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Tlaltecuhtli, la señora de la Tierra, progenitora y devoradora de todas las criaturas, salió a la luz un 2 de octubre de 2006 casi en la esquina de República de Argentina y República de Guatemala. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de septiembre de 2016. (RanchoNEWS).- El arqueólogo Leonardo López Luján narra el descubrimiento del monolito y las recientes dos ofrendas asociadas a éste: una contiene el esqueleto de la trompa de un pez sierra y la segunda tiene cuentas de jade, huesos y caracoles. «Son ya 45 las ofrendas y 70 objetos los hallados», añade. Una nota de Reyna Paz Avendaño para Crónica.
La diosa mexica de la Tierra se llama Tlaltecuhtli y la escultura monumental que la representa fue descubierta dentro de la zona arqueológica del Templo Mayor, hace 10 años. Este monolito que permaneció oculto cinco siglos «es excepcional, no sólo por su tamaño —4.17 x 3.62 x 0.37 metros», también porque «conserva sus pigmentos originales como ninguna otra escultura mexica descubierta hasta ahora», señala el arqueólogo Leonardo López Luján, quien recuerda cómo el 2 de octubre de 2006 el equipo del Programa de Arqueología Urbana halló a esta deidad prehispánica.
El arqueólogo platica en entrevista que a la fecha, los especialistas han hallado 45 ofrendas asociadas a Tlaltecuhtli, sumando un aproximado de 70 mil objetos entre vasijas, cuentas de jade, semillas (amaranto, algodón, copal, pencas de maguey) animales marinos como estrellas de mar o caracoles, aves y mamíferos; y en las recientes ofrendas encontradas —aún i
n situ— sobresale el esqueleto de la trompa de un pez sierra y un depósito con cuentas de jade, huesos y caracoles.
¿Cómo sucedió el hallazgo?, ¿cómo se construyó el monolito?, ¿por qué a la diosa le falta la parte de su vientre? y ¿de dónde se obtuvieron los colores que conserva la escultura?, son algunas de las preguntas que
Crónica responde a través de las voces de los expertos Leonardo López Luján y María Barajas Rocha.
Los arqueólogos también comentan que para festejar la primera década del hallazgo, se realizará una serie de conferencias en enero de 2017 en El Colegio Nacional para dar a conocer los nuevos estudios hechos al monolito y en este año, el próximo 10 de octubre se exhibirá una réplica de la diosa en el Palacio de Bellas Artes a propósito de una exposición sobre el color en el arte, en donde se juntarán piezas griegas con prehispánicas.
El hallazgo
Tlaltecuhtli, la señora de la Tierra, progenitora y devoradora de todas las criaturas, salió a la luz un 2 de octubre de 2006 casi en la esquina de República de Argentina y República de Guatemala, en los cimientos del edificio antiguo Mayorazgo de Nava Chávez.
«Esa esquina era la más importante de la Ciudad de México en el siglo XVI, aquí se cruzaban dos ejes rectores: la calzada Iztapalapa, que corría de norte-sur, y la calzada de Tlacopa, de este-oeste. Justo en esa intersección estaban los dos ejes fundamentales de la Ciudad de Hernán Cortés, y en ese cruce se levantó el Templo Mayor», narra Leonardo López Luján.
Agrega que esa esquina tuvo varios proyectos de construcción: hacer una casa de visitantes distinguidos, hacer la estancia del jefe de gobierno y la última propuesta fue hacer un museo de etnografía, el cual sí se estaba ejecutando, pero la obra tuvo que suspenderse porque apareció la escultura de Tlaltecuhtli.
«El equipo de Álvaro Barrera empezó a hacer el salvamento arqueológico en el momento en que se estaba construyendo el inmueble, se estaban haciendo los cimientos y el 2 de octubre cuando rebajaron el subsuelo, uno de los trabajadores pegó con su pico unos centímetros más del límite que el ingeniero había fijado, entonces sintió la vibración en el pico y se dio cuenta que era algo importante. En ese momento Gabino López, fue a indagar de qué se trataba y vio que era algo de una magnitud enorme. Ese mismo día me hablaron por teléfono», narra López Luján.
