Rancho Las Voces: Literatura / España: Escritores hablan sobre la máquina de escribir
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martes, mayo 17, 2011

Literatura / España: Escritores hablan sobre la máquina de escribir

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Cuatro modelos del siglo pasado. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua, 11 de mayo 2011. (RanchoNEWS).- Hace ya tiempo que se había convertido en un objeto obsoleto. De hecho, muchos nativos digitales se sorprenden al saber que era necesario colocar de forma milimétrica el papel, que había que cambiar cada dos por tres la cinta y que, en el «trágico» caso de que se cometiera una errata, había que hacer virguerías con el tipp-ex para no tener que repetir el mismo texto en otra página. Los «analógicos» nostálgicos (que también los hay) prefieren recordar el melódico tecleteo que animaba, casi de forma automática, a continuar la escritura, así como la elegancia y la originalidad de su tipografía, algo que convertía su práctica en una experiencia única. Una nota de Luis Alberto Álvarez para La Vanguardia:

La india Godrej and Boyce, una de las últimas fábricas de máquinas de escribir, echó el cierre hace unas semanas. Un buen momento para preguntar a los escritores qué se pierde la humanidad con la desaparición de estos aparatos.

Rosa Regàs. «Nunca tuve una máquina mucho más sofisticada que la pequeña Olivetti con la que empecé. La única cosa que me molestaba era que, cuando tenía que corregir, tenía que volver a empezar la página. Cuando escribí mi primer libro, Ginebra, tuve que hacer como 20 o 25 copias. Pero para mí ha sido una compañera desde que tenía 18 años hasta que tuve 50. No hubiese sabido andar sin mi máquina. No echo en falta nada de la máquina de escribir, de hecho, estoy escribiendo con un ordenador y para mí es una máquina más sofisticada, pero en el fondo es lo mismo. No tengo nostalgia de nada, sólo un buen recuerdo. Me da la sensación que aquello fue un primer paso que me ha llevado a donde estoy ahora».

Soledad Puértolas. «La primera máquina de escribir que tuve fue una que me regaló el que era entonces mi novio. Está unida a todo lo primero que escribí, creo que El bandido doblemente armado está escrito en esa máquina de escribir. Todo lo que va unido al tecleteo del aparato está muy ligado a mis comienzos. Recuerdo el dolor de manos al escribir. De todos modos, escribir duele. Otro inconveniente era borrar, o acudías al tipp-ex o copiabas metiendo el papel carbón para sacar muchas copias de lo que escribías. Era muy latosa. Veo desventajas, desde luego. Otra gran contra era la tinta, cuando había que cambiar la cinta... ¡Dios mío! Aunque también me quedo con ver cómo se creaba la letra, el proceso de cómo se levantaba la tecla, su mecanismo, era muy visual. Es el pro que yo rescato porque el ordenador es demasiado enigmático. Daba mucho gusto iniciar el papel y el ruidito del rollo cuando iba bien, me producía placer. Creo que tienen la utilidad de que no dependen de la electricidad, ni de enchufes ni pilas. Así que, si un día nos quedamos sin ordenador, no estaría mal contar con una máquina de escribir».

Andrés Trapiello. «He trabajado muchos años con máquina de escribir. Tuve una Olivetti portátil, luego tuve varias más, porque he roto algunas. Pero no tengo ninguna nostalgia. Como objetos me parecen bonitos pero no he sido un gran forofo. Sí es cierto que siempre me han gustado las letras de las máquinas de escribir, me parecen muy románticas. Pero me parecían un rollo porque eran pesadas, no podías llevarla a ninguna parte, incluso las portátiles eran un cacharro muy antipático. Prefiero escribir a mano que a máquina de escribir. No tengo ningún recuerdo afectivo. El «cla-cla» me resulta molestísimo, sucio, era un lío, acababan estropeándose, siempre fallaba una letra.... En el mejor momento había que cambiar la cinta y las correcciones no eran posibles. Hacía las cosas más inteligibles, pero era excesivamente rígido. Había algo antinatural en la máquina de escribir, es decir, así como la caligrafía es versátil y puede hacer uno con ella lo que quiera, la máquina de escribir era muy ortopédico. La máquina de escribir era como el braguero de la literatura».

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