Rancho Las Voces: Literatura / Entrevista a Fernando Savater
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martes, diciembre 11, 2012

Literatura / Entrevista a Fernando Savater

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Encuentro entre escritores (Foto: Jorge Serratos)

C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de diciembre de 2012. (RanchoNEWS).- Reproducimos la entrevista realizada por Rafael Pérez Gay para El Universal a Fernando Savater en su visita a México.

La tardé en que me reuní con Fernando Savater hubo gritos en las calles. Contingentes del movimiento Yosoy132 protestaba y cerraba la circulación que lleva a Polanco, donde esperaba Savater. Esta es la primera pregunta que quiero hacerle pensé: protesta, violencia, indignación en México y España.

Desde hace muchos libros, Savater se ha convertido en un escritor y un periodista central de la vida pública hispanoamericana. El lugar que ocupa y por el cual cualquier periodista e intelectual pactaría con el diablo se desprende de una obra vasta y compleja, de una reflexión inteligentísima y un trabajo de carbonero a lo largo de los años. Savater habló de México y de España, de la estupidez, de las drogas, de la política, de la novela y relacionamos estos temas con algunos de sus libros: El contenido de la felicidad, Diccionario filosófico, Mira por dónde. Autobiografía razonada y Los invitados de la princesa, Premio Primavera 2012. Savater, a escena.

El primero de diciembre, una marcha de protesta en contra del presidente Enrique Peña Nieto convocada por Yosoy132 terminó en disturbios, desmanes y enfrentamientos entre grupos de jóvenes armados de bombas caseras, cadenas, arietes en llamas y la policía que los repelió con gases lacrimógenos, toletes, golpizas aquí y allá. ¿Ves alguna relación entre estos hechos de protesta y el momento español. Los une acaso la indignación ciega, la protesta, el rechazo? ¿Cómo ves este momento mexicano, lo relacionas con el español?

Yo el momento mexicano lo veo, en principio, bastante más esperanzador. Han habido unas elecciones que se han hecho con la normalidad de las elecciones democráticas, ha habido un ganador con un número cuantioso de votos, hay una serie de propuestas que parece que suenan bien y que tal vez se lleven a la práctica y mejoren una serie de problemas que, efectivamente, son graves.

Hay unas propuestas positivas y, sobre todo, no hay una situación en lo económico, en lo social, como desgraciadamente hay en España, donde hay protestas por todas partes, protestas violentas que probablemente no tienen especial justificación, que probablemente son movidas por manos interesadas en crear disturbios. Como siempre, lo que cuenta no es la protesta, sino la propuesta. Es decir, lo que cuenta no es la disconformidad global y genérica, sino las propuestas que es lo que se debería haber, esto falta muchas veces.

En España, desgraciadamente, lo que tenemos es un horizonte mucho más cerrado en este momento, tenemos una situación económica crítica. Estamos dependiendo de ayuda europea que llega imponiendo más condiciones draconianas a la economía española.

Tenemos, además, una desafección social producida por nuestros movimientos separatistas que son una especie de enfermedad oportunista que siempre acude a los organismos enfermos, como en este caso al Estado español. La situación me parece angustiosa.

En Ética Urgente, en El contenido de la felicidad y en general en tu obra hay siempre una definición de la ética como programa de la voluntad: el bien y el mal. Dime si el concepto se ha transformado a lo largo del tiempo o si sigue siendo el mismo.

El concepto de ética sigue siendo el mismo, lo que varía es el campo de acción humana sobre el que se ejercen los principios, la orientación. La ética no es un código, no son unas tablas de la ley, sino que es una perspectiva de valoración y de justificación de los motivos por los que uno opta a la acción o vota por una actitud o por otra.

