Una nota de Ana Mónica Rodríguez para La Jornada:
El libro, publicado por Almadía, narra la vida de Carlos, ingeniero de profesión de 30 años de edad, quien se caracteriza por ser introvertido, huraño y melancólico; disfruta de la soledad que ha construido para sí mismo.
De hecho, explica en entrevista Silva Márquez, «este personaje lo diseñé precisamente con las sensaciones a flor de piel, luego de haber sido abandonado por su prometida, lo cual convierte a Carlos en un decepcionado y nostálgico.»
En Juárez Whiskey, prosigue el escritor y poeta, mis personajes tratan de ser siempre bastante sensatos y puedo decir que el ingeniero es un hombre a quien sí le duele la vida.
Las mujeres son un eje medular en la historia, acepta, porque han dejado huellas indelebles en la vida del hombre.
Así sucedió con Angélica, quien rompió el corazón a Carlos, al confersarle que se había enamorado de otro hombre apenas seis meses atrás; por Belinda, el ingeniero siente un deseo vencido y el recuerdo de que alguna vez deseó acostarse con ella.
Con su dentista, Gabriela Torres, salió varias veces pero la relación no fructificó, mientras Rocío fingió un embarazo y luego lo dejó para siempre con la idea fija de ese hijo inexistente.
En la trama, aclara, hacía falta el personaje de una mujer celosa, loca y violenta, que por lo menos rompiera los vidrios.
Prepara libro de cuentos
Entre la ficción y la realidad, César Silva, nacido en Ciudad Juárez, plantea aspectos relativos a la prostitución y a la vida de las strippers, como Vicky, quien fue su novia en la secundaria y se dedica a esta actividad.
La historia de la sexoservidora es real, recuerda el autor, pero «la adapté a mi conveniencia.»
Una amiga, prosigue, quien «tenía una roomie, empezó a sospechar de ella y de lo que hacía cuando la primera se iba a trabajar. Cierto día, una compañera le dijo que fuera a constatar sus sospechas sobre la mujer que vivía en su casa y cuando llegó vio a hombres que entraban al lugar».
De esa forma, diversas anécdotas complementan la novela, como la visita de un amigo que regresa a ese violento punto de Chihuahua, la ciudad como bodega para las drogas que no pueden pasar hacia Estados Unidos o el espionaje a una chica para saber si es prostituta.
César Silva retoma sus «obsesiones» y el gusto por Janis Joplin, Javier Solís y James Brown para contar historias. Así se aparecen, de manera espontánea, ante el lector, las referencias lo mismo al trágico 11 de septiembre de 2001 que a la cerveza Tecate, al whisky y al bourbon.
Incluso, puntualiza, «el Juárez Whiskey sí existió. Es una bebida que se produjo en esta ciudad, cuando estuvo prohibido el whisky en los años 20 del siglo pasado. Era un bourbon fuerte, rasposo y dulce.»
Esta obra es la tercera novela en la trayectoria de César Silva Márquez, además de Los cuervos y Una isla sin mar. Y otra gran parte de su producción se halla publicada en diversos poemarios, como El caso de la orquídea dorada y La mujer en la puerta, entre otros.
El escritor, quien reside en Xalapa, Veracruz, espera publicar para el próximo año un libro de cuentos.
«Desde hace dos años no he escrito un poema, porque toda mi energía ha estado centrada en la narrativa», indica Silva Márquez, quien está de acuerdo con la idea de que mediante la literatura, las artes y la cultura habría menos violencia y crueldad en los seres humanos.
Editorial Almadía y el autor presentan Juárez Whiskey –con la participación de Mónica Maristain y Eduardo Antonio Parra– este viernes a las 19:30 horas en El Portal de Cartagena, ubicado en la calle Chiapas 174, colonia Roma.
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El escritor, durante la entrevista. (Foto: Carlos Cisneros) (
C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Un cúmulo de historias, obsesiones, sentimientos, deseos y fenómenos sociales que emergen en torno a la azarosa y violenta Ciudad Juárez se entretejen en la novela Juárez Whiskey de César Silva Márquez, quien a partir de todos estos elementos diseña personajes y los arroja por caminos inesperados. Una nota de Ana Mónica Rodríguez para La Jornada:
El libro, publicado por Almadía, narra la vida de Carlos, ingeniero de profesión de 30 años de edad, quien se caracteriza por ser introvertido, huraño y melancólico; disfruta de la soledad que ha construido para sí mismo.
De hecho, explica en entrevista Silva Márquez, «este personaje lo diseñé precisamente con las sensaciones a flor de piel, luego de haber sido abandonado por su prometida, lo cual convierte a Carlos en un decepcionado y nostálgico.»
En Juárez Whiskey, prosigue el escritor y poeta, mis personajes tratan de ser siempre bastante sensatos y puedo decir que el ingeniero es un hombre a quien sí le duele la vida.
Las mujeres son un eje medular en la historia, acepta, porque han dejado huellas indelebles en la vida del hombre.
Así sucedió con Angélica, quien rompió el corazón a Carlos, al confersarle que se había enamorado de otro hombre apenas seis meses atrás; por Belinda, el ingeniero siente un deseo vencido y el recuerdo de que alguna vez deseó acostarse con ella.
Con su dentista, Gabriela Torres, salió varias veces pero la relación no fructificó, mientras Rocío fingió un embarazo y luego lo dejó para siempre con la idea fija de ese hijo inexistente.
En la trama, aclara, hacía falta el personaje de una mujer celosa, loca y violenta, que por lo menos rompiera los vidrios.
Prepara libro de cuentos
Entre la ficción y la realidad, César Silva, nacido en Ciudad Juárez, plantea aspectos relativos a la prostitución y a la vida de las strippers, como Vicky, quien fue su novia en la secundaria y se dedica a esta actividad.
La historia de la sexoservidora es real, recuerda el autor, pero «la adapté a mi conveniencia.»
Una amiga, prosigue, quien «tenía una roomie, empezó a sospechar de ella y de lo que hacía cuando la primera se iba a trabajar. Cierto día, una compañera le dijo que fuera a constatar sus sospechas sobre la mujer que vivía en su casa y cuando llegó vio a hombres que entraban al lugar».
De esa forma, diversas anécdotas complementan la novela, como la visita de un amigo que regresa a ese violento punto de Chihuahua, la ciudad como bodega para las drogas que no pueden pasar hacia Estados Unidos o el espionaje a una chica para saber si es prostituta.
César Silva retoma sus «obsesiones» y el gusto por Janis Joplin, Javier Solís y James Brown para contar historias. Así se aparecen, de manera espontánea, ante el lector, las referencias lo mismo al trágico 11 de septiembre de 2001 que a la cerveza Tecate, al whisky y al bourbon.
Incluso, puntualiza, «el Juárez Whiskey sí existió. Es una bebida que se produjo en esta ciudad, cuando estuvo prohibido el whisky en los años 20 del siglo pasado. Era un bourbon fuerte, rasposo y dulce.»
Esta obra es la tercera novela en la trayectoria de César Silva Márquez, además de Los cuervos y Una isla sin mar. Y otra gran parte de su producción se halla publicada en diversos poemarios, como El caso de la orquídea dorada y La mujer en la puerta, entre otros.
El escritor, quien reside en Xalapa, Veracruz, espera publicar para el próximo año un libro de cuentos.
«Desde hace dos años no he escrito un poema, porque toda mi energía ha estado centrada en la narrativa», indica Silva Márquez, quien está de acuerdo con la idea de que mediante la literatura, las artes y la cultura habría menos violencia y crueldad en los seres humanos.
Editorial Almadía y el autor presentan Juárez Whiskey –con la participación de Mónica Maristain y Eduardo Antonio Parra– este viernes a las 19:30 horas en El Portal de Cartagena, ubicado en la calle Chiapas 174, colonia Roma.
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jueves, mayo 30, 2013
Textos / Reflexiones, Ocurrencias y otras Hierbas - Susana V. Sánchez: «La trivialización del mal y la violencia»
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A rape victim in the city of Lvov cries out in rage and anguish as an older woman comforts her. Anti-Semitic citizens rounded up 1,000 Jews and turned them over to the Germans. (Foto: Herzstein, Robert Edwin. The Nazis. New York: Time-Life Books Inc. 1980. p. 161.)
C iudad Juárez, Chihuahua. 1 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Entre los maravillosos programas que pasa la televisión pública de los Estados Unidos, anoche tuve la oportunidad de ver un programa dedicado a la forma en que los ingleses inventaron el espionaje electrónico durante la Segunda Guerra Mundial. En este programa se describe la forma en que por primera vez se utilizaron medios electrónicos (micrófonos escondidos estratégicamente y discos antiguos de 78 revoluciones), para grabar las conversaciones de prisioneros de guerra de la Alemania nazi, confinados en prisiones británicas. Conforme fue avanzando la guerra, fueron llegando más prisioneros capturados en las diferentes batallas que los Aliados fueron ganando. Y conforme Alemania fue perdiendo más batallas, los prisioneros que llegaban a Inglaterra fueron militares de cada vez más alta graduación.
Desde luego, como historia de espionaje es una historia fascinante. Pero más allá del mero placer de ver una historia de espionaje de la vida real, me quedé verdaderamente atónita de como las conversaciones de estos prisioneros tendían siempre a girar en torno a la narración de las crueldades extremas que los nazis –entre ellos estos soldados prisioneros– perpetraron contra los ciudadanos judíos de Alemania y después contra los judíos y las minorías de otras etnias de todos los países que fueron invadiendo. Los soldados capturados describían con todo detalle la forma en que habían participado en las matanzas de enormes grupos de judíos; así como la tortura a la que habían sometido a quienes a resumidas cuentas eran sus propios compatriotas alemanes; y claro por no hablar de otros muchos grupos étnicos provenientes sobre todo de Europa del Este. En estas conversaciones no había el menor remordimiento, ni arrepentimiento, ni examen sobre la moralidad o inmoralidad de estos actos. Simplemente eran conversaciones descarnadas para llenar el tiempo de la reclusión. En ellas se recordaba hasta los ínfimos pormenores, la crueldad extrema con la que habían participado en hechos verdaderamente escalofriantes de asesinato y tortura de personas básicamente iguales a ellos. Algunos soldados lamentaban como habían visto morir o ellos mismos habían tenido que ultimar a muchachas muy bellas; a las cuales por supuesto habían estado violando y torturando mientras permanecieron como prisioneras en los campos de concentración o mientras ellos estaban ocupando los pueblos de las diferentes naciones que invadían. Comentaban que en algunos pueblos de Rusia, las muchachas podían hablar un poco de alemán y entender lo que ellos les pedían y necesitaban. Algunas de estas jóvenes, recordaba uno de los soldados, eran muy educadas y algunas incluso habían estudiado en universidades alemanas famosas de Gotinga o Berlín. Pero lo lamentaban exclusivamente porque al morir estas jóvenes, se les había acabado a ellos un cierto juguete favorito para pasar las largas horas angustiosas de la guerra.
A pesar de lo interesante del documental y lo agradable que pueda ser pasar el rato viendo una historia de espionaje, me quedé verdaderamente sobrecogida de horror ante la indiferencia y la trivialidad con que estos prisioneros de guerra hablaban sobre los crímenes espantosos en los que habían participado. Una constante en sus conversaciones cuando se lamentaban sobre el asesinato de las bellas muchachas que habían usado como juguetes, era reiterar que habían cumplido órdenes superiores. Por su parte los generales que iban llegando poco a poco desde los diferentes frentes de batalla que se iban rindiendo ante el avance de los Aliados, también hablaban sobre la «inconveniencia» del genocidio en el que habían participado. Una minoría consideraba a Hitler un loco desquiciado que había provocado la caída de su amada Alemania. Pero la mayoría seguían hablando del supremo comandante como si fuera un dios al que hubiera que adorar. Uno de los generales capturados en el frente de Rusia comentó que era un escándalo estar matando y poniendo en fosas comunes a toda esa gente, porque esas tumbas múltiples estaban contaminando el agua que tenían que consumir.
Los generales tenían desde luego una visión más amplia de lo que estaba ocurriendo, pero al fin y al cabo también hablaban sobre la matanza de civiles inermes, de familias enteras, como un error táctico. En ningún momento hubo en sus consideraciones un sólo pensamiento hacia los seres humanos indefensos e inocentes que estaban siendo masacrados. A resumidas cuentas, en las reflexiones de todos estos soldados –que constituían un compendio representativo de todas las graduaciones del ejército alemán– nunca hubo un solo comentario de piedad hacia las vidas humanas a cuyo exterminio habían contribuido de forma tan organizada y eficiente. La trivialidad con que los soldados de menor graduación hablaban de las jóvenes y la tortura a que las habían sometido, era la misma trivialidad con la que los generales hablaban de la inconveniencia de matar estas cantidades de gente por las molestias que esto les había ocasionado en sus tareas guerreras.
Al escuchar estas conversaciones que retratan la falta de valor que para estos individuos había tenido la vida humana, no pude menos que reflexionar sobre las palabras de la gran filósofa alemana, Hannah Arendt y sus escritos sobre lo terriblemente peligroso que es el mal disfrazado de algo sin importancia; el mal trivializado y convertido simplemente en sucesos de menor cuantía que acontecen a otra gente y no a uno mismo. Ella –siendo judía– también tuvo que huir de su patria y padecer la pérdida de su nacionalidad cuando comenzó la persecución contra los judíos alemanes. A pesar de haber sido una de las más brillantes alumnas de Martin Heidegger, el filósofo alemán que terminó siendo uno de los grandes apoyos intelectuales del nazismo, ella tuvo que huir primero a Paris y de allí posteriormente a los Estados Unidos de América. Hannah durante toda su vida se dedicó al análisis de la condición humana que es el título de una de sus obras, publicado en 1958. Pero la obra en que analiza con toda puntualidad las razones por las que los individuos ordinarios, comunes y corrientes se dejan arrastrar por el mal, solamente para obedecer los mandatos de sus superiores o para conformar con la opinión de la sociedad a la que pertenecen es uno de sus trabajos más importantes. Lo escribió en ocasión del juicio por crímenes de guerra contra los alemanes que cometieron toda clase de atrocidades, su nombre es Eichmann en Jerusalén: Un reporte sobre la banalidad del mal, publicado en 1963. En esa obra Arendt acuñó la frase «la banalidad del mal» para describir a Eichmann.
En esta obra Hannah Arendt analiza la cuestión filosófica sobre si el mal es algo radical y por lo tanto notorio o es simplemente el producto de la falta de reflexión y la tendencia de la gente común y corriente a obedecer a sus superiores para conservar un trabajo; y a tratar de estar de acuerdo y conformar con la opinión de la gente que los rodea. Todo esto sin tratar de evaluar de manera crítica las consecuencias de sus acciones o de la inacción total ante el espectáculo de la maldad. Arendt termina el libro dirigiéndose directamente a Eichmann:
De igual manera que tú [Eichmann] apoyaste y llevaste a cabo la política de no querer compartir la Tierra con los judíos y otras personas de un gran número de aciones –como si tú y tus superiores tuvieran el derecho a determinar quién debe y quién no debe habitar el mundo– nosotros hemos determinado que nadie, esto es, ningún miembro de la raza humana, podría tener ningún motivo para querer compartir el planeta contigo. Ésta es la razón, y la única razón por la cual debes ser condenado a la horca.
Desgraciadamente, en la actualidad mucha gente piensa que la cuestión del Holocausto y los asesinatos de judíos son un asunto que debiéramos haber olvidado desde hace mucho tiempo. Los judíos que lograron salvarse y que a raíz de esa terrible experiencia fundaron la nueva patria de Israel se han encargado de que estos crímenes no se olviden. La gente podrá pensar que los judíos son un pueblo rencoroso y por eso no han permitido que las cosas se olviden. Pero creo que este tesón con que los judíos de todo el mundo han procurado retener en la memoria colectiva el Holocausto, en realidad es una gran fortuna para el resto de la humanidad. La gente que no sabe a ciencia cierta la historia del nazismo, desconocen que Hitler mandó matar no solamente al pueblo judío, sino a miles de personas que él consideraba muy inferiores a los que él denominó la raza aria –los alemanes blancos y rubios– por ejemplo los gitanos de Europa del Este, o las personas que tuvieran un origen étnico diferente a lo que él denominaba la raza aria, o sea una raza superior en todos aspectos al resto de la humanidad. Sin embargo, con el genocidio que lo ayudó a perpetrar todo el pueblo alemán, lo único que nos queda es preguntarnos dónde está tal superioridad moral, espiritual o siquiera física en esta cacareada raza aria.
En las conversaciones entre los militares alemanes de todos los rangos, prisioneros en la Gran Bretaña, cuyas conversaciones quedaron grabadas para la posteridad por los miembros del espionaje británico, podemos observar con todo detalle la trivialización del mal, la cosificación de otros seres humanos sólo por el mero hecho de pertenecer a otra etnia, aún dentro de un mismo país; aun cuando fueran pertenecientes a su misma raza blanca y rubia. Con ese único pretexto, todo un pueblo se creyó con el derecho a aniquilar y borrar de la faz de la Tierra a millones de personas.
