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martes, octubre 28, 2003

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Gran Bretaña celebra la afilada ironía de Evelyn Waugh cien años después

La publicación de sus cartas y tres nuevas biografías, una película de Stephen Fry, simposios y una serie de la BBC recuerdan estos días al escritor que retrató el fin de los años dorados de la aristocracia inglesa

RAFAEL RAMOS - 03:16 horas - 28/10/2003 / La Vanguardia
Londres. – Evelyn Waugh, al celebrarse el centenario de su nacimiento, continúa despertando tanta polémica como cuando se publicaron “Scoop” o “Retorno a Brideshead”. Su punzante sátira de la aristocracia inglesa, por no hablar del coqueteo con el fascismo, le han generado numerosos enemigos, pero nadie discute que se trata de uno de los escritores británicos más brillantes e influyentes del siglo XX.

Los cien años del nacimiento de Evelyn Waugh se han celebrado en el Reino Unido con la publicación de sus cartas, tres nuevas biografías, el estreno de una película de Stephen Fry (“Bright young things”, basada en la novela “Cuerpos viles”), simposios, conferencias y una serie de programas de la BBC.

W.F.Deedes, ex director del “Daily Telegraph” y compañero de aventuras de Waugh en Abisinia, ha publicado a los 90 años un libro sobre aquella experiencia compartida, y los episodios y conversaciones que inspiraron el personaje de William Boot (“Scoop”), el corresponsal de jardinería enviado por error a cubrir una guerra en África.

Alexander Waugh, nieto de Evelyn, prepara un estudio biográfico de la familia titulado “Padres e hijos”, cuya publicación está prevista para la próxima primavera, y que es un estudio de las relaciones entre cuatro generaciones de Waugh.

La película “Bright young things”, presentada en el festival de Cannes, ha sido bien recibida en Gran Bretaña. Sus frívolos personajes, puro Waugh, constituyen en cierto modo las primeras “celebridades modernas”, objeto al mismo tiempo de escándalo y fascinación popular (como hoy los roqueros o los futbolistas) por sus juergas, coches, drogas y mujeres.

La sátira de Waugh no tuvo parangón en su época y fue un éxito literario fulminante, a pesar de que el esnobismo del escritor despertaba pocas simpatías, por no hablar de su inicial condescendencia con el fascismo mussoliniano. La estructura de sus novelas es impecable; y sus personajes, profundos y representativos de una clase social y una época.

Waugh nació en 1903 en una familia bien del norte de Londres, hijo de un conocido editor y crítico. Como reportero cubrió la guerra de Abisinia con escaso éxito y una curiosa habilidad para estar lejos de la noticia (una crónica la envió en latín para que la competencia no se enterase de nada, pero sus compañeros de redacción la tiraron a la basura creyendo que eran garabatos), y en la segunda guerra mundial sirvió en el norte de África, Creta y Yugoslavia. Su conversión de joven al catolicismo tuvo una profunda huella en su vida y en su literatura.

Sus novelas reflejan los ambiguos conflictos entre la tradición y la modernidad, la “civilización” y la “barbarie”, siempre desde la perspectiva de la alta sociedad inglesa. “Retorno a Brideshead” es un nostálgico tributo a la seducción y la madurez del amor, que refleja la decadencia de la aristocracia y el fin de una época. Michael Johnston ha escrito su secuela (“Brideshead regained”), que continúa las peripecias de Charles Ryder a lo largo y ancho de la segunda guerra mundial y los primeros años de la posguerra, conociendo a personajes como Churchill y Charles de Gaulle que son incorporados con gran fluidez a la narrativa. Los herederos de Waugh han limitado enormemente la difusión de la novela –sólo se puede adquirir vía Internet–, por considerar que Johnston no tenía derecho a utilizar la misma historia y personajes.

A Waugh hay que juzgarlo más por sus novelas que por su apariencia de hombre gruñón, pomposo, irascible, ambicioso, esnob y para algunos incluso racista, homófobo y antisemita. Su genio consistió en incorporar las más triviales experiencias a sus libros, ponerlas en orden y darles relevancia, con un sentido del humor y una ironía típicamente ingleses, que cien años después siguen vigentes