Los seres humanos estamos condenados a la libertad, como dijo Sartre; no podemos escapar de la necesidad de hacer elecciones, por ejemplo. La ética es el intento de justificar esas elecciones no de acuerdo a los mismos objetivos pragmáticos inmediatos, sino a una cierta concepción global de la vida. Las acciones humanas varían con el tiempo porque nuestra capacidad de acción varía. La Ética a Nicómaco de Aristóteles, que es excelente, carece de reflexiones sobre bioética, por ejemplo. No habla de Internet porque naturalmente eran nociones que estaban vedadas a Aristóteles. Lo que varía no es tanto la ética sino los campos de reflexión. Los campos en que el hombre puede actuar y, por lo tanto, puede actuar bien o mal.

Recuerdo que en el Diccionario Filosófico que publicaste hace algunos años en editorial Planeta, hay una entrada sobre la «Estupidez» que me gusta mucho y que termina con una cita de Camus, que dice más o menos así: «Cuando le preguntaron a Camus qué había hecho él para enfrentar los grandes problemas que asediaban a su tiempo y a él, contestó: lo primero, no agravarlos». ¿Sigues pensando como Albert Camus?

Sí. Creo que, por lo menos, uno debe ser un intento de resolución del problema, pero no parte del problema mismo; es decir, no esa especie de persona que tiene quizá buenas intenciones, pero que su actividad se convierte en una fuente de dramas o de empeoramiento de las cosas. La reflexión sobre la propia conciencia debe llevarle a uno a evitar incidir y aumentar los males, a una actitud restrictiva, a una actitud un poco más de hacer más pequeña la acción en vez de hacerla más grande, eso ensarta dentro de determinadas circunstancias, cuando es fácil agravar las cosas en vez de mejorarlas. A veces hay que emprender el mismo camino, a veces bastante más decididas, bastante más avanzadas, porque las circunstancias lo piden, pero siempre teniendo la idea de que uno no debe ser de los que agravan, sino de los que aligeran las cosas.

Vivimos en un tiempo, al menos en México, en el cual pareciera que muchos o algunos de los personajes que participan en la vida pública no están muy al tanto de que no hay que agravar las circunstancias, sino tratar de que la acción, como tu dices, sea menor y aligere la escena. ¿Sólo la democracia puede dotar de soluciones a la vida política, a la plaza pública, a la vida social?

No sólo la única forma, todos sabemos que hay muchas otras formas. La democracia es la única forma de que haya verdaderamente una sociedad y no un rebaño con un pastor, un tirano, un matarife. La democracia no es la fuente de la felicidad, ni la solución de todos los problemas, la democracia es el reconocimiento de que todos los seres humanos deben participar en la gestión de sus propios destinos. Eso es, digamos, insuperable, no se trata de que haya a veces unos resultados buenos y unos malos, eso no lo sabemos; evidentemente, en ocasiones la democracia no tiene la garantía de acertar siempre por esas tonterías de que «el pueblo siempre acierta», no.

El pueblo casi nunca acierta, Fernando.

Primero, el pueblo no es nada. El pueblo es un conjunto de ciudadanos que se puede equivocar como nos podemos equivocar tú y yo. Decir que el pueblo nunca acierta sería decir: es imposible que jamás llueva aquí. Bueno, a lo mejor llueve porque hay una nube.
De lo que se trata es de que, acierte o no acierte, cada uno de nosotros tiene que participar en la democracia; de hecho los griegos, que llevaban esto hasta las consecuencias más extremas, sorteaban los cargos públicos.

La sociedad debe aceptar que, como todos somos miembros, si el cargo cae en una persona que no es la más competente pues también debemos intentar ayudar a que lo lleve a cabo. Lo que no podemos hacer es crear jerarquías de los que nacen para mandar, los que nacen para obedecer, los que nacen para saber, los que nacen para ignorar, eso es lo que es antidemocrático.

En ese sentido, ¿la política es la forma y el conjunto de instrumentos que tenemos para que la vida pública no termine a balazos? ¿Eso es la política?

La política es la organización institucional de la sociedad. Sociedad quiere decir que somos socios. Los socios no se tratan de manera violenta, no se intentan asesinar, los socios son socios porque intentar colaborar unos con otros, intentan remediar las carencias de unos y otros porque intentan ganar juntos o minimizar pérdidas juntos, eso es la sociedad y la política es el propósito de institucionalizar ese intento de vivir como socios.