Sin embargo, no creamos que el pueblo alemán sea el único capaz de llevar a cabo tales horrores. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la gente del mundo quedó tan horrorizada que se fundó por fin la Organización de la Naciones Unidas y a partir de ella, se han fundado muchas otras organizaciones que se han dedicado a tratar de poner un freno a nuestra innata violencia. Sin embargo, concomitantemente con la guerra y a pesar de haber sido uno de los pueblos invadidos y de haber perdido millones de habitantes en esa conflagración, Joseph Stalin, el premier de la Rusia estalinista se dedicó a asesinar a millones de sus propios compatriotas, básicamente a los campesinos, con el simple pretexto de que no se habían adherido al régimen de la manera que, en la mente de Stalin, debieran haberlo hecho. Sin duda, Stalin fue otro energúmeno paranoico y sociópata que liquidó a miles de habitantes de Rusia con el pretexto de hacer una limpieza étnica ideológica.
Durante el resto del siglo XX ha habido muchas otras matanzas por el mismo motivo. Uno de los ejemplos más representativos fueron las matanzas efectuadas en las guerras que fragmentaron la ex Yugoeslavia; una guerra étnica en la que liquidaron a muchas comunidades por creencias religiosas diferentes a las que tenía el grupo dominante, en otras palabras «una guerra santa».
Actualmente, en el terrorismo practicado a lo ancho del mundo entero, muchas personas se creen con el derecho de matar a grupos enteros de gente inerme sólo por el «pecado» de pertenecer a los «infieles» dentro de la mentalidad de los que efectúan los actos terroristas. Mientras que las guerras por una u otra causa no dejan de multiplicarse por todo el planeta.
Ayer se anunciaba en las noticias americanas que en la guerra de Siria ya han muerto como 75,000 personas. Al oír la cifra, me acordé inmediatamente de las cifras de muertos durante los últimos seis años en la infame guerra mexicana contra el narcotráfico. Según los noticieros, se sabe que hay más de 60,000 muertos y como 25,000 desaparecidos –personas que seguramente en su gran mayoría están ya muertos. Esto supera a las cifras de la guerra siria. Sin embargo, no hay una verdadera preocupación por hacer algo que cambie fundamentalmente el estado de tal violencia.
En Cd. Juárez las muchachas siguen desapareciendo a montones y reapareciendo sólo algunas en forma de esqueletos descarnados. Mientras los políticos, desde la época en que Francisco Barrio fue gobernador y tuvo el atrevimiento de decir que las desaparecidas eran unas cuantas prostitutas, siguen lavándose las manos al estilo de Pilatos para no tomar acciones verdaderas para enfrentar y corregir éste que ya se ha convertido en un verdadero genocidio. ¡Como si las prostitutas no fueran personas ni tuvieran derecho a la vida! O como si el hecho de que una muchacha fuera pobre y tuviera que regresar a su casa tarde –después de cubrir larguísimas jornadas de trabajo– la hiciera acreedora a no tener derecho a la vida y ni siquiera a que no se manchara su reputación, una vez muerta, considerándola una especie de trapo desechable.
Mucha gente, oriunda de Juárez y que ha podido fijar su residencia aquí en El Paso, huyendo de la guerra, hablan de esas muchachas y aún de las trabajadoras de la industria maquiladora con un desprecio que me deja atónita. Muchos recién emigrados de México han acuñado el término de los «mexas» para señalar a aquellos que ellos ya no consideran sus paisanos, y también para los que han llegado anteriormente de México, pero que, de acuerdo a esta gente nueva, son pertenecientes a clases sociales inferiores. Una característica que les parece altamente criticable es la forma de hablar de mucha gente hispana que ha vivido aquí durante generaciones y que por razones históricas han conservado el habla de un español arcaico. En todas las reuniones a las que de vez en cuando voy y donde haya gente recién inmigrada de México, siempre escucho en las conversaciones un gran desprecio hacia las personas hispanas que aquellos consideran de clase social inferior. Esto me oprime el corazón, porque siempre me pregunto si la guerra de México no se deberá seguramente a esta estratificación brutal; no ya de clases sociales o ni siquiera de castas, sino de verdaderos estamentos. Esos mismos que los conquistadores crearon en la Nueva España colonial y que desgraciadamente han sobrevivido para seguir generando la misma violencia aterradora del tiempo en que fueron concebidos.
Muchos han criticado los movimientos que hay en Cd. Juárez por parte de los familiares de mujeres desaparecidas y asesinadas. La gente que tiene mejores condiciones de vida y por lo tanto una mejor manera de defender y proteger a los miembros femeninos de su familia son quienes más critican a la gente que ha vivido una tragedia como la pérdida de una hija, una esposa o una madre. La mayoría de las muertas de Juárez han sido mujeres jóvenes; y la gran mayoría, muchachas trabajadoras o estudiantes que seguramente hubieran sido ciudadanas contribuyentes a sus familias y su sociedad de habérseles permitido vivir. Muchos creen que es una vergüenza que haya estos movimientos sociales en Juárez, movimientos que han dado a conocer la ciudad en todo el mundo. Sin embargo, poco a poco nos hemos ido enterando que estas matanzas masivas de mujeres se dan en muchas otras ciudades de México –y ahora estoy segura que en muchos otros lugares del mundo– sin que nadie haga nada al respecto.
En Juárez es donde por primera vez, quizá en la historia de la humanidad, se le ha conferido a la mujer –al menos por parte de sus familiares y amigos– la categoría de humana, de persona, de ciudadana, de miembro perteneciente a una sociedad.
Al escuchar anoche el documental sobre las grabaciones que hicieran los británicos de los soldados alemanes, no pude menos que recordar las reflexiones de la gran filósofa judeo-alemana Hannah Arendt, siendo ella misma una víctima de la violencia y la maldad que significa ser considerado alguien inferior por parte del grupo mayoritario de un país. Los soldados hablaban de bellas muchachas, pertenecientes a todos los países invadidos por los alemanes, como simples juguetes con quien ellos tenían todo el derecho a divertirse para soportar las angustias de la guerra. En Juárez, no se sabe a ciencia cierta quién está secuestrando a tantas jóvenes (en su mayoría bellas jóvenes mexicanas que pertenecen a la clase trabajadora o simplemente cometieron el «pecado» de ser pobres).
Probablemente sean decenas de asesinos los que consideran que la mujer es una especie de ganado que transitan porn las calles para que se les capture y se les haga objeto de todo tipo de tortura para diversión y pasatiempo de estos depravados. ¡Como si las mujeres no tuviéramos el derecho a transitar por las calles de nuestras ciudades! Escogen, desde luego, a mujeres o muchachas a quienes las autoridades y la sociedad misma considerarán inferiores y por lo tanto indignas de que se les busque y se les salve de muertes terribles. ¿Acaso no esto un genocidio? ¿No es lo mismo que pensaban los ciudadanos alemanes de los judíos de su propio país y de los habitantes de otras etnias y otras naciones?
Hemos visto con terrible indiferencia desde finales del siglo pasado la muerte y desaparición de estas muchachas. Entonces los asesinos han descubierto que se puede secuestrar, torturar y asesinar con toda impunidad. Por lo tanto, han decidido ensanchar su campo de acción y actualmente están secuestrando, matando, torturando y desapareciendo a muchas otras personas de muy diferentes orígenes y condiciones sociales. Hoy en día, la sociedad mexicana está padeciendo un éxodo de mexicanos que tratan de huir de la matanza hacia otros países, principalmente los Estados Unidos.
Empero, la gran tragedia es que no alcanzamos todavía a comprender que si seguimos con la misma mentalidad de desprecio hacia los que son menos afortunados que nosotros económicamente hablando; o si son personas que hablan un español diferente a nuestro dialecto traído de México; o dentro de nuestro multicolor latinoamericano los despreciamos por ser un poco más morenos que nosotros, solamente estamos llevando las mismas condiciones que originaron la guerra genocida que se está desarrollando en México. Creemos que por el hecho de venirnos a otro país estaremos a salvo de todo mal. Pero eso es una mentira gigantesca. Hace 50 años se originó este mismo tipo de guerra en Colombia y todavía no se ha terminado, ni se vislumbra que haya un fin próximo. Al igual que en México, la guerra colombiana es fundamentalmente una guerra de castas. Si los emigrantes latinoamericanos seguimos enarbolando estas mismas estupideces, la guerra solamente seguirá escalando y volviéndose cada vez más violenta y más generalizada. Cuando le quitamos a otros seres humanos su calidad de humanidad, así sea solamente escupiendo nuestro desprecio con palabras, esta violencia se queda en el ambiente y se vuelve un monstruo que terminará devorándonos. Así como la Segunda Guerra Mundial fue un monstruo que terminó devorando a la sociedad europea, pero quienes más fuertemente pagaron la factura fueron aquellos que enarbolaron con más ahínco las creencias de la superioridad sobre otros seres humanos, los alemanes creyentes en la raza aria. Aquellos que se fanatizaron y sintieron que tenían el derecho a aniquilar poblaciones enteras, quedaron con su patria hecha trizas y tuvieron que cargar durante medio siglo con el total desprecio de todos los pueblos del orbe.
Quienes desprecian a otros ciudadanos de su propio país, ya no digamos de otros países, corren el riesgo de seguir alimentando la violencia cada vez mayor y más caótica. Huitzilopochtli, el terrible dios guerrero de los aztecas que exigía un constante tributo de sangre y corazones humanos, es la personificación de la violencia y el mal. Por eso algunos que creen que el Mal con mayúsculas es algo tan aparatoso como los sacrificios humanos.
No obstante hoy en día, el mal puede ser peor que nunca porque está banalizado, porque se disfraza de comicidad en los chistes que decimos sobre otras personas; en las palabras de desprecio como «mexa», «pocho», «naco», «prole» y otras muchas que inventamos constantemente; y que apenas esbozan nuestro desprecio por personas que a fin de cuentas son tan latinoamericanos y mestizos como lo somos todos. Hannah Arendt escribió toda su obra sobre esta banalización del mal y los judíos se han encargado de que nadie olvide el Holocausto, pero no ha sido suficiente. No hemos podido entender que mientras no cultivemos una veneración, un verdadera respeto por la vida, como un fenómeno precioso y único de la naturaleza, y en última instancia como revelación de la divinidad (de cualquier forma que la entendamos) estaremos condenados a sufrir una y otra vez los holocaustos promovidos por nuestra propia estupidez. Porque no olvidemos que toda realidad comienza en el pensamiento y se materializa a través de la palabra. Así lo establece la Biblia, nuestro libro sagrado de Occidente que dice: En un principio fue el Verbo y a través del Verbo, Dios le dio vida a toda la creación.
El Paso, Texas
REGRESAR A LA REVISTA
A rape victim in the city of Lvov cries out in rage and anguish as an older woman comforts her. Anti-Semitic citizens rounded up 1,000 Jews and turned them over to the Germans. (Foto: Herzstein, Robert Edwin. The Nazis. New York: Time-Life Books Inc. 1980. p. 161.)
C iudad Juárez, Chihuahua. 1 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Entre los maravillosos programas que pasa la televisión pública de los Estados Unidos, anoche tuve la oportunidad de ver un programa dedicado a la forma en que los ingleses inventaron el espionaje electrónico durante la Segunda Guerra Mundial. En este programa se describe la forma en que por primera vez se utilizaron medios electrónicos (micrófonos escondidos estratégicamente y discos antiguos de 78 revoluciones), para grabar las conversaciones de prisioneros de guerra de la Alemania nazi, confinados en prisiones británicas. Conforme fue avanzando la guerra, fueron llegando más prisioneros capturados en las diferentes batallas que los Aliados fueron ganando. Y conforme Alemania fue perdiendo más batallas, los prisioneros que llegaban a Inglaterra fueron militares de cada vez más alta graduación.
Desde luego, como historia de espionaje es una historia fascinante. Pero más allá del mero placer de ver una historia de espionaje de la vida real, me quedé verdaderamente atónita de como las conversaciones de estos prisioneros tendían siempre a girar en torno a la narración de las crueldades extremas que los nazis –entre ellos estos soldados prisioneros– perpetraron contra los ciudadanos judíos de Alemania y después contra los judíos y las minorías de otras etnias de todos los países que fueron invadiendo. Los soldados capturados describían con todo detalle la forma en que habían participado en las matanzas de enormes grupos de judíos; así como la tortura a la que habían sometido a quienes a resumidas cuentas eran sus propios compatriotas alemanes; y claro por no hablar de otros muchos grupos étnicos provenientes sobre todo de Europa del Este. En estas conversaciones no había el menor remordimiento, ni arrepentimiento, ni examen sobre la moralidad o inmoralidad de estos actos. Simplemente eran conversaciones descarnadas para llenar el tiempo de la reclusión. En ellas se recordaba hasta los ínfimos pormenores, la crueldad extrema con la que habían participado en hechos verdaderamente escalofriantes de asesinato y tortura de personas básicamente iguales a ellos. Algunos soldados lamentaban como habían visto morir o ellos mismos habían tenido que ultimar a muchachas muy bellas; a las cuales por supuesto habían estado violando y torturando mientras permanecieron como prisioneras en los campos de concentración o mientras ellos estaban ocupando los pueblos de las diferentes naciones que invadían. Comentaban que en algunos pueblos de Rusia, las muchachas podían hablar un poco de alemán y entender lo que ellos les pedían y necesitaban. Algunas de estas jóvenes, recordaba uno de los soldados, eran muy educadas y algunas incluso habían estudiado en universidades alemanas famosas de Gotinga o Berlín. Pero lo lamentaban exclusivamente porque al morir estas jóvenes, se les había acabado a ellos un cierto juguete favorito para pasar las largas horas angustiosas de la guerra.
A pesar de lo interesante del documental y lo agradable que pueda ser pasar el rato viendo una historia de espionaje, me quedé verdaderamente sobrecogida de horror ante la indiferencia y la trivialidad con que estos prisioneros de guerra hablaban sobre los crímenes espantosos en los que habían participado. Una constante en sus conversaciones cuando se lamentaban sobre el asesinato de las bellas muchachas que habían usado como juguetes, era reiterar que habían cumplido órdenes superiores. Por su parte los generales que iban llegando poco a poco desde los diferentes frentes de batalla que se iban rindiendo ante el avance de los Aliados, también hablaban sobre la «inconveniencia» del genocidio en el que habían participado. Una minoría consideraba a Hitler un loco desquiciado que había provocado la caída de su amada Alemania. Pero la mayoría seguían hablando del supremo comandante como si fuera un dios al que hubiera que adorar. Uno de los generales capturados en el frente de Rusia comentó que era un escándalo estar matando y poniendo en fosas comunes a toda esa gente, porque esas tumbas múltiples estaban contaminando el agua que tenían que consumir.
Los generales tenían desde luego una visión más amplia de lo que estaba ocurriendo, pero al fin y al cabo también hablaban sobre la matanza de civiles inermes, de familias enteras, como un error táctico. En ningún momento hubo en sus consideraciones un sólo pensamiento hacia los seres humanos indefensos e inocentes que estaban siendo masacrados. A resumidas cuentas, en las reflexiones de todos estos soldados –que constituían un compendio representativo de todas las graduaciones del ejército alemán– nunca hubo un solo comentario de piedad hacia las vidas humanas a cuyo exterminio habían contribuido de forma tan organizada y eficiente. La trivialidad con que los soldados de menor graduación hablaban de las jóvenes y la tortura a que las habían sometido, era la misma trivialidad con la que los generales hablaban de la inconveniencia de matar estas cantidades de gente por las molestias que esto les había ocasionado en sus tareas guerreras.
Al escuchar estas conversaciones que retratan la falta de valor que para estos individuos había tenido la vida humana, no pude menos que reflexionar sobre las palabras de la gran filósofa alemana, Hannah Arendt y sus escritos sobre lo terriblemente peligroso que es el mal disfrazado de algo sin importancia; el mal trivializado y convertido simplemente en sucesos de menor cuantía que acontecen a otra gente y no a uno mismo. Ella –siendo judía– también tuvo que huir de su patria y padecer la pérdida de su nacionalidad cuando comenzó la persecución contra los judíos alemanes. A pesar de haber sido una de las más brillantes alumnas de Martin Heidegger, el filósofo alemán que terminó siendo uno de los grandes apoyos intelectuales del nazismo, ella tuvo que huir primero a Paris y de allí posteriormente a los Estados Unidos de América. Hannah durante toda su vida se dedicó al análisis de la condición humana que es el título de una de sus obras, publicado en 1958. Pero la obra en que analiza con toda puntualidad las razones por las que los individuos ordinarios, comunes y corrientes se dejan arrastrar por el mal, solamente para obedecer los mandatos de sus superiores o para conformar con la opinión de la sociedad a la que pertenecen es uno de sus trabajos más importantes. Lo escribió en ocasión del juicio por crímenes de guerra contra los alemanes que cometieron toda clase de atrocidades, su nombre es Eichmann en Jerusalén: Un reporte sobre la banalidad del mal, publicado en 1963. En esa obra Arendt acuñó la frase «la banalidad del mal» para describir a Eichmann.
