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Domingo 15 de febrero de 2004. EL INDEPENDIENTE Núm. 254

Recordando a Cortázar

Ayer en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, José Saramago y Tomás Eloy Martínez, entre varios cientos de fans, recordaron la vida y obra del siempre joven cronopio

Jorge Luis Espinosa
en Guadalajara

Desde las nueve de la mañana una fila ha comenzado a formarse afuera de el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara (UdG), en espera de que sus puertas sean abiertas y sea posible ser testigo de la inauguración del coloquio Julio Cortázar revisitado: Nuevas Lecturas que más que al autor de Rayuela, tiene como protagonistas a José Saramago, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Tomás Eloy Martínez.

Por lo menos en la mesa inaugural, el protagonismo es de los ponentes, porque entre los cientos de jóvenes que se han acercado en busca del autógrafo no hay más que libros de García Márquez, Saramago y Fuentes. Algunos de estos jóvenes, incluso, llevan un volumen de cada uno de los integrantes de esta famosa tríada literaria para que la espera de tres horas resulte más fructífera.

De hecho, cuando el autor de Aura llega (a las 12 del día) a las puertas del Paraninfo lo primero que le dice una jovencita es: “Usted me prometió que hoy me firmaría el libro”. “Y lo haré”, responde Fuentes quien se adentra en medio del tumulto que se ha formado a la puerta de este recinto universitario.

Al Paraninfo han llegado los amigos de Cortázar a recordarlo en sus 20 años de muerte y en la celebración de los primeros 10 años de la Cátedra Julio Cortázar de la UdG que se formó y se mantiene con el monto de los cerca de 25 mil pesos mensuales que tanto García Márquez como Fuentes reciben del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) en su calidad de Creadores Eméritos, lo que representa una beca vitalicia.

Amigos de Cortázar desde los años 50, como fue el caso de García Márquez y Fuentes. Mientras otros de los ponentes nunca conversaron con él, como fue el caso de Saramago y del ex presidente colombiano Belisario Betancour, quien fungió como moderador y argumentó que cuando se trata de un escritor no es necesario tratarlo personalmente. “No lo vi nunca, pero eso es irrelevante en el caso de un hombre de letras. Se la pasan contando su autobiografía”, añade el político.

KAFKA Y CORTAZAR

Durante la mesa inaugural se cuentan las viejas historias de amistad. Aquel famoso viaje en tren a Praga, por el año de 1968, donde a una pregunta de Fuentes sobre cuándo se había introducido el piano en la orquesta de jazz, Cortázar se dedicara a responder toda la noche, mientras disfrutaban de “enormes vasos de cerveza y salchichas con papas heladas”, como evoca García Márquez, quien concluye: “Ni Carlos Fuentes ni yo olvidaremos jamás el asombro de aquella noche irrepetible”.

El creador de Macondo ha exhumado un viejo texto, porque como dice, no es bueno para las improvisaciones. Opta por recordar al amigo en palabras escritas hace lustros. Total, quienes hoy lo escuchan son nuevas generaciones de jóvenes, aunque estas tendrán que aguardar afuera del Paraninfo o allegarse a alguna sala donde se han instalado pantallas para, al menos, ser testigos lejanos.

El espacio del Paraninfo es muy reducido. Su aforo es de 400 personas y ahí hay sólo espacio para los especialistas en Cortázar o para los invitados especiales: “Carlos Briceño y señora”, “Manuel Arango y señora”... como se lee en los respaldos de las butacas de este recinto universitario.

Pero si García Márquez no es bueno para improvisar, Carlos Fuentes arma e hila prontamente una serie de anécdotas. Algunas historias tristes, como aquella de hace 20 años, cuando le llamó al autor de El otoño del patriarca, para decirle que en el New York Times se había enterado de la muerte de Cortázar. “No creas todo lo que leas en los periódicos”, había respondido el narrador colombiano.

“Creo que Gabriel tenía razón, porque esta reunión aquí en Guadalajara está demostrando que Cortázar está vivo de mil maneras”, precisa Fuentes, quien evoca aquella vez que fue a París en busca de Cortázar, de ese “escritor admiradísimo” para agradecerle los elogios que había hecho a su novela La región más transparente.

“Tenía 29 años cuando publiqué mi primera novela y la primera voz que salió a hablar de ella fue la de Julio Cortázar. Tenía la doble devoción de ser su lector y de estar muy agradecido. Toque la puerta y me abrió un joven lampiño, pecoso, un poco desgarbado. Le dije: ‘Pibe, vengo a ver a tu papá’. Shoy yo, respondió aquel eterno joven Cortázar sobre el que pendía la leyenda de un Dorian Gray”.

Y hoy mismo Cortázar podría estar vivo, porque como dice Saramago, 90 años no son nada. El escritor portugués no trae ningún recuerdo, sino una tesis que Cortázar mismo había rechazado en los 60: su filiación con Kafka. Pero de entrada Saramago advierte que muchas veces se ha equivocado y esta puede ser una de ellas.

Pero para el Nobel portugués, la hermandad entre Kafka y Cortázar es evidente, como se advierte en uno de los cuentos del autor argentino: “No se culpe a nadie” y La metamorfosis, del autor checo. “Para mí, Cortázar es un gran trágico. Ésta es mi lectura, algo mío”, añade el autor de La caverna, quien al final se dedicaría a firmar decenas de libros de sus fans tapatíos.