Otro asunto: En Mira por dónde, tu autobiografía razonada, dedicas un episodio más o menos lago al periodismo. Escribe algo así como esto: «sigo escribiendo en El País precisamente porque cuando me pedían una reseña escribía una reseña y no un soneto». Hoy El País pasa por una crisis severa, dura, ¿está en crisis el periodismo español?

No. El periodismo mundial está en crisis, no sólo el periodismo español, eso afecta a todos los periódicos porque los periódicos, en papel, tienen fecha de caducidad. Entonces todas las grandes empresas de periodismo impreso están pasando por momento difíciles para lograr mantenerse, todos están haciendo reducciones de personal, de gastos; muchas veces incluso de publicaciones que parecían casi mitológicas, como Newsweek, por ejemplo, han desaparecido ya en papel para pasar sólo a online, a Internet. Es una tendencia. Yo lo deploro desde mi ancianidad porque he leído o leo cuatro periódicos todos los días, me gusta el papel, la tinta.

No sé dónde te leí que uno de tus momentos más agradables del día es cuando en la mañana sales de tu cuarto y tomas los periódicos y te sirves un café.

Ahora ese momento va precedido de otro momento que es cuando me despierto, tomo el Ipad y leo los periódicos en el Ipad; luego lo dejo, me visto, bajo, compro los periódicos y los vuelvo a leer. Es probable que el periódico como fuente de información inmediata dejará paso quizá al periódico más bien encaminado al comentario, a la interpretación de lo que ocurre; pero ese no es un fenómeno español, es un fenómeno que ocurre en todas partes.

Es verdad, el periódico El País, que a mí me afecta más porque es el mío, ha pasado y está pasando por una fase difícil, ha habido recorte de personal drástico y se están haciendo las cosas a veces con más acierto y otras con menos, pero es una crisis que trasciende, desde luego, a la prensa española.

En Ética urgente hay un ensayo sobre Internet...

Ética urgente no son ensayos ni artículos. Es un diálogo que mantengo con jóvenes. No es un libro que haya escrito, es un libro hablado por mí, es una trascripción de unas conversaciones que he tenido con jóvenes en una serie de colegios e institutos de España, a lo largo del comienzo de este año. Eran chicos que habían estudiado la Ética para amador que ha cumplido20 años de su publicación.

Entonces fueron ellos los que introdujeron nuevos temas, desde las perspectivas laborales de la crisis hasta la crítica, la religión, Internet, y yo procuré debatir con ellos, charlamos, intercambiamos opiniones, les contradije en ocasiones. El libro es el resultado de esas pláticas.

En El contenido de la felicidad defines la bioética como una frondosa rama de la ciencia que se ocupa de dos momentos que tienen que ver con el ser humano cuando éste no puede hacerse cargo de sí mismo: el nacimiento y la muerte. ¿La muerte asistida, la muerte como una opción elegida, el bien morir es una última puerta para salir de la vida?

Yo creo que la vida no es una jaula, o sea que los seres humanos somos, probablemente, los únicos animales que sabemos que vamos a morir con toda certeza. Mientras que el resto de los animales viven, mueren, pero no saben que van a morir, no conocen su destino; nosotros sí. Esa diferencia hace que todo sea diferente. Nosotros somos mortales y ellos son inmortales porque no saben que van a morir nunca. Frente a eso, la vida para nosotros no es un término zoológico, sino que tiene que ver con el sentido, con la creación, con el placer, con la compañía. Cuando por razones mil se nos hace invivible, imposible ya de mantener esos parámetros que nos hacen indeseable la vida, entonces no cabe más remedio que respetar el deseo de las personas que, por su invalidez, porque ven un muro aciago frente a ellos que no pueden superar, desean ya morir. Mantenerlas artificialmente en vida, convertidas ya prácticamente en vegetales, es algo estúpido y cruel.

Hay un libro de Jean Améry que se llama Alzar la mano contra uno mismo (el escritor Améry se quita la vida a los 66 años). Mienras leía, me llenó de inquietud la posibilidad de plantear que uno es capaz de decir bueno, en este momento esto debe terminar.
¿La tecnología, los avances de la ciencia, la forma de alargar la vida, incide en la decisión de vivir más cuando ya la vida es invivible?