En esta obra Hannah Arendt analiza la cuestión filosófica sobre si el mal es algo radical y por lo tanto notorio o es simplemente el producto de la falta de reflexión y la tendencia de la gente común y corriente a obedecer a sus superiores para conservar un trabajo; y a tratar de estar de acuerdo y conformar con la opinión de la gente que los rodea. Todo esto sin tratar de evaluar de manera crítica las consecuencias de sus acciones o de la inacción total ante el espectáculo de la maldad. Arendt termina el libro dirigiéndose directamente a Eichmann:
De igual manera que tú [Eichmann] apoyaste y llevaste a cabo la política de no querer compartir la Tierra con los judíos y otras personas de un gran número de aciones –como si tú y tus superiores tuvieran el derecho a determinar quién debe y quién no debe habitar el mundo– nosotros hemos determinado que nadie, esto es, ningún miembro de la raza humana, podría tener ningún motivo para querer compartir el planeta contigo. Ésta es la razón, y la única razón por la cual debes ser condenado a la horca.
Desgraciadamente, en la actualidad mucha gente piensa que la cuestión del Holocausto y los asesinatos de judíos son un asunto que debiéramos haber olvidado desde hace mucho tiempo. Los judíos que lograron salvarse y que a raíz de esa terrible experiencia fundaron la nueva patria de Israel se han encargado de que estos crímenes no se olviden. La gente podrá pensar que los judíos son un pueblo rencoroso y por eso no han permitido que las cosas se olviden. Pero creo que este tesón con que los judíos de todo el mundo han procurado retener en la memoria colectiva el Holocausto, en realidad es una gran fortuna para el resto de la humanidad. La gente que no sabe a ciencia cierta la historia del nazismo, desconocen que Hitler mandó matar no solamente al pueblo judío, sino a miles de personas que él consideraba muy inferiores a los que él denominó la raza aria –los alemanes blancos y rubios– por ejemplo los gitanos de Europa del Este, o las personas que tuvieran un origen étnico diferente a lo que él denominaba la raza aria, o sea una raza superior en todos aspectos al resto de la humanidad. Sin embargo, con el genocidio que lo ayudó a perpetrar todo el pueblo alemán, lo único que nos queda es preguntarnos dónde está tal superioridad moral, espiritual o siquiera física en esta cacareada raza aria.
En las conversaciones entre los militares alemanes de todos los rangos, prisioneros en la Gran Bretaña, cuyas conversaciones quedaron grabadas para la posteridad por los miembros del espionaje británico, podemos observar con todo detalle la trivialización del mal, la cosificación de otros seres humanos sólo por el mero hecho de pertenecer a otra etnia, aún dentro de un mismo país; aun cuando fueran pertenecientes a su misma raza blanca y rubia. Con ese único pretexto, todo un pueblo se creyó con el derecho a aniquilar y borrar de la faz de la Tierra a millones de personas.
Sin embargo, no creamos que el pueblo alemán sea el único capaz de llevar a cabo tales horrores. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la gente del mundo quedó tan horrorizada que se fundó por fin la Organización de la Naciones Unidas y a partir de ella, se han fundado muchas otras organizaciones que se han dedicado a tratar de poner un freno a nuestra innata violencia. Sin embargo, concomitantemente con la guerra y a pesar de haber sido uno de los pueblos invadidos y de haber perdido millones de habitantes en esa conflagración, Joseph Stalin, el premier de la Rusia estalinista se dedicó a asesinar a millones de sus propios compatriotas, básicamente a los campesinos, con el simple pretexto de que no se habían adherido al régimen de la manera que, en la mente de Stalin, debieran haberlo hecho. Sin duda, Stalin fue otro energúmeno paranoico y sociópata que liquidó a miles de habitantes de Rusia con el pretexto de hacer una limpieza étnica ideológica.
Durante el resto del siglo XX ha habido muchas otras matanzas por el mismo motivo. Uno de los ejemplos más representativos fueron las matanzas efectuadas en las guerras que fragmentaron la ex Yugoeslavia; una guerra étnica en la que liquidaron a muchas comunidades por creencias religiosas diferentes a las que tenía el grupo dominante, en otras palabras «una guerra santa».
Actualmente, en el terrorismo practicado a lo ancho del mundo entero, muchas personas se creen con el derecho de matar a grupos enteros de gente inerme sólo por el «pecado» de pertenecer a los «infieles» dentro de la mentalidad de los que efectúan los actos terroristas. Mientras que las guerras por una u otra causa no dejan de multiplicarse por todo el planeta.
Ayer se anunciaba en las noticias americanas que en la guerra de Siria ya han muerto como 75,000 personas. Al oír la cifra, me acordé inmediatamente de las cifras de muertos durante los últimos seis años en la infame guerra mexicana contra el narcotráfico. Según los noticieros, se sabe que hay más de 60,000 muertos y como 25,000 desaparecidos –personas que seguramente en su gran mayoría están ya muertos. Esto supera a las cifras de la guerra siria. Sin embargo, no hay una verdadera preocupación por hacer algo que cambie fundamentalmente el estado de tal violencia.
En Cd. Juárez las muchachas siguen desapareciendo a montones y reapareciendo sólo algunas en forma de esqueletos descarnados. Mientras los políticos, desde la época en que Francisco Barrio fue gobernador y tuvo el atrevimiento de decir que las desaparecidas eran unas cuantas prostitutas, siguen lavándose las manos al estilo de Pilatos para no tomar acciones verdaderas para enfrentar y corregir éste que ya se ha convertido en un verdadero genocidio. ¡Como si las prostitutas no fueran personas ni tuvieran derecho a la vida! O como si el hecho de que una muchacha fuera pobre y tuviera que regresar a su casa tarde –después de cubrir larguísimas jornadas de trabajo– la hiciera acreedora a no tener derecho a la vida y ni siquiera a que no se manchara su reputación, una vez muerta, considerándola una especie de trapo desechable.
Mucha gente, oriunda de Juárez y que ha podido fijar su residencia aquí en El Paso, huyendo de la guerra, hablan de esas muchachas y aún de las trabajadoras de la industria maquiladora con un desprecio que me deja atónita. Muchos recién emigrados de México han acuñado el término de los «mexas» para señalar a aquellos que ellos ya no consideran sus paisanos, y también para los que han llegado anteriormente de México, pero que, de acuerdo a esta gente nueva, son pertenecientes a clases sociales inferiores. Una característica que les parece altamente criticable es la forma de hablar de mucha gente hispana que ha vivido aquí durante generaciones y que por razones históricas han conservado el habla de un español arcaico. En todas las reuniones a las que de vez en cuando voy y donde haya gente recién inmigrada de México, siempre escucho en las conversaciones un gran desprecio hacia las personas hispanas que aquellos consideran de clase social inferior. Esto me oprime el corazón, porque siempre me pregunto si la guerra de México no se deberá seguramente a esta estratificación brutal; no ya de clases sociales o ni siquiera de castas, sino de verdaderos estamentos. Esos mismos que los conquistadores crearon en la Nueva España colonial y que desgraciadamente han sobrevivido para seguir generando la misma violencia aterradora del tiempo en que fueron concebidos.
Muchos han criticado los movimientos que hay en Cd. Juárez por parte de los familiares de mujeres desaparecidas y asesinadas. La gente que tiene mejores condiciones de vida y por lo tanto una mejor manera de defender y proteger a los miembros femeninos de su familia son quienes más critican a la gente que ha vivido una tragedia como la pérdida de una hija, una esposa o una madre. La mayoría de las muertas de Juárez han sido mujeres jóvenes; y la gran mayoría, muchachas trabajadoras o estudiantes que seguramente hubieran sido ciudadanas contribuyentes a sus familias y su sociedad de habérseles permitido vivir. Muchos creen que es una vergüenza que haya estos movimientos sociales en Juárez, movimientos que han dado a conocer la ciudad en todo el mundo. Sin embargo, poco a poco nos hemos ido enterando que estas matanzas masivas de mujeres se dan en muchas otras ciudades de México –y ahora estoy segura que en muchos otros lugares del mundo– sin que nadie haga nada al respecto.
En Juárez es donde por primera vez, quizá en la historia de la humanidad, se le ha conferido a la mujer –al menos por parte de sus familiares y amigos– la categoría de humana, de persona, de ciudadana, de miembro perteneciente a una sociedad.
Al escuchar anoche el documental sobre las grabaciones que hicieran los británicos de los soldados alemanes, no pude menos que recordar las reflexiones de la gran filósofa judeo-alemana Hannah Arendt, siendo ella misma una víctima de la violencia y la maldad que significa ser considerado alguien inferior por parte del grupo mayoritario de un país. Los soldados hablaban de bellas muchachas, pertenecientes a todos los países invadidos por los alemanes, como simples juguetes con quien ellos tenían todo el derecho a divertirse para soportar las angustias de la guerra. En Juárez, no se sabe a ciencia cierta quién está secuestrando a tantas jóvenes (en su mayoría bellas jóvenes mexicanas que pertenecen a la clase trabajadora o simplemente cometieron el «pecado» de ser pobres).
Probablemente sean decenas de asesinos los que consideran que la mujer es una especie de ganado que transitan porn las calles para que se les capture y se les haga objeto de todo tipo de tortura para diversión y pasatiempo de estos depravados. ¡Como si las mujeres no tuviéramos el derecho a transitar por las calles de nuestras ciudades! Escogen, desde luego, a mujeres o muchachas a quienes las autoridades y la sociedad misma considerarán inferiores y por lo tanto indignas de que se les busque y se les salve de muertes terribles. ¿Acaso no esto un genocidio? ¿No es lo mismo que pensaban los ciudadanos alemanes de los judíos de su propio país y de los habitantes de otras etnias y otras naciones?
Hemos visto con terrible indiferencia desde finales del siglo pasado la muerte y desaparición de estas muchachas. Entonces los asesinos han descubierto que se puede secuestrar, torturar y asesinar con toda impunidad. Por lo tanto, han decidido ensanchar su campo de acción y actualmente están secuestrando, matando, torturando y desapareciendo a muchas otras personas de muy diferentes orígenes y condiciones sociales. Hoy en día, la sociedad mexicana está padeciendo un éxodo de mexicanos que tratan de huir de la matanza hacia otros países, principalmente los Estados Unidos.
Empero, la gran tragedia es que no alcanzamos todavía a comprender que si seguimos con la misma mentalidad de desprecio hacia los que son menos afortunados que nosotros económicamente hablando; o si son personas que hablan un español diferente a nuestro dialecto traído de México; o dentro de nuestro multicolor latinoamericano los despreciamos por ser un poco más morenos que nosotros, solamente estamos llevando las mismas condiciones que originaron la guerra genocida que se está desarrollando en México. Creemos que por el hecho de venirnos a otro país estaremos a salvo de todo mal. Pero eso es una mentira gigantesca. Hace 50 años se originó este mismo tipo de guerra en Colombia y todavía no se ha terminado, ni se vislumbra que haya un fin próximo. Al igual que en México, la guerra colombiana es fundamentalmente una guerra de castas. Si los emigrantes latinoamericanos seguimos enarbolando estas mismas estupideces, la guerra solamente seguirá escalando y volviéndose cada vez más violenta y más generalizada. Cuando le quitamos a otros seres humanos su calidad de humanidad, así sea solamente escupiendo nuestro desprecio con palabras, esta violencia se queda en el ambiente y se vuelve un monstruo que terminará devorándonos. Así como la Segunda Guerra Mundial fue un monstruo que terminó devorando a la sociedad europea, pero quienes más fuertemente pagaron la factura fueron aquellos que enarbolaron con más ahínco las creencias de la superioridad sobre otros seres humanos, los alemanes creyentes en la raza aria. Aquellos que se fanatizaron y sintieron que tenían el derecho a aniquilar poblaciones enteras, quedaron con su patria hecha trizas y tuvieron que cargar durante medio siglo con el total desprecio de todos los pueblos del orbe.
Quienes desprecian a otros ciudadanos de su propio país, ya no digamos de otros países, corren el riesgo de seguir alimentando la violencia cada vez mayor y más caótica. Huitzilopochtli, el terrible dios guerrero de los aztecas que exigía un constante tributo de sangre y corazones humanos, es la personificación de la violencia y el mal. Por eso algunos que creen que el Mal con mayúsculas es algo tan aparatoso como los sacrificios humanos.
No obstante hoy en día, el mal puede ser peor que nunca porque está banalizado, porque se disfraza de comicidad en los chistes que decimos sobre otras personas; en las palabras de desprecio como «mexa», «pocho», «naco», «prole» y otras muchas que inventamos constantemente; y que apenas esbozan nuestro desprecio por personas que a fin de cuentas son tan latinoamericanos y mestizos como lo somos todos. Hannah Arendt escribió toda su obra sobre esta banalización del mal y los judíos se han encargado de que nadie olvide el Holocausto, pero no ha sido suficiente. No hemos podido entender que mientras no cultivemos una veneración, un verdadera respeto por la vida, como un fenómeno precioso y único de la naturaleza, y en última instancia como revelación de la divinidad (de cualquier forma que la entendamos) estaremos condenados a sufrir una y otra vez los holocaustos promovidos por nuestra propia estupidez. Porque no olvidemos que toda realidad comienza en el pensamiento y se materializa a través de la palabra. Así lo establece la Biblia, nuestro libro sagrado de Occidente que dice: En un principio fue el Verbo y a través del Verbo, Dios le dio vida a toda la creación.
El Paso, Texas
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Tin Tan / Homenaje a Tin Tan como cantante
.
La Fonoteca Nacional reconoce el talento y trayectoria del actor y cantante mexicano, que lo posicionó como uno de los máximos comediantes mexicanos. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- A 40 años del fallecimiento del actor, cantante y comediante, Germán Valdés (19 de septiembre de 1915 – 29 de junio de 1973) mejor conocido como Tin Tan, la Fonoteca Nacional celebrará un homenaje y recordará al personaje en una de sus facetas más importantes: la de cantante. Informa la Fonoteca Nacional.
La Fonoteca invita a descubrir los documentos sonoros que resguarda. El homenaje busca revelar la etapa de desarrollo, el talento innato y las habilidades histriónicas que convertirían a Tin Tan en uno de los máximos comediantes mexicanos de todos los tiempos.
«De voz educada y versátil, Tin Tan combinó sus intervenciones habladas con canciones de muy variados géneros. Lo mismo cantó el corrido, el cha cha cha, la balada, el bolero, la cumbia, la zarzuela y el swing», dice el comunicado.
El evento será este 30 de mayo a las 19:00 horas en la Fonoteca Nacional y será presentado por el periodista y musicólogo Jaime Almeida.
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La Fonoteca Nacional reconoce el talento y trayectoria del actor y cantante mexicano, que lo posicionó como uno de los máximos comediantes mexicanos. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- A 40 años del fallecimiento del actor, cantante y comediante, Germán Valdés (19 de septiembre de 1915 – 29 de junio de 1973) mejor conocido como Tin Tan, la Fonoteca Nacional celebrará un homenaje y recordará al personaje en una de sus facetas más importantes: la de cantante. Informa la Fonoteca Nacional.
La Fonoteca invita a descubrir los documentos sonoros que resguarda. El homenaje busca revelar la etapa de desarrollo, el talento innato y las habilidades histriónicas que convertirían a Tin Tan en uno de los máximos comediantes mexicanos de todos los tiempos.
«De voz educada y versátil, Tin Tan combinó sus intervenciones habladas con canciones de muy variados géneros. Lo mismo cantó el corrido, el cha cha cha, la balada, el bolero, la cumbia, la zarzuela y el swing», dice el comunicado.
El evento será este 30 de mayo a las 19:00 horas en la Fonoteca Nacional y será presentado por el periodista y musicólogo Jaime Almeida.
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Poesía / Nuno Júdice: «Otra imagen»
Conozco el mundo de los muertos. Es frío, con tierra
por encima, restos de tablas, huesos deshechos por los inviernos.
Los muertos nos ven: desde donde están, llaman por los nombres
familiares, en un murmullo, y el viento les dispersa los alientos
–música de cipreses. Por eso, hay quien ande entre los túmulos,
al final de la tarde, con los oídos tapados; quien rece,
entre dientes, fechas estériles como las antiguas piedras;
quien persiga la propia sombra, temiendo que desaparezca
bajo la hierba fresca. Memorias vagas y finales, atormentándome
en un secreto espejo – ¿en mi lugar, absorto
y pálido, quién pronuncia mi nombre, en silencio, sin ojos,
sin labios, sin los cabellos que otrora toqué?
OUTRA IMAGEM
Conheço o mundo dos mortos. É frio, com terra
por cima, restos de tábuas, ossos desfeitos pelos invernos.
Os mortos vêem-nos: de onde estão, eles chamam pelos nomes
familiares, num murmúrio, e o vento dispersa-lhes os sopros
– música de ciprestes. Por isso, há quem ande entre as campas,
ao fim da tarde, com os ouvidos tapados; quem reze,
entre lábios, datas estéreis como as antigas pedras;
quem persiga a própria sombra, temendo que ela desapareça
sob a erva fresca. Memórias vagas e finais, atormentando-me
num secreto espelho – no canto de mim, absorto
e pálido, quem, me diz o nome, em silêncio, sem olhos,
sem lábios, sem os cabelos que outrora toquei?
