.
En Tomboy, una chica de diez años llamada Laure quiere convertirse en Michaël. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 17 de abril 2012. (RanchoNEWS).- Si Tomboy se revela como un drama de aprendizaje y crecimiento pletórico de sensibilidad y sutileza, The Woman in the Septic Tank es una comedia de trazo bien grueso acerca de la ética y la estética cinematográficas. Una nota de Diego Brodersen para Página/12:
¿Qué tienen en común una nena a quien le gustaría ser nene y un trío de jóvenes que quieren producir una película bien festivalera? Aparentemente poco y nada, excepto que ambas situaciones pueden encontrarse en sendos largometrajes presentados en las últimas jornadas del 14º Bafici. Como parte de su competencia oficial internacional, integrada por primeras y segundas películas, la francesa Tomboy y la filipina The Woman in the Septic Tank permiten apreciar el eclecticismo de la selección. La primera de ellas se revela como un drama de aprendizaje y crecimiento pletórico de sensibilidad y sutileza, la otra es una comedia de trazo bien grueso acerca de la ética y la estética cinematográficas.
En Tomboy, palabra sajona que podría traducirse casi literalmente como «marimacho», una chica de diez años llamada Laure se muda con su familia a un pequeño pueblo de Francia. Ocasión ideal, ya que allí nadie la conoce, para que la pequeña lleve adelante un simulacro absoluto: transformarse ante los ojos de sus nuevos amigos y vecinos en Michaël. Su pelo corto y sus rasgos angulosos, sumado a una explosión hormonal que aún no ha tocado a las puertas de su cuerpo, permitirán que la mentira se mantenga durante casi todo un verano. Hasta que... Contar más detalles sería inconducente, aunque bien vale la aclaración de que este segundo largometraje de Céline Sciamma, más allá de un uso discreto y pasajero del suspenso, está mucho más centrado en los sentimientos de Laure/Michaël que en las acciones y reacciones de la trama.
Si afuera están los juegos y el descubrimiento, incluido un posible primer amor donde se ponen en tensión cuestiones ligadas al género y su representación en la sociedad, adentro están la familia y sus diferentes reacciones ante la aparición de la diferencia, desde la aceptación ingenua de su hermanita (casi una imagen modélica de lo que se entiende por «niña») a la negación absoluta de la madre. Sciamma, a su vez autora del guión, despliega la historia con delicadeza y una confianza absoluta en el material, cediéndole todo el espacio necesario a la pequeña actriz Zoé Héran, quien se devora cada una de las escenas en las que le toca interpretar a la protagonista (prácticamente la totalidad del metraje), sin caer nunca en el pecadillo de la cursilería infantil. Todo un logro de la dirección de actores en un film cuyas mayores virtudes son la modestia y la honestidad.
En la vereda de enfrente, The Woman in the Septic Tank, ópera prima del filipino Marlon N. Rivera, presenta a un trío de jóvenes dispuestos a todo con tal de pergeñar un film que, según sus propias palabras, les permita viajar por todo el mundo, incluida una visita al festival de Cannes y al Kodak Theatre, ámbito de entrega de los premios Oscar. Director, productor y asistente discuten acaloradamente los posibles caminos para lograr tal fin, desde el estilo del largometraje hasta las ventajas y desventajas de contratar a tal o cual actriz para el rol protagónico. Algo es seguro: la historia de la ficción dentro de la ficción transcurrirá en una villa miseria e incluirá una escena en la cual una madre se transforma en proxeneta, entregando a uno de sus siete hijos a un pedófilo a cambio de dinero.
Crítica para nada solapada al uso de la miseria con fines esteticistas, la película es en el fondo un largo chiste con variaciones, una suerte de sketch televisivo de larga duración. Las discusiones sobre los detalles del proyecto, el encuentro con otro director de cine (¡invitado al Festival de Mar del Plata!) y la charla con una estrella de las telenovelas son en realidad una excusa para el núcleo duro del film, la repetición de una serie de escenas con diversos estilos y enfoques. Primero como drama minimalista, luego un musical, más tarde como documental y finalmente al mejor estilo soap-opera, The Woman in the Septic Tank pone en pantalla con mayor o menor gracia la misma secuencia, jugando con las expectativas del espectador en cada nueva alteración del gag. Hay cierta gracia grotesca en los mejores pasajes, pero a la película le falta profundidad, sentido de agudeza y chispa, rebelándose como un pequeño divertimento dentro de esta competencia que va promediando la presentación de sus quince integrantes.
REGRESAR A LA REVISTA