Bueno, deseo que en su momento me atiendan lo mejor posible, que el hospital esté bien dotado de todo tipo de máquinas y quisiera que se me aplicaran las medidas curativas si tengo una enfermedad grave. Pero además de todo eso está el sentido que encontramos en la vida. Es decir, un pulmón artificial o una máquina de respiración asistida nos puede prolongar la vida, pero no le va a dar sentido a la vida. El sentido tenemos que darlo nosotros, que buscarlo nosotros. Habrá quien lo encuentre y decida que sigue deseando vivir en cualquier circunstancia, pero otras personas pensarán de forma distinta.
El libro de Améry es una reflexión sobre eso, sobre cómo los seres humanos pueden verse desde dentro, cada uno se ve desde sí mismo, es inútil verse desde fuera.

Como bien sabes, el gobierno de Felipe Calderón inció una guerra contra el narcotráfico, un combate serio y ciego contra el crimen organizado que ha costado 60 mil muertos. Veo en el consumo de la droga no sólo muerte y violencia sino exploración de un placer, búsqueda, en fin, experimentaciòn con la propia sensibilidad. Y de pronto eso se convierte en un problema político real de violencia desatada. ¿Qué tienes que decirnos al respecto?

Que la distancia que hay, efectivamente, entre ese problema personal y el problema político, global, es la prohibición. Lo que convierte un problema o una decisión privada de una persona que puede estar informada, que puede saber si quiere tomar una cosa u otra, se convierte en un problema para todo un país con cientos y miles de muertos por culpa de una decisión que es la prohibición de la droga.

La prohibición de la droga es lo que convierte a una droga en un bien escaso buscado y manejado por gángsters, eso es lo que nos lleva a la situación actual, es decir, la irracional cruzada contra las drogas que se inició a comienzos del siglo XX por Estados Unidos y luego contagiando a otros países.

Eso nos ha llevado a esta especie de gangsterismo generalizado. Es un problema gratuito, hay otros problemas de desarrollo, de economía, de justicia social, que probablemente vienen de estructuras que sería difícil decir qué es lo que hay que hacer para resolverlo.

¿La legalización de las drogas es una salida?

La despenalización de las drogas, se legaliza lo que ha nacido para estar prohibido y termina convirtiéndose en autorizado. Pero las drogas nacieron perfectamente libres. La Coca-Cola hasta 1905 utilizaba coca en su fórmula y la heroína era una medicina creada por la casa Bayer; las drogas no han nacido para estar prohibidas. Son sustancias, medicinas, sustancias artificiales o naturales, las cuales nacieron para cumplir ciertas funciones y que de pronto se prohibieron y entonces se convirtieron en un oscuro objeto de deseo.

Estamos acostumbrados a leer ensayos de Fernando Savater, pero te has empeñado y desempeñado desde hace varios libros en la novela. ¿Cómo enfrenta Savater el momento creativo, la ficción. ¿Cuéntanos algo de ese momento?

Para mí la afición a la literatura y el deseo de escribir historias es anterior al deseo de escribir ensayos y practicar filosofía. De jovencito, a los 15, 16 años, quería ser escritor, periodista, narrador. Luego inicié la carrera de filosofía y letras, de la cual a mí lo que me interesaban eran las letras mucho más que la filosofía y por razones laborales me vi más encuadrado más en la filosofía que en la literatura porque no existían carreras de literatura puramente dichas como existen hoy en día.

Entonces me dediqué a la filosofía, de lo cual no me arrepiento; me interesó y me ha interesado siempre y me he dedicado a esto muchos años: 40. Pero ahora que vuelvo a tener una cierta libertad por mi jubilación como profesor y también un poco por mi jubilación como ensayista si quieres, tengo un poco más de tiempo y quisiera volver a dedicarme un poco más a la novela. Lo he hecho muy intermitentemente, todo el tiempo, pero lo he hecho un poco a ratos perdidos.