Traducción de Vicente Araguas
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por encima, restos de tablas, huesos deshechos por los inviernos.
Los muertos nos ven: desde donde están, llaman por los nombres
familiares, en un murmullo, y el viento les dispersa los alientos
–música de cipreses. Por eso, hay quien ande entre los túmulos,
al final de la tarde, con los oídos tapados; quien rece,
entre dientes, fechas estériles como las antiguas piedras;
quien persiga la propia sombra, temiendo que desaparezca
bajo la hierba fresca. Memorias vagas y finales, atormentándome
en un secreto espejo – ¿en mi lugar, absorto
y pálido, quién pronuncia mi nombre, en silencio, sin ojos,
sin labios, sin los cabellos que otrora toqué?
OUTRA IMAGEM
Conheço o mundo dos mortos. É frio, com terra
por cima, restos de tábuas, ossos desfeitos pelos invernos.
Os mortos vêem-nos: de onde estão, eles chamam pelos nomes
familiares, num murmúrio, e o vento dispersa-lhes os sopros
– música de ciprestes. Por isso, há quem ande entre as campas,
ao fim da tarde, com os ouvidos tapados; quem reze,
entre lábios, datas estéreis como as antigas pedras;
quem persiga a própria sombra, temendo que ela desapareça
sob a erva fresca. Memórias vagas e finais, atormentando-me
num secreto espelho – no canto de mim, absorto
e pálido, quem, me diz o nome, em silêncio, sem olhos,
sem lábios, sem os cabelos que outrora toquei?
Traducción de Vicente Araguas
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Poesía / Nuno Júdice: «Encantamiento»
Vi las mujeres azules del equinoccio
volando como pájaros ciegos; y sus cuerpos
sin alas ahogándose, despacio, en los lagos
volcánicos. Sus labios vomitaban el fuego
que traían de una infancia de magma
calcinado. El agua estaba negra, a su vuelta;
y los ramos de las plantas sumergidas por las lluvias
primaverales las abrazaban, empujándolas en un
estertor de imágenes. Las tapé con el cobertor
del verso; las extendí en la arena gruesa
de la orilla, viendo las culebras de agua huir
por entre los cañaverales. Les aceché
el sexo por donde se escurría el líquido blanco
de un inicio. Pude decirles que las amaba,
abrazándolas, como si estuviesen vivas; y
oí un rastrojar de criaturas por entre
los arbustos, repitiéndome las frases con una
entonación de risa: ¿Dónde están esas mujeres?
¿En qué lecho de río duermen sus cuerpos,
que mis dedos buscan en un gesto
vago de inquietud? Navego contra corriente;
busco la fuente, el silencio frío de una génesis.
ENCANTAMENTO
Vi as mulheres
azuis do equinócio
voarem como pássaros cegos; e os seus corpos
sem asas afogarem-se, devagar, nos lagos
vulcânicos. Os seus lábios vomitavam o fogo
que traziam de uma infância de magma
calcinado. A água ficava negra, à sua volta;
e os ramos das plantas submersas pelas chuvas
primaveris abraçavam-nas, puxando-as num
estertor de imagens. Tapei-as com o cobertor
do verso; estendi-as na areia grossa
da margem, vendo as cobras de água fugirem
por entre os canaviais. Espreitei-lhes
o sexo por onde escorria o líquido branco
de um início. Pude dizer-lhes que as amava,
abraçando-as, como se estivessem vivas; e
ouvi um restolhar de crianças por entre
os arbustos, repetindo-me as frases com uma
entoação de riso. Onde estão essas mulheres?
Em que leito de rio dormem os seus corpos,
que os meus dedos procuram num gesto
vago de inquietação? Navego contra a corrente;
procuro a fonte, o silêncio frio de uma génese.
Traducción de Vicente Araguas
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volando como pájaros ciegos; y sus cuerpos
sin alas ahogándose, despacio, en los lagos
volcánicos. Sus labios vomitaban el fuego
que traían de una infancia de magma
calcinado. El agua estaba negra, a su vuelta;
y los ramos de las plantas sumergidas por las lluvias
primaverales las abrazaban, empujándolas en un
estertor de imágenes. Las tapé con el cobertor
del verso; las extendí en la arena gruesa
de la orilla, viendo las culebras de agua huir
por entre los cañaverales. Les aceché
el sexo por donde se escurría el líquido blanco
de un inicio. Pude decirles que las amaba,
abrazándolas, como si estuviesen vivas; y
oí un rastrojar de criaturas por entre
los arbustos, repitiéndome las frases con una
entonación de risa: ¿Dónde están esas mujeres?
¿En qué lecho de río duermen sus cuerpos,
que mis dedos buscan en un gesto
vago de inquietud? Navego contra corriente;
busco la fuente, el silencio frío de una génesis.
ENCANTAMENTO
Vi as mulheres
azuis do equinócio
voarem como pássaros cegos; e os seus corpos
sem asas afogarem-se, devagar, nos lagos
vulcânicos. Os seus lábios vomitavam o fogo
que traziam de uma infância de magma
calcinado. A água ficava negra, à sua volta;
e os ramos das plantas submersas pelas chuvas
primaveris abraçavam-nas, puxando-as num
estertor de imagens. Tapei-as com o cobertor
do verso; estendi-as na areia grossa
da margem, vendo as cobras de água fugirem
por entre os canaviais. Espreitei-lhes
o sexo por onde escorria o líquido branco
de um início. Pude dizer-lhes que as amava,
abraçando-as, como se estivessem vivas; e
ouvi um restolhar de crianças por entre
os arbustos, repetindo-me as frases com uma
entoação de riso. Onde estão essas mulheres?
Em que leito de rio dormem os seus corpos,
que os meus dedos procuram num gesto
vago de inquietação? Navego contra a corrente;
procuro a fonte, o silêncio frio de uma génese.
Traducción de Vicente Araguas
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Poesía / Lilvia Soto: «De las hormigas rojas y los miligramos»
I
Grano a grano
se la llevan.
Sobre la espalda y entre los pies
la transportan
por estrechos y oscuros pasadizos
a sus amplias cámaras.
Jalan, empujan,
arrastran y levitan
cada miligramo oscuro
de ladrillo rojo y de adobe seco.
Las sacerdotisas de la muerte,
las hormigas rojas que viven
detrás de la casa de los abuelos,
oyen la canción del viento
y hacen la labor del tiempo.
Al desmoronarse cada ladrillo rojo
bajo el ardiente sol,
al esparcirse cada adobe
en el viento,
lo arrastran,
uno más para la oscuridad.
II
El magnífico palomar que el abuelo
como amoroso arquitecto
construyó,
y del que día a día
preparó
para mi hermana Sandra
un pichón fresco
para alimentar
su flaco cuerpo de sietemesina,
ha descendido todo
por la misteriosa entrada
de la morada de las hormigas.
III
El gran tejabán de adobe
donde el primo Alfonso
sentado en su banco de tres patas
ordeñaba las vacas,
el tejabán oloroso a alfalfa
donde el abuelo hospedaba
su yegua preferida,
el tejabán donde los animales
vivían en bucólica armonía
pastoreados por Penny,
el gordo pequinés del abuelo,
ha desaparecido,
grano a grano,
por la misteriosa entrada.
IV
El gallinero donde la abuela
guardaba sus gallinas,
donde día a día
recogíamos huevos frescos
para los almuerzos de los trabajadores
y para los pasteles
con los que celebrábamos
el cumpleaños de cada primo,
se ha derrumbado,
una ruina más
que ha bajado a la oscuridad.
V
El granero donde el abuelo
guardaba los sacos
de frijol y de maíz
para vender a los lugareños,
regalar a las hijas que se iban,
alimentar a los nietos y trabajadores
que comían en la cocina
alrededor de la mesa de patas de león,
el granero donde el abuelo guardaba
las cajas de semilla
de melón, calabacita, pepino,
sandía, chile vallero,
para sembrar la siguiente cosecha,
sobre la espalda y entre los pies
de las hormigas rojas
ha entrado, grano a grano,
a la oscuridad.
VI
El taller donde el abuelo guardaba
rastrillos, azadones y alicates,
limas, horquillas y martillos,
palas, guadañas, carretillas,
clavos, tuercas y tornillos
de todos los estilos y tamaños,
el taller de las herramientas
donde el abuelo construía,
afilaba y remendaba
la maquinaria que mantenía la vida de la granja
y a la familia viva,
ha descendido
a la oscuridad del hormiguero.
VII
El excusado que construyó el abuelo
en el campo más lejano,
de tablas sin pintar,
con techo de dos aguas y puerta con aldaba,
el excusado de doble asiento donde
madres e hijas y tías y primas
platicaban y soñaban con las ofertas
del catálogo de Sears,
el temido excusado que
evitábamos de noche,
por miedo a las arañas y la oscuridad,
y cuando era inevitable
lo visitábamos en parejas,
tomadas de la mano y con linterna,
el humilde excusado
que tantos susurros escuchó
ha desaparecido
por la misteriosa entrada.
VIII
Pero en el gran salón
donde la Reina Madre preside
todavía queda espacio
para la centenaria casa de ladrillo
donde los abuelos criaron
a sus ocho hijos
y a numerosos nietos y sobrinos.
El sol ardiente,
la danza frenética del viento,
los años de desidia,
han desmoronado cada miligramo
que las hormigas rojas acarrean
sobre la espalda y entre los pies
por el estrecho pasadizo
a la misteriosa cámara.
IX
Aún queda algo,
algo que parece casa
donde los primos viven
con ventanas rotas,
techo que gotea,
ladrillos que se desmoronan.
No están solos.
Los antiguos fantasmas
que heredaron los abuelos
de los primeros moradores de la casa
han reclamado sus derechos
de colonos.
Todavía queda algo
pero ya no por mucho tiempo,
pues las sacerdotisas de la muerte,
las hormigas rojas
que reinan en el patio de la casa
escuchan el rugido del viento
y hacen la labor del tiempo.
X
Y cuando el último miligramo
desaparezca,
¿bajarán los antiguos fantasmas
con las hormigas rojas,
o se quedarán a vagar
por la milenaria tierra ancestral
calcinada por el sol,
azotada por el viento?
¿O jalarán las hormigas rojas
al sol y al viento
por la misteriosa entrada?
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Grano a grano
se la llevan.
Sobre la espalda y entre los pies
la transportan
por estrechos y oscuros pasadizos
a sus amplias cámaras.
Jalan, empujan,
arrastran y levitan
cada miligramo oscuro
de ladrillo rojo y de adobe seco.
Las sacerdotisas de la muerte,
las hormigas rojas que viven
detrás de la casa de los abuelos,
oyen la canción del viento
y hacen la labor del tiempo.
Al desmoronarse cada ladrillo rojo
bajo el ardiente sol,
al esparcirse cada adobe
en el viento,
lo arrastran,
uno más para la oscuridad.
II
El magnífico palomar que el abuelo
como amoroso arquitecto
construyó,
y del que día a día
preparó
para mi hermana Sandra
un pichón fresco
para alimentar
su flaco cuerpo de sietemesina,
ha descendido todo
por la misteriosa entrada
de la morada de las hormigas.
III
El gran tejabán de adobe
donde el primo Alfonso
sentado en su banco de tres patas
ordeñaba las vacas,
el tejabán oloroso a alfalfa
donde el abuelo hospedaba
su yegua preferida,
el tejabán donde los animales
vivían en bucólica armonía
pastoreados por Penny,
el gordo pequinés del abuelo,
ha desaparecido,
grano a grano,
por la misteriosa entrada.
IV
El gallinero donde la abuela
guardaba sus gallinas,
donde día a día
recogíamos huevos frescos
para los almuerzos de los trabajadores
y para los pasteles
con los que celebrábamos
el cumpleaños de cada primo,
se ha derrumbado,
una ruina más
que ha bajado a la oscuridad.
V
El granero donde el abuelo
guardaba los sacos
de frijol y de maíz
para vender a los lugareños,
regalar a las hijas que se iban,
alimentar a los nietos y trabajadores
que comían en la cocina
alrededor de la mesa de patas de león,
el granero donde el abuelo guardaba
las cajas de semilla
de melón, calabacita, pepino,
sandía, chile vallero,
para sembrar la siguiente cosecha,
sobre la espalda y entre los pies
de las hormigas rojas
ha entrado, grano a grano,
a la oscuridad.
VI
El taller donde el abuelo guardaba
rastrillos, azadones y alicates,
limas, horquillas y martillos,
palas, guadañas, carretillas,
clavos, tuercas y tornillos
de todos los estilos y tamaños,
el taller de las herramientas
donde el abuelo construía,
afilaba y remendaba
la maquinaria que mantenía la vida de la granja
y a la familia viva,
ha descendido
a la oscuridad del hormiguero.
VII
El excusado que construyó el abuelo
en el campo más lejano,
de tablas sin pintar,
con techo de dos aguas y puerta con aldaba,
el excusado de doble asiento donde
madres e hijas y tías y primas
platicaban y soñaban con las ofertas
del catálogo de Sears,
el temido excusado que
evitábamos de noche,
por miedo a las arañas y la oscuridad,
y cuando era inevitable
lo visitábamos en parejas,
tomadas de la mano y con linterna,
el humilde excusado
que tantos susurros escuchó
ha desaparecido
por la misteriosa entrada.
VIII
Pero en el gran salón
donde la Reina Madre preside
todavía queda espacio
para la centenaria casa de ladrillo
donde los abuelos criaron
a sus ocho hijos
y a numerosos nietos y sobrinos.
El sol ardiente,
la danza frenética del viento,
los años de desidia,
han desmoronado cada miligramo
que las hormigas rojas acarrean
sobre la espalda y entre los pies
por el estrecho pasadizo
a la misteriosa cámara.
IX
Aún queda algo,
algo que parece casa
donde los primos viven
con ventanas rotas,
techo que gotea,
ladrillos que se desmoronan.
No están solos.
Los antiguos fantasmas
que heredaron los abuelos
de los primeros moradores de la casa
han reclamado sus derechos
de colonos.
Todavía queda algo
pero ya no por mucho tiempo,
pues las sacerdotisas de la muerte,
las hormigas rojas
que reinan en el patio de la casa
escuchan el rugido del viento
y hacen la labor del tiempo.
X
Y cuando el último miligramo
desaparezca,
¿bajarán los antiguos fantasmas
con las hormigas rojas,
o se quedarán a vagar
por la milenaria tierra ancestral
calcinada por el sol,
azotada por el viento?
¿O jalarán las hormigas rojas
al sol y al viento
por la misteriosa entrada?
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Artes Plásticas / Italia: Sobresaliente Bienal de Venecia
.
Instalación de Lara Almarcegui en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Se ha inaugurado en la ciudad italiana de Venecia la 55 edición de la Bienal de arte contemporáneo, bajo una enorme expectación. Es una cita centenaria que tiene lugar tradicionalmente en los Giardini del Castello y en el célebre Arsenale y que, en los últimos años, ha asistido a la masiva aparición de espacios diseminados por toda la ciudad que se adhieren al programa multiplicando su oferta. Es, sin duda, un evento ineludible que no necesariamente mide la temperatura del arte de nuestro tiempo (y mucho menos, como veremos, esta edición) pero sí concentra las miradas de todos los profesionales y la de muchísimos aficionados. Todo el mundo quiere estar aquí. Todos quieren dejarse ver. Una nota de Javier Hontoria para El Cultural:
La Bienal está compuesta por una gran exposición oficial y por proyectos de carácter nacional que tienen lugar en los pabellones (de quien los tenga, como España, en los Giardini) o en otras sedes esparcidas por la ciudad. La de este año es una cita que no conviene perderse. La exposición oficial que ha realizado el comisario de este año, el italiano Massimoliano Gioni, es extraordinaria, y en lo que respecta a la participación española, el proyecto de Lara Almarcegui merece especial atención.
Empecemos por el Pabellón de España, en el que la artista aragonesa Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972), de la mano del comisario Octavio Zaya, presenta sus conocidos montones de materiales, los mismos y en igual cantidad que los que conforman el propio edificio, construido en 1922 por el arquitecto andaluz Javier de Luque. Almarcegui ya ha realizado este proyecto en repetidas ocasiones. Lo hizo con gran éxito en la Secession de Viena, previamente también en Dijon y en Rotterdam, la ciudad en la que reside desde los noventa, y estos días puede verse también en el MUSAC de León.
