C iudad Juárez, Chihuahua. 3 de agosto de 2016. (RanchoNEWS).- El hallazgo de una guacamaya momificada, así como restos de ropa, semillas y puntas de flechas, en una cueva del municipio de San Francisco Borja, Chihuahua, abrió una ventana en el tiempo para conocer lo que parece ser una sociedad arcaica que vivió hace aproximadamente 2 mil años. Antimio Cruz reporta para Crónica.
Los materiales se van a analizar para precisar su antigüedad, pero el tipo de objetos asociados a la domesticación de plantas cultivables permite pensar que pertenecían a un pueblo en transición entre la vida nómada y la sedentaria, informó en entrevista exclusiva con Crónica el arqueólogo Emiliano Gallaga Murrieta, responsable del rescate y director de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México (EAHNM), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
«¿Por qué decimos que es un grupo arcaico tardío que estaba cambiando de cazador-recolector a pueblo agricultor? Porque encontramos semillas de cinco tipos de frijoles, una calabaza y mazorcas de maíz arcaicas, con olotes muy pequeños. No tenemos material característico de otros grupos sedentarios que definitivamente ya eran agricultores», indicó.
La cabeza de guacamaya, que parece formar parte de un arreglo funerario, quedó momificada gracias al ambiente seco y oscuro. Esto ayudó a preservar mucho material orgánico que se habría descompuesto en otras condiciones.
«Las cuevas tienen un ambiente muy constante y eso permite conservar materiales orgánicos pues en otras áreas de la misma temporalidad sólo habríamos conservado piedras. Aquí hay piel de venado, textiles, cráneos y la guacamaya, que es un hallazgo relevante que no es de ese ecosistema y seguramente provenía de 300 kilómetros al sur», dijo el arqueólogo.
Como estos materiales estaban en un ambiente controlado, al ser extraídos corrían el riesgo de secarse rápidamente o ser contaminados con hongos, por lo cual acudió una conservadora del INAH para apoyar el rescate. Actualmente los materiales están embalados y serán enviados a la Ciudad de México para restauración y análisis.
Corredor cultural
La Sierra Madre Occidental, en cuya parte baja está la cueva del hallazgo, es considerada como un corredor cultural que permitía la comunicación entre las civilizaciones de lo que hoy es el centro y sur de México (Mesoamérica) y las culturas del norte de México. También por ahí transitaban y comerciaban pueblos de la costa del Océano Pacífico con pueblos del desierto.
En este sistema montañoso hay numerosas cuevas en las que podría haber restos de presencia humana. Gallaga Murrieta indica que a fines del siglo XX varios arqueólogos de Estados Unidos realizaron expediciones, autorizadas por el INAH, en busca de restos de pueblos que hubieran comenzado a practicar la agricultura en tiempos arcaicos, pero no se realizó ningún hallazgo como el que ahora se hizo en el municipio de San Francisco Borja.
El investigador agradeció que los dueños del predio donde está la cueva dieran aviso del descubrimiento y conservado los objetos en cuanto los encontraron, mientras realizaban labores para emparejar el suelo del lugar que usaban como refugio de ganado. Dijo que la información que se puede recuperar de este sitio es abundante y como ejemplo explicó que encontraron restos de muros de lodo crudo y varas, que pudieron ser construcciones milenarias, dentro de la cueva, para proteger más el lugar de residencia de esta sociedad desaparecida.
«Debemos agradecer mucho la sensibilidad del dueño del lugar donde se encontraron estos restos y recordar que en la preservación de esta riqueza somos importantes todos porque los arqueólogos somos pocos y la memoria que se puede rescatar es mucha, en todo el país», concluyó el director de la EAHNM.
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