Ahora quisiera hacerlo con un poco más de dedicación y quizá esta novela, Los invitados de la princesa, es la primera que he podido escribir con un cierto detenimiento.

Cuando Balzac estaba a un paso de la muerte lo visitó Víctor Hugo en su casa de la rue Fortunée. Agónico y quizá delirante, Balzac pidió que llamaran al doctor Bianchon: «Traigan a Bianchon, sólo él puede curarme». Pero Bianchon no pudo salir de ninguna de las 26 novelas en las cuales actuaba el papel de un médico, el médico que Balzac inventó. Ficción y realidad. ¿Tus novelas pasan la frontera de la ficción a la realidad o simplemente penetras a mundo que está lejos del que estamos viviendo en ese momento? ¿Cómo concibes el momento de la creación novelística?

Como dijo el poeta Eluard: hay otros mundos, pero están en este. Hay otros mundos, pero todos están aquí. Efectivamente, me gusta la literatura con un poco de imaginación, la literatura fantástica con géneros como la ciencia ficción o el terror, pero no me gusta la literatura realista en el sentido burgués del término. No me gusta la novela que me cuenta que la señora del tercer piso se enamoró del señor que vive en el primero, dejó a su marido y luego lo echaron de la fábrica en la que trabajaba; todo eso puede parecer muy interesante, pero a mí me aburre brutalmente.

Lo que me interesa es contar historias no habituales, aunque naturalmente remiten al mundo en el que estamos, que no remitan a cualquier cosa, por fantástica que se te ocurra como ser humano, sino que exploren la humanidad y la realidad donde vivimos. Lo que pasa es que vemos esa realidad desde otro ángulo, un ángulo nuevo, un ángulo independiente y no un mero reflejo de la realidad.

En casi todas mis novelas, por ejemplo en Los invitados de la princesa, hay unas circunstancias que pueden ser reconocibles porque es un congreso de escritores. Los escritores llegan a una isla más o menos remota y quedan atrapados porque hay un volcán en actividad que no permite que los aviones despeguen. Hay historias que los personajes cuentan y todas tienen que ver con aspectos de nuestro mundo, algunas relacionadas con la educación, otras con el poder, otras con el amor, otras con la decepción que trae la vida. Cada una de ellas tiene que ver con uno de esos aspectos, pero todas están contadas desde géneros distintos, yo he querido que los diversos relatos que se entrelazan en el libro estuvieran no solamente narrados de manera diferente, sino también por personajes que son completamente distintos, algunos comprenden lo que están contando, otros no lo entienden bien.

Entre los jóvenes cultos, Cioran se ha convertido en un autor de culto. No todos saben que eres el introductor de Cioran al español y que fue tu amigo. ¿Sigues visitando a Cioran, sigues leyendo a Cioran?

He tenido tanta familiaridad con Cioran que ahora, más que leerlo, lo recuerdo. Y sí, es verdad que en ocasiones por algún tipo de los azares de mi trabajo vuelvo a tomar algunos de los ya muy gastados volúmenes que tengo de Cioran y de pronto vuelvo a encontrar esa especie de escalofrío, de aguijonazo que me daban los mejores momentos de Cioran.

Claro que Cioran para mí ya es un recuerdo de una persona, de una amistad, de un anecdotario personal.

Me gusta citar aquello que cuentas en Mira por dónde y mucha gente no me lo cree. Me refiero a la rubia que visita a Cioran, el pesimista queda prendado de ella, la pasea, la corteja, pero al final se da cuenta de que es una enviada de la Academia Sueca y que sondea la posibilidad de que Cioran acepte el Nobel. Entonces Cioran enloquece de rabia por la mentira y arma una tremenda pataleta. Fue así, escribes, como Elías Canetti llegó al cuadro de honor y recibió el Premio Nobel.

Yo sólo puedo atestiguar lo que dijo Cioran, no conocí a la joven rubia, pero seguí a lo largo esa relación. A Cioran le gustaban mucho las mujeres, y a pesar de sus años tenía sueños de coquetería porque supongo que es de las cosas últimas que se pierden, y con la joven que vino paseaba, salía, en fin. Él estaba convencido totalmente de que era una admiradora de su obra pero que también que estaba interesada por él.