En la Bienal, que abre al público el próximo sábado, ante los ojos de todo el mundo, 500 metros cuadrados distribuidos en sucesivos montones de ladrillo y mortero, cemento y hormigón, grava y teja, cristal, madera, arena y acero se acumulan en el espacio desbordándolo, sobre todo en una sala central que resulta, sencillamente, imponente. Tal vez sea el contexto en el que más me haya seducido este proyecto de Almarcegui, un lugar anodino en su interior, carente de las connotaciones que otorgan los museos y los centros de arte, sin la pompa del edificio de Olbrich en Viena o la magnitud cautivadora del MUSAC. Más pequeño, con la luz natural entrando a raudales, la sobria sencillez del espacio desnuda la realidad implacable del trabajo de Lara y le otorga, si cabe, mayor veracidad, liberado ya de liturgias escenográficas y demás consideraciones estéticas. Esta es la realidad del espacio que acoge el proyecto, esto es lo que fue, y esto es lo que será.
Que el trabajo de la aragonesa se vea atrapado en la demagogia de la situación económica española y en las malintencionadas manipulaciones sobre su coste (que sólo es una ínfima parte de lo que se ha aireado de forma interesada) resulta inadmisible si nos atenemos a la posición insobornable ante los retos que se plantea en su trabajo, un quehacer que no tiene mayor aspiración que ceñirse a la verdad de la vida, del arte, y del espacio físico y social que hemos forjado a nuestro alrededor.
Es especialmente acertada la inclusión de un trabajo en vídeo en un espacio en el nivel superior que está acompañado por una de sus guías. Se trata de un estudio de la Sacca San Maria de Murano, una isla creada a partir del vertido de residuos de la célebre industria del cristal. Como en otros lugares ante los que se ha detenido anteriormente la artista, nada resultaría inicialmente atractivo (especialmente en un lugar como Venecia por lo que todo cobra incluso más sentido). Divierte ver el tremendo alcance de los montones de materiales y luego comprobar la dedicación con la que Almarcegui se detiene ante un lugar irrelevante para el imaginario colectivo de Venecia, etéreo y olvidado pero dinámico y silenciosamente fluctuante a partir de la acción despreocupada de la industria.
El proyecto de Lara Almarcegui debe estar entre los favoritos del jurado y del público. Pero tiene competencia seria en más de un pabellón nacional, especialmente en los del holandés Mark Manders -soberbio-, el británico Jeremy Deller, con su habitual flema con la que parece querer decirnos que para saber reírse de verdad de uno mismo sólo hace falta ser inglés, el libanés Akram Zaatari, con una extraordinariamente bien armada mezcla de realidad e historia personal, o Anri Sala, con una de sus complejas reflexiones en torno al tiempo y al espacio con la música como piedra de toque en el Pabellón francés.
En el Pabellón Italia de los Giardini y en el Arsenale tiene lugar, como siempre, la exposición oficial de la Bienal, este año dirigida por el italiano residente en Nueva York Massimilano Gioni, que la ha titulado El Palacio Enciclopédico, un epígrafe de claras resonancias borgeanas. A mí me ha parecido una exposición fabulosa. Es atrevida, densa, personal, libre, muy ambiciosa. Es una de las ediciones con mayor número de artistas, más de 150 artistas, que no se ciñen a la experiencia contemporánea (esa es una de las claves de la exposición). Muchos han dejado su legado a lo largo del siglo pasado y muchos de ellos ya han muerto. Es una exposición que deja escasas concesiones al mercado y que versa fundamentalmente sobre cuánto de estético se halla en la búsqueda de conocimiento en un amplísimo crisol de disciplinas.
Gioni es el comisario más joven en dirigir una Bienal de Venecia. Como comisario de una cita de estar características se tiene mucho que perder y poco que ganar. Podríamos decir que, desde Harald Szeemann en las bienales del cambio de siglo, nadie ha salido triunfante, muchos han pasado sin hacer ruido y alguno ha fracasado. Muchos ojos estaban puestos en Gioni. Con sólo 40 años, este director artístico del New Museum de Nueva York y de la Fundación Nicola Trussardi de Milán se ha significado por un tipo de arte muy específico, por lo general afín al mercado, vigoroso y de fuerte impronta visual. Había expectación por saber si sería agasajado por las galerías como lo fue Bice Curiger en la edición anterior. Confieso que yo así lo pensé, y mi sorpresa ha sido mayúscula. Gioni, como todo comisario de la Bienal, ha debido soportar tremendas presiones procedentes de todos los estamentos del arte, pero ha sabido ser libre y hacer la exposición que ha querido hacer. Es, en esencia, eso: una exposición, y eso es de agradecer. Es un fuego cruzado de relaciones, unas más obvias que otras, pero fluyen con naturalidad a través de un montaje, de verdad, impecable.
Gioni ha repetido hasta el hartazgo que él no es un académico. Lo sabemos. Pero tiene una habilidad para montar exposiciones difícilmente superable. La cadencia en que se cifran las obras en determinadas salas es admirable. Las salas dedicadas a Thierry de Cordier y Richard Serra, por ejemplo, en el Pabellón Italia de los Giardini, o los diagramas de Rudolf Steiner junto a la performatividad de Tino Sehgal (Documenta, Turner Prize, Bienal de Venecia... ¿quién da más?). La obra de Paloma Polo, la única artista española seleccionada por Gioni, puede verse en uno de los espacios del Pabellón. La estupenda solución formal que le ha dado Gioni al trabajo de la madrileña, obviando la aparatosidad del carrusel y retroproyectándolo, contrasta con el espacio un tanto angosto en el que ha sido emplazado.
En el Arsenale, la exposición presenta, sobre todo en su tramo final, un mayor número de artistas contemporáneos. Aquí es donde Massimiliano Gioni ha cedido un espacio a la artista estadounidense Cindy Sherman, que ha realizado una pequeña colectiva sobre la autoridad de la imagen como instrumento de representación y que tiene en los dibujos sobre paños realizados por presos mexicanos o en el trío de esculturas de Jimmie Durham, Paul McCarthy o John de Andrea sus puntos fuertes. De vuelta en la expo de Gioni, y ya al final del recorrido, las obras de Dieter Roth, Burce Nauman y Walter de Maria componen un logrado epílogo.
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Instalación de Lara Almarcegui en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Se ha inaugurado en la ciudad italiana de Venecia la 55 edición de la Bienal de arte contemporáneo, bajo una enorme expectación. Es una cita centenaria que tiene lugar tradicionalmente en los Giardini del Castello y en el célebre Arsenale y que, en los últimos años, ha asistido a la masiva aparición de espacios diseminados por toda la ciudad que se adhieren al programa multiplicando su oferta. Es, sin duda, un evento ineludible que no necesariamente mide la temperatura del arte de nuestro tiempo (y mucho menos, como veremos, esta edición) pero sí concentra las miradas de todos los profesionales y la de muchísimos aficionados. Todo el mundo quiere estar aquí. Todos quieren dejarse ver. Una nota de Javier Hontoria para El Cultural:
La Bienal está compuesta por una gran exposición oficial y por proyectos de carácter nacional que tienen lugar en los pabellones (de quien los tenga, como España, en los Giardini) o en otras sedes esparcidas por la ciudad. La de este año es una cita que no conviene perderse. La exposición oficial que ha realizado el comisario de este año, el italiano Massimoliano Gioni, es extraordinaria, y en lo que respecta a la participación española, el proyecto de Lara Almarcegui merece especial atención.
Empecemos por el Pabellón de España, en el que la artista aragonesa Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972), de la mano del comisario Octavio Zaya, presenta sus conocidos montones de materiales, los mismos y en igual cantidad que los que conforman el propio edificio, construido en 1922 por el arquitecto andaluz Javier de Luque. Almarcegui ya ha realizado este proyecto en repetidas ocasiones. Lo hizo con gran éxito en la Secession de Viena, previamente también en Dijon y en Rotterdam, la ciudad en la que reside desde los noventa, y estos días puede verse también en el MUSAC de León.
En la Bienal, que abre al público el próximo sábado, ante los ojos de todo el mundo, 500 metros cuadrados distribuidos en sucesivos montones de ladrillo y mortero, cemento y hormigón, grava y teja, cristal, madera, arena y acero se acumulan en el espacio desbordándolo, sobre todo en una sala central que resulta, sencillamente, imponente. Tal vez sea el contexto en el que más me haya seducido este proyecto de Almarcegui, un lugar anodino en su interior, carente de las connotaciones que otorgan los museos y los centros de arte, sin la pompa del edificio de Olbrich en Viena o la magnitud cautivadora del MUSAC. Más pequeño, con la luz natural entrando a raudales, la sobria sencillez del espacio desnuda la realidad implacable del trabajo de Lara y le otorga, si cabe, mayor veracidad, liberado ya de liturgias escenográficas y demás consideraciones estéticas. Esta es la realidad del espacio que acoge el proyecto, esto es lo que fue, y esto es lo que será.
Que el trabajo de la aragonesa se vea atrapado en la demagogia de la situación económica española y en las malintencionadas manipulaciones sobre su coste (que sólo es una ínfima parte de lo que se ha aireado de forma interesada) resulta inadmisible si nos atenemos a la posición insobornable ante los retos que se plantea en su trabajo, un quehacer que no tiene mayor aspiración que ceñirse a la verdad de la vida, del arte, y del espacio físico y social que hemos forjado a nuestro alrededor.
Es especialmente acertada la inclusión de un trabajo en vídeo en un espacio en el nivel superior que está acompañado por una de sus guías. Se trata de un estudio de la Sacca San Maria de Murano, una isla creada a partir del vertido de residuos de la célebre industria del cristal. Como en otros lugares ante los que se ha detenido anteriormente la artista, nada resultaría inicialmente atractivo (especialmente en un lugar como Venecia por lo que todo cobra incluso más sentido). Divierte ver el tremendo alcance de los montones de materiales y luego comprobar la dedicación con la que Almarcegui se detiene ante un lugar irrelevante para el imaginario colectivo de Venecia, etéreo y olvidado pero dinámico y silenciosamente fluctuante a partir de la acción despreocupada de la industria.
El proyecto de Lara Almarcegui debe estar entre los favoritos del jurado y del público. Pero tiene competencia seria en más de un pabellón nacional, especialmente en los del holandés Mark Manders -soberbio-, el británico Jeremy Deller, con su habitual flema con la que parece querer decirnos que para saber reírse de verdad de uno mismo sólo hace falta ser inglés, el libanés Akram Zaatari, con una extraordinariamente bien armada mezcla de realidad e historia personal, o Anri Sala, con una de sus complejas reflexiones en torno al tiempo y al espacio con la música como piedra de toque en el Pabellón francés.
En el Pabellón Italia de los Giardini y en el Arsenale tiene lugar, como siempre, la exposición oficial de la Bienal, este año dirigida por el italiano residente en Nueva York Massimilano Gioni, que la ha titulado El Palacio Enciclopédico, un epígrafe de claras resonancias borgeanas. A mí me ha parecido una exposición fabulosa. Es atrevida, densa, personal, libre, muy ambiciosa. Es una de las ediciones con mayor número de artistas, más de 150 artistas, que no se ciñen a la experiencia contemporánea (esa es una de las claves de la exposición). Muchos han dejado su legado a lo largo del siglo pasado y muchos de ellos ya han muerto. Es una exposición que deja escasas concesiones al mercado y que versa fundamentalmente sobre cuánto de estético se halla en la búsqueda de conocimiento en un amplísimo crisol de disciplinas.
Gioni es el comisario más joven en dirigir una Bienal de Venecia. Como comisario de una cita de estar características se tiene mucho que perder y poco que ganar. Podríamos decir que, desde Harald Szeemann en las bienales del cambio de siglo, nadie ha salido triunfante, muchos han pasado sin hacer ruido y alguno ha fracasado. Muchos ojos estaban puestos en Gioni. Con sólo 40 años, este director artístico del New Museum de Nueva York y de la Fundación Nicola Trussardi de Milán se ha significado por un tipo de arte muy específico, por lo general afín al mercado, vigoroso y de fuerte impronta visual. Había expectación por saber si sería agasajado por las galerías como lo fue Bice Curiger en la edición anterior. Confieso que yo así lo pensé, y mi sorpresa ha sido mayúscula. Gioni, como todo comisario de la Bienal, ha debido soportar tremendas presiones procedentes de todos los estamentos del arte, pero ha sabido ser libre y hacer la exposición que ha querido hacer. Es, en esencia, eso: una exposición, y eso es de agradecer. Es un fuego cruzado de relaciones, unas más obvias que otras, pero fluyen con naturalidad a través de un montaje, de verdad, impecable.
Gioni ha repetido hasta el hartazgo que él no es un académico. Lo sabemos. Pero tiene una habilidad para montar exposiciones difícilmente superable. La cadencia en que se cifran las obras en determinadas salas es admirable. Las salas dedicadas a Thierry de Cordier y Richard Serra, por ejemplo, en el Pabellón Italia de los Giardini, o los diagramas de Rudolf Steiner junto a la performatividad de Tino Sehgal (Documenta, Turner Prize, Bienal de Venecia... ¿quién da más?). La obra de Paloma Polo, la única artista española seleccionada por Gioni, puede verse en uno de los espacios del Pabellón. La estupenda solución formal que le ha dado Gioni al trabajo de la madrileña, obviando la aparatosidad del carrusel y retroproyectándolo, contrasta con el espacio un tanto angosto en el que ha sido emplazado.
En el Arsenale, la exposición presenta, sobre todo en su tramo final, un mayor número de artistas contemporáneos. Aquí es donde Massimiliano Gioni ha cedido un espacio a la artista estadounidense Cindy Sherman, que ha realizado una pequeña colectiva sobre la autoridad de la imagen como instrumento de representación y que tiene en los dibujos sobre paños realizados por presos mexicanos o en el trío de esculturas de Jimmie Durham, Paul McCarthy o John de Andrea sus puntos fuertes. De vuelta en la expo de Gioni, y ya al final del recorrido, las obras de Dieter Roth, Burce Nauman y Walter de Maria componen un logrado epílogo.
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Fotografía / España: La exposición «After Álvarez Bravo - Fotografía Mexicana Ahorita»
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Pieza de la exposición. (Foto: EFE)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- La exposición «After Álvarez Bravo: Fotografía Mexicana Ahorita» propone un recorrido por la fotografía mexicana de los últimos treinta años, a través de 79 imágenes de diecisiete autores, que se pueden contemplar en el madrileño Museo de América, informa desde Madrid la agencia EFE.
La intención del comisario de la muestra, el también fotógrafo René Escalante, ha sido «hacer converger fotógrafos de varias generaciones, nacidos desde los años 60 hasta los 80, para que dialoguen entre ellos, mostrando así una coherencia independientemente de a que época pertenezcan».
Según comentó Escalante, la imagen que generalmente se da es que las diferentes generaciones de autores mexicanos "están peleados, pero eso no es así", como puede verse en la exposición, incluida en el programa de PhotoEspaña 2013, «en la que por primera vez después de muchos años se reúne a un número tan amplio de fotógrafos mexicanos».
La referencia en el título de la exposición al gran maestro Manuel Álvarez Bravo, considerado como el padre de la fotografía mexicana, se debe a que «todos tenemos un referente en él. Nuestros maestros han sido sus discípulos. Además, a partir de él, hemos tendido a experimentar más, y eso es lo que he querido plasmar con los artistas y las obras seleccionadas una por una».
La intención de René Escalante con este proyecto personal, para el que no ha contado con ninguna subvención, ha sido también mostrar los mundos interiores de cada uno de los autores «huyendo de esos yugos que nos tenemos que ir quitando los mexicanos. Existe una realidad que merece la pena ser mencionada, pero no todo se basa en ella».
En un recorrido lleno de color, se puede apreciar gran variedad de estilos, desde los más documentales hasta los conceptuales y, aunque no hay muchos puntos en común entre los fotógrafos seleccionados, sí existen coincidencias.
Una de ellas es la que se refiere al origen geográfico de los autores, como ocurre con los que proceden del norte del país. Entre estos se encuentra Javier Ramírez, «un fotógrafo de referencia en México» que pertenece a los llamados «matorralistas, ya que casi todos tienden a fotografiar matorrales».
En la muestra se exhiben cinco imágenes pertenecientes a la serie «Tara», en referencia a la película Lo que el viento se llevó, realizadas por este fotógrafo nacido en Hermosillo, «autor muy interesante con un trasfondo teórico importante», según el comisario.
También procedentes del norte del país son Miguel Fernández y Alfredo de Stéfano, con unas obras en las, con miradas muy diferentes, los desiertos son los protagonistas.
En el recorrido se puede contemplar también la obra de varios artistas que trabajan interviniendo o creando una obra o situación que luego fotografían.
Así, César López interviene en los espacios olvidados, en casas deshabitadas «donde pone un trozo de su vida particular y crea una instalación que luego fotografía».
Con planteamientos similares, «una tendencia actual encaminada a crear algo y luego tomar fotos de ello», comentó el comisario, se encuentra Alejandra Laviada, quien crea esculturas y composiciones que luego retrata, o Daniela Edburg, autora de situaciones en las que siempre está presente el punto que ella misma teje.
Radicalmente diferente es la propuesta documental de Alejandro Cartagena, formada por seis imágenes pertenecientes a una amplia serie en la que, desde un puente de Monterrey, ha fotografiado a los trabajadores que van y vuelven en camiones descubiertos.
