Rancho Las Voces: Teatro / España: El sueño perdido de García Lorca
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miércoles, enero 14, 2015

Teatro / España: El sueño perdido de García Lorca

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Daniel Grao y Nacho Sánchez, en un momento de La piedra oscura.  (Foto: MARCOSGPUNTO)

C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de enero de 2015. (RanchoNEWS).- «En la guerra, todo verdugo es también una víctima». El punto de partida de La piedra oscura bien podría ser precisamente esa sentencia de su autor, Alberto Conejero (Jaén, 1978). Pero la guerra sólo es (nada más y nada menos) que el telón de fondo donde transcurre la historia de un encuentro. La sala de la Princesa del Teatro María Guerrero acoge hoy el estreno de una obra de pequeño formato y grandes intenciones. Se trata de una fabulación sobre las últimas horas de la vida de un personaje real que merecía pasar a la historia por algo más que ser el último amor de Federico García Lorca. Reporta desde Madrid para El Mundo Esther Alvarado:

Rafael Rodríguez Rapún fue secretario de La Barraca, estudiante de Derecho e Ingeniería de Minas y compañero de vida del autor de los Sonetos del amor oscuro, inspirados probablemente por él. En la obra de Conejero, Rafael está preso en un hospital militar de Santander, cerca del mar que pone el simbolismo acústico a la obra, bajo la vigilancia de un muchacho metido accidentalmente a militar, Sebastián, figura inventada por el autor.

Rafael se recupera de las heridas del frente y espera su juicio mientras intenta convencer a Sebastián de que lleve a cabo una misión crucial para él: salvar los últimos papeles de La Barraca, algunos discos de pizarra con la voz de Federico y una obra teatral, quién sabe si, precisamente, La piedra oscura (aquella obra de Lorca que no se sabe si se perdió o jamás se llegó a escribir, pero en la que trataba abiertamente la cuestión de la homosexualidad).

En ese tira y afloja de dos Españas enfrentadas, lo que se produce con naturalidad es el encuentro entre dos personas, porque de eso trata la obra de Alberto Conejero: «Habla sobre el encuentro con el otro y esa 'otredad' que va convirtiéndose en una intimidad. La obra habla de cómo dos seres humanos son capaces de encontrarse y entenderse, pese a la guerra».

En la función, ambos se enzarzan en una conversación a tumba abierta que termina con un dubitativo «nadie puede desaparecer del todo, ¿verdad?», pronunciado por Rafael, pregunta que al autor le vale para la memoria de Rapún y para «los cadáveres que hay sin identificar en las cunetas de este país, incluido el de Lorca. No concibo que dar sepultura a estas personas sea un problema».

Mientras terminaba el ensayo que prometió escribir y que estará dedicado a Tomás Rodríguez Rapún, hermano pequeño de Rafael fallecido en 2012, Alberto Conejero puso el texto de la obra en manos del argentino Pablo Messiez, a quien nada más leerla le surgió «la necesidad de estrenarla; el texto es una maravilla, pedía escenario. Habla de dos cosas que me interesan mucho: la necesidad del otro y la importancia de la palabra», asegura. Para ello comprometió a la productora La Zona y al Centro Dramático Nacional, coproductores de la obra, que se representará también en primavera, en ruso y en Moscú, como fruto de un programa de intercambio con el Teatro del Arte de la capital rusa.

En la versión española que nos ocupa, que estará en cartel hasta el 22 de febrero, el papel de Rafael está interpretado por Daniel Grao y el de Sebastián por un jovencísimo actor, Nacho Sánchez, todo ojos, que aporta una mirada inocente del conflicto.

«Encontrar a un director que deposite una mirada amorosa sobre el texto no es fácil. Por eso Pablo es el mejor director para este texto», afirma Alberto Conejero que reconoce su fascinación por Lorca como piedra angular en el que se asienta tanto el trabajo de investigación sobre Rafael (al que la historia dedica un máximo de seis páginas) y la escritura de la obra.

«Creo que es el proyecto más bonito que he hecho en mi vida», asegura Daniel Grao, que interpreta a Tres Erres (como le llamaban) prácticamente sin moverse del camastro donde yace herido. «Es un viaje hacia adentro sin salir de esas cuatro paredes», en el que se pone en valor la cuestión sanadora de la toma de conciencia: «Mi personaje trata de salvar, por lo menos, su memoria y su secreto».

Su secreto es esa relación tormentosa con Federico a la que él (bisexual) iba y volvía enredado entre sus principios y la fascinación que sentía por el poeta. La presencia de Lorca atraviesa una obra que no trata de él y no pretende ser tampoco un homenaje («siempre sería pequeño y ridículo», dice el autor). «La obra habla de ausencias y el primer ausente es Federico».

Cuando está a punto de estallar la guerra Federico y Rafael discuten por lo mismo de siempre. Ha terminado sus exámenes y Rafael marcha al norte mientras Federico, que no se había exiliado a México para no irse de España sin él, se marcha a Granada donde creía estar más seguro.

El 18 de agosto de 1936 matan a Federico. Un año después muere Rafael, en la guerra, «defendiendo unas ideas en las que creía firmemente», asegura Alberto Conejero. La piedra oscura «no es un acto de venganza; es un acto de reivindicación del dolor de los otros», dijo hace unos meses el autor a este periódico. «Porque todas las guerras tienen la misma madre y los mismos huérfanos».

Un hombre en una encrucijada

Las sobrinas de Rafael Rodríguez Rapún ya han visto con complacencia La piedra oscura, lo que para el autor significa mucho más que una palmada en el hombro. Ellas junto con el hermano de Rafael, Tomás, permitieron a Conejero bucear en su archivo familiar. Allí averiguó que Rafael entró en el teatro a través de la UGT, a la que él estaba afiliado. De esa época, en el archivo de los Rodríguez Bernís se conservan libros de gira, la agenda de La Barraca y otros documentos que revelan que «la salida de Federico no fue nada amable», fotografías inéditas, postales y primeras ediciones de las obras de Lorca dedicadas con letra picuda y dibujos infantiles a su «entrañable y leal camarada». «Tomás murió unos meses después de que yo terminase el texto teatral y a él va dedicado. También le prometí que escribiría un ensayo y en ello estoy». El ensayo mostrará a Rafael como lo que fue: «Un testigo tanto de la vida artística de España como de la guerra. Me interesan las figuras que han quedado en las encrucijadas».



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