Cuando se enteró de que la joven estaba cumpliendo una función y que había sido enviada por alguien que debía de conocer bien a Cioran y mandó a esa joven y no a un señor con bigote, entonces sintió un poco el orgullo herido del macho, de pronto encontró que estaba siendo un autor más de una estantería y se enfadó.

Oigo a veces a jóvenes para los cuales la filosofía es aburrida y no sirve de mucho, ¿qué les dirías?

Tendría que confirmarles sus sospechas de que la filosofía no sirve para nada. Como escribió Adorno en una ocasión: porque no sirve para nada, aún es útil la filosofía.

Es una llave pero que abre una puerta de dudas o de enigmas, no de soluciones. Es lo contrario de un libro de autoayuda, es un libro de autoproblematización no de autoayuda. Pero lo que pasa es que hay gente que tiene mentalidad de empleado: esto para qué sirve. La mentalidad servil lleva a pensar siempre esto: ¿para qué sirve? Hay gente que no se considera a sí mismo como un criado.

En El contenido de la felicidad citas a Stuart Mill, me refiero al ensayo sobre «El Héroe Trágico». ¿Te acuerdas cuando reflexionas sobre el ensayo On liberty y te preguntas por las libertades individuales? En el alba del siglo XXI, ¿sientes que están amenazadas las libertades individuales por los Estados o sientes que saldrán adelante como en otros momentos de la historia?

La libertad siempre está amenazada porque las garantías de libertad sólo pueden ser estatales; es decir, sólo las tenemos dentro de los Estados.

Las libertades son unas cosas que nos reconocemos unos a otros dentro de un marco de libertades. Lo que pasa es que toda libertad dentro del marco de la sociedad tiene unos límites. La sociedad está formada por socios, por lo tanto un socio no puede hacer lo que quiera, sino que tiene que atenerse a que hay intereses de otros que pueden ser perjudicados o compatibles con otros socios, la capacidad de emprender, innovar, crear, expresarse, buscar un propio camino de realización y, por otro lado, las necesidades de convivir, de aceptar pautas normativas comunes. Eso constantemente está funcionando.

Hoy el Estado tiene muchos medios para tratar de sugestionar al individuo y decirle: usted renuncie a su autonomía, déjelo en mis manos, yo le diré qué comer, qué beber. Con la persecución de la droga es claro el atentado contra las libertades de las personas: «Nosotros sabemos lo que usted debe tomar y lo que no debe tomar y además le castigaremos si usted viola las reglas».

Una cosa es que recibamos información para poder tomar decisiones sensatamente y otra, muy distinta, es que se decida por nosotros. Muchas veces las grandes estructuras políticas ofrecen ese servicio: «Descanse usted en su libertad que yo la tomo en su lugar y ya verá bien usted qué bien le va. Yo sé mucho mejor que usted lo que necesita y lo que no».

Erich Fromm, un autor importante del siglo pasado que fue psicoanalista y que vivió y murió en Cuernavaca, tenía un libro que se llamaba Miedo a la libertad que escribió cuando terminó la guerra mundial y en el que explicaba por qué el auge de los grandes tiranos.

En Sobre vivir dedicas algún ensayo a la libertad y la tolerancia, ¿cierto?

Tenemos que acostumbrarnos a cierta incomodidad de las libertades. La libertad no es el hacer las cosas que yo quiero; libertad es que otras personas, dentro de un marco común, de leyes y de normas, puedan optar por cosas que a mí me parecen repugnantes o estúpidas.

Uno está rodeado de gente que come cosas que uno considera asquerosas, viste de un modo que uno considera absurdo, tiene prácticas sexuales que a uno le repugnan, opta por vocaciones y por líneas políticas que a uno le parecen fatal y sin embargo tienes que tolerarlas porque eso es reconocer la libertad de los demás. Es decir, uno está reconociendo la libertad de otro, cuando lo que hace el otro te molesta. Si lo que hace el otro te gusta, si lo que hace el otro te parece muy bien, no tiene ningún mérito reconocer su libertad.