Especialmente creados para esta exposición, de Ernesto Muñiz se muestran tres collages formados con imágenes religiosas. «Es una propuesta visual fantástica que rompe con la hegemonía de la fotografía en sí misma», según el comisario, cuyo trabajo está también presente en la muestra con el nombre de Diamonds Land, colectivo formado por René Escalante y Paolo Tagliolini.
Las imágenes del colectivo afincado en España desde hace años pertenecen al proyecto Compro y hacen referencia «con sarcasmo e ironía a todo lo que se gasta mal en el mundo, en la economía y en la política».
Otro de los autores presentes en la exposición, que trabaja en España desde hace años, es Gustavo Salinas. La falta de zonas verdes en Tijuana, su lugar de origen, ha marcado la serie que se exhibe, formada por imágenes que reflejan «las diferentes formas en que la gente descansa tirada en el césped y muestran su parte más soñadora».
Salinas dejó su ciudad, ya que a diferencia de algunos de sus compañeros «para mí no eran enriquecedoras las imágenes de violencia. Me gusta fotografiar la calle, y allí no me estimulaba ni podía; me interesa la vida cotidiana», comentó el artista, que actualmente trabaja en un gran proyecto en el que la madrileña calle de Alcalá es la protagonista.
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Pieza de la exposición. (Foto: EFE)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- La exposición «After Álvarez Bravo: Fotografía Mexicana Ahorita» propone un recorrido por la fotografía mexicana de los últimos treinta años, a través de 79 imágenes de diecisiete autores, que se pueden contemplar en el madrileño Museo de América, informa desde Madrid la agencia EFE.
La intención del comisario de la muestra, el también fotógrafo René Escalante, ha sido «hacer converger fotógrafos de varias generaciones, nacidos desde los años 60 hasta los 80, para que dialoguen entre ellos, mostrando así una coherencia independientemente de a que época pertenezcan».
Según comentó Escalante, la imagen que generalmente se da es que las diferentes generaciones de autores mexicanos "están peleados, pero eso no es así", como puede verse en la exposición, incluida en el programa de PhotoEspaña 2013, «en la que por primera vez después de muchos años se reúne a un número tan amplio de fotógrafos mexicanos».
La referencia en el título de la exposición al gran maestro Manuel Álvarez Bravo, considerado como el padre de la fotografía mexicana, se debe a que «todos tenemos un referente en él. Nuestros maestros han sido sus discípulos. Además, a partir de él, hemos tendido a experimentar más, y eso es lo que he querido plasmar con los artistas y las obras seleccionadas una por una».
La intención de René Escalante con este proyecto personal, para el que no ha contado con ninguna subvención, ha sido también mostrar los mundos interiores de cada uno de los autores «huyendo de esos yugos que nos tenemos que ir quitando los mexicanos. Existe una realidad que merece la pena ser mencionada, pero no todo se basa en ella».
En un recorrido lleno de color, se puede apreciar gran variedad de estilos, desde los más documentales hasta los conceptuales y, aunque no hay muchos puntos en común entre los fotógrafos seleccionados, sí existen coincidencias.
Una de ellas es la que se refiere al origen geográfico de los autores, como ocurre con los que proceden del norte del país. Entre estos se encuentra Javier Ramírez, «un fotógrafo de referencia en México» que pertenece a los llamados «matorralistas, ya que casi todos tienden a fotografiar matorrales».
En la muestra se exhiben cinco imágenes pertenecientes a la serie «Tara», en referencia a la película Lo que el viento se llevó, realizadas por este fotógrafo nacido en Hermosillo, «autor muy interesante con un trasfondo teórico importante», según el comisario.
También procedentes del norte del país son Miguel Fernández y Alfredo de Stéfano, con unas obras en las, con miradas muy diferentes, los desiertos son los protagonistas.
En el recorrido se puede contemplar también la obra de varios artistas que trabajan interviniendo o creando una obra o situación que luego fotografían.
Así, César López interviene en los espacios olvidados, en casas deshabitadas «donde pone un trozo de su vida particular y crea una instalación que luego fotografía».
Con planteamientos similares, «una tendencia actual encaminada a crear algo y luego tomar fotos de ello», comentó el comisario, se encuentra Alejandra Laviada, quien crea esculturas y composiciones que luego retrata, o Daniela Edburg, autora de situaciones en las que siempre está presente el punto que ella misma teje.
Radicalmente diferente es la propuesta documental de Alejandro Cartagena, formada por seis imágenes pertenecientes a una amplia serie en la que, desde un puente de Monterrey, ha fotografiado a los trabajadores que van y vuelven en camiones descubiertos.
Especialmente creados para esta exposición, de Ernesto Muñiz se muestran tres collages formados con imágenes religiosas. «Es una propuesta visual fantástica que rompe con la hegemonía de la fotografía en sí misma», según el comisario, cuyo trabajo está también presente en la muestra con el nombre de Diamonds Land, colectivo formado por René Escalante y Paolo Tagliolini.
Las imágenes del colectivo afincado en España desde hace años pertenecen al proyecto Compro y hacen referencia «con sarcasmo e ironía a todo lo que se gasta mal en el mundo, en la economía y en la política».
Otro de los autores presentes en la exposición, que trabaja en España desde hace años, es Gustavo Salinas. La falta de zonas verdes en Tijuana, su lugar de origen, ha marcado la serie que se exhibe, formada por imágenes que reflejan «las diferentes formas en que la gente descansa tirada en el césped y muestran su parte más soñadora».
Salinas dejó su ciudad, ya que a diferencia de algunos de sus compañeros «para mí no eran enriquecedoras las imágenes de violencia. Me gusta fotografiar la calle, y allí no me estimulaba ni podía; me interesa la vida cotidiana», comentó el artista, que actualmente trabaja en un gran proyecto en el que la madrileña calle de Alcalá es la protagonista.
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Noticias / México: La Escuela de Pintura, Escultura y Grabado cumple 70 años
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Vista interior de la Escuela Nacional de Escultura, Pintura y Grabado La Esmeralda. (Foto: Mónica Mateos-Vega)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- La Escuela Nacional de Escultura, Pintura y Grabado La Esmeralda nació hace 70 años con la finalidad de «brindar acceso al arte culto, mediante la enseñanza, a amplios sectores de la población, principalmente a las clases populares». Una nota de Mónica Mateos Guerra para La Jornada:
Hoy, el recinto que antes tenía abiertas sus puertas al público en general, una vez que ha profesionalizado su plan de estudios para ofrecer una licenciatura, enfrenta el reto de tener una enorme demanda (casi mil solicitantes al año), de la cual recibe apenas 10 por ciento en cada ciclo escolar. El límite de edad para ingresar es de 35 años.
El 31 de mayo de 1943, el pintor y escenógrafo Antonio Ruiz El Corcito (1892-1964), fundador y primer director del recinto, logró que la Secretaría de Educación Pública, luego de innumerables trámites, otorgara reconocimiento oficial al plan de estudios de la naciente escuela.
Licenciatura en artes plásticas
El centro educativo tuvo su origen en 1927, a iniciativa del escultor Guillermo Ruiz, quien había instalado en el ex convento de La Merced la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa, que entonces dependía de la Universidad Nacional de México.
En los años 30, los talleres se trasladaron al callejón de La Esmeralda, en la colonia Guerrero, de donde tomó su nombre. Entre los maestros figuraban Diego Rivera, Francisco Zúñiga, Jesús Guerrero Galván, Agustín Lazo, Alfredo Zalce, Raúl Anguiano, José Chávez Morado, Frida Kahlo y Leopoldo Méndez.
Por sus aulas pasaron artistas determinantes para el país, como Rafael Coronel, José Luis Cuevas, Rodolfo Nieto, Enrique Guzmán, Julio Galán, los hermanos Castro Leñero, Roberto Cortázar, Nahum B. Zenil y Germán Venegas, entre otros.
Con el paso de los años, a la enseñanza de la pintura, la escultura y el grabado se han sumado «otros medios, otras estrategias, contextos y herramientas», pero sin perder el objetivo de formar profesionales que reflexionen su entorno para poder plantear la transformación de éste, pues el sueño del artista siempre ha sido poder cambiar al mundo, señala el actual director de La Esmeralda, el artista Eloy Tarcisio, egresado de ese recinto en 1973.
Una mañana cualquiera, en la escuela se ve trabajar, muy concentrados, a los jóvenes que lograron obtener un lugar (algunos en su segunda o tercera oportunidad) para estudiar ahí la licenciatura en artes plásticas y visuales.
Algunos dibujan con tinta china, otros modelan con plastilina su primera escultura monumental o imprimen sus grabados y litografías, mientras los maestros les enseñan a usar los hornos para cerámica, las novedades de la fotografía digital o hablan de los pros y contras de la gestión cultural.
«Estudiar arte no es un pasatiempo», señala Dominica, una de las alumnas, quien viene de Polonia, decidida a terminar una carrera muy compleja, pues se debe saber de todo: filosofía, literatura, cine. No estamos perdiendo el tiempo dibujando como a veces se piensa.
Alumnos con visión globalizada
Hay quienes luego de varios intentos, por fin obtuvieron matrícula en La Esmeralda, como Paulina, de 19 años, quien no se ve dedicándose a otra profesión pues, explica, «no soy buena para otra cosa. Me gusta la pintura, el óleo, el aceite, las texturas.»
Libres, felices, así dice sentirse la mayoría. Los estudiantes de La Esmeralda se ríen cuando les sueltan el lugar común: «pero te vas a morir de hambre como pintor.» Ninguno cree eso. Alan Guevara, también de 19 años, tiene claro lo que espera de su carrera: «Formamos parte del proceso de la percepción social, somos como la vieja gritona que señala algo y dice ‘ahí está, ahí está. No sé qué es, pero ahí está y quería gritarlo’. Es decir, servimos de filtro, procesamos y soltamos eso que a veces los demás ven importante, pero que a final de cuentas no sirve para nada. Suena un poco escandaloso, pero a nosotros nos parece divertido partir de esa idea, para respetar la parte lúdica del arte y desde ahí, mediante los procesos que aprendemos, abordar todos los soportes, proponer algo. Todos mis compañeros y yo esperamos vivir de lo que hacemos, ya sea de la producción, la gestión o la cátedra».
En términos generales, los actuales alumnos de La Esmeralda, en contraste con las generaciones que asistían a la escuela que se ubicaba en la colonia Guerrero, si bien cuentan con mayor información visual, tienen una concepción parcial del conocimiento. «Para ellos, mirar unos segundos una imagen en Internet, es conocerla, pero eso no basta. No obstante, sus motivaciones para estudiar arte, siguen siendo las mismas. Es curioso que digan que aquí se sienten libres cuando están sometidos a una disciplina de trabajo. Pero, los alumnos de ahora, para bien o para mal, tienen una visión más globalizada», considera el profesor Ricardo Morales, quien tiene casi 24 años como docente.
El maestro recuerda que en 1984 La Esmeralda tenía cuatro grupos de primer año, con 120 alumnos cada uno. «Por esa demanda, poco a poco, la escuela se volvió más selectiva, pues antes los directores tenían la idea de dejar entrar a todo mundo y que con el tiempo algunos desertarían.
«Un porcentaje significativo de los alumnos que sí siguieron estudiando aquí sí se dedican al arte, quizá no como creadores, pero si como docentes o gestores culturales. Las nuevas generaciones ya no entran aquí sólo para ser pintores o escultores, sino para convertirse en artistas visuales; esto les amplía el panorama.
«Estudiar arte brinda el privilegio de tener una voz interna, social o grupal que es testimonial, que habla en el presente. Además, somos capaces de construir imágenes que pueden tender puentes entre las generaciones que nos antecedieron y las que vienen. Dedicarse toda la vida a eso es una gran fortuna.
Congreso y exposiciones
Morales afirma que no obstante las críticas a la poca funcionalidad del inmueble, las condiciones idóneas para el aprendizaje del arte en La Esmeralda, y en cualquier otra escuela, sin duda, «la ofrecen los propios alumnos, no los docentes, ni las instituciones, mucho menos un edificio. Si no hay alumnos que tengan una idea de lo que puede ser su práctica artística y personal, nada ni nadie lo va a poder hacer.»
Desde hace unos meses se han realizado diversas actividades para celebrar las siete décadas de La Esmeralda.
Este viernes 31 de mayo, la fecha exacta del aniversario, en el recinto habrá una comida a la que están invitados todos los artistas que han pasado por sus aulas, como alumnos o maestros, a los que se ha invitado a llevar una obra para ser expuesta en ese momento y subastarla.
Los festejos continuarán durante junio con un congreso sobre educación artística y exposiciones, entre ellas, una magna muestra en el Museo de Arte Moderno (Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec).
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Vista interior de la Escuela Nacional de Escultura, Pintura y Grabado La Esmeralda. (Foto: Mónica Mateos-Vega)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- La Escuela Nacional de Escultura, Pintura y Grabado La Esmeralda nació hace 70 años con la finalidad de «brindar acceso al arte culto, mediante la enseñanza, a amplios sectores de la población, principalmente a las clases populares». Una nota de Mónica Mateos Guerra para La Jornada:
Hoy, el recinto que antes tenía abiertas sus puertas al público en general, una vez que ha profesionalizado su plan de estudios para ofrecer una licenciatura, enfrenta el reto de tener una enorme demanda (casi mil solicitantes al año), de la cual recibe apenas 10 por ciento en cada ciclo escolar. El límite de edad para ingresar es de 35 años.
El 31 de mayo de 1943, el pintor y escenógrafo Antonio Ruiz El Corcito (1892-1964), fundador y primer director del recinto, logró que la Secretaría de Educación Pública, luego de innumerables trámites, otorgara reconocimiento oficial al plan de estudios de la naciente escuela.
Licenciatura en artes plásticas
El centro educativo tuvo su origen en 1927, a iniciativa del escultor Guillermo Ruiz, quien había instalado en el ex convento de La Merced la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa, que entonces dependía de la Universidad Nacional de México.
En los años 30, los talleres se trasladaron al callejón de La Esmeralda, en la colonia Guerrero, de donde tomó su nombre. Entre los maestros figuraban Diego Rivera, Francisco Zúñiga, Jesús Guerrero Galván, Agustín Lazo, Alfredo Zalce, Raúl Anguiano, José Chávez Morado, Frida Kahlo y Leopoldo Méndez.
Por sus aulas pasaron artistas determinantes para el país, como Rafael Coronel, José Luis Cuevas, Rodolfo Nieto, Enrique Guzmán, Julio Galán, los hermanos Castro Leñero, Roberto Cortázar, Nahum B. Zenil y Germán Venegas, entre otros.
Con el paso de los años, a la enseñanza de la pintura, la escultura y el grabado se han sumado «otros medios, otras estrategias, contextos y herramientas», pero sin perder el objetivo de formar profesionales que reflexionen su entorno para poder plantear la transformación de éste, pues el sueño del artista siempre ha sido poder cambiar al mundo, señala el actual director de La Esmeralda, el artista Eloy Tarcisio, egresado de ese recinto en 1973.
Una mañana cualquiera, en la escuela se ve trabajar, muy concentrados, a los jóvenes que lograron obtener un lugar (algunos en su segunda o tercera oportunidad) para estudiar ahí la licenciatura en artes plásticas y visuales.
Algunos dibujan con tinta china, otros modelan con plastilina su primera escultura monumental o imprimen sus grabados y litografías, mientras los maestros les enseñan a usar los hornos para cerámica, las novedades de la fotografía digital o hablan de los pros y contras de la gestión cultural.
«Estudiar arte no es un pasatiempo», señala Dominica, una de las alumnas, quien viene de Polonia, decidida a terminar una carrera muy compleja, pues se debe saber de todo: filosofía, literatura, cine. No estamos perdiendo el tiempo dibujando como a veces se piensa.
Alumnos con visión globalizada
Hay quienes luego de varios intentos, por fin obtuvieron matrícula en La Esmeralda, como Paulina, de 19 años, quien no se ve dedicándose a otra profesión pues, explica, «no soy buena para otra cosa. Me gusta la pintura, el óleo, el aceite, las texturas.»
Libres, felices, así dice sentirse la mayoría. Los estudiantes de La Esmeralda se ríen cuando les sueltan el lugar común: «pero te vas a morir de hambre como pintor.» Ninguno cree eso. Alan Guevara, también de 19 años, tiene claro lo que espera de su carrera: «Formamos parte del proceso de la percepción social, somos como la vieja gritona que señala algo y dice ‘ahí está, ahí está. No sé qué es, pero ahí está y quería gritarlo’. Es decir, servimos de filtro, procesamos y soltamos eso que a veces los demás ven importante, pero que a final de cuentas no sirve para nada. Suena un poco escandaloso, pero a nosotros nos parece divertido partir de esa idea, para respetar la parte lúdica del arte y desde ahí, mediante los procesos que aprendemos, abordar todos los soportes, proponer algo. Todos mis compañeros y yo esperamos vivir de lo que hacemos, ya sea de la producción, la gestión o la cátedra».
