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El escritor mexicano. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chih. 22 de enero de 2008. (RanchoNEWS).- En la edición de hoy, el periódico mexicano El Universal publica un artículo del crítico teatral Gonzalo Valdés Medellín respecto al autor guanajuatense, quien cumpliría hoy 8 décadas de vida:
En el panorama del teatro mexicano contemporáneo, la importancia de la obra dramatúrgica de Jorge Ibargüengoitia (22 de enero de 1928-26 de noviembre de 1983) resulta insoslayable. Radical hombre de teatro, a Ibargüengoitia lo signó una pasión contrariada –y contrariante– por el arte escénico. Incomprendido en su momento –y es probable que aún ahora– fue creador de una de la expresiones dramáticas de nuestras letras de mayor mexicaneidad, yendo de las propuestas más iconoclastas, hasta las más audaces disquisiciones críticas. En su momento, pues también cosechó la crítica teatral, osó cuestionar la conciencia del stablishment del teatro nacional con severidad, conocimiento y ese agridulce sentido del humor propio de toda su obra.
Pero no fue comprendido. Empezando por evidenciar la falta de visión del propio Rodolfo Usigli (su maestro) quien no sólo lo ninguneó dentro del grupo de sus discípulos y después lo censuró, al considerar Ante varias esfinges (sin duda su obra maestra) como una pieza malograda. Pero el tiempo es buen amigo y ahora se abraza a la memoria de Ibargüengoitia dándole un lugar privilegiado en el teatro nacional, a 80 años de su natalicio.
Durante mucho tiempo el teatro ibargüengoitiano estuvo prácticamente desconocido, el análisis escueto de su obra –o desconocimiento total en muchos casos– y los prejuicios que como crítico ancló en derredor suyo, postergaron la profusa investigación que merece, así como el sesudo y comprometido estudio que su obra impone.
Gran avance en este sentido se dio al publicarse –entre 1989 y 1990– tres tomos con el conjunto de su obra dramatúrgica por editorial Joaquín Mortiz, que respaldó el proyecto con el magnífico ensayo de Vicente Leñero, Los pasos de Jorge.
Y varias han sido las puestas en escena que han fincado –ya polémicas, ya admiradas– pautas de recuperación de la obra de este genial dramaturgo mexicano que, por desgracia, ahora no ha tenido el montaje a su altura para celebrar la conmemoración de su nacimiento, pues era para que ya se estuvieran anunciando por parte de la Coordinación Nacional de Teatro del INBA, o en la UNAM o la UAM, algunas de sus obras, entre el amplísimo repertorio del autor de Susana y los jóvenes, La lucha con el Ángel, El Atentado…. Fue justo hace 18 años cuando se hizo un montaje institucional de una obra de Ibargüengoitia. A finales de 1990, la Compañía Nacional de Teatro del INBA instigó una revisión del teatro ibargüengoitiano a través de Clotilde en su casa, dirigida por Luis de Tavira y con dramaturgia de Leñero, basándose para la estructuración en sus pesquisas de Los pasos de Jorge. El montaje estuvo signado por la polémica. En el programa de mano, Leñero acotaba que Clotilde… era una obra «que los escenarios mexicanos han desconocido inexplicable, impúdicamente». La vena popular del teatro de Ibargüengoitia, sin embargo, siempre ha inquietado –para bien y para mal– a nuestros creadores escénicos. Pero, si hay un dramaturgo mexicano que pertenece por voluntad propia al pueblo, ése es Ibargüengoitia, quien diseccionó la idiosincrasia enajenada del mexicano contemporáneo, clasemediero, por medio de un ácido humor, de pronto deliberadamente negro.
Octavio Paz conceptualizó los personajes de Ibargüengoitia, a raíz de Las muertas (una de las novelas capitales del siglo XX en México). Dice Paz que los personajes de Ibargüengoitia « …están lejos de tener la complejidad de los de Dostoievski o Proust. Son personajes simples y, en apariencia, de una sola pieza. Ninguno de ellos duda, ninguno reflexiona, ninguno se pregunta quién es o por qué es como es. Sus actividades mentales están al servicio de sus pasiones y necesidades inmediatas. Su religión se reduce a unas cuantas supersticiones; su moral a unos pocos prejuicios. Pecan con frecuencia y con la misma facilidad se absuelven. Sin embargo, estos rústicos, no son menos enigmáticos que un Raskólnikov o una Odette de Crécy».
Paz parecería estar hablando de todo el común de los personajes ibargüengoitianos. La descripción del autor de El laberinto de la soledad parecería describir uno a uno a los personajes no sólo de Las muertas y otras novelas, sino de comedias como Ante varias esfinges, El viaje superficial, Los buenos manejos y, desde luego, Susana y los jóvenes y Llegó Margó. No obstante, Paz no menciona uno de los elementos básicos en la conformación estilística de Ibargüengoitia: el sentido del humor, sin el cual todos estos personajes no serían sino un mero patetismo sin relevancia alguna. El humor negro resulta a todas luces imprescindible para entender el teatro de quien renunció a la escena para entregarse a la narrativa, a la escritura de novelas y cuentos hoy fundamentales para nuestra historia literaria como Estas ruinas que ves, Dos crímenes y La ley de Herodes.
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