Rancho Las Voces: Fotografía / Entrevista a Miguel Ángel Tornero
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lunes, julio 13, 2015

Fotografía / Entrevista a Miguel Ángel Tornero

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Miguel Ángel Tornero por Miguel Ángel Tornero, o cómo hacerse un selfie en el estudio.

C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de julio de 2015. (RanchoNEWS).- Es de ese tipo de personas que tienen la capacidad de dejar las cosas al filo, de invadirlo todo de extrañeza. Acciones inmóviles, parajes desolados, talantes distantes, apariencias absortas... Todo es bastante caótico y aparentemente contradictorio en el universo creativo de Miguel Ángel Tornero (Baeza, 1978). Críptico y tajante. Se parece a esas carpetas que todos tenemos en el ordenador del tipo «mis documentos» donde guardamos lo que no sabemos dónde colocar y no queremos tirar. Un sinfín de acumulaciones emocionales. «Voy quedándome con lo que me atrae de lo que me voy encontrando y el pastiche puede ser tremendo. Bruto y sofisticado. Me gusta que la alta y la baja cultura convivan con normalidad», dice en entrevista a Bea Espejo para El Cultural.

Con alegría conviven la sintonía del telediario con la Elegía a Ramón Sijé según Morente y con la guitarra de Juan Habichuela, el menú del día con el mejor plato gourmet o el folleto del súper con Oblomov de Goncharov. De hecho, ese héroe de los indolentes, el Bartleby del XIX, tiene bastante que ver con él. Lo suyo es vivir mentalmente en la atmósfera de una indeterminación fluctuante, donde lo que más le interesa es observar. Vislumbrar lo que pasa por el rabillo del ojo. Ser, ante todo, un animal visual.

Le viene de cuna. Forma parte de la tercera generación de fotógrafos de la familia: primero su abuelo materno, luego su padre, el verdadero responsable de esa pasión por la cámara, y hoy sus hermanos... La pregunta sale disparada: ¿Artista o fotógrafo? «Me da igual. Entiendo que respondo a cualquiera de las definiciones y que, dependiendo del contexto, a veces una podrá ser más precisa que otra. Yo diría que artista plástico porque es más abierto y así evitamos el aburrido debate de si lo que hago es o no fotografía».

Esquiva la bala aun sabiendo que eso de «fotógrafo» no está exento de prejuicios en el mundo del arte.  «Hoy todo está mucho más abierto en el campo de la fotografía. Eso es evidente e inevitable. En las tres últimas décadas, han pasado cosas que han hecho necesaria una revisión de lo que es hoy la experiencia artística/fotográfica y de cuál es nuestra relación con las imágenes, incluso si hablamos de fotografía documental. Internet, los Smartphones, la imparable y definitiva democratización del medio, el debate sobre los límites, la necesidad de autoría... La fotografía ha roto con el pasado de una manera que nos hace recordar las vanguardias históricas. Para mí es un punto de partida, un lenguaje cada vez más universal; un medio tanto de apropiación como de comunicación», explica.

Lista aleatoria Las suyas le han dado muchas alegrías últimamente. Está en uno de sus mejores momentos tras recibir el Premio Nacional al libro de arte mejor editado por The Random Series. Es un proyecto que empezó en Berlín hace cinco años durante su residencia en la Künstlerhaus Bethanien, tirando de la idea de lo aleatorio y lo imprevisto. Luego ese, digamos, ejercicio fotográfico lo trasladó a Roma, al tiempo que estuvo en la Academia de España, y a Madrid, donde vive actualmente. El conjunto de la serie (berliner trato, romananzo & madrileño trip) lo acaba de presentar en el Centro de Arte de Alcobendas en un montaje similar al libro expandido y le lleva esta semana a Les Recontres de la Photographie de Arles, donde participa en la colectiva Experimenting Continuity. También en eses festival está nominado. Se juega el Prix du Livre 2015.



Vista de su exposición en el Centro de Arte de Alcobendas

Háblenos de cómo surge este proyecto y de cómo se convierte en publicación.