En términos generales, los actuales alumnos de La Esmeralda, en contraste con las generaciones que asistían a la escuela que se ubicaba en la colonia Guerrero, si bien cuentan con mayor información visual, tienen una concepción parcial del conocimiento. «Para ellos, mirar unos segundos una imagen en Internet, es conocerla, pero eso no basta. No obstante, sus motivaciones para estudiar arte, siguen siendo las mismas. Es curioso que digan que aquí se sienten libres cuando están sometidos a una disciplina de trabajo. Pero, los alumnos de ahora, para bien o para mal, tienen una visión más globalizada», considera el profesor Ricardo Morales, quien tiene casi 24 años como docente.
El maestro recuerda que en 1984 La Esmeralda tenía cuatro grupos de primer año, con 120 alumnos cada uno. «Por esa demanda, poco a poco, la escuela se volvió más selectiva, pues antes los directores tenían la idea de dejar entrar a todo mundo y que con el tiempo algunos desertarían.
«Un porcentaje significativo de los alumnos que sí siguieron estudiando aquí sí se dedican al arte, quizá no como creadores, pero si como docentes o gestores culturales. Las nuevas generaciones ya no entran aquí sólo para ser pintores o escultores, sino para convertirse en artistas visuales; esto les amplía el panorama.
«Estudiar arte brinda el privilegio de tener una voz interna, social o grupal que es testimonial, que habla en el presente. Además, somos capaces de construir imágenes que pueden tender puentes entre las generaciones que nos antecedieron y las que vienen. Dedicarse toda la vida a eso es una gran fortuna.
Congreso y exposiciones
Morales afirma que no obstante las críticas a la poca funcionalidad del inmueble, las condiciones idóneas para el aprendizaje del arte en La Esmeralda, y en cualquier otra escuela, sin duda, «la ofrecen los propios alumnos, no los docentes, ni las instituciones, mucho menos un edificio. Si no hay alumnos que tengan una idea de lo que puede ser su práctica artística y personal, nada ni nadie lo va a poder hacer.»
Desde hace unos meses se han realizado diversas actividades para celebrar las siete décadas de La Esmeralda.
Este viernes 31 de mayo, la fecha exacta del aniversario, en el recinto habrá una comida a la que están invitados todos los artistas que han pasado por sus aulas, como alumnos o maestros, a los que se ha invitado a llevar una obra para ser expuesta en ese momento y subastarla.
Los festejos continuarán durante junio con un congreso sobre educación artística y exposiciones, entre ellas, una magna muestra en el Museo de Arte Moderno (Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec).
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miércoles, mayo 29, 2013
Fotografía / España: La Fundación Mapfre acoge la primera exposición en España de Emmet Gowin
Edith. Newton (Pensilvania), 1994. (Foto: Emmet Gowin)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Lo indescifrable, casi lo inexplicable, el inacabable misterio de la vida privada y los círculos concéntricos que desembocan entre las salas y las habitaciones del territorio de la intimidad conforman el fascinante universo en blanco y negro de Emmet Gowin (Danville, Virginia, 1941). Un universo cuya carga poética lo convirtió en uno de los fotógrafos más importantes de la segunda década del siglo XX. Ese universo se despliega ahora en las salas de la Fundación Mapfre de Madrid, en lo que supone la primera exposición española de todo un clásico en vida de la fotografía. Una nota de Ángeles García para El País:
El autor estadounidense conoció a su esposa, Edith Morris, durante el otoño de 1960. Gowin estaba ya interesado por la fotografía. Le fascinaban la naturaleza y los ciclos de la vida. Pero después de conocer a Edith su cámara ya no pareció encontrar ningún objetivo mejor. Casados en 1964, durante más de dos décadas, Edith y su mundo son los protagonistas absolutos de la obra de Gowin. De frente, de espalda, en camisón, con traje de fiesta, desnuda, embarazada, sola, con la familia...
Alto, atractivo, con una pequeña cámara Sony colgada al cuello y dueño de una voz que recuerda a los grandes actores del Hollywood dorado, Emmet Gowin explicaba ayer en las salas de la exposición cómo un día decidió elegir a su mujer y a su familia como tema central de sus composiciones, porque todo lo que le interesaba estaba ahí, delante suyo. «La mayor parte de estas fotografías», contó, «las hice durante los años que duró la guerra de Vietnam; algún crítico me dijo entonces que mi trabajo tenía algo de incestuoso. Pero yo buscaba algo que ofrecer a la gente y no había nada mejor que las imágenes de mi familia. Descubrir lo mucho que amaba a mi mujer fue una reafirmación de lo que era importante en mi vida, de lo que de verdad era precioso para mí. Pensar en sus familias era también un motivo por el que los soldados anhelarían volver del frente».
Pero si la exposición, incluida en el programa general de PHotoEspaña, arranca y cierra con hermosisímas series dedicadas a su mujer, en medio hay muchos más temas. Comisariada por Carlos Gollonet, responsable de fotografía de la Fundación Mapfre, la muestra acoge 180 trabajos realizados en blanco y negro, salvo la serie dedicada a paisajes de Andalucía, realizada expresamente para esta su primera cita española.
La naturaleza y los paisajes que ya le habían empezado a interesar en su adolescencia se despliegan en sucesivas etapas de su vida durante varios viajes realizados a Europa, Asia y el interior de Estados Unidos. De Europa Gowin ensalza la belleza de las laberínticas y empinadas calles de Matera (Italia). En Asia escoge Petra (Jordania) y sus casas esculpidas en las rocas.
Pero es en su propio país, Estados Unidos, donde realiza algunas de las series más aplaudidas por los ecologistas, aunque él no está cómodo con ninguna etiqueta. «No tengo más intención que la de descubrir la realidad, no doy mensajes», comenta. La reserva nuclear de Hanford en el Estado de Washington y las tierras muertas que rodean al río Columbia constituyen todo un catálogo de las diferentes formas que tiene el hombre de destruir el territorio. Las imágenes que obtiene de los circuitos de irrigación en Kansas o los paisajes lunares de Nevada recuerdan a las pinturas de los expresionistas abstractos, aunque Gowin recuerda que el artificio es ajeno a lo que su cámara retrata. «Yo no manipulo, pero estoy muy a favor de aplicar las nuevas tecnologías. Gracias a un sofisticado tipo de escaner, el Smithsonian ha recuperado imágenes de soldados americanos de la guerra civil que habían desaparecido del todo. Milagroso... y maravilloso».
Los paisajes aéreos realizados sobre Andalucía, también tienen para Gowin un punto de milagro. «Me dijeron que tenía dos días para hacer las fotos. Pensé que era imposible, una experiencia inabarcable. Pero salieron en dos minutos. Como dice la Biblia, Dios da ojos al que quiere ver». El final de la exposición es una inmersión en las selvas Latinoamericanas. Con su esposa como acompañante y modelo, Gowin retrata centenares de mariposas. Es la serie Mariposas nocturnas. Edith en Panamá. La sombra de ella sobrevuela a los insectos en un aparente juego de tintas conseguido a base de contraluz. El resultado le emociona y confiesa que es feliz.
¿Y por qué no se autorretrata ni siquiera como parte de su familia? «Porque en mi obra estoy yo. En mis fotos me verán a mí».
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C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Lo indescifrable, casi lo inexplicable, el inacabable misterio de la vida privada y los círculos concéntricos que desembocan entre las salas y las habitaciones del territorio de la intimidad conforman el fascinante universo en blanco y negro de Emmet Gowin (Danville, Virginia, 1941). Un universo cuya carga poética lo convirtió en uno de los fotógrafos más importantes de la segunda década del siglo XX. Ese universo se despliega ahora en las salas de la Fundación Mapfre de Madrid, en lo que supone la primera exposición española de todo un clásico en vida de la fotografía. Una nota de Ángeles García para El País:
El autor estadounidense conoció a su esposa, Edith Morris, durante el otoño de 1960. Gowin estaba ya interesado por la fotografía. Le fascinaban la naturaleza y los ciclos de la vida. Pero después de conocer a Edith su cámara ya no pareció encontrar ningún objetivo mejor. Casados en 1964, durante más de dos décadas, Edith y su mundo son los protagonistas absolutos de la obra de Gowin. De frente, de espalda, en camisón, con traje de fiesta, desnuda, embarazada, sola, con la familia...
Alto, atractivo, con una pequeña cámara Sony colgada al cuello y dueño de una voz que recuerda a los grandes actores del Hollywood dorado, Emmet Gowin explicaba ayer en las salas de la exposición cómo un día decidió elegir a su mujer y a su familia como tema central de sus composiciones, porque todo lo que le interesaba estaba ahí, delante suyo. «La mayor parte de estas fotografías», contó, «las hice durante los años que duró la guerra de Vietnam; algún crítico me dijo entonces que mi trabajo tenía algo de incestuoso. Pero yo buscaba algo que ofrecer a la gente y no había nada mejor que las imágenes de mi familia. Descubrir lo mucho que amaba a mi mujer fue una reafirmación de lo que era importante en mi vida, de lo que de verdad era precioso para mí. Pensar en sus familias era también un motivo por el que los soldados anhelarían volver del frente».
Pero si la exposición, incluida en el programa general de PHotoEspaña, arranca y cierra con hermosisímas series dedicadas a su mujer, en medio hay muchos más temas. Comisariada por Carlos Gollonet, responsable de fotografía de la Fundación Mapfre, la muestra acoge 180 trabajos realizados en blanco y negro, salvo la serie dedicada a paisajes de Andalucía, realizada expresamente para esta su primera cita española.
La naturaleza y los paisajes que ya le habían empezado a interesar en su adolescencia se despliegan en sucesivas etapas de su vida durante varios viajes realizados a Europa, Asia y el interior de Estados Unidos. De Europa Gowin ensalza la belleza de las laberínticas y empinadas calles de Matera (Italia). En Asia escoge Petra (Jordania) y sus casas esculpidas en las rocas.
Pero es en su propio país, Estados Unidos, donde realiza algunas de las series más aplaudidas por los ecologistas, aunque él no está cómodo con ninguna etiqueta. «No tengo más intención que la de descubrir la realidad, no doy mensajes», comenta. La reserva nuclear de Hanford en el Estado de Washington y las tierras muertas que rodean al río Columbia constituyen todo un catálogo de las diferentes formas que tiene el hombre de destruir el territorio. Las imágenes que obtiene de los circuitos de irrigación en Kansas o los paisajes lunares de Nevada recuerdan a las pinturas de los expresionistas abstractos, aunque Gowin recuerda que el artificio es ajeno a lo que su cámara retrata. «Yo no manipulo, pero estoy muy a favor de aplicar las nuevas tecnologías. Gracias a un sofisticado tipo de escaner, el Smithsonian ha recuperado imágenes de soldados americanos de la guerra civil que habían desaparecido del todo. Milagroso... y maravilloso».
Los paisajes aéreos realizados sobre Andalucía, también tienen para Gowin un punto de milagro. «Me dijeron que tenía dos días para hacer las fotos. Pensé que era imposible, una experiencia inabarcable. Pero salieron en dos minutos. Como dice la Biblia, Dios da ojos al que quiere ver». El final de la exposición es una inmersión en las selvas Latinoamericanas. Con su esposa como acompañante y modelo, Gowin retrata centenares de mariposas. Es la serie Mariposas nocturnas. Edith en Panamá. La sombra de ella sobrevuela a los insectos en un aparente juego de tintas conseguido a base de contraluz. El resultado le emociona y confiesa que es feliz.
¿Y por qué no se autorretrata ni siquiera como parte de su familia? «Porque en mi obra estoy yo. En mis fotos me verán a mí».
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Obituario / Franca Rame
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La actriz italiana, junto con su marido, Dario Fo. (Foto: F. J. Vargas)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Aunque internacionalmente la vida de la actriz, escritora, periodista y dramaturga Franca Rame, fallecida esta mañana a los 84 años en su casa de Milán, ha estado siempre ligada a la de Dario Fo, hay que destacar que cuando ella le conoce él es pintor e incipiente actor, mientras que ella era una reconocida actriz de variedades.Una nota de Rosana Torres para El País:
De hecho fue actriz ya de bebé, cuando actuaba como recién nacida en la compañía teatral que tenía su familia. La intérprete había sufrido un ictus el pasado 19 de abril y había tenido que ser ingresada varios días. Esta mañana a las 8.50 ha tenido una crisis de la que no han podido sacarla los servicios de emergencia.
Rame nació en el pueblo de Parabiago (provincia de Milán) en 1929. Empezó con 20 años a trabajar en el teatro y a partir de de su boda con Dario Fo en 1954 se reinventa en el mundo de los escenarios. En 1958 fundó junto con su marido la Compañía Dario Fo-Franca Rame y desde entonces escribieron juntos decenas de obras y alcanzaron un éxito que compaginaron con la movilización política.
Quienes estuvieron cerca del dramaturgo y actor Dario Fo saben que la vida de Franca Rame ha estado ligada a él hasta el punto de que era una continuación de la de la suya. Quienes le conocen profundamente, saben que la vida de este hombre no tiene sentido sin su mujer. Él era el primero en dejarlo claro, hasta el punto de que cuando le concedieron el Premio Nobel en 1997 insistió hasta la pesadez en que quería recoger el galardón junto a Rame, argumentando que su obra no sería la que era sin la mujer con la que tantas obras había escrito. Una obra que el jurado de los Nobel premió «porque, según la tradición de los comediantes medievales, fustiga el poder y restaura la dignidad de los humildes. Con una mezcla de risa y seriedad abre nuestros ojos a los abusos e injusticias sociales».
Franca animó a Fo a que el dinero del premio, en torno a unos 150 millones de pesetas, se utilizara para crear una fundación llamada El Nobel de los Desvalidos. Desde ese organismo llevaron a cabo acciones como la compra de autobuses para transportar discapacitados. Finalmente la aventura terminó mal porque Rame y Fo vieron que no se utilizaba el dinero en lo que ellos querían. No ocurría así cuando actuaban para recoger dinero que les permitiera a los obreros seguir con sus luchas. «Respaldamos la ocupación de las fábricas por varios meses y los empleados se mantenían con nuestra ayuda. La taquilla de cada noche era para comprarles arroz, vino, todo lo que necesitaban», comentó Rame a sus compañeros de Remiendo Teatro.
Rame, trabajó ininterrumpidamente con Fo desde 1957 y a partir de 1959 con su compañía estable representan Los arcángeles no juegan a las máquinas de petaco (1959), Tenía dos pistolas con los ojos blancos y negros (1960), Quien roba un pie es afortunado en amores (1961), Isabela, tres carabelas y un charlatán (1963), Settimo ruba un po' meno (1964), La culpa siempre es del diablo (1965), La signora è da buttare (1967)
En 1963 participa en Canzonissima, programa en el cual, también junto a Fo, representan varias escenas que denuncian las irregularidades del sistema político; sin embargo, el programa es censurado y ellos prefieren interrumpirlo para no tener que silenciar sus ideas: a partir de entonces y durante más de veinte años, la pareja no aparecerá nunca en la televisión. Pero sí se convirtieron durante décadas en azote de los poderosos y sobre todo de la Iglesia, el ejército, la policía represiva y Berlusconi. De hecho fueron procesados cuarenta veces por delitos de opinión y las peores consecuencias de aquella persecución las sufrió Franca Rame. Cuando representaban Aquí no paga nadie en la Palazzina Liberty de Milán, Franca fue secuestrada por un grupo de extrema derecha y fue violada brutalmente, llegando a romperle el brazo y dejarla con múltiples e importantes heridas. Ocurrió en los años setenta, en una época en la que su reivindicativa obra fue emulada en la vida real por grupos de mujeres que asaltaron supermercados. El juicio que hubo para castigar ese delito prescribió. Al lado de ese escándalo, que en 1980 les negaran la entrada en Estados Unidos por tener contactos con una organización que apoyaba a presos políticos suena a poco.
A partir de 1968 el matrimonio crea un colectivo teatral independiente que girará por Italia en los circuitos de teatro alternativos con sus propios textos. Ella no sólo fue su compañera durante más de medio siglo, también era la musa, su actriz de cabecera, su representante y coautora de muchas de sus piezas. También escribió textos sobre la condición femenina como Tengamos el sexo en paz, Pareja abierta o La madre pasota, algunos de ellos escritos conjuntamente con Fo. Rame siempre sostuvo que las gentes de la cultura tenían la obligación de manifestarse: «No pueden quedarse cruzados de brazos, no deben esconderse. No está permitido a los intelectuales, que se consideren como tales, mostrarse indiferentes».
Sobre su relación con Fo afirmó en una entrevista: «Desde hace más de cincuenta años vivimos juntos, de la mano vamos y a veces, a patadas, como sucede en cualquier familia que se respete, pero nos hemos querido mucho». En esa misma entrevista con Remiendo Teatro afirmó: «Comencé a actuar a los ocho días de nacida, en los brazos de mi madre. Soy una hija del arte. Lo he hecho todo. Yo no escogí la profesión, me encontré metida en ella, y cuando he comprendido que podría haber hecho mejores cosas en la vida, era ya una señora anciana. Sigo en esta profesión porque a través ella puedo difundir los discursos en los que creo. A mí, ser actriz por ser actriz no me interesa, me interesa el discurso político que hago circular».