La mañana del 3 de octubre, Eduardo Matos Moctezuma, Alfredo López Austin y Leonardo López Luján llegaron a la zona para empezar el reconocimiento, estudio y conservación del monolito que estuvo a cielo abierto durante el reino de Ahuízotl, es decir, durante los años 1486 y 1502.
¿Cuánto pesa la escultura?
Son 12 toneladas y está hecha con andesita de lamprobolita, una piedra volcánica con un color que va del gris rosáceo a violáceo. Gracias al trabajo del geólogo Jaime Trejo, sabemos este material se trajo de un yacimiento muy cercano: el Cerro Tenayo, hoy Tenayuca. A diferencia de la Piedra del Sol que fue hecha con un basalto de olivino procedente de donde hoy está el Metro Miguel Ángel de Quevedo.
«Ese 3 de octubre nos dimos cuenta de que la escultura estaba hecha de andesita y por las dimensiones, que era una piedra más grande que la Piedra del Sol y que la Coyolxauhqui, calculamos que pesaba unas 12 toneladas. La Coyolxauhqui pesa 8 toneladas y Piedra del Sol que no es tan grande pero es más densa porque es de basalto, pesa 24 toneladas».
¿Cómo se trasladó la andesita de Tenayuca a Templo Mayor?
La imagen que hoy tenemos es cinematográfica al estilo de Hollywood, en donde a los esclavos les dan latigazos para que carguen y caminen. Pero fue todo lo contrario, si leen a Fray Diego Durán, él dice que (el traslado) fue una gran verbena popular en donde el ingrediente principal fue la devoción. Siempre habla de grandes contingentes de individuos, de hombres, seguramente jóvenes, bien equipados con palancas, rodillos y cuerdas, dando voces, es decir, gritando para estimularse a sí mismos y mover estas piedras.
López Luján explica que está documentado que para mover la andesita usaron carretoncillos, una especies de trineos de madera, en donde se pone un bloque de piedra sobre la base de madera que por abajo es movida por rodillos, que a su vez, son jalados con palancas y cuerdas.
Pintura y restauración
Desde que se encontró el monolito y antes de traspasarlo al Museo Templo Mayor, los expertos iniciaron la conservación de la escultura pétrea ya que observaron que ésta tenía una capa de sedimento, la piedra estaba húmeda y que además contenía pintura.
«El trabajo de análisis y conservación empezó al momento del hallazgo para que la roca se mantuviera con el sedimento y húmeda, de tal forma que se secara de manera paulatina. Virginia Pimentel hizo el trabajo. Ella implementó medidas de protección para que los fragmentos no sufrieran cambios bruscos: mantuvo la capa de sedimento aproximadamente 1 año
in situ, sobre todo para proteger la policromía original», explica la restauradora María Barajas Rocha.
Después de que la roca se secó, los especialistas levantaron cada fragmento de la diosa hacia la calle de Argentina, labor que se logró con una grúa de brazo largo.
«Fernando Carrizosa definió los puntos de apoyo para levantar cada uno de los fragmentos y en la calle de Argentina ya teníamos una base de madera de pino y sobre ésta se pusieron espumas de polietileno que eran bases de trabajo, a manera de amortiguadores. Fue cuando construimos una caseta que fungió como laboratorio de restauración», añade.
En palabras de Barajas Rocha, el siguiente paso fue hacer una revisión detallada de los deterioros que presentaba cada fragmento del monolito y realizar pruebas de limpieza para retirar la capa de sedimento que protegía la policromía (proceso que tardó 10 meses porque retiraron el sedimento de la piedra, poro por poro)
«Se identificaron cinco colores de la paleta cromática mexica: ocre y rojo, ambos del óxido de hierro, en el caso del rojo extraído de la hematita; azul maya que se obtuvo de la mezcla de índigo con una arcilla que se conoce como paligorska; blanco obtenido de la calcita y negro de humo», indica.
Al respecto, López Luján detalla que los pigmentos son polvos y para aplicarlos los mexicas usaron un aglutinante, en esta caso mucílago de orquídeas, una especie de pegamento que conforme pasan los siglos éste se descompone pero no así, los pigmentos.
