Rancho Las Voces: Literatura / Entrevista a John Banville
Para Cultura, el presupuesto federal más bajo desde su creación / 19

viernes, marzo 24, 2017

Literatura / Entrevista a John Banville

.
El escritor regresa a las librerías con lo nuevo de Benjamin Black, su alter ego «noir». En Las sombras de Quirke (Alfaguara), la reflexiva prosa de Banville mantiene su idilio con el género al servicio de una trama articulada en torno a secretos del pasado. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de marzo de 2017. (RanchoNEWS).- Mesurado a la par que contundente en sus opiniones, una ancha sonrisa y una copa de vino blanco son las armas con las que John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) afronta las entrevistas. Alabada de sobra su prosa, ante la que empalidecen los calificativos, y ya desenmascarado su desdoblamiento de personalidad a la hora de ser «el artesano» Benjamin Black, el escritor alterna entre uno y otro a la hora de responder a cuestiones sobre la literatura, el pasado, el papel histórico de la Iglesia o la Irlanda de ayer y de hoy. Temas, muy al hilo de la última novela del seudónimo banvilliano, Las sombras de Quirke, una nueva profundización en el castigado personaje del forense, cuyo pasado volverá a buscarle envuelta en una antigua trama criminal y personal de la que parece no poder escapar. Black y Banville en estado puro, aunque el Premio Príncipe de Asturias reconoce en el fondo no ser ninguno de los dos. Andrés Seoane lo entrevista para El Cultural

Asegura que al levantarse de la silla ya no es el escritor que escribe los libros, ¿con quién hablo entonces?

Sí, es cierto. El escritor no existe a no ser que esté sentado en mi escritorio. Cuando me levanto, el John Banville escritor deja de existir y me convierto en un ciudadano, en un padre, en un esposo, en todo lo común. Es un negocio muy extraño el del escritor. Al menos una vez al día me detengo y me pregunto por qué estoy haciendo algo tan ridículo, soy un adulto escribiendo cuentos e historias. Pero llegados a este punto de la vida ya no puedo hacer otra cosa.

Ha dicho que le gustaría no haber revelado que es Benjamin Black, ¿realmente no cree que le delatan aspectos de la escritura como la trama cuidada o la profundización en los personajes?

¿Crees que la gente habría sabido que era yo? Quizás es que Black está empezando a contaminarse por Banville. Tenía que haber dicho que no era yo, me hubiera gustado ver qué pasaba. Hay una escritora de novela negra en Irlanda, Tara Flynn, que no concede muchas entrevistas, y un amigo ha lanzado el rumor de que soy yo.

Le gustaría escribir una novela negra sin crimen. En esta entrega, la trama resulta un poco secundaria frente al desarrollo del personaje de Quirke, ¿cada vez se acerca más a este objetivo?

En En busca de April, el personaje principal, April, se supone que ha sido asesinada, pero no encuentran su cuerpo, así que un día voy a traerla de nuevo a una novela de Black, lo que quiere decir que habré logrado este objetivo retrospectivamente, una novela de crimen sin crimen (sonríe). Hay una cita de Raymond Chandler que dice: «No me importa quién mató a quién, lo importante es el estilo». En uno de mis libros no supe quién era el asesino hasta la penúltima página, pero no me importaba tampoco. No creo que la gente lea novela negra por el propio crimen, sino por el placer de que alguien les cuente una historia, para vivir a través de sus personajes y, en algunos casos, como el de Chandler, por la belleza de la escritura.

¿Cuánto hay de nostalgia en esa vuelta a la Irlanda de los años 50, a esa Irlanda de su infancia?