Desde hacía años estaba intentando trabajar de una manera cada vez más inconsciente, intentando intervenir lo menos posible en las acciones que tomaba a la hora de confeccionar mis imágenes. Un día, tratando de crear una panorámica con uno de esos programas gratuitos que pegan imágenes correlativas, se produjo un error inesperado al no coser las imágenes de la manera que esperaba. Me inquietó bastante y entendí que tenía mucho que ver con la manera en la que venía trabajando, en la que intentaba huir de lo aprendido. Así que la base de The Random Series son estos collages digitales en que un software une a su antojo las imágenes que le propongo. Esa idea del accidente se ha enriquecido en el libro, publicado por RM. Por un lado, hay un texto de Carlos Fernández-Pello que ya de por sí es un collage textual, que ha sido traducido sin piedad varias veces de un idioma a otro, y la maquetación del libro ha sido también aleatoria. Los pliegos han sido barajados antes de encuadernarse, de manera que prácticamente cada ejemplar es único.

Suele decir que busca un lenguaje balbuciente...

Sí, me gusta recurrir a la idea del bebé ya que es un buen ejemplo de figura sin contaminar, que se relaciona con las cosas por primera vez de manera inconsciente, «sin libro de instrucciones», sin haberse encontrado todavía con el lenguaje que será el filtro definitivo por el que podrá encontrar una herramienta común de comunicación.

¿Qué sentido tiene la idea de deriva en todo ello?

Es fundamental. Todo está ahí, en dejar fluir las cosas y que se vayan situando naturalmente en su sitio e intentar encontrar y contar lo excepcional. Mis proyectos suelen partir de mi experiencia cotidiana y no de puntos de partida rebuscados.

Eso se aprecia claramente en las primeras obras, los panoramas, Pretérito imperfecto compuesto, donde ensamblaba imágenes de su vida cotidiana en una especie de mise en scène. ¿Cómo ha ido cambiando eso?

Los primeros trabajos tomaban prestada esa estética mise en scène aunque en esencia se alejaban bastante. Y es que ninguna de esas imágenes estaban tomadas de una sesión ni estaban preparadas, sino que se iban construyendo con el corta y pega de retales de un pasado reciente que salía de muchas fotografías que iba recopilando de mi vida diaria. Así que se trataba de imágenes construidas, contenedoras de un tiempo propio e inventado, resultado de una superposición de capas donde las personas se convertían en personajes, los lugares en decorados y los objetos en atrezzo. Tras unos años tuve la necesidad de trabajar de otra manera y estoy convencido de que el trabajo posterior ha hecho que se contextualice mejor la lectura de estas obras.

Material fotosensible

Photophobia da un nuevo giró. Lleva la imagen al objeto, la foto a la escultura.

Se trata de un conjunto de trabajos en el que la fotografía es interpretada y tratada casi como un ser vivo. Como las plantas, la fotografía depende de la incidencia de la luz y de un proceso químico para desarrollarse. También es un medio que, aunque nos empeñamos en conservar, tiende a caducar, para mí una virtud. La propia naturaleza de la fotografía junto a otros materiales fotosensibles es la que conforma esta especie de estética de lo marchito.

Toda su obra es un gran collage. ¿Qué le interesa de él?

Me identifico como idea. Veo la realidad de manera fragmentaria, en trozos, a pedazos, en bruto y tiendo a coser los elementos de forma precaria e intencionadamente torpe.

¿Qué debate plantearía a otros colegas de profesión? ¿De qué es urgente hablar?

Pues siento ser tan mundano pero creo que es urgente normalizar la profesión y poner todos los medios para que la precariedad no sea el compañero de viaje del artista. Es frustrante ver cómo todos los agentes que participan en la organización de una exposición cobran por su trabajo excepto el artista, que se supone que es el generador y el que aporta los contenidos. Aún hoy algunas instituciones en las que preguntas por los honorarios te dicen que de 10 a 14h y de 16 a 20h, permíteme el chascarrillo, como si nunca hubieran oído esa palabra...


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