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viernes, octubre 03, 2014

Cine / España: «Alien» y la herencia de H. R. Giger

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Estrenada en 1979, Alien es hoy una película de culto. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de octunbre de 2014. (RanchoNEWS).- Nadie podía sospechar en 1979 que un relativamente sencillo filme de terror y ciencia ficción, titulado en nuestro país Alien. El octavo pasajero, pero en realidad llamado simplemente Alien, se convertiría en una de las películas más influyentes de la historia del cine. Una de esas que contribuiría, para bien y para mal, a cambiar el concepto del espectáculo y la narración cinematográficos para siempre. Pero así fue. Una historia simple y directa, ocho personajes, incluyendo un monstruo del espacio exterior, y apenas un par de decorados -eso sí, espectaculares-, bastaron para que un nuevo mito se abriera paso en el inconsciente colectivo y se iniciara una lucrativa e ingeniosa franquicia que llega hasta nuestros días. Una nota de Jesús Palacios para El Cultural:

Desde que la extraordinaria criatura asesina diseñada por H. R. Giger hiciera su primera aparición, los invasores del espacio dejaron de llamarse «extraterrestres», «marcianos» o incluso «alienígenas», para ser conocidos, simple y llanamente, como «aliens». El talento combinado de un entonces joven realizador británico, procedente del campo de la publicidad, ese tal Ridley Scott, del artista suizo surrealista Hans Rudi Giger, y del carisma de una actriz a punto de saltar al estrellato -literalmente en la película-, Sigourney Weaver, convirtieron una fórmula historia de terror en el espacio (sí, como la de Mario Bava, más o menos) en una obra maestra. Un fenómeno seminal, que no solo continuaría a través de sus propias secuelas -Aliens (1986) de James Cameron, Alien 3 (1992) de David Fincher y Alien resurrección (1997) de Jean-Pierre Jeunet-, sino decross-overs con el también notable Depredador, que vino siguiendo sus pasos, así como de la pre-cuela y posible franquicia iniciada por su creador original, Prometheus (2012), además de una larga serie de cómics y novelas.

Cyberpunk y biomecánica

¿Qué hizo de esta peli de monstruos una obra seminal? Por ejemplo, recoger el testigo del cine de ciencia ficción para adultos que había dejado vacante la abortada Duna -o Dune, como se quiera- de Jodorowsky, poniendo a trabajar juntos a unos cuantos de los talentos que el chileno había reunido para su proyecto (como Giger o Moebius), y que estarían después detrás de la no menos fundacional Blade Runner (1982), del propio Scott. Pero también seguir el principio de los grandes maestros del cine de género, hoy tan olvidado: menos es más. Solo hay que comparar Alien con Prometheus para darse cuenta de que con muchos menos elementos el filme del 79 no es solo superior a su heredero del siglo XXI, sino que este no pasa de ser un subproducto del mismo. Como Tiburón (1975), como La noche de los muertos vivientes (1968), como Psicosis (1960), Alien ponía el dedo en la llaga del inconsciente colectivo, por medios tan simples como eficaces, sin apabullarnos con excesos efectistas cuyo único objetivo es disimular el vacío.

Sobre todo, Alien introdujo dos elementos originales que cambiarían para siempre el universo de la ciencia ficción... E incluso la realidad misma. Por una parte, el realismo exacerbado no solo en decorados y artefactos futuristas -hoy retro-, sino en la caracterización de sus personajes, auténticos currantes del espacio, agobiados por cuestiones sindicales, explotados, con sus monos de trabajo poco o nada glamurosos, en el escenario de un futuro próximo demasiado parecido al presente, con megacorporaciones capitalistas controlando todo y, eso sí, androides replicantes al borde de la inteligencia artificial, abonó el terreno para la consiguiente revolución cyberpunk, puesta literalmente en marcha por Blade Runner. El futuro ya está aquí, aunque resulte mucho más vulgar y corriente de lo que nos queríamos creer.

Por otro lado, en paradójico contraste con este neorrealismo futurista, el «universo Giger», con su monstruo icónico al frente, pero también con ese mundo subterráneo de pesadilla que escenificaba en pantalla sus fantasías biomecánicas, fundiendo el corpus onírico de Lovecraft con una decadente tecnología post-industrialerotizada, prefiguraba y configuraba a su vez el lado post-humano del cyberpunk, esa Nueva Carne que seguirían violando y mutando creadores como Cronenberg o Clive Barker.

In memorian H. R. Giger

Pocos artistas han tenido la suerte de Giger con Alien. Contando con una libertad creativa rarísima en el mundo del cine, pudo plasmar materialmente, en imágenes inolvidables, imitadas y plagiadas hasta el infinito y más allá, su concepción particular de la vida o, mejor dicho, de la post-vida. Ese estilo que él mismo bautizó como «bio-mecánico» y que, desde entonces, se ha fundido con el mundo real de forma inextricable. Nunca más volvió a repetirse esa fortuna para el artista, aunque siguió colaborando en filmes como Poltergeist II (1986) o Species (1995). Daba igual. Si ya era un creador de culto, amigo de Dalí y de Jodorowsky, apadrinado por el underground y habitual en revistas como Métal Hurlant -que tanto influyera en la concepción de Alien y Blade Runner-, el filme de Ridley Scott trasladó su universo privado de razón a la cultura pop y la vida cotidiana. Hoy, nuestro mundo, sus imágenes, iconos y arquitectura, sus visiones, sueños y pesadillas, es también el que nos legara el fallecido genio suizo.

Hans Rudi Giger, siempre marginado por quienes se autoerigen como expertos en arte moderno (lo son más bien en Bolsa), fue un artista tan influyente o más que Picasso, Dalí, Duchamp o Warhol... y que Leonardo o Miguel Ángel. Como ellos, cambió el mundo con su obra. Solo que su Capilla Sixtina cumple ahora 35 años y se llama Alien.



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