Hay mucho de eso, sí. Todos estos libros tienen lugar a mediados de los 50, cuando yo tenía unos 10 años. Cuando empecé a escribir estos libros era muy entretenido para mí volver a aquella época y ver cuánto era capaz de recordar. Es extraordinario lo que podemos recordar si realmente nos concentramos. Pero también tuve que hacer un pacto conmigo mismo de que nunca daría a mis personajes el beneficio de mi ansiedad, de mi conocimiento del hoy. En otras palabras, la gente de aquella época no sabía lo que iba a ocurrirle al mundo, y es muy difícil escribir sobre personas que no saben que va a haber teléfonos móviles, que la Iglesia Católica va a perder su poder. Es difícil, pero técnicamente es muy interesante. No me gustan los escritores que no se preocupan de esto. Hace poco leí una novela ambientada a finales del siglo XIX en la que un personaje decía «What's not to like?», una expresión que nadie usaba entonces, que es de los últimos años. Quise escribir al autor y decirle: "eres estúpido o qué, nadie decía eso en aquella época". Esa especie de dejadez no me gusta.

Hablaba del pasado porque en la novela su pasado planea sobre Quirke una vez más, ¿nunca podemos escapar de él?

El pasado es lo que nos ha hecho lo que somos. Estamos sobre una montaña que crece cada vez más y más alto a medida que acumulamos experiencias vitales. Es de dónde venimos y todo lo que sabemos, porque no podemos conocer el futuro y el presente no existe. ¿Qué es el presente? Es ahora, ahora, ahora... siempre vivimos en el pasado. Pero también estoy convencido de que en realidad no recordamos, sino que imaginamos el pasado. Y los neurocientíficos por fin están de acuerdo conmigo en algo. La teoría actual de los recuerdos asegura que no registramos eventos, lo que hacemos es crear una especie de modelo de los eventos que es lo que llevamos con nosotros. Vivimos totalmente en el pasado. Lleva un tiempo infinitésimamente pequeño que mis ojos se encuentren con tus ojos, ambos somos ya un pasado para el otro. Un pensamiento extraño, ¿no?

Pecados, tabaco y alcohol, un gran marco para la novela negra, ¿qué queda hoy de esa Irlanda?

Sin lugar a dudas, el alcohol. Seguimos bebiendo a gran ritmo. Hay una película de Maryl Streep en la que acusa a su madre de ser una alcohólica, y ella le responde: «no soy alcohólica, bebo como un irlandés». La gente en Irlanda lo entendió claramente. No somos alcohólicos, simplemente bebemos mucho. Una amiga mía italiana estaba en Dublín escribiendo para una revista de viajes y me decía: «he descubierto algo, el alcohol para los irlandeses es como el sol para la gente del sur». Y tiene toda la razón. Vosotros os levantáis por la mañana y hay sol, y nosotros nos levantamos, tomamos algo de beber y entonces ya está todo bien, igual que el sol.

¿Pero, por ejemplo, la Iglesia mantiene ese peso social?

El poder de la Iglesia ha desaparecido. Puede que vuelva si todos estos «virus» que van a destruir el mundo se manifiestan, pero nunca volverá a tener el tipo de poder de cuando yo era niño. Su poder era absoluto, y no exagero, ningún político lo retaba. Cuando era niño los curas eran como príncipes, podían hacer lo que quisieran y todos tenían amantes o novios. Las peor paradas eran las monjas, que estaban recluidas y se volvían locas. Ahora miro hacia atrás y me cuesta creerlo.

¿Tras estos cambios profundos, cómo es vivir en esta Irlanda actual?

En Irlanda vivo en un exilio interior. Mi mujer es americana y vivíamos en Londres, pero nos mudamos a Irlanda en los 60 para estar un par de años. Y hasta hoy. Me gusta, me encanta el clima, es perfecto, nunca hace demasiado calor ni demasiado frío, tenemos esa especie de luz plateada preciosa. Y podemos vivir fuera del sistema. No hemos bautizado a nuestros hijos, nuestros amigos no son religiosos, así que vivimos en una especie de capullo. Irlanda es un país bueno para vivir si te mantienes fuera del sistema, si ignoras a la Iglesia y no te interesa la política. Es un país muy bonito para criar niños, porque es seguro. Si ahora fuera joven me iría a vivir a Australia, pero sin duda no me quedaría en Irlanda. De hecho tengo una mejor reputación en España que en Irlanda.

