Rancho Las Voces: Cine / Entrevista a Pete Docter
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jueves, julio 16, 2015

Cine / Entrevista a Pete Docter

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El autor de la gran obra de Pixar, que ya es decir, explica las claves de la película y de su compañía. (Foto: Efe)

C iudad Juárez, Chihuahua. 16 de julio de 2015. (RanchoNEWS).- Pete Docter, recuerden este nombre. Pete Docter es alto, desgarbado y con una cara que se diría creada por él mismo. A partir de determinada edad, todo el mundo empieza a tener el aspecto que se merece. Pete Docter nació en Minnessota hace 46 años. Y para que no haya el menor amago de duda de lo que esa afirmación significa enseña una foto de, en efecto, Minnesota: una casa rigurosamente nevada por cada uno de sus cuatro costados. «Aquí nací», dice y añade: «La imagen es de mayo». Pete Docter llegó a Pixar, recién graduado, hace 25 años, y junto a John Lasseter, el jefe, Andrew Stanton y Joe Ranft empezó a crear una compañía que, hoy, ya sí, es un mito; el último mito que ha dado Hollywood y alrededores. Una entrevista de Luis Martínez para El Mundo.

Un momento, ¿quién es Pete Docter? «Un padre de familia que se dedica a hacer dibujos animados». La definición es suya y, la verdad, se antoja escasa. Se podría decir que, antes de lo que ahora es, fue un chaval medio acomplejado, muy malo en los deportes y que acabó dibujando hasta la obsesión. «Tampoco se me daban bien las relaciones sociales. Quizá por eso me resulta tan extraño que me hagan tantas preguntas sobre mi trabajo, mi vida, lo que hago y lo que opino de cualquier cosa», dice.

Sea como sea, y por eso todo esto, Pete Docter es el directo responsable de Del revés, la última creación de Pixar que, directamente, perfora los límites de lo que hasta ahora entendíamos por animación. Es otra cosa. No es, pese a lo extraordinario de la propuesta, la primera vez que ocurre. Recuérdese, a este hombre de mirada cómica y aprentón de manos firme le corresponde la gloria de Up, la primera película animada en estar nominada al Oscar a mejor película. Así, sin más, sin el apellido de «de animación». Entonces, lo que se contaba era la historia de una anciano. Nunca antes, una producción supuestamente dedicada al público familiar se había atrevido a tanto. No era un superhéroe guapo ni el protagonista apuesto de un cuento de hadas. No, era eso: un anciano con problemas de memoria, infertilidad y, ya puestos, de próstata. El resultado, huelga recordarlo, era un ejercicio de cine tan único, cálido, conmovedor y sorprendente como pleno.

Pues bien, ahora, un paso más allá, se trata de contar lo que ocurre dentro de la cabeza de una adolescente. Tal cual. «Yo tenía una hija extrovertida que no paraba de reír. De repente, cumplió los 11 años y se convirtió en esto», dice y enseña dos fotos. En la primera, la niña feliz que imagina cualquier publicidad de galletas; en la segunda, una joven seria y con cara de pocos amigos con la mirada perdida. Lo han adivinado: la adolescente de antes. «Toda película empieza en algún lado. Ésta se inició ante el misterio más insondable con el que jamás me he cruzado», dice. Desde ese momento (el insondable) a la película que se verá mañana mismo en los cines han pasado exactamente cinco años. «No diría que haya sido un proceso lineal. Más bien ha habido muchos ensayos y errores hasta dar con una película que, desde el primer minuto, quería ser nueva».

¿Es esto, la necesidad de crear algo nuevo, lo que le mueve?

No diría tanto. Lo que sí es cierto es que el riesgo es parte de la diversión. Dentro de la animación, nos atrevemos a más. Está en nuestro ADN. Quiero creer que somos el rock-punk de la animación.

Del revés trata de doblar el mundo de un crío en un juego de espejos a un lado y al otro de la pantalla (y de la mente). Desde un extremo, lo que se ve (lo real); del otro, el mecanismo complejo de las cien mil millones de neuronas que cobija un cerebro humano. «Tuvimos que simplificar muchos conceptos para que los entendieran... los adultos. Los niños no nos preocupaban», comenta tan divertido como ufano.