En España son muchos los profesionales que han puesto en pie obras de la pareja o de Rame, siempre traducidas por Carla Matteini, biógrafa de Fo. Al margen de las escritas sólo por Fo, los textos de Rame han sido puestos en pie por profesionales de la escena como Juan Margallo y Petra Martínez (están haciendo en estos momentos La madre pasota), Magüi Mira, Emilio Hernández, Ángel de Andrés (Pareja abierta), Charo López y José Carlos Plaza (Tengamos el sexo en paz), y muchos muchísimos monólogos, de ella, a veces firmados con Fo, que han sido interpretados por grandes actrices como Esperanza Roy, Rosa María Sardá, Anabel Alonso y muchas otras.
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La actriz italiana, junto con su marido, Dario Fo. (Foto: F. J. Vargas)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Aunque internacionalmente la vida de la actriz, escritora, periodista y dramaturga Franca Rame, fallecida esta mañana a los 84 años en su casa de Milán, ha estado siempre ligada a la de Dario Fo, hay que destacar que cuando ella le conoce él es pintor e incipiente actor, mientras que ella era una reconocida actriz de variedades.Una nota de Rosana Torres para El País:
De hecho fue actriz ya de bebé, cuando actuaba como recién nacida en la compañía teatral que tenía su familia. La intérprete había sufrido un ictus el pasado 19 de abril y había tenido que ser ingresada varios días. Esta mañana a las 8.50 ha tenido una crisis de la que no han podido sacarla los servicios de emergencia.
Rame nació en el pueblo de Parabiago (provincia de Milán) en 1929. Empezó con 20 años a trabajar en el teatro y a partir de de su boda con Dario Fo en 1954 se reinventa en el mundo de los escenarios. En 1958 fundó junto con su marido la Compañía Dario Fo-Franca Rame y desde entonces escribieron juntos decenas de obras y alcanzaron un éxito que compaginaron con la movilización política.
Quienes estuvieron cerca del dramaturgo y actor Dario Fo saben que la vida de Franca Rame ha estado ligada a él hasta el punto de que era una continuación de la de la suya. Quienes le conocen profundamente, saben que la vida de este hombre no tiene sentido sin su mujer. Él era el primero en dejarlo claro, hasta el punto de que cuando le concedieron el Premio Nobel en 1997 insistió hasta la pesadez en que quería recoger el galardón junto a Rame, argumentando que su obra no sería la que era sin la mujer con la que tantas obras había escrito. Una obra que el jurado de los Nobel premió «porque, según la tradición de los comediantes medievales, fustiga el poder y restaura la dignidad de los humildes. Con una mezcla de risa y seriedad abre nuestros ojos a los abusos e injusticias sociales».
Franca animó a Fo a que el dinero del premio, en torno a unos 150 millones de pesetas, se utilizara para crear una fundación llamada El Nobel de los Desvalidos. Desde ese organismo llevaron a cabo acciones como la compra de autobuses para transportar discapacitados. Finalmente la aventura terminó mal porque Rame y Fo vieron que no se utilizaba el dinero en lo que ellos querían. No ocurría así cuando actuaban para recoger dinero que les permitiera a los obreros seguir con sus luchas. «Respaldamos la ocupación de las fábricas por varios meses y los empleados se mantenían con nuestra ayuda. La taquilla de cada noche era para comprarles arroz, vino, todo lo que necesitaban», comentó Rame a sus compañeros de Remiendo Teatro.
Rame, trabajó ininterrumpidamente con Fo desde 1957 y a partir de 1959 con su compañía estable representan Los arcángeles no juegan a las máquinas de petaco (1959), Tenía dos pistolas con los ojos blancos y negros (1960), Quien roba un pie es afortunado en amores (1961), Isabela, tres carabelas y un charlatán (1963), Settimo ruba un po' meno (1964), La culpa siempre es del diablo (1965), La signora è da buttare (1967)
En 1963 participa en Canzonissima, programa en el cual, también junto a Fo, representan varias escenas que denuncian las irregularidades del sistema político; sin embargo, el programa es censurado y ellos prefieren interrumpirlo para no tener que silenciar sus ideas: a partir de entonces y durante más de veinte años, la pareja no aparecerá nunca en la televisión. Pero sí se convirtieron durante décadas en azote de los poderosos y sobre todo de la Iglesia, el ejército, la policía represiva y Berlusconi. De hecho fueron procesados cuarenta veces por delitos de opinión y las peores consecuencias de aquella persecución las sufrió Franca Rame. Cuando representaban Aquí no paga nadie en la Palazzina Liberty de Milán, Franca fue secuestrada por un grupo de extrema derecha y fue violada brutalmente, llegando a romperle el brazo y dejarla con múltiples e importantes heridas. Ocurrió en los años setenta, en una época en la que su reivindicativa obra fue emulada en la vida real por grupos de mujeres que asaltaron supermercados. El juicio que hubo para castigar ese delito prescribió. Al lado de ese escándalo, que en 1980 les negaran la entrada en Estados Unidos por tener contactos con una organización que apoyaba a presos políticos suena a poco.
A partir de 1968 el matrimonio crea un colectivo teatral independiente que girará por Italia en los circuitos de teatro alternativos con sus propios textos. Ella no sólo fue su compañera durante más de medio siglo, también era la musa, su actriz de cabecera, su representante y coautora de muchas de sus piezas. También escribió textos sobre la condición femenina como Tengamos el sexo en paz, Pareja abierta o La madre pasota, algunos de ellos escritos conjuntamente con Fo. Rame siempre sostuvo que las gentes de la cultura tenían la obligación de manifestarse: «No pueden quedarse cruzados de brazos, no deben esconderse. No está permitido a los intelectuales, que se consideren como tales, mostrarse indiferentes».
Sobre su relación con Fo afirmó en una entrevista: «Desde hace más de cincuenta años vivimos juntos, de la mano vamos y a veces, a patadas, como sucede en cualquier familia que se respete, pero nos hemos querido mucho». En esa misma entrevista con Remiendo Teatro afirmó: «Comencé a actuar a los ocho días de nacida, en los brazos de mi madre. Soy una hija del arte. Lo he hecho todo. Yo no escogí la profesión, me encontré metida en ella, y cuando he comprendido que podría haber hecho mejores cosas en la vida, era ya una señora anciana. Sigo en esta profesión porque a través ella puedo difundir los discursos en los que creo. A mí, ser actriz por ser actriz no me interesa, me interesa el discurso político que hago circular».
En España son muchos los profesionales que han puesto en pie obras de la pareja o de Rame, siempre traducidas por Carla Matteini, biógrafa de Fo. Al margen de las escritas sólo por Fo, los textos de Rame han sido puestos en pie por profesionales de la escena como Juan Margallo y Petra Martínez (están haciendo en estos momentos La madre pasota), Magüi Mira, Emilio Hernández, Ángel de Andrés (Pareja abierta), Charo López y José Carlos Plaza (Tengamos el sexo en paz), y muchos muchísimos monólogos, de ella, a veces firmados con Fo, que han sido interpretados por grandes actrices como Esperanza Roy, Rosa María Sardá, Anabel Alonso y muchas otras.
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Literatura / México: Laura Restrepo presenta «Hot sur», su nueva novela
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La nueva historia rinde homenaje a la mujer, al español y a lo latino. (Foto: Adrían Hernández)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- La frontera y la migración latina en Estados Unidos son elementos centrales en Hot sur, la nueva novela de Laura Restrepo, pero también en su convicción literaria y periodística. La nueva historia de la escritora colombiana está entre fronteras, entre la fantasía y la realidad, entre el periodismo y la literatura, entre la ficción pura y la no ficción bien documentada. Una nota de Yanet Aguilar Sosa para El Universal:
Como todas sus historias, ésta tiene bases sólidas, se sustenta en una amplia investigación documental y periodística. «Si ésta es una novela de fronteras también la quería de frontera entre lo que es ficción y lo que no lo es, entre la realidad inmediata y la realidad inventada, entre la fantasía y la sociología, ¿dónde empieza la realidad y dónde termina?, ¿dónde empieza la ficción y dónde termina? Es un falso reportaje», confiesa la narradora.
Un poeta colombiano que escribió una reseña de esta novela, la definió como «periodismo de los sueños», a Laura Restrepo le gustó el terminó pues asegura que «Uno se lo inventa pero se lo inventa a manera de reportaje».
La periodista y escritora nacida en Bogotá en 1950, afirma de esta novela publicada por Planeta: «Es una no ficción ficticia; está escrita un poco a manera de reportaje porque el propio Ian Rose –el gran hilador de la historia– cumple el papel de investigador que recoge datos; el juego está en que es ficción».
Hot sur es ambiciosa, titánica, polifónica; un thriller trepidante, terrorífico y cargado de humor y fortaleza a pesar de la pesadilla que viven los migrantes latinos en Estados Unidos. Indaga en el idioma español como elemento de identidad, en la fuerza de las mujeres, hace una crítica feroz al mundo occidental capitalista; plantea el mundo de la literatura y de los escritores.
«Hice una novela sobre cómo se escribe, pero también de los escritores endiosados, trepados en un pedestal que tantos hay últimamente. Aquí quería que todos estuvieran bregando en escribir desde su propia experiencia», afirma la autora de Dulce compañía, La novia oscura, Delirio y Leopardo al sol, quien es considerada por la crítica una de las grandes voces de la literatura contemporánea en español.
El español como territorio
En esta nueva y ambiciosa novela, Laura Restrepo apela a muchas cosas para contar la historia de los latinos migrantes en Estados Unidos, pero sin que fuera un drama o historia lacrimógena; para ello hizo uso de su mirada de reportera y de referencias periodísticas. Al hablar del temple de las mujeres migrantes que como su protagonista, María Paz, viven todas las desgracias, incluso la cárcel, Restrepo recurrió a las madres somalíes que conoció cuando Médicos sin fronteras la llevó a hacer un reportaje de la gran migración en el Cuerno de África. «Mirando esas mujeres que cruzan con sus hijos, tienes una sola sensación: ‘van a llegar, no sé cuando ni a dónde; muchas se morirán en el camino y muchas enterrarán a sus hijos, pero van a llegar’», evoca.
Es el ingrediente que quería para María Paz, para Violeta su hermana y Bolivia su madre, el clan de mujeres que están en esa aventura de llegar y que nada las detiene; y sin saberlo, en su camino, van escribiendo su propia historia, una historia que rompe fronteras íntimas, geográficas y culturales.
Pero ante todo, el protagonista central de esta historia de mujeres entrañables es el idioma. «Son una serie de personajes que se han quedado sin territorio, dejaron atrás el suelo conocido y se han aventurado a un lugar donde no son nadie, el territorio no es propio y entonces su único territorio es el español que comparten; fue como hacer la historia de nuestro idioma, quería que tuviera ese papel de unificación, por eso en la cárcel de mujeres se arma la grande cuando les prohiben hablar en español, porque les están quitando su identidad, de lo que están hechas», agrega la periodista.
Y es que el español para las mujeres, e incluso para los hombres de Hot sur, y para la propia Restrepo, es herramienta de combate.
El detonante para contar esta historia le llegó en Tijuana cuando le contaron que un grupo de muchachos de un barrio popular tenían como deporte agarrar un balón de futbol y pasarse sin documentos la frontera, por alguno de los agujeros del muro, para echarse un partidito «por el sólo placer de hacer el burleteo de pasarse al otro lado».
Entonces pensó en la historia que es la de todos los latinos, que ella ha visto y vivido, anécdotas y crónicas de mucha gente; una historia que reivindica lo latino, el español y la mugre como elemento de rebeldía y resistencia.
«Reivindicar la mugre como señal de identidad; en la cárcel las despojan de todo, les quitan el nombre y les ponen un número, Mandra X –otra de las mujeres presas– construye todo un credo de rebeldía a partir de su propia mugre y la capacidad de lastimarse a sí mismas.» Restrepo tomó la consigna de los anarquistas españoles: «mi hambre es mía, me atrinchero en mi hambre» para hacer esta enorme novela que escribió «para sacarse el clavo de tanta cosa con las que nos vienen jorobando desde hace tanto tiempo».
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La nueva historia rinde homenaje a la mujer, al español y a lo latino. (Foto: Adrían Hernández)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- La frontera y la migración latina en Estados Unidos son elementos centrales en Hot sur, la nueva novela de Laura Restrepo, pero también en su convicción literaria y periodística. La nueva historia de la escritora colombiana está entre fronteras, entre la fantasía y la realidad, entre el periodismo y la literatura, entre la ficción pura y la no ficción bien documentada. Una nota de Yanet Aguilar Sosa para El Universal:
Como todas sus historias, ésta tiene bases sólidas, se sustenta en una amplia investigación documental y periodística. «Si ésta es una novela de fronteras también la quería de frontera entre lo que es ficción y lo que no lo es, entre la realidad inmediata y la realidad inventada, entre la fantasía y la sociología, ¿dónde empieza la realidad y dónde termina?, ¿dónde empieza la ficción y dónde termina? Es un falso reportaje», confiesa la narradora.
Un poeta colombiano que escribió una reseña de esta novela, la definió como «periodismo de los sueños», a Laura Restrepo le gustó el terminó pues asegura que «Uno se lo inventa pero se lo inventa a manera de reportaje».
La periodista y escritora nacida en Bogotá en 1950, afirma de esta novela publicada por Planeta: «Es una no ficción ficticia; está escrita un poco a manera de reportaje porque el propio Ian Rose –el gran hilador de la historia– cumple el papel de investigador que recoge datos; el juego está en que es ficción».
Hot sur es ambiciosa, titánica, polifónica; un thriller trepidante, terrorífico y cargado de humor y fortaleza a pesar de la pesadilla que viven los migrantes latinos en Estados Unidos. Indaga en el idioma español como elemento de identidad, en la fuerza de las mujeres, hace una crítica feroz al mundo occidental capitalista; plantea el mundo de la literatura y de los escritores.
«Hice una novela sobre cómo se escribe, pero también de los escritores endiosados, trepados en un pedestal que tantos hay últimamente. Aquí quería que todos estuvieran bregando en escribir desde su propia experiencia», afirma la autora de Dulce compañía, La novia oscura, Delirio y Leopardo al sol, quien es considerada por la crítica una de las grandes voces de la literatura contemporánea en español.
El español como territorio
En esta nueva y ambiciosa novela, Laura Restrepo apela a muchas cosas para contar la historia de los latinos migrantes en Estados Unidos, pero sin que fuera un drama o historia lacrimógena; para ello hizo uso de su mirada de reportera y de referencias periodísticas. Al hablar del temple de las mujeres migrantes que como su protagonista, María Paz, viven todas las desgracias, incluso la cárcel, Restrepo recurrió a las madres somalíes que conoció cuando Médicos sin fronteras la llevó a hacer un reportaje de la gran migración en el Cuerno de África. «Mirando esas mujeres que cruzan con sus hijos, tienes una sola sensación: ‘van a llegar, no sé cuando ni a dónde; muchas se morirán en el camino y muchas enterrarán a sus hijos, pero van a llegar’», evoca.
Es el ingrediente que quería para María Paz, para Violeta su hermana y Bolivia su madre, el clan de mujeres que están en esa aventura de llegar y que nada las detiene; y sin saberlo, en su camino, van escribiendo su propia historia, una historia que rompe fronteras íntimas, geográficas y culturales.
Pero ante todo, el protagonista central de esta historia de mujeres entrañables es el idioma. «Son una serie de personajes que se han quedado sin territorio, dejaron atrás el suelo conocido y se han aventurado a un lugar donde no son nadie, el territorio no es propio y entonces su único territorio es el español que comparten; fue como hacer la historia de nuestro idioma, quería que tuviera ese papel de unificación, por eso en la cárcel de mujeres se arma la grande cuando les prohiben hablar en español, porque les están quitando su identidad, de lo que están hechas», agrega la periodista.
Y es que el español para las mujeres, e incluso para los hombres de Hot sur, y para la propia Restrepo, es herramienta de combate.
El detonante para contar esta historia le llegó en Tijuana cuando le contaron que un grupo de muchachos de un barrio popular tenían como deporte agarrar un balón de futbol y pasarse sin documentos la frontera, por alguno de los agujeros del muro, para echarse un partidito «por el sólo placer de hacer el burleteo de pasarse al otro lado».
Entonces pensó en la historia que es la de todos los latinos, que ella ha visto y vivido, anécdotas y crónicas de mucha gente; una historia que reivindica lo latino, el español y la mugre como elemento de rebeldía y resistencia.
«Reivindicar la mugre como señal de identidad; en la cárcel las despojan de todo, les quitan el nombre y les ponen un número, Mandra X –otra de las mujeres presas– construye todo un credo de rebeldía a partir de su propia mugre y la capacidad de lastimarse a sí mismas.» Restrepo tomó la consigna de los anarquistas españoles: «mi hambre es mía, me atrinchero en mi hambre» para hacer esta enorme novela que escribió «para sacarse el clavo de tanta cosa con las que nos vienen jorobando desde hace tanto tiempo».
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