Precisamente en la Irlanda que retrata existen muchos puntos en común con la España de entonces, donde también hubo multitud de, por ejemplo, casos de bebés robados, ¿cree que es algo común al mundo católico?

Esa es la razón por la que estos libros son tan populares y famosos aquí. Los españoles detectan ecos de su propia historia. Aunque quizá aquí la Iglesia no llegó a tener tanto poder. En las zonas rurales de Irlanda las iglesias están incluso hoy llenas de gente, lo que me parece extraordinario. La iglesia católica siempre fue muy inteligente, escudándose en que un papa malo no hace una iglesia mala. Y también con todo eso de cultivar el perdón. Hagas lo que hagas siempre puedes ser perdonado, es maravilloso. A quién se le ocurrió esto era un genio, San Pablo o quien fuera. Este genio increíble que montó todo este tinglado del cristianismo. Nietzsche decía: «solo ha habido un cristiano, y se murió en la cruz».

Dice Colm Tóibín que Irlanda exporta escritores igual que otros países estrellas de rock. ¿Es duro, una presión extra, ser escritor en Irlanda?

Sí, es muy difícil tener tantos gigantes detrás de ti, que yo comparo con las grandes estatuas del este de Irlanda. Son enormes y tú eres muy pequeñito. Pero también es un regalo tener esta tradición tan maravillosa. Es algo de lo que podemos estar orgullosos en Irlanda, nuestra tradición literaria. Qué bien que estoy diciendo esto, porque la embajada lo va a leer y no me puedo meter en problemas otra vez. Me metí en un gran lío en una ocasión en que, tras uno de estos escándalos de abuso infantil, el New York Times me pidió que escribiera un artículo, que empecé diciendo: «todo el mundo lo sabía, todos sabíamos lo que estaba pasando», y al gobierno no le gustó nada esto. Criticar Irlanda dentro de Irlanda está aceptado, pero fuera no. Por eso soy un exiliado interno.

Toca una pregunta espinosa. ¿La concesión del Nobel a un anglosajón le aleja de las quinielas?

No tengo ni idea de cómo lo hacen. Es una de las pocas organizaciones del mundo cuyo funcionamiento es absolutamente secreto. Nadie sabe nunca que es lo que va a pasar. Yo les admiro por este secretismo. Si se diera el Premio Nobel en Irlanda todo el mundo lo sabría mucho antes. Tan pronto se diera todo el mundo sabría ya quien será el ganador del siguiente año. Uno de mis planes para una novela negra trataba sobre un escritor que sonaba como uno de los diez finalistas del Nobel, y viaja por el mundo matando a los otros nueve. Pero al final el premio se lo lleva alguien de quien no se ha oído hablar nunca, así que todas las muertes han sido en vano. Quizás la escriba algún día.

Para terminar, una de política. Dentro de la debacle que supone el Brexit, ¿puede significar, como ya se comenta, la reunificación de Irlanda?

Puede ser que se unifique Irlanda, pero habrá mucha gente en el Norte quizás inicie una guerra de la misma forma que lo hizo el IRA, porque hay quien está comprometido con su pertenencia al Reino Unido. Aunque el IRA suponía que el norte quería ser parte de Irlanda, en realidad fue una guerra relacionada con territorio y poder, no con esa idea. En realidad nadie del IRA se preocupaba de la unificación, tal y como vimos cuando terminó la guerra y les permitieron robar más de 25 millones de libras del banco. En Bulgaria hay una zona turística en la costa del mar negro llena de irlandeses con casas de vacaciones... Creo que sería algo positivo porque lo que perdimos en la división del país fue una voz protestante del norte, una voz muy fuerte y muy protestante que hubiera atemperado el catolicismo exacerbado. Lo que deberíamos hacer es tener una Irlanda unida con la capital en Belfast, como decía Roger Casement.


REGRESAR A LA REVISTA

Servicio de Suscripción
* requerido
* Email Marketing by VerticalResponse