El vientre
¿En cuántos fragmentos estaba rota la escultura de Tlaltecuhtli? López Luján señala que en cuatro y que además, a la deidad le hace falta el fragmento de su vientre, ¿por qué sucedió esto?
«Se encontró rota en 4 fragmentos. Estaba alzada en sus cuatro esquinas que se unían al centro. Cuando la movimos, debajo de cada esquina, había pilas de piedras: lajas con lodo, restos de palancas de madera y dos pisos encima que eran prehispánicos. Esto quiere decir que los mexicas trataron de levantar la piedra porque ellos continuamente subían el nivel de la plaza. Entonces la hipótesis que planteo es que los mexicas alzaron la escultura y la quebraron».
¿Por qué falta un fragmento de en medio?
La parte de en medio se la llevaron los mexicas, eso sugiero. El monolito estaba fragmentado y le faltaban pequeñas partes, por ejemplo, un pezón, un pedazo de orejera, una parte del muslo, entonces buscamos los faltantes y le entregábamos a María cada pieza de andesita que encontrábamos para que ella completara el rompecabezas. Pero buscamos y nunca apareció la parte central.
¿Qué hay en el centro?
Es el vientre de la deidad y sabemos que había un personaje grabado, como si fuera su bebé. Lo sabemos porque se ven dos pies pequeños, ¿quién es ese personaje? … es la gran pregunta.
«Sabemos que era alguien importante porque lleva zapatos lujosos, unas sandalias de obsidiana que usaba el rey Moctezuma, la diosa de la Luna y el dios del Sol. Es posible que fuera el rey mismo o el dios Sol o la diosa Luna. Quizá cuando se les rompió la escultura, recuperaron ese fragmento y se lo llevaron a un lugar, ¿a dónde? nadie sabe», señala López Luján.
Al museo
El monolito de la diosa Tlaltecuhtli se trasladó al Museo Templo Mayor el 17 de mayo de 2010, lugar en donde actualmente se encuentra y donde se sigue conservando. Ese traslado duró 15 horas, inició a las 5 de la mañana y terminó a las 9 de la noche, según lo cuenta Luján en el libro Tlaltecuhtli.
«Las condiciones en el museo son estables pero al monolito se le hacen trabajos de mantenimiento: limpieza superficial en seco para retirar el polvo, se arma un andamio tubular y se ponen un tendido de tablones de madera para con aspiradora y brochas retirar el polvo que se acumule. Es un proceso que se hace aproximadamente dos veces al año», destaca la restauradora Barajas Rocha.
¿Los pigmentos siguen estables?
Sí, muy estables. Usamos un consolidante hecho a base de sílice, porque cuando reacciona con la humedad del ambiente, forma pequeños cristales de cuarzo y eso permite que se fijen los pigmentos minerales al sustrato pétreo; entonces lo que tenemos es una pequeña película de micro cristales de cuarzo, que le permiten a la piedra tener un comportamiento natural.
En opinión Leonardo Luján la preservación de esta escultura es excepcional, no solo por su tamaño, si no porque conserva, gracias al trabajo de sus colegas, pigmentos como ninguna otra escultura mexica.
«Recordemos que era una imagen divina y por tal, era foco de peregrinaciones y un lugar de culto, lo cual se comprueba con las ofrendas. Entre 2007 y 2016, años en que hemos excavado el lugar donde hallamos el monolito, hemos registrado 49 ofrendas y 70 mil objetos, es más, María acaba de sacar la trompa de un pez sierra y una ofrenda con cuentas de jade, huesos y caracoles. Aun tenemos objetos
in situ», comenta.
Estas ofrendas, agrega, ayudan a entender el culto a la diosa porque «nunca habíamos visto tantas ofrendas en un lugar tan pequeñito».
¿Cómo es la representación de Tlaltecuhtli?
El monolito representa a un ser antropomorfo de cuerpo entero y visto frontalmente. Se percibe su anatomía con nitidez, excepto su cadera y el bajo vientre porque los cubre una falda corta. Sus peculiaridades es que tiene el cabello rizado color rojo oscuro, propio de las deidades temibles y su boca está abierta y semidescarnada, por lo cual proyecta la punta de su lengua para sorber una corriente de sangre que nace de su abdomen.
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