Rancho Las Voces: Charlie Brown tiene descendencia
Para Cultura, el presupuesto federal más bajo desde su creación / 19

viernes, diciembre 31, 2004

Charlie Brown tiene descendencia


Portada de la primera entrega de la edición integral de los Peanuts
Posted by Hello

La revolucionaria obra de Charles M. Schulz aparece en su edición definitiva a la vez que se multiplican los rastros de su influencia

JORDI COSTA - 29/12/2004 / La Vanguardia


1 Tras cincuenta años de rutinaria disciplina, que cristalizaría en un corpus de 18.170 tiras de cuatro viñetas, Charles M. Schulz anunció su retiro el 14 de diciembre de 1999. La salud había empezado a fallarle y la tarea diaria de ceñir sutilezas en el trazo escueto y elocuente de Charlie Brown, Linus, Snoopy y el resto de habitantes de su universo imaginario se estaba convirtiendo en una tarea cada vez más ardua e incómoda. El 12 de febrero del año 2000, Schulz se fue a dormir y no volvería a despertarse. A la mañana siguiente, estaba prevista la publicación de la última tira de Peanuts en periódicos del mundo entero.

2 En su prefacio al soberbio número especial que la revista literaria McSweeney's dedicó a la historieta, Ira Glass, responsable del programa radiofónico This American Life de la emisora WBEZ de Chicago, rememoraba su vínculo afectivo con la obra de Charles M. Schulz: “Yo era un niño malhumorado, que se preocupaba con facilidad, que no hacía deporte, ni salía a jugar fuera de casa. Pasé un tiempo obsesionado con la idea de que me mandarían a Vietnam y moriría allí, que empezó cuando yo tenía seis años y mi tío Lenny se fue a la guerra. Tenía amigos, pero me sentía mucho más cercano a mi madre que a mis amigos. Siempre pensé en mí mismo como un perdedor y un solitario y Peanuts me ayudó a sentirme cómodo con ello”. Glass es uno de los muchos Hijos de Charlie Brown que hoy pueden localizarse en el paisaje cultural norteamericano: islotes de desconexión post-adolescente que, en su día, sintieron que las tiras de Schulz les hablaban de tú a tú, capturando un mosaico de íntimos fracasos que definía a la perfección el subsuelo de un país que enarbolaba la bandera de la superación personal y el triunfo a cualquier precio. El texto de Glass establece una interesante genealogía del loser: tras Charlie Brown, el (anti)héroe que tomó el relevo fue Peter Paker (es decir, Spiderman), sublimación en cuatricomía y disfraz superheroico de la minúscula, pero insondable, tragedia del aislamiento adolescente.

3 Un niño y una niña están sentados en una escalinata situada a pie de calle. Otro niño se acerca. “Aquí llega Charlie Brown”, dice el primero. “El bueno de Charlie Brown”, remarca, mientras el muchacho pasa por delante de ellos, sin detenerse. “¡Cómo lo odio!”, concluye el observador en la última viñeta. Cuesta, hoy en día, hacerse una idea de lo revolucionaria que resultaba esta tira inaugural de Peanuts en el contexto de la tira cómica de prensa americana de finales de 1950. Schulz acababa de colocar la primera piedra de un universo propio que se desmarcaba violentamente de la tradición y fundaba un tono basado en la contemplación y la lentitud: el mundo de los Peanuts no era ni esencialmente divertido, ni especialmente amable. Como diría años más tarde Art Spiegelman, Peanuts trataba sobre Nada mucho antes de que Jerry Seinfeld, co-creador de la mítica Seinfeld (la telecomedia sobre Nada), fuera concebido. Umberto Eco definiría sus personajes como “las monstruosas reducciones infantiles de todas las neurosis de un ciudadano moderno de la civilización industrial”. Admirador de George Herriman (Krazy Kat) y E. C. Segar (Thimble Theater), Schulz creó un limbo poblado de criaturas ancladas en una inquietante tierra de nadie que equidistaba de la infancia y el mundo adulto: en su seno, Charlie Brown y sus compañeros atravesarían durante medio siglo una sinfonía de sutiles variaciones sobre unas cuantas situaciones tipo, desde los partidos de béisbol siempre saldados en derrota hasta los amores no correspondidos, sin olvidar unas celebraciones de Halloween indefectiblemente regidas por la tristeza. “En sus mejores momentos, que eran frecuentes, la tira tenía la simplicidad y la carga de profundidad de un haiku... sólo que resultaba más fácil de entender”, escribió Spiegelman en una historieta que dedicó a Schulz poco antes de su fallecimiento.

4 Es pura justicia poética que la edición de la integral de Peanuts haya resuelto de un plumazo las dificultades económicas de la editorial independiente Fantagraphics Books. La empresa, que agrupa a la flor y nata de la herencia post-underground –de Daniel Clowes a Peter Bagge, pasando por Charles Burns, los hermanos Hernández, Chris Ware, Bill Griffith o Kim Deitch, entre otros–, ha lanzado este año los dos primeros volúmenes de una colección que alcanzará las veinticinco entregas –a razón de dos por año– y que recogerá, en estricto orden cronológico, la totalidad de las tiras realizadas por Schulz. Diseñados por Seth –otro autor de la escudería Fantagraphics–, los volúmenes publicados hasta el momento recogen el material realizado entre 1950 y 1954 y muestran un trazo aún demasiado caligráfico, situado en el más temprano estadio de esa incesante evolución que acabaría convirtiendo el temblor de manos de un Schulz progresivamente enfermo en elemento expresivo. Con la publicación de The Complete Peanuts culmina ese merecido reconocimiento oficial que tuvo su decisivo primer capítulo en la inauguración del Charles M. Schulz Museum el 29 de junio del año 2000. El reconocimiento a un gigante, a un filósofo de primera magnitud que sólo pretendió ser un artesano de la viñeta que intentaba ejercer su oficio lo mejor que podía.

5 En las navidades de 1969, la emisión del especial televisivo A Charlie Brown Christmas fue seguida por 55 millones de espectadores. En mayo de ese mismo año, había nacido Wes Anderson, a quien quizás el melancólico score de Vincent Guaraldi sorprendió en la cuna. Años más tarde, el tema que compuso Guaraldi para ese programa reaparecía en la más memorable película de Anderson: Los Tenenbaums, casi una puesta al día de esa tristeza y de esa experiencia de la inmadurez que Schulz inmortalizó en sus tiras. Antes se ha dicho que el hecho de que Fantagraphics reflotara gracias a Peanuts tenía algo de justicia poética: durante mucho tiempo, se vio a la obra de Schulz como paradigma del mainstream, algo que había estado allí durante tanto tiempo y gustaba a tanta gente (aunque fuera tan solo en forma de merchandising) que quizás nadie estaba por la labor de detenerse a apreciar sus sutilezas y a valorar su influencia. Hoy basta mirar alrededor para encontrar a algún hijo de Charlie Brown explorando las infinitas posibilidades de la desconexión. En una película de Wes Anderson, en un disco de Cat Power, en una novela de Jonathan Lethem o en una historieta de Chris Ware, por ejemplo.