En México llevamos mucho tiempo diciendo, y con razón, que la catástrofe silenciosa mexicana se desprende de la educación. Háblanos de esto y luego, si te alcanza, del laicismo.

La educación es un problema en México y en España, y en todos los países. Es decir, es básica en la democracia. La educación no es una cosa que se dé como cualquier otra. La educación es algo esencial porque hay que fabricar personas capaces de utilizar la democracia. Seres totalmente ignorantes, seres incapaces de gestionar sus propias ideas, su propio conocimiento, es imposible que puedan colaborar en la organización de la gestión de los problemas del país; ser demócrata, ser ciudadano en la democracia, es ser político. En la democracia todos somos políticos.

Entonces la educación es importante porque hay que fabricar ciudadanos, fabricar ciudadanos es fabricar algo más que empleados. Está muy bien que las personas desarrollen conocimientos para ser capaces de hacer trabajos útiles en la vida, en la comunidad, pero eso no basta, un ciudadano tiene que hacer mucho más que eso.

Un ciudadano tiene que hacerse y tiene que ser educado para eso. Muchas veces, los Estados piensan que la educación es muy cara, porque lo es; la buena educación es muy cara. Exige muchos profesores, apoyo, grupos pequeños, renovación, reciclaje de los conocimientos de los maestros, pero hay que recordar que la mala educación se paga mucho más cara.

En cuanto al laicismo: es uno de los componentes de la democracia. Las democracias tienen que ser laicas porque es la única forma de respetar la religión, en contra de lo que creen los fanáticos o los teócratas que piensan que el laicismo es despectivo o contrario a las religiones. No, el laicismo es la única forma de respetar las religiones, pero todas. Porque, claro, tener creencias religiosas es un derecho de cada cual, pero no es un deber de nadie y mucho menos es un deber de la sociedad; por lo tanto las creencias o no creencias religiosas deben ser respetadas mientras se sometan a unas leyes comunes, porque nosotros no vivimos en una teocracia, sino que vivimos en una sociedad que tiene unas leyes organizadas de acuerdo con las luces de la razón humana. Luego dentro de ellas, cada uno si quiere, puede buscar una trascendencia o no, eso ya depende de cada cual.

Entonces el laicismo es el reconocimiento de que el funcionamiento del Estado no está determinado por creencias, ideas e inspiraciones religiosas. Los pecados no son delitos; si uno peca o no peca, allá con su conciencia, pero si se es un delincuente eso sí que tiene que ver con las cosas del Estado.

En Mira por dónde hay un momento en el cual, corrígeme si estoy mal, en febrero de 1981, tu ex mujer y madre de tu hijo te llama y te dice: ¡Fernando, ha ocurrido una tragedia! Y tú le contestas: ¿qué ha ocurrido, qué pasó? Que Tejero ha querido dar un golpe de Estado. Entonces le respondes: vaya, por Dios, pensé que le había pasado algo al niño.

Ahí es cuando uno ve la jerarquía de sus preocupaciones; claro, oigo a una mujer llorando e inmediatamente digo: que al niño le ha atropellado el camión. Pero luego me dijo: un golpe de Estado.

Un golpe de Estado, evidentemente, tendría graves incomodidades, sobre todo para mí que estaba en todas las listas del próximo golpe, pero de todas maneras eso ya me parecía un problema menor, eso se podía resolver, pero lo del camión en cambio era mucho más terrible...

Es decir, no todo es vida política, el ámbito de la vida privada sigue siendo fundamental. La libertad es la sede de la intimidad, dijiste.

En la intimidad están nuestras libertades porque ahí es donde tomamos las decisiones; es decir, muchas veces hacemos una serie de cosas por rutina, por imitación, pero cuando de verdad vamos a operar por nuestra libertad lo hacemos desde la intimidad. Nadie sabe por qué estamos verdaderamente haciendo una cosa o la otra. Ése es el secreto y el abismo de la libertad.

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