Rancho Las Voces: Literatura / Entrevista a Santiago Muñoz Machado
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lunes, noviembre 13, 2017

Literatura / Entrevista a Santiago Muñoz Machado

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Sergio Enríquez-Nistal
Santiago Muñoz Machado. (Foto: Sergio Enríquez-Nistal)

C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de noviembre de 2017. (RanchoNEWS).- El académico Muñoz Machado recurre «a nuestro pesimismo antropológico» para explicar por qué cuesta tanto aquí elogiar el legado español en América. Precisamente él ha escrito Hablamos la misma lengua (Crítica) para reivindicar el más formidable de todos: el idioma. Alberto Gordo lo entrevista para El Cultural.

Cuenta Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, 1949) que cuando entró en la RAE en 2012 ya tenía en mente abordar el minucioso trabajo que acaba de ver la luz. «Era un estudio del español que aún quedaba por hacer, pues análisis lingüísticos ya hay muchos», dice el académico. Hablamos la misma lengua (Crítica) es una historia política y jurídica del español en América cuya cronología es tan amplia como lo fue la presencia del imperio allí: desde la Conquista hasta las Independencias.

Varias veces dirá el autor que su intención es «poner en valor el formidable legado» de los españoles en América, del que la lengua, aunque importante, es «sólo una muestra más». Muñoz Machado es para algunos el jurista de la Academia, pero sus intereses trascienden el derecho. Ha escrito ensayos históricos, biografías y hasta un volumen de relatos de ficción. Su otro gran proyecto concluyó en 2013, cuando publicó Informe sobre España. Repensar el Estado o destruirlo (Crítica), la última entrega de su trilogía sobre la crisis de Estado en nuestro país, con el que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo. Para otro día queda el compromiso de tratar su desempeño profesional oculto: el de ganadero de Jaralta.

 ¿Cómo diría que fueron los primeros compases del español en América?

Cuando Colón viajó a América en septiembre de 1493, los Reyes Católicos le dieron unas instrucciones. Lo primero debía ser la evangelización, pero también se instaba a los conquistadores a enseñar el español a los nativos. Ahí empezó todo. Los reyes sucesivos dictaron igualmente instrucciones. Pero siempre acompañadas de cautelas. La consigna era no forzar trastornos en las culturas, en las creencias, en las lenguas, que debían respetarse.

Usted señala que eso termina con los Borbones en el siglo XVIII. ¿Empieza entonces la imposición del español?

Fue Carlos III el que rectificó la política débil de los Austrias, que había dotado a las colonias de cierto autogobierno. Carlos III llevó a las Indias la forma de Gobierno que estaba imponiendo en España y la recentralización. Quitó poder a las órdenes y a los misioneros, que hasta entonces eran considerados unos intermediarios necesarios entre la corte y las Indias. En buena medida fueron apartados, sus funciones reconducidas y los jesuitas expulsados.

¿Y en materia lingüística qué cambios hubo?

Que lo que antes había sido voluntario empezó a ser forzoso. Se establecieron normas que imponían la enseñanza del castellano, algo que no se había hecho nunca antes.

Afirma que la labor de España en América fue «muy superior» a la de otros imperios. ¿Cuál sería para usted un ejemplo de mala labor colonizadora?

La colonización inglesa de América del Norte, por ejemplo, que consistió en apartar a los indios, meterlos en reservas o matarlos. Las barbaridades que hicieron los ingleses en la India o los belgas en el Congo no se pueden comparar con lo que los españoles hicieron en América, que fue sobre todo un proceso de fusión entre culturas.

Dice Muñoz Machado que los españoles «solemos dejarnos llevar por la leyenda negra y por nuestro pesimismo antropológico». Y que deberíamos mirar «con orgullo» a América. «La labor cultural de los españoles fue magnífica. Llevamos allí no sólo nuestra lengua, sino también nuestra literatura, nuestros monumentos. Llevamos a América todo lo bueno que teníamos en España. Eso no lo ha hecho ninguna otra nación. Nunca».

«Una nación, una lengua»

 ¿Y qué hay de las muertes y las torturas a los indios?

Las hubo, sobre todo en los inicios, pero solo en algunas zonas y en algún período de tiempo determinado. No fue generalizado. Y hay muchos estudios ya que demuestran que las muertes se produjeron sobre todo por enfermedades.

¿También la conquista lingüística fue poco agresiva?

Se hizo con tanto cuidado que, a principios del siglo XIX, en la época de los procesos de independencia, había trece millones de habitantes y el español lo hablaban solo tres.

El verdadero avance de la lengua fue después, entonces.

Sí. Fue obra de las repúblicas independientes. Para constituirse, las repúblicas quisieron seguir la pauta de la Francia revolucionaria: «Una nación, una lengua» (Francia empleó esta consigna para liquidar sin miramientos todos los dialectos locales, y hoy en Francia no se habla más que el francés de París). En América se quiso hacer lo mismo. Pero la lengua con la que se encontraron al independizarse fue el español, la lengua del poder que, desde su punto de vista, se les había impuesto. Para salvar este escollo sostuvieron que el español de América no era como el de España, sino un castellano modificado. Soñaron con la posibilidad de crear un español distinto. Pero fracasaron y se mantuvo la unidad del idioma.

 ¿Qué supuso ese logro?

Es el hito más importante de nuestra lengua. Conseguimos llevar a América algo que nunca habíamos tenido en España: un idioma único para todo el territorio. Para un territorio inmenso además.

¿Y qué hay de las lenguas indígenas?

Su supervivencia va por países. Hay zonas de Paraguay, por ejemplo, en las que el guaraní, que es cooficial, es muy hablado. Es bueno que las lenguas se mantengan. Pero es difícil, si no imposible, luchar ya contra lenguas globales como el inglés o el español.

¿Hay lenguas que, por su estructura, tienen más facilidad para extenderse?

No sé exactamente cuáles son las conclusiones de los lingüistas. Pero sí se dice siempre que el español tiene una fonética fantástica, la fonética más adecuada para expandirse. Aunque no hay duda de que lo importante es quién manda. Detrás del poder va la lengua. El español se expandió en América porque era la lengua de la legislación, de la administración, de los tribunales.

«La lengua es un dialecto con un ejército detrás».

Exacto. Lo vimos con el Imperio Romano. «Que siempre fue la lengua compañera del imperio», como dijo Nebrija.

¿Qué opina de la utilización de la lengua por parte de los nacionalismos?

Creo que es un error mezclar lo político y lo cultural. Las lenguas existen y hay que conservarlas, pero no deben utilizarse con fines políticos.

 ¿No cree que el independentismo catalán está una especie de fase de «ahora o nunca» porque ve que el español sigue avanzando, porque, pese a la inmersión, el catalán no termina de imponerse?

Hay más factores. Los independentistas han sometido a Cataluña a unas tensiones insoportables en las que no solo importa la cuestión de la lengua, que es accesoria. Hay intereses económicos, personales, está la concurrencia de los populismos. Y una clase política absolutamente insensata.


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