Sea como sea, el resultado, ya lo habrán adivinado por el tamaño de las páginas, es sencillamente apabullante. Mágico incluso, si no fuera porque el adjetivo «mágico» apesta. Nunca antes la animación se había atrevido a tanto y de forma tan brillante, inteligente, divertida y, ya puestos, perfecta. Además, la taquilla, la regla de medir de los tontos, le ha dado la razón. Desde su estreno es Estados Unidos (casi 300 millones de dólares recaudados desde el 19 de junio). Además, la crítica, la vara de medir de los pedantes, lleva dando palmadas desde que a mediados de mayo se viera en Cannes por primera vez. Digamos que de la misma manera que en películas ya en el canon como Toy story o Monster SA la idea es hacer convivir dos universos incomunicados (el de los juguetes y la realidad; el de la oscuridad y la luz), ahora se trata de duplicar ese mismo esquema entre el cuerpo y la mente. Dentro, las pasiones (la alegría, la tristeza, la ira o el miedo) adquieren cada una de ellas el rostro de un personaje; fuera, la niña protagonista hace lo que puede por entender lo que le ocurre.

Si se quiere, la intención es construir un universo nuevo donde antes no había nada. Y así, y en un único trazo, la abstracción adquiere la paleta de colores de la más gráfica y subyugante de las propuestas. Si se mira de cerca, el universo Pixar siempre ha estado (por lo menos es sus mejores trabajos) hurgando en el mismo campo semántico. De alguna manera, su único argumento ha sido siempre el propio cine como espacio de representación. En sus manos, los mundos se duplican de la misma manera que lo hacen en la mirada de cualquier espectador. Cuando en un momento de Del revés los personajes se conviertan en conceptos hasta adquirir la imagen de una línea, hasta el mismo Kandinsky caería rendido. Cuando veamos a los sueños cobrar vida dentro de la cabeza de la protagonista, lo harán transformados en cine; cine dentro del cine que replica la mente como si fuera, en efecto, un cine. El propio Méliès no podría desear mejor laberinto.

 ¿Qué hace diferente a Pixar?

No tengo claro que seamos nada raro. Al revés, si algo hemos hecho en Pixar es retomar el espíritu de los grandes estudios que hicieron grande a Hollywood. Trabajamos juntos durante años en un proyecto y luego en otro. Y así. Ahora cualquier película ocupa a todo el mundo durante unos cuantos meses y luego no se vuelven a ver.

Si se quiere, y por magnificar aún más lo magnífico, podríamos decir que Del revés es el punto de llegada de uno de las más felices coincidencias que ha visto el cine. En 1986, George Lucas acudió al creador del iPod, Steve Jobs, y por 10 millones de dólares desgajó de Lucasfilm uno de esos juguetes destinados a revolucionarlo todo, pero que no terminaba de arrancar: Pixar. La separación carísima de su señora tenía al señor de las galaxias a un centímetro del lado oscuro de los bancos. «Tenían una tecnología increíble y no sabían qué hacer con ella». Jobs se explicaba de esta guisa en una entrevista. Pero lo justo sería decir que ni él mismo tenía una idea precisa sobre cómo rentabilizar su compra. ¿Cómo sacar dinero a un programa que generaba gráficos en tres dimensiones? Pues de eso se trataba.

La primera idea fue aplicar el invento en algo tan práctico como la confección de dibujos tridimensionales para... ¡radiografías! John Lasseter, procedente de Disney, tenía otros planes. De sus desvelos saldrían algunos anuncios para televisión y el primer cortometraje íntegramente dibujado por una máquina, The adventures of André and Wally B. (1984). Posteriormente llegaría la primera nominación a un Oscar por Luxo Jr. (1986), otro corto. El resto, hasta aquí, es historia y 7.400 millones de dólares que pagó Disney en 2006 por hacerse con el juguete.  «No tengo claro que hagamos nada que no habría hecho cualquiera en nuestro lugar. Prefiero pensar que hemos tenido suerte y que nos movemos sobre las espaldas de gigantes como los animadores de Disney Marc Davis y Ollie Johnson, o, por supuesto, Steve Jobs», concluye Pete Docter en un ejercicio de modestia casi ofensivo.

Pero ¿Quién es en realidad Pete Docter? «Alguien que ha intentado entender qué pasa por la cabeza de una adolescente... No digo que lo haya hecho, pero